Los rayos de luz la
alcanzaron en la pequeña cueva de la que se había apropiado para pasar la
noche. Lentamente abrió los ojos cansados arrepintiéndose de inmediato. Pues
habría preferido seguir durmiendo eternamente a despertar en un mundo sin James
a su lado. Se rascó la cabeza magullada por dormir sobre la roca dura, aunque
en cierto sentido el dolor era un alivio. No se levantó. No tenía ningún lugar
al que ir, ningún motivo que le diera ánimos cada mañana para seguir adelante.
Ya no había más "buenos días cielo"' al despertar ni sonrisas dulces
que le besaran.
Alice se quedó tumbada en el
suelo, mirando el techo de la cueva fijamente, tratando de no ver la cara de
James en las formas de la piedra. Palpó su bolsa hasta que encontró el último
mendrugo de provisiones que le quedaba y se lo comió sin ganas.
Había huido de Brandon
después que este la sacara de las garras de Raymond. Ni siquiera se lo había
agradecido. Simplemente quería estar sola. Sin nadie que le hiciera recordar.
Había esperado que él se fuera a cazar algo para comer y simplemente se marchó.
Se le habían agotado las
lágrimas. Su mundo entero se había derrumbado al ver ese cofre de cenizas. La
risa de Raymond aún la taladraba por dentro. Se maldecía a si misma por no
haberle arrancado el corazón cuando lo tuvo delante, pero la verdad es que no
pudo hacer nada salvo sentir como una parte de ella misma moría. Como se le
escapaba la vida del cuerpo como lo hacían las cenizas de la mano del brujo.
Todo el camino desde la
mansión Darkhollow había sido para nada. De nada había servido abandonar a los
suyos sino para perseguir el tonto sueño en el que James seguía con vida. Su
cazador de pelo oscuro ya no estaba, había muerto y no volvería.
Su mano volvía
constantemente al collar que pendía de su cuello. El collar que James le había
regalado hacía tanto y que ahora estaba roto. La gema se había desprendido en
el combate y Alice ya no la recuperaría nunca. La delicadamente tallada
estructura de madera en la que iba engastada era para ella un recordatorio de
lo vacía que estaría su vida sin él.
Un ruido la distrajo de sus
cavilaciones. Un aleteo y el movimiento de las ramas de un árbol. Su inicial
sorpresa dejó paso a una curiosidad compungida. Sabía lo que habían sido esos
ruidos. Los llevaba oyendo desde que salió de la mansión, siguiéndola allí
dónde fuera. Rápidamente salió de la cueva, y entornó los ojos tratando de no
ser deslumbrada por la luz diurna. Allí, esas ramas se acababan de mover aún
cuando no soplaba ni una brizna de viento y una sombra había desaparecido
frente a sus ojos.
Alice corrió, aún cuando a
su cuerpo le faltaban las fuerzas. El ánimo y la emoción daban vida a sus
miembros para que persiguiera la alada figura por el bosque, saltando raíces y
apartando matorrales. Guiada por los graznidos se perdió entre los árboles,
siguiendo solo el impulso de su corazón. Sin dejar que un par de tropiezos
frenaran su carrera, Alice llegó a un claro donde la espesura dejaba lugar a un
circulo de piedras coronado por las ramas de un inmenso y viejo roble.
La bruja de ojos verdes miró
a su alrededor buscando el ave que la había llevado hasta allí y para su
sorpresa la estaba esperando. Junto con el resto de la bandada. Alice se quedó
parada un momento, sin poder hacer otra cosa que observar como la multitud de
pájaros la miraban fijamente desde las ramas de los árboles que rodeaban el
claro. Lentamente avanzó hasta el centro del círculo de piedras, girando sobre
sí misma para admirar la cantidad de criaturas emplumadas que ahí se
congregaban. Tantos ojos vidriosos fijados en ella no la intimidaron pero si se
sintió impresionada pues era la primera vez que los veía sin James
controlándolos.
De repente una oleada de
graznidos se despertó entre la bandada, alertados por la presencia de una
figura a espaldas de Alice. Ella se volvió, preparada para defenderse si hacía
falta, pero ante sus ojos sólo estaba el pelirrojo mercenario. Brandon McAllan,
la había seguido durante todo su viaje, transportista, guardaespaldas y molesto
acompañante. Sin embargo la había ayudado a huir de Raymond por lo que al menos
le debía que no lo incinerara ahí mismo. La bruja notó que su aspecto estaba
desmejorado, sus ropas sucias de hollín y sangre seca tapaban alguna que otra
herida mal vendada. El parche que solía intercambiar de un ojo a otro estaba
guardado en un bolsillo a la espera de ser reparado. Llevaba sus armas
enfundadas pero tenía sus manos sobre ellas y la mirada fija en los cuervos.
- ¿Que es lo que quieres? -
preguntó Alice de manera algo brusca.
- Acércate sin hacer
movimientos bruscos - le dijo sin alzar la voz, instándola a que se alejara de
los cuervos. Sus ojos no se apartaban de las aves y su cuerpo se mantenía en
tensión.
- No me harán daño. - dijo
la bruja de pelo azabache confiada, atrayendo la mirada de Brandon quién relajó
su postura. - Pero responde, ¿A qué has venido?
El mercenario respondió sin
dudar un segundo.
- A llevarte a casa.
Una punzada en el corazón
afligió a Alice al recordar a Kathaisa, Lorraine, Johana, Zephiel, Jace... y todos
los que vivían en la mansión. Todos los miembros de la Orden a los que había
dejado atrás al embarcarse en este camino. ¿Cómo podría volver? ¿Cómo podría
mirarles a la cara?
- No... No puedo volver. Aún
no... -dijo negando con la cabeza.
- No solo puedes sino que
debes. -Acercando un paso hacia ella. - He combatido junto a vosotros en muchas
ocasiones y sé que sois una familia, todos. Os necesitáis los unos a los otros
para seguir adelante, para hacer frente a la tarea que se os ha encomendado. No
puedes permitirte que la pena por la pérdida...
- ¿Qué sabrás tú de lo que
he perdido yo? - le interrumpió aguantando una dura mirada. - ¿Que sabes tú de
lo que es para mí una familia?
- Tengo la mayor familia de
los reinos del este. - Respondió serenamente el líder mercenario recordando a
todos sus hombres quienes estarían festejando en su recientemente conquistada
isla. - Y en ella han habido pérdidas, quizás no tan cercanas como la tuya,
pero no por ello menos dolorosas. - Dejó pasar unos segundos mientras Alice
digería las palabras de Brandon. - En nuestra familia tenemos un modo de
despedir a nuestros hermanos caídos. Se nos permite llorarlos durante una
noche, pero a la mañana debemos vivir felices. Vivir como ellos lo habrían
hecho, vivir por ellos. No nos quedamos aletargados por la pena, pues de ese
modo les estaríamos insultando a ellos y a su recuerdo.
A los ojos de Alice
empezaron a aparecer lágrimas, las cuales creía agotadas, al recordar cada
sonrisa que James le había dedicado, como le brillaban los ojos cuando se
emocionaba al ver un polluelo de cuervo romper el cascarón y cada beso que le
había regalado en sus noches de amor bajo la luna. Ese era el James que quería
recordar. Ese y no las cenizas.
Sin darse cuenta Brandon
había avanzado hasta ella y estaba plantado mirándola a los ojos. Con una mano
rebuscó en los bolsillos internos de su casaca hasta encontrar lo que buscaba y
mostrárselo a la bruja. Se trataba de una pequeña gema azul marino, pulida y
redondeada. Ante la mirada interrogadora de ella Brandon se explicó.
- Esta gema es una simple
piedra azul.- Empezó. - Una simple gema azul que algún enano extrajo de una
mina, pulió y vendió a un mercader o a varios hasta que llegó a manos de un
herrero. Esta gema era la que estaba encastada en mi antiguo sable. El sable
con el que cree los Espadas de la Tormenta, el sable del que nació mi familia.
- Dejó una pausa para que Alice admirara los brillos cristalinos de la piedra.
- Ese sable hace mucho que se quebró por el desgaste de usarlo. Sin embargo
conservé la gema en forma de promesa. Una promesa que inicié hace ya más de una
década por la que me insto cada día a vivir lo mejor que pueda, por los míos y
por los que he dejado atrás.
Brandon cogió con su mano el
colgante de madera que colgaba del cuello de Alice. Collar que una vez había
tallado James y que ahora permanecía incompleto. Con manos hábiles encastó la
gema en el collar, reparando la parte que le faltaba.
-Aunque las cosas cambien
debemos seguir adelante. En el camino perdemos cosas pero podemos encontrar
otras. - terminó sonriendo.
Alice cogió entre sus manos
el collar, mirándolo con ojos húmedos. Lo atesoró entre sus dedos y por un
momento guardó silencio cerrando los ojos, haciéndose una promesa a sí misma.
Cuando levantó la cabeza la tristeza había desaparecido de su rostro y una
sonrisa brillaba en sus labios. A Brandon le pareció que el claro se iluminaba
de repente con esa sonrisa.
-Gracias. - dijo ella.
Brandon asintió y fue a
responder pero un extraño movimiento en los cuervos lo puso en alerta de nuevo.
Alice observó como el cuervo más cercano a ella se rascaba con el pico hasta
arrancarse una pluma. A continuación la sobrevoló dejando caer la pluma encima
suyo. Poco a poco pero cada vez más rápido cada cuervo repitió el mismo acto.
Pronto la bruja se vio bañada por una lluvia de plumas negras que caían
lentamente hasta el suelo.
Alice reconoció este acto.
James se lo había explicado en una ocasión. Cuando lograba domesticar a un
cuervo salvaje este le entregaba una de sus plumas, en señal de que le reconocía
como jefe de bandada y se sometía a sus direcciones. Y ahora entregaban sus
plumas a ella. ¡La estaban reconociendo como líder!
-¿Por qué hacen eso? -
preguntó Brandon tenso.
Alice se volteó para mirar a
los ojos de un cuervo en cuya mirada veía ahora el brillo de la inteligencia.
En cierto modo veía la mano de James en esto. Una señal que hacía lo correcto
en seguir adelante. En vivir por él y seguir con su legado. Le entregaba su
bandada como en vida le había entregado su corazón. Alice sonrió mientras una
lágrima le recorría la mejilla.
- Ahora son mi bandada.
Escrito por: Vandante y Helania