domingo, 23 de octubre de 2016

La determinación - Ildean Lunazur

Una vez la legión había llegado a Azeroth mi hogar ardió… Mi familia, amigos, hermanos todos murieron a manos de este nuevo enemigo. Solo me quedaba una cosa por la que luchar, mi amada…  Ella era todo lo que me quedaba en la vida.

Nuestra furia y sed de venganza no nos dejaban disfrutar de la paz, pues ella lo había perdido todo junto a mí, unidos decidimos hacer algo al respecto, cobrarnos lo que nos habían arrebatado de nuestras manos sin miramientos aniquilando a la legión, pero no teníamos capacidad para enfrentarlos, ni poder, ni medios… Fue entonces cuando recurrimos a Lord Illidan, con nuestra furia y sed de venganza, dispuestos a hacer lo que hiciese falta para enfrentar y derrocar a los monstruos que nos habían despojado de tanto.

-Hoy es el día eres más fuerte que yo Eyleen, derrocaras al demonio que sea que invoquen y podrás luchar al lado de Lord Illidan y todos los Illidarin en los mundos de la legión -. Dije orgulloso de mi pareja.

-Yo no me siento más fuerte que tu… En los entrenamientos que hemos estado recibiendo siempre me apoyabas y por eso podía completarlos y mejorar… Tu fuerza de voluntad es muy superior a la mía. Deberías ser tu quien… -.  Le puse el dedo índice de su mano derecha sobre los labios haciéndola callar.

-Has demostrado en múltiples ocasiones que eres más diestra que yo en la manipulación de la magia y en todo tipo de artes, puede que yo sea más capaz físicamente, pero tu mente -. Dije mientras palpaba con los dedos índice y corazón de su mano derecha la sien izquierda de la elfa -. Solo necesitas confiar en ti misma y podras hacer lo que te propongas -. A lo que Eyleen respondió con una sonrisa sincera.

Horas después ambos fueron directos a  la sala del ritual, el lugar en el que la futura cazadora de demonios se enfrentaría al rival que se fusionaría con su mente y alma, gran cantidad de iniciados como ella estaban expectantes observando  a la mujer que enfrentaría al demonio en cuestión de minutos. El círculo mágico aguardaba por ella y yo estaba en la sala a su lado. El maestro de ambos nos asintió y le indicó a ella que se adentrase en el círculo del ritual a lo cual ella obedeció.

Tras unas palabras pronunciadas por el maestro apareció un enorme demonio gordo y deforme, con una papada gigantesca, unas alas pequeñas que no se entendía cómo podían sostenerla en el aire. Una vez vio donde se encontró se lanzó a por la elfa con todas sus fuerzas lanzándole potentes descargas viles, las cuales esta esquivaba con gracia y habilidad.

A medida que transcurría la batalla podía verse su superioridad en combate, ese horrible demonio no podía acertarle ni un solo golpe, tenía un talento natural para el combate, era fría, calculadora, estratégica… Podía casi llegar a predecir lo que iba a hacer el monstruo frente a ella, llegó el punto en el que ese demonio cambió la naturaleza de sus ataques, un aura vil la recubrió y de ella comenzaban a salir diablillos de su interior, lo que acompañó con una sonora carcajada gutural.

-Eyleen… -. Pensé para mi mismo mientras veía la jugarreta de la demonesa aberrante.

La elfa respondió a eso aniquilando a los diablillos unos por uno, no dejaba ninguno con cabeza, era demasiado rápida para los pequeños demonios, los demás iniciados observaban expentantes la habilidad de la elfa que parecía más que una masacre un baile… Un increíble y único baile con sus gujas de guerra que convertirá el suelo sobre el que bailaba en un reguero de sangre vil. Hasta que finalmente aplicó el golpe final a la madre de los diablillos haciéndola morir en el instante. Eyleen apenas tenía un rasguño después de todo a lo que se enfrentó.

Una vez recuperó el aliento se dispuso a seguir con el ritual, devoró el corazón de la madre de los diablillos y bebió su sangre siempre observándome orgullosa de sí misma, a la cual le respondí con una mirada de orgullo similar, acto seguido el maestro y los alumnos comenzaron a canalizar rayos de energía vil hacia ella, la fase final de fusión de almas que soportó entre gritos de dolor y sufrimiento por el hechizo aplicado sobre ella. Pero nada que ver con lo que seguiría despues…

De repente la elfa se paró en seco y calló de rodilla colocándose ambas manos sobre la cabeza, los ojos se volvían verdes, su carne se escamaba, sus labios se cortaban y la propia piel se desgarraba, fuertes gritos emanaban de la Eyleen, estaba sufriendo fuertemente, la madre de los diablillos la estaba superando, perdía el control de su propio cuerpo, hasta su mismísima razón se desvanecía conforme pasaba el tiempo. No sabía que le pasaba  y tenía miedo por ella, siempre fue fuerte y determinada, verla sufrir así me hizo entrar en pánico.

-¿¡Maestro, que sucede, que le ocurre a Eyleen?! -. Pregunté aterrorizado.

- La estamos perdiendo… No es suficientemente fuerte para contener la voluntad de ese demonio -. Dijo nuestro maestro chasqueando la lengua mientras veía a su alumna sufrir.

- No… No puedo permitirlo -. Dije fríamente y miré de nuevo hacia ella.
El rostro de Eyleen se estaba desfigurando y desgarrando, lloraba de dolor, algo estaba viendo, algo que la aterraba, pero no podía ni imaginarme que podría ser, ¿Que podría hacerla renunciar a su cordura?… Podía ver en ella además del dolor que sufría una expresión de terror… ¿Algo terrorífico la hacía perderse? Antes de sacar una conclusión y sin razonarlo avancé hacia el círculo del ritual.

-¡¿Se puede saber que estás haciendo insensato?! -. Dijo el maestro preocupado por mis acciones.

- Eyleen está sufriendo, va a morir y tiene miedo… Juré que todo lo que ella sufriese lo pasaría yo con ella y que la protegería con mi vida, no voy a romper mi juramento para con ella -. Afirmé adentrándome en el círculo del ritual.

- ¡Ildean! -. Gritó el maestro una vez me adentré en el circulo junto a mi amada, a partir de entonces, no escuché lo que él me decía. Estaba ante lo último que me quedaba en la vida… Y pude observar claramente que lo estaba perdiendo.

-¡Eyleen! -. Grité desconsolado al ver de cerca la situación de su cuerpo y rostro, ya apenas quedaba nada de su belleza, su piel estaba desgarrada por todo su cuerpo, los labios estaban cubiertos de llagas, su hermoso cabello verde ahora se tornaba oscuro como una noche sin estrellas, unas enorme alas negras salían de su espalda deformando su cuerpo rompiéndole los huesos y creando unos nuevos en su lugar.

-¡Ildean! -. Gritó ella entre lágrimas y gritos de dolor-. ¡Mátame! -. Dijo sin siquiera mirarme a los ojos cuando lo hizo-. Si no lo haces moriremos los dos, estoy perdiendo el control. Tanto dolor, tanta muerte… -. Gritó de nuevo de dolor una vez mencionó esas palabras.

-¿Pero qué dices? No puedo matarte, somos uno, nos vengaremos juntos de la legión, nuestra fuerza aumentará, acabaremos con todos y cada uno de los demonios que existen en el universo -. Dije mientras se me cubrían los ojos de lágrimas al comprender que era la única salida -. Así que venga, sopórtalo y hazte más fuerte. ¡¿Es lo que prometimos no?! -. Dije con mi rostro cubierto de lágrimas.

Fue entonces cuando ella sujetó una de sus gujas en un brote de lucidez que vio en ese profundo universo de locura, caos, muerte y devastación.

-Antes de perderme a mí misma y entregar mi cuerpo, alma y voluntad a un demonio inmundo, prefiero que lo hagas tu. Acaba conmigo y completa el ritual en mi lugar-. Tras eso colocó su guja de guerra en mi mano y sujetando la misma se atravesó con su propia gruja dejando caer su cuerpo sin vida contra el suelo.

Miré desconsolado el cuerpo inerte de mi amada, derramando su sangre ya mezclada con la sangre vil que ya recorría su organismo, a pesar de solo haber pasado escasos minutos desde su ingestión, vi su cuerpo con una mirada de infinita melancolía y tristeza, el dolor que me recorría por dentro era más fuerte que el que jamás había sentido, ahora sí que había perdido todo… Y de nuevo, la culpa había sido de la legión. En sus resistencia por evitar su extinción. Lord Illidan llegó en ese momento debido al escándalo que había recorrido todo el templo oscuro.

-¿Veo que no ha funcionado no? ¿Es él? -. Preguntó el amo de los Illidari.

- No señor… Era ella… Él parece ser su pareja, no puedo ni imaginar lo que debe estar sufriendo el pobre. Sacaremos el cuerpo de ahí, no debe verlo en ese estado -. En ese momento Illidan extendió una de sus alas cortándole el paso al maestro que avanzaba hacia la pareja -.¿ Lord Illidan? -. Preguntó extrañado.

-Prepárate para continuar con el ritual -. Dijo sentenciante el cazador de demonios, a lo que el maestro de ambos respondió asintiendo y dirigiendo su mirada hacia ellos.

En ese mismo instante, entre lágrimas y con una mueca deformada por el odio y la rabia contra la legión atravesé el pecho de Eyleen con su propia gruja para alcanzar su corazón, el cual extirpé de su inerte cuerpo y comencé a devorar con esa misma mueca de dolor, odio y sufrimiento, continué bebiendo su sangre, ignoré por completo el sabor, ya no saboreaban, ya no escuchaba, ya no sentía nada. Solo veía el cuerpo de mi amada inerte en el suelo y  tan solo pensaba en destruir a la legión.

-Es el momento -. Dijo Lord Illidan una vez vio mi mirada y que terminé de devorar el corazón de la elfa y beber su sangre.

Tanto el maestro como los alumnos y el mismísimo Lord Illidan comenzaron a canalizar rayos de energía vil hacia mi cuerpo en tensión, sentí dolor, un dolor mostruoso que parecía que iba a desgarrar mi cuerpo y mi alma en pedazos, mi mente empezaba a desvanecerse, solo pensaba en una cosa, destruir a la legión, destruir a todos y cada uno de los demonios que existían en el universo. Ese dolor era insoportable, pero no más grande que el que sentía por mis pérdidas, recordé la muerte de mis padres a los que no pude proteger, a mis amigos los cuales no llegué a tiempo para salvar y finalmente a Eyleen, la cual era lo único que me quedaba. Acto seguido me invadieron las visiones. Mi alma se estaba haciendo uno con el demonio, en mi cabeza apareció la madre de los diablillos que la había hecho sufrir… Imperdonable, la ataqué con fuerza y sin piedad. En cuestión de minutos estaba sometida a mi voluntad, me costó mucho no aniquilarla y me pregunté como esa escoria podía haber hecho  sufrir tanto a mi querida.

Las luces cambiaron, todo daba vueltas pude ver como la legión ardiende destruía mundos, sometia razas, torturaba, atormentaba y mataba otras tantas. Pude sentir por mi cuerpo todo lo que habían hecho pasar a esos mundos y gentes, pude ver los innumerables ejércitos que conformaban la legión ardiente, las bestias que los conformaban, los brutales deseos de cada uno de ellos, los que se oponen a los mismo cada vez son menos, el tiempo y espacio se deformaban y amoldaba, podía ver todo lo que había hecho la legión y todo lo que iba a hacer en el tiempo, con el desesperante final de la destrucción total.

Fue entonces cuando comprendí… Esto es lo que había hecho perder la cordura y el equilibrio a Eyleen, este vasto ejercito, estas monstruosas intenciones y estos oscuros deseos y ambiciones. Me rasgué el ojo derecho con las garras que ahora poseía en el  lugar de mis uñas, dejándome una cicatriz con la forma de las cuatro garras de esa mano desde la frente hasta el pómulo de ese mismo lado, sus labios se habían hinchado y resquebrajado, sus manos y brazos habían tomado un tono más oscuro así como sus pies, sus ojos brillaban con un resplandor vil, su musculatura se había multiplicado a su espalda se alzaban dos alas con sus propias articulaciones y grupos musculares, otro de los cambios en mi cuerpo por el poder obtenido del demonio pero lo que más cavia destacar era el increíble poder que corría ahora por mis venas, me sentí invencible y desee mas, comprendí al instante que ese poder no era suficiente para derrotar a la legión, miré a Lord Illidan y el comprendió al instante cual era mi deseo, asintió y a partir de entonces comenzaría mi existencia como cazador de demonios bajo las ordenes del amo Tempestira, me convertí en un illidari.



Escrito por: Akuo

viernes, 21 de octubre de 2016

¡Llega Halloween un año más!

Aún no hemos superado la fobia hacia las calabazas cuando ya ha transcurrido todo un año desde que nos enfrentamos a los ejércitos formados por cientos de estas frutas, verduras o lo que sean. No podemos evitar sentir un escalofrío cuando recordamos lo sufrido, pero mucho menos cuando nos recuerdan que una vez más ha llegado Halloween!

El jinete sin cabeza ha despertado como cada año coincidiendo con esta señalada fecha. Sus ansias por destruir Azeroth o plagarla de calabazas va más allá que un mero capricho. Sin embargo esta vez la Orden ha decidido delegar la ardua tarea de derrotarlo a los miles de héroes que abarrotan las filas de la Alianza.

Un Halloween relajado, por una vez en la historia de la Orden... sin espíritus, vegetales, gatos fantasmas o mansiones encantadas. Tan solo una buena reunión al calor de la hoguera con caramelos por millares. ¿Es mucho pedir?

Pues al parecer sí. De hecho era demasiado bonito para ser cierto. Cuando apenas hemos terminado las Pruebas del Guardián, se presenta ante nosotros una joven desconocida con una historia que nos resultará un tanto familiar...

Fue algo arrogante pensar que nosotros eramos la única Orden que existía en Azeroth. No podemos asegurar a ciencia cierta cuantas existen, suponemos que no muchas, pero hay una Orden... bastante especial.


Lanhia, la guardiana de una Orden desconocida hasta ahora por nosotros, acude a los miembros de la Orden para pedirnos ayuda. Una letal enemiga ha sido liberada, y sus ansias de venganza ha desatado una guerra contra los suyos. La bruja en cuestión, se ha hecho con un poderoso artefacto, capaz de atrapar el alma de aquellos a los que se enfrente, y usar dichos espíritus para luchar en su propio beneficio.

La joven guardiana está desesperada, cada uno de los miembros de su Orden han caído irremediablemente bajo el poder de Shascha, la temible enemiga a la que se enfrentaban.
La Orden deberá enfrentarse a uno de sus mayores desafíos en la gesta de esta nueva Orden contra las fuerzas del mal, intentando derrotar y liberar cada una de las pobres almas atrapadas


¡Es hora de demostrar nuestro verdadero poder y ayudar a aquellos que lo necesitan... y oye, si de paso conseguimos alguna recompensa... mejor que mejor!




Fragmentos de alma: estos fragmentos serán obtenidos por los personajes que mejor se desenvuelvan en cada una de las batallas por liberar las amas apresadas. Este objeto no tiene ningún valor en la vida real, sin embargo los miembros de la nueva Orden os recompensarán por cada uno que consigáis.



Evento 1 - Arthur, el leal.

Evento 2 - Janice, la luz de la Orden.

Evento 3 - Eugene, el intrépido.

Evento 4 - Dave, el oscuro.

Evento 5 - Candance, la ardiente

Evento 6 (Evento final) - ¡Kashad... digo, Sascha debe morir!








Recompensas

Los fragmentos de alma podrán canjearse por las siguientes recompensas:

(Aún estamos meditándolo)

El precio del éxito - Parte 3 (Chantalle Leproux)

Música: https://www.youtube.com/watch?v=c0xaDZavpDw



Hace más de diez mil años, mucho más de lo que puedo recordar, existía en un mundo anterior a este una civilización más antigua que las estrellas, una civilización basada en la magia arcana y, a diferencia de muchas de las de este mundo, sin necesidad de una fuente de poder a su alcance, pues podían “cogerla” desde miles de kilómetros a distancia, sin necesidad de sucumbir a su propia corrupción. Como es comprensible, los grandes magi eran los pilares de esta sociedad, su vasto poder era venerado y admirado. Por encima de todos, destacaba Thal’Kiel, El Constructor, cuyas habilidades eran capaces de moldear montañas, de elevar ciudades como si levantara arena y manipular la naturaleza a su antojo. Fue en este lejano mundo donde todo comenzó hace tanto tiempo…”

Los primeros rayos de la mañana bañaban el horizonte y con ellos el resplandor de los cristales arcanos profiriendo un espectáculo multicolor imposible de describir con unas simples palabras, incluido en su lengua, una de las más antiguas de cuantas había conocido.

Desde aquella extensa terraza en el palacio del Maestro resultaba casi imposible concentrarse ante la visión de la eterna ciudad de Mc’Aree a sus pies, que comenzaba a despertar en un nuevo día. Su tarea, aunque sencilla, no dejaba de ser importante. Debían levantar nuevos pilones mágicos para potenciar las líneas ley a su paso por la ciudad y, muy especialmente, por el palacio del Maestro; una gran torre de más de cien metros de alto en aquella ciudad de grandes cúpulas, con la diferencia de que esta torre no acababa en una forma esférica como las demás, sino en aguja y en cuya parte superior brillaba con cada vez más fuerza la energía arcana traída allí desde los confines más lejanos de Argus.

Los Constructores, como a veces les llamaban, eran los arquitectos de las más importantes capitales Eredar. Formar parte de ellos significaba pertenecer a uno de los rangos mejor vistos y la posibilidad de acceder a conocimientos arcanos a los que muchos de su especie ni siquiera soñarían.

Los magi reunidos en torno a Thal’kiel alzaron sus brazos al unísono en cuanto dio la orden, a la vez que pronunciaban sus conjuros de forma repetitiva, aunando esfuerzos y reforzando el poder del maestro.

Unas gotas de sudor corrían por la frente de Jaz’Kethal, uno de los magos más jóvenes. Sentía como su poder discurría por todo su cuerpo, desde sus pezuñas pasando por su espalda y hasta sus dedos, y la dirigía junto con el resto de sus compañeros hacia su maestro, que la manipulaba para levantar grandes edificaciones en el horizonte, haciendo surgir así nuevos edificios como si de estalagmitas se tratase y se fosilizaran una vez levantadas.

-¡Un poco más, necesito un poco más de esfuerzo por vuestra parte, hijos míos!- Gritaba Thal’kiel con una profunda voz a sus discípulos, a la vez que se elevaba aún más en el aire debido a la magia arcana.

Jaz’Kethal comenzó a sentir cómo le temblaba el cuerpo y sus músculos estaban totalmente en tensión, era tal el esfuerzo que podía oír sus dientes rechinar.

-Vamos, hermano, aguanta un poco más, no flaquees ahora, necesitamos la ayuda de todos y cada uno.- Aquella frase de aliento proveniente de otro compañero le animó a olvidarse del dolor y continuar su labor. No era otro que Archimonde, discípulo favorito del maestro y pocos años mayor que él.

Esta vez Thal’kiel había levantado a ras de suelo un canal que transportaba las líneas ley hasta el palacio donde se encontraban ahora mismo y la hacía discurrir hasta aquella misma terraza. Fue tal el impacto de energía que hasta un gran cúmulo de nubes se arremolinó alrededor de aquella torre, haciéndola estremecerse y provocando la aparición de varios rayos.

El hechizo había terminado con éxito y los magos cesaron en sus cánticos, algunos de ellos tuvieron que sentarse ante la extenuación que se había apoderado de ellos.
Archimonde observaba complacido la gran obra fruto de su trabajo y corrió hacia su maestro para felicitarle.
-Buen trabajo el que habéis realizado en el día de hoy, reponed fuerzas y descansad, mañana queda mucho por hacer.- El semblante del Eredar parecía no verse alterado por la extenuante tarea, sin embargo se detuvo a la altura de Jaz’kethal. –No te preocupes, hijo mío, todos flaqueamos alguna vez, pero no dudes de tus capacidades.- Dijo Thal’kiel.
–Sí, maestro, gracias por tu consejo.- Contestó el joven eredar mientras hacía una reverencia. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo Archimonde le observaba con una leve sonrisa en el rostro.
Aquel fue el último de los días que recordaba de su vida anterior antes del advenimiento de la “Nueva Era”…



Tengo grandes poderes para ti, la capacidad para invocar grandes ejércitos y moldear no sólo ciudades, sino mundos a tu antojo, alguien como tú no debería contentarse con la mera magia arcana, limitada, fugaz, débil…

Aquellas palabras resonaban en la mente de Thal’kiel como un eco que se repetía cada vez que estaba en silencio, y es que con su gran poder pudo contactar con seres más sabios que él mismo y que le instruyeron en algo que ninguno de su especie había conocido jamás. Debía enseñar al consejo los nuevos poderes adquiridos, debía mostrar cuan poderosa era esta nueva fuente de poder que hacía palidecer cualquier construcción arcana. Y así haría, hablaría con Velen y Kil’jaeden sobre ello, es más, les mostraría la capacidad de destrucción frente a sus ya obsoletas construcciones…

El día de la demostración llegó y Thal’kiel, creo varios seres arcanos y firmes fortalezas impenetrables por ninguna máquina de asedio hasta ahora conocida, y con un giro de muñeca y la pronunciación de unas palabras extrañas hasta la fecha en aquel mundo, de repente surgieron ejércitos de diablillos y de unas criaturas mitad can, mitad reptil, que avanzaron hacia los protectores arcanos y acabando con ellos en segundos de las formas más crueles imaginables. Pero eso no fue todo, desde el cielo cayeron varias rocas ardiendo en un fuego verde que tras impactar sobre aquellas fortalezas, parecieron surgirles brazos y piernas y golpearon con furia aquellas construcciones reduciéndolas a cenizas. 

Tal era la alegría de Thal’kiel al observar el espectáculo, que no pudo apreciar el desagrado en los rostros de los asistentes, especialmente en el rostro de Velen, quien prohibió el uso de aquel tipo de magia, así como la destrucción inmediata de dichos seres a quienes catalogó de viles.

Ante tal desastrosa demostración, el Maestro permaneció retirado en su cámara durante días, apenas comía y bebía y nadie pudo entrar a verle. Era tal la preocupación que teníamos por nuestro querido padre adoptivo que muchos pensamos en pedir de nuevo audiencia con los líderes, pero la descartamos rápidamente.

Los días pasaron angustiosamente y con ellos la preocupación, pues al pasar por los aposentos de Thal’Kiel, extrañas voces y chillidos podían oírse, y lo que era aún más desconcertante, sentíamos la presencia de seres de energías oscuras venidos de muy lejos, que emitían sonidos guturales para nada comprensibles.

Muchos acudieron al más avezado de los alumnos, Archimonde, y pidieron que hiciera algo, pues sabíamos que era su favorito. Sin embargo no hizo falta, pues en el mismo día la gran puerta del Maestro se abrió de par en par…

-¡Padre, has salido, cómo estás!- Se acercaron corriendo los que estaban más cerca.

Una figura encorvada y visiblemente envejecida emergía hacia el corredor. Más y más magos fueron acercándose a la figura un tanto demacrada de su maestro. Parecía haber envejecido cientos de años.

-Tengo buenas noticias, hijos míos, una nueva era comienza ahora, lo he visto, pude ver cómo el cosmos era nuestro y nadie se interponía en nuestro camino.
-Pero maestro…- Dijo uno de los seguidores. – Los líderes están en contra de este descubrimiento, no quieren saber nada del nuevo tipo de magia.

Una mirada teñida de odio, completamente inusual a lo que estaban acostumbrados, se posó sobre el joven eredar.
– Nadie puede evitar que nuestra civilización progrese, por lo que todo aquel que se oponga, formará parte del pasado…-
¿Era cierto lo que estaban oyendo mis oídos, acaso el mayor mago de nuestra era estaba planeando un golpe de estado? Abrí los ojos de par en par, no podía disimular mi incredulidad. Pero para mayor desconcierto, fui testigo de cómo mis hermanos apoyaron tal moción, hasta Archimonde pareció aceptar con aquella mirada inescrutable. Y por si no había quedado suficientemente claro Thal’Kiel añadió:
-El pasado ha muerto, mis niños, y con él toda esta sociedad atrasada.- Tomó un respiro y continuó.- Vamos, tenemos mucho que hacer, debemos reunir a todos y explicar el plan…

Durante semanas estuvimos turnándonos en grupos de cuatro magos en torno a círculos rúnicos realizados en el suelo e invocando portales que distorsionaban la realidad parcialmente y, abrían un profundo agujero a otro mundo, del que salían espantosas criaturas dispuestas a llevar a cabo las órdenes del Maestro sin rechistar.

Los meses transcurrieron de forma casi imperceptible y a nuestro esfuerzo en invocar al ejército del nuevo mundo, debíamos sumarle la creación de nuevos hechizos de ocultamiento que lograran pasar desapercibidos durante el proceso. Algunos de mis hermanos sufrieron extraños cambios. Unos cambiaron el blanco resplandor de sus ojos por un tono un tanto más verdoso, otros comenzaron a envejecer de forma acelerada, como nunca antes habíamos visto.
-Ya casi está, en pocos días el nuevo orden será implantado y con él nuestra civilización será conocida y temida en todos y cada uno de los mundos… Sí, tienes razón, debemos ser cautelosos, pueden tener espías, pero ya me he encargado de eso…-. Susurraba Thal’kiel a algún ente que Archimonde era incapaz de ver en el momento de su llegada a la cámara del Alzador, título con el que hacía llamarse desde su recién regreso.
-Los preparativos están casi terminados, Maestro. – Dijo con tono solemne.
-Bien hecho, has aprendido bien y por ello estarás a mi lado cuando sea la caída del antiguo orden.-
-Sí, Padre.- Dijo Archimonde mientras hacía una solemne reverencia.

Sin embargo sus verdaderos motivos eran otros; Después de salir de aquella cámara el favorito del traidor no se dirigió a supervisar los últimos preparativos, en su lugar marchó fuera del palacio hacia el centro de la ciudad. Su decisión era tal que nadie sospechó de sus intenciones. Es posible que fuera a la ciudad a por algo de extrema necesidad, algún arma que pusiera más las cosas a nuestro favor. Nadie imaginó lo que llegaría a ocurrir.


-¡No puede ser cierto lo que estás diciendo!- Dijo gravemente Kil’jaeden. –Estás acusando a uno de los miembros más respetados de nuestra cultura, debes ser consciente de la gravedad de tus acusaciones.
En lugar de discutir Velen observó fijamente a aquel eredar frente a ellos, era joven y fuerte, incluso podría decirse que apuesto para su raza. ¿Por qué alguien con un futuro tan prometedor como el suyo podría arriesgarlo todo así?
Decidió calmar su mente.
– Bien, veamos si lo que dices es cierto o no, permíteme joven.- Velen alzó una mano a la altura del pecho del mago y en cuestión de segundos una oleada de imágenes recorrió su mente. Pudo ver en primera persona, como si viera a través de los mismos ojos del muchacho aquello que ansiaba que fuera falso. Vio enormes agujeros en el aire, en una misma sala, rodeados de magi y cómo de ellos surgían criaturas grotescas. Sumaban cientos de miles, y todos ellos eran cuidadosamente ocultados bajo un manto de protección invisible a todo escaneo arcano.

Cuando por fin encontró aquello que buscaba y apartó la mano, Velen afirmó lentamente con la cabeza ante Kil’jaeden, a lo que éste respondió con un fuerte rictus y cerradura de puños y acto seguido llamó a la guardia.

Las sucesivas horas resultaron ser frenéticas y se fueron reuniendo frente a la mansión del Constructor, ahora Alzador, cientos, miles, millones de magos de batalla y soldados. Frente a ellos Kil’jaeden y un ansioso Archimonde lideraban el asalto.
La barrera mágica que protegía el complejo impedía que los hechizos hicieran añicos la estructura, sin embargo el enemigo contaba con alguien que sabría muy bien qué hacer…
-¡Maestro, el enemigo ha traído un ejército a nuestras puertas!- Estábamos todos conmocionados, alguien había alertado a los líderes de nuestras intenciones.
-No podrán con nosotros, tenemos nuestra barrera defensiva y nuestro ejército…¡Soltad a los demonios, que ataquen sin piedad!

De palacio comenzaron a surgir oleadas de seres del Vacío Abisal arrollando todo aquello que encontraba en su camino y, desde las terrazas en lo alto del mismo, los Alzadores atacaban con su nueva magia vil a los soldados y magos de batalla.
Archimonde avanzó por los pasillos de palacio sin inmutarse por el frenesí de su alrededor. A nadie le extrañó verle caminar en dirección a los aposentos del Padre. El eco de sus pezuñas en el liso suelo no parecía importarle, es más, le gustaba cómo sonaba, era su propio tambor de batalla.
-Ah, hijo mío, estás aquí, en qué buena hora has venido.- Dijo Thal’kiel con voz cavernosa. – Ven, subamos a la terraza y observa el crepúsculo del antiguo orden. Imaginaremos cómo será esta nueva era mientras acabamos con los desperfectos del pasado.

Ambos se desplazaron por una escalinata hasta la cima de la torre, Thal’kiel se hallaba tan demacrado que no podía caminar y en su lugar levitaba unos centímetros por encima del suelo. 

La vista desde aquel mirador era impresionante; El cielo se estremecía y el viento movía con violencia banderas y banderines, mientras a ras de suelo se estaba librando una lucha a vida o muerte. Aquello no podía llamarse lucha, era más bien una carnicería. Los demonios avanzaban como una horda y habían abierto varias brechas en las posiciones enemigas, mientras los brujos aprovechaban para centrar sus ataques en esos pasillos abiertos por sus mismas tropas.
-¿Qué te parece, hijo mío? Es hermoso, pronto será todo como lo vi.
Archimonde se acercó a su mentor, era bastante más alto que él y pudo observar con detenimiento su perfecta cabeza.
-Maestro, qué piensas hacer en cuanto tomes el control del nuevo mundo.- Preguntó el joven eredar.
-¡Qué pregunta, tendré poder absoluto para lo que quiera, sin ningún tipo de fútil burocracia, reconstruiremos la ciudad a imagen y semejanza de nuestro nuevo dios y de ahí nuevos mundos!
-Lo que imaginaba… permíteme que presente mi renuncia, mi querido padre, creo que seré más valorado y tendré un futuro más prometedor en mi nuevo cargo…
Thal’kiel no se esperaba semejante respuesta y, mientras se giraba desconcertado hacia su discípulo, Archimonde desenvaino su espada magna con la que decapitó a su maestro de forma limpia y rápida.

Una fuerte sacudida nos aturdió a todos, de repente sentimos una falta de poder inmenso, algo no iba bien, y lo que era aún peor, nuestros demonios habían dejado de avanzar siguiendo una estrategia y se hallaban atascados en las líneas enemigas, lo que fue aprovechado por los magos y soldados de batalla enemigos para contraatacar.

La batalla dio un giro completo pues ya no eran las tropas leales a los líderes las que caían, sino las nuestras propias. Es como si se hubieran dado cuenta de esa pérdida de liderazgo y la hubieran aprovechado desde el primer minuto.

Desde lo alto de aquella torre Archimonde observaba con una vil sonrisa el cambio de los acontecimientos. La cabeza cercenada de su maestro llegó rodando hasta una de sus pezuñas, poseía aquella mirada de sorpresa de unos segundos antes de su muerte. Decidió cogerla y guardarla en una bolsa, pero antes de irse de aquel edificio deshizo los hechizos que mantenían las barreras mágicas.

La civilización eredar había sobrevivido a una de sus peores crisis y todo gracias al joven y portentoso Archimonde, que por sus heroicos actos se granjeó la admiración de todo su pueblo, llegando a formar parte de la cúpula del mismo. Desde aquel instante su pueblo contaría con un triunvirato.
En cuanto a los Alzadores todos y cada uno siguieron el mismo camino que su maestro… bueno, todos salvo uno…



Aquella visión reveladora conmocionó a Chantalle quien replicó;
-¿Pero por qué me dices esto ahora, por qué no has hablado de ello antes?
- Ahora estás preparada, niña, durante todo este tiempo he estado observándote, desde nuestra comunión en aquella noche, quince años esperando e infundiendo poder, alimentándome de las reliquias que conseguías… pero todo eso puede acabar ahora si haces lo que yo diga…- Dijo aquella voz profunda.
-¿Y qué conseguiré yo a cambio?
-¿Además de todo el poder que ya tienes?- Dijo aquel ser claramente molesto- ¡Recuerda que sin mí no podrías hacer ni trucos de magia!
-Está bien, está bien. Baja esa voz, me vas a dar jaqueca.- Contestó la duquesa.
-Aun así tendrás tu recompensa…dime…Qué prefieres…¿Caer ante la Legión Ardiente o poder ser amo de sus huestes?-
-Si lo que sugieres es que me una a los demonios, hablas con la bruja equivocada.
-No me has entendido, niña, de lo que hablo es de controlar a sus filas de demonios a tu voluntad, sin estar controlada por su Dios…

Aquella revelación hizo que un torbellino de ideas se arremolinaran en la mente de Chantalle, era algo que no se esperaba, pero debía decidir pronto. ¿Era algo bueno o algo malo?


Escrito por Chantalle

sábado, 15 de octubre de 2016

Sombras de una noche sin luna - Parte 4

Habían pasado dos meses desde el fracaso en el Bosque del Ocaso. Robin y el resto del grupo de ladrones se habían repuesto de las heridas tanto físicas como del orgullo. Como antaño, cuando planeaban el asalto a la mansión de Lord Omber, una sensación de euforia se apoderó de sus ánimos. Sin embargo esta vez estaban concentrados y sabían que no admitirían un segundo fracaso.

Víctor recurrió a su disfraz de noble para pedir algunos favores y firmar algunos contratos. Mientras tanto, Will, Jasper y Robin buscaron información y contactaron con viajeros que hubieran viajado al otro lado del Portal Oscuro. De este modo, pronto tuvieron los suministros y el dinero suficiente para pagarse una expedición a las salvajes tierras de Draenor.

El portal los dejó en el asentamiento de la Alianza en el Valle Sombraluna y desde allí partieron sin demora. Por suerte, el libro “Sombras de la noche sin luna” relataba con exactitud el emplazamiento que buscaban.  Viajaron en dirección sur, adentrándose en las verdes colinas bañadas por la luz violácea de los astros de Draenor. Por breve tiempo visitaron asentamientos draenei, reponiendo suministros y  averiguando que percances podían tener en el camino.

Su travesía los llevó a escalar la cordillera sur del valle, adentrándose en las tierras del clan de orcos Sombraluna. Antiguamente este clan era conocido por su chamanismo arraigado y su profundo respeto por los ancestros y sus tradiciones, pero desde la traición de Ner’zhul  se habían abocado a la nigromancia y levantaban los cuerpos de sus padres para hacerlos luchar como peones. Ner’zhul había sido derrotado pero su clan y sus mentiras seguían perviviendo.

Contra todo pronóstico, fueron afortunados y no se cruzaron con ningún orco en todo su camino. Sin embargo su objetivo se encontraba en lo alto de la montaña, en el antiguo santuario llamado “Los pilares del destino”, dónde los chamanes del clan solían comunicarse con sus ancestros para pedirles consejo. No esperaban que acceder a la cúspide fuera tarea fácil pero estaban preparados.

Era entrada la noche pero el cielo estaba tan iluminado por millares de estrellas que a Robin le pareció estar de vuelta a Dalaran durante sus festivales. Él y Jasper estaban ocultos entre unos arbustos frente a las cabañas orcas que vigilaban la rampa de subida a los Pilares. Los orcos estaban durmiendo en su gran mayoría pero había algunos centinelas que patrullaban sin muchas ganas. Amparados por las sombras se acercaron por detrás de los centinelas y los dejaron inconscientes de forma rápida y eficiente. Entonces dieron la señal al resto del grupo de avanzar mientras escondían los orcos detrás de unas rocas.

Milagrosamente, las pesadas botas de Ed se movían con tanto sigilo como las ligeras zapatillas de Jasper. El grupo atravesó el pequeño campamento y enfiló el camino ascendente sin ser advertidos, hecho que les dejó un agradable sabor a victoria. Las losas de piedra con pintadas en forma de luna empezaron a aparecer por los bordes de los caminos. Tumbas de los ancestros orcos. Víctor les advirtió no profanar su descanso si no querían meterles en problemas.

Grandes columnas de roca se erguían, cada vez más altas a medida que se acercaban a la cima de la montaña.

- Falta poco para que salga el sol. – advirtió Víctor. – Debemos darnos prisa.

El resto del grupo asintió en silencio y avivaron el paso. Esta vez Víctor les había revelado el propósito del ritual. Iban a abrir un portal, uno que solo se podía abrir durante unos instantes mientras el sol despuntaba y las lunas se ocultaban. Robin miró hacia el sur, dónde las agujas de las cumbres de Arak dibujaban un horizonte desigual, las más lejanas empezaban a enrojecer por el inminente contacto del astro adorado por los arakkoa.

Finalmente llegaron y sin darse un respiro para descansar empezaron a prepararlo todo. Will y Ed encendieron el incienso y prepararon las ofrendas frente a los dos grandes pilares tapados por una gran losa de piedra. La temperatura empezaba a subir cuando Víctor empezó a pronunciar las palabras del hechizo.

- Goruld tan Anzu sun vol northalos ir tha. Gar tun vol. Gar tun das.

Su voz resonaba por los valles, haciendo eco con las paredes de roca. Robin temía que sus palabras despertaran a los ancestros orcos que allí descansaban y se repitiera la situación del Bosque del Ocaso, pero eso no ocurrió. Unas volutas de humo aparecieron en mitad del aire entre los dos pilares y a continuación un remolino oscuro se formó a partir de ellas, quedando contenido por los enormes bloques de roca. El portal estaba abierto.

Víctor suspiró. El resultado de todos sus esfuerzos se presentaba al fin ante él. Extendió la mano, tentado a acariciar la superficie oscura del portal. Pero antes se volvió hacia sus compañeros quienes tenían la vista fijada en él. La adusta mirada de Ed, penetrándole el alma. Will boquiabierto contemplando el portal tragó saliva y le miró orgulloso. Jasper sonriente como siempre, cruzado de brazos expectante. Y Robin, con su mirada asombrada siempre lleno de curiosidad. Su relación con los cuatro hombres había fluctuado con el tiempo pero juntos habían forjado lazos de amistad y compañerismo.

- A partir de aquí seguiré solo. – les dijo.

- ¿Qué? ¿Después de todo el camino hasta aquí? – preguntó Robin sin saber si sentirse ofendido o triste.

El resto, salvo un gruñido de Ed, se limitaron a negar con la cabeza. Ya se lo venían sospechando por la actitud de Víctor las semanas previas. Quien cruzara ese portal, era muy probable que no volviera. Se estaban despidiendo.

- Robin…

- ¡Nos prometiste un tesoro de valor incalculable!

Víctor le lanzó el libro de hechizos a los brazos y Robin lo atrapó antes de que cayera al suelo.

- Vendedlo. Podréis sacar una buena cifra.

- Pero… - empezó a quejarse Robin

- Robin Oliver. No hay nada más que decir. – Víctor esbozó una sonrisa encantadora como era habitual. Adopto una pose solemne – Nuestros caminos se separan aquí. Caballeros, ha sido un placer viajar, pelear y robar a su lado.

Will, Ed y Jasper lo saludaron marcialmente, pero Robin le seguía mirando malhumorado. Se sentía traicionado.

- ¿Así es como quieres que te vea la última vez que os veis? – le dijo Will a su lado.

La última vez… Víctor cruzaría ese portal y no iba a volver. Sus convicciones le llevarían más allá de la muerte y la vida para conseguir sus objetivos… No…

- Esta no será la última vez que nos veamos. – Contestó Robin aún enfadado. Finalmente cedió y le saludo marcialmente como los demás. – Vas a volver. Y lo harás cargado de tesoros. Más te vale.

La contestación consiguió arrancar una sonrisa al hechicero. El joven ladrón nunca perdía la esperanza.

- Lo intentaré.

Y sin decir más palabra atravesó el portal.


Las sombras se tragaron su cuerpo, envolviéndolo. Las atravesó con dificultad, aunque en apariencia eran ligeras como el humo, su densidad era mayor. Cuando por fin pudo ver algo su espíritu tembló. Estaba en un mundo de grises y negros. El mundo de las sombras. No podía ver el suelo bajo sus pies y por techo tenía una oscuridad infinita. Sin embargo podía ver la totalidad de ese mundo desde donde estaba sin moverse. El terreno se ondulaba y retorcía constantemente. Creando cordilleras y valles para a continuación derrumbarlos y dejar paso a planicies donde discurrían ríos. Todo aquel lugar donde cayera una sombra en el mundo real aparecería en el mundo de las sombras. Su propio cuerpo se había vuelto gris, sin color, sin luz.

Algunos escritos confundían el mundo de las sombras con el mundo de los muertos. Aunque eran similares no eran lo mismo. Y sin embargo era mucho más fácil viajar de uno al otro desde aquí que desde el mundo real. Pues el viaje al mundo de los muertos desde el de los vivos era sin retorno. El libro de de A.K. exponía las localizaciones de las escasas puertas al mundo de las sombras y los rituales que hacían de llave de dichas puertas. También alertaba de las criaturas de dicho mundo: sombras hambrientas, cuyo estomago era un pozo sin fondo, miedos encarnados, deseos deformados, amalgamas de odio y traición. Pero la criatura que Víctor buscaba era distinta a todas las demás.

Se sorprendió cuando el suelo se desplazó bajo sus pies cuando pensó en avanzar. Era una forma útil de viajar. Rápidamente alcanzó velocidades vertiginosas. Montañas y lagos pasaban a su lado como una mancha borrosa. No estaba seguro de cómo pero sabía el lugar que buscaba, lo reconoció en la distancia en cuanto lo vio. Un gran árbol cuya madera era negra y sus hojas blancas se alzaba inmenso frente a él. Fácilmente superaba en altura a la montaña Roca Negra. Se plantó frente a su base. Cerca de él, había unas rocas dispuestas curiosamente en forma de escaleras. Subió cada uno de los peldaños y entonces le oyó.

Un aleteo furioso le hizo levantar la cabeza. Desde una de las más altas ramas del árbol bajó en picado una gran ave. Era inmensa, mayor que un hombre, mayor que un edificio. Su graznido resonó por todo el mundo de las sombras pues él era Anzu, el dios arakkoa de la noche, y la criatura que Víctor buscaba. El hechicero hizo una reverencia en señal de veneración cuando el cuervo gigantesco se posó frente a él.

- Hacía tiempo que ningún mortal se atrevía a pisar estas tierras. – su voz estridente reverberó dentro de la cabeza de Víctor. - ¿Qué es lo que buscas? ¿Por qué acudes a mi mundo como intruso? No encontraras tesoros en este lugar sino muerte y desesperación.

- No busco tesoros, gran sombra del más allá. Sino un favor de vuestra divinidad.

El cuervo emitió una serie de guturales chirridos que Víctor interpretó como una carcajada.

- Muy interesante. ¿Profanas inconscientemente el mundo de las sombras y tienes la audacia de pedirme un favor? Dime lo que quieres antes que me replantee devorarte o dejar que las sombras te consuman.

- Quiero entrar en el mundo de los muertos. – Los ojos negros del cuervo lo analizaban de arriba abajo. Decidió contárselo todo, ninguna mentira funcionaria con él. – Mi familia… murió cuando yo era pequeño, por mi culpa. Quiero recuperarla. Pretendo adentrarme en el mundo de los muertos y sacarlos de ahí. – dijo con convicción.

- ¡Insolente! ¡Arrogante! – El dios pájaro aleteó levantando grandes ráfagas de viento que por poco derribaban a Víctor de su pedestal. - ¿Te atreves a robarle a la muerte aquello que tú mismo le entregaste? Tú que te niegas a caminar por la senda que el destino te deparaba. Tan centrado en el pasado que has perdido tu propio futuro… y el de aquellos que te siguieron.

Con un movimiento de ala, el cuervo rasgo el aire de esa realidad como si fuera una tela que se deshilachaba dejando ver una ventana al mundo real. A Víctor se le encogió el corazón… vio una escena dónde sus amigos eran rodeados por orcos que les superaban en número. Debía volver y ayudarles… pero el portal estaba cerrado.

- Ellos morirán por seguirte, por confiar en ti.

- ¡Por favor! – suplicó Víctor. – ¡Sálvales!

- Otro favor me pides. Ya son dos. Solo uno voy a concederte. – el gran rapaz esbozó una sonrisa maquiavélica. - ¿Cuál elegirás?

Víctor volvió a mirar por la ventana como los orcos cada vez se acercaban más a sus amigos, acorralándolos contra el precipicio. Y por otro lado… su familia. Su padre, su madre. Las vidas que les arrebató. Sus ojos mirándolo con terror… ¿Podrían esos ojos cambiar? ¿Terminarían las pesadillas si les revivía? ¿Si enmendaba su error? ¿Cómo le mirarían?

¿Cómo le mirarían al saber que había sacrificado a sus amigos por ellos?

No.

- Sálvalos. – dijo convencido.

El ave sonrió.

- Curiosa decisión. – aleteó de nuevo y en el mundo real los orcos huyeron mientras bandadas de cuervos les atacaban. Will, Jasper, Ed y Robin aprovecharon la confusión para escapar. – No muchos prefieren dejar de lado sus ambiciones y anhelos personales. En cualquier caso. Ahora viene tu castigo.

- ¿Mi… Castigo?

- Allanas mi morada, te atreves a pedirme favores, ¡Me exiges que actué! – el ave bufó.- Tal arrogancia no puede suceder sin un castigo acorde.

- Pero… - Víctor no pudo terminar la frase.

Un terrible dolor le surgió de las entrañas. Cayó de rodillas y se hizo un ovillo. Su cabeza palpitaba como si mil tambores sonaran a la vez dentro de su cráneo. Tenía calor, se asfixiaba. La carne le bullía y la sangre circulaba a toda velocidad. Sus huesos se estaban quebrando y sus músculos deformando. Sintió su piel estirarse y contraerse, romperse y rejuntarse. El pelo de su cabeza cayó, así como sus dientes. Sus ojos crecieron y salieron de sus orbitas mientras su rostro se estiraba. Los dedos de sus manos se fusionaron quedando unidos mientras sus codos se doblaban del revés. Sus pies se arquearon y adoptaron una dureza cercana al hueso. Durante unos segundos un gran picor se extendió por toda su piel. Una gran oscuridad le envolvió. Ya no había árbol de negra corteza y blancas hojas. Ya no había cuervo ni su malévola risa. Solo oscuridad y calor.

¿Así era la muerte?

El dolor había cesado. ¿Respiraba?

Oyó ruidos. Sordos, como si le hablaran a través de una pared.

Intentó moverse y su cabeza chocó contra algo duro. Quiso mover su cuerpo pero todo estaba en un sitio diferente. Tanteó la pared invisible con la cabeza. Le pareció que cedía un poco. Golpeó con fuerza y cedió un poco más.

- ¡Mira! Se está abriendo. – oyó decir a las voces detrás de la pared. Las palabras aun sonaban sordas pero reconoció la voz de una mujer.

Golpeó con fuerza otra vez, y otra. Escaparía de esa prisión. La oscuridad no le atraparía para siempre. Saldría y encontraría la manera de encontrarse con su familia.

Crack.

La pared se quebró. Un rayó de luz se filtró por ella. Empujó con la cabeza y terminó de atravesar la cascara de oscuridad. Se encontraba en una sala gigantesca, cálida y bien amueblada. Una bella y enorme mujer se inclinaba hacia él. ¿Era una gigante?

- ¡Mira James! – dijo la mujer a su compañero quien se acercaba. – el huevo que nos regaló Zephiel se ha abierto.

- ¡Ya era hora! Este remolón se ha hecho esperar.

Víctor no podía creerlo. Una versión gigantesca de su hermano se acercaba a él con una sonrisa que no le había visto desde que era pequeños. Quiso hablarle.

- ¡Cruak! – salió de su garganta. Sus palabras sonaron como el graznido de un polluelo. Miró a su alrededor. La pared que había atravesado era la cáscara de un huevo y su cuerpo rosado y apenas cubierto por pelusa era el de un polluelo regordete. Patas afiladas, alitas que crecerían hasta tener una gran envergadura y una cola respingona. Maldijo por dentro el humor del dios cuervo, pero por otra parte…

James lo cogió con cuidado y lo levantó hasta ponerlo frente a sus ojos.


- Bienvenido a la familia.