lunes, 24 de agosto de 2015

Akuo Blackwood (2.0) - El objetivo

La batalla era encarnizada, los tres compañeros combatían desesperadamente por sobrevivir a este gran enemigo. Las fuerzas de éste no les dejaban salir de la habitación y les atacaban sin parar. Por todos lados aparecían elementales invocados por el mago inigualable. Sus poderes no se debilitaban lo más mínimo y el grupo continuaba combatiendo, intentando abrirse paso ante ese final. Se negaban a aceptarlo y no se rendirían jamás. Fue en ese momento cuando Aran, convencido de su victoria, golpeó con el bastón el suelo, alegando que ese combate se había acabado y preguntándoles cuál era la mejor manera que se les ocurría para morir en ese lugar.

-¡Os concederé la muerte que deseéis. Ya estáis en vuestro límite y no podréis contra mis poderosas invocaciones! -. El fantasma rió descaradamente delante del grupo.

-¡Una sombra de esta torre como tú no podrá con nosotros! Somos los guardianes y protectores de la torre y miembros de la Orden Eterna. Jamás podrías derrotarnos -. Escupió hacia un lado el guerrero mientras se incorporaba apoyándose en su espada mellada.

El mago miró fijamente a los ojos del hombre esperando ver desesperación y confirmar que lo que decía era solo palabrería.

-Sólo eres un esbirro de mi hijo que vino aquí a torturarme, pero no os lo permitiré. ¡Me he cansado de sufrir por toda la eternidad! ¡Os destruiré aquí y ahora! -. Gritó la sombra y comenzó a canalizar una gran cantidad de energía arcana mirando directamente hacia Akuo que se plantaba en pie frente a él.

-¡Muere! -. Una gran bola de energía arcana se dirigió hacia el guerrero amenazante, dispuesta a acabar con su vida y la de los demás miembros del grupo. Una vez los alcanzase, no dejaría más que polvo y cenizas, y se aproximaba más y más inexorablemente. Sin embargo el guerrero no se movía de su posición ni aparentaba prepararse a hacerlo. ¿Planeaba recibirlo con su propio cuerpo?

Fue entonces cuando, a pocos metros de alcanzarlo, el hechizo se deshizo por completo esparciéndose en el aire y cubriendo la sala en un estado inofensivo. El mago se sorprendió y al mismo tiempo le entró miedo al presenciar lo que acababa de suceder con el hechizo en el que había invertido tantísima magia arcana y con el que esperaba acabar de un solo golpe con los intrusos. Busco al culpable con la mirada y encontró, un poco alejada de la batalla, a Sharr con las palmas de las manos mirando una hacia la otra y recitando unas palabras.

-¡¿Así que has sido tú?! ¡Maldita!-. El mago dirigió en ese mismo instante a todos los elementales y aberraciones arcanas que había invocado hacia la chica para acabar con ella en un primer lugar.

Ephdel apareció como un relámpago delante de la joven alzando su espada en el aire con  la punta apuntando hacia el techo. Cubrió su arma de hielo rápidamente y acto seguido, justo antes de que los elementales y abominaciones arcanas pudiesen alcanzarlo, la clavó en el suelo, congelando a todos y cada uno de los enemigos sin distinción, fueran hechos de magia, fuego, tierra, agua o viento.

 Todos fueron atrapados en la escarcha de la hojarruna del caballero de la muerte.

-¡¿Qué habéis hecho?! -. El mago, confuso y alterado, empezó a lanzar fogonazos aleatorios a los miembros del grupo. Eso provocó que pudiesen esquivarlos fácilmente sin exponerse.

-Simplemente derrotarte. Y no es la primera vez que lo hacemos. Pero claro, tú no eres más que una ilusión que aparece y desaparece una y otra vez para que la derrotemos. Ya estamos acostumbrados, aunque sigues siendo poco más que una completa molestia-. Dijo el caballero alzando su espada del suelo y señalando con la misma al fantasma.

– ¡Somos los guardianes de esta torre y miembros de la Orden Eterna!¡Y te derrotaremos una y otra vez, no importe cuantas veces aparezcas! ¡Nosotros y nuestros alumnos te devolveremos a las profundidades de la torre sin importar lo que pase! -. Gritó el guerrero mientras Sharr dirigía un ataque hacia el mago para obligarlo a protegerse consiguiendo que bajase la guardia. Entonces Ephdel apareció a su espalda, dándole un tajo con su hojarruna de escarcha y, para terminar, Akuo saltó con su espada, imbuida en hielo, sujeta con ambas manos para clavársela en la cabeza al fantasma, logrando que quedara congelando y posteriormente desapareciera.

-Bien. Será mejor que volvamos. Esto nos ha retrasado demasiado -. Dijo el caballero de la muerte una vez desaparecieron los enemigos.

-Sí, estoy de acuerdo Ephdel. Ya tengo a por lo que veníamos. Gracias por acompañarme -. Sonrió sincero el guerrero con el libro ya en su propiedad.

-Yo querría quedarme un rato más… -. Dijo la chica por todo el maná allí reunido que revoloteaba a su alrededor con una sonrisa de alegría.

-Prometo que volveremos. Mientras tenemos cosas que atender. Hemos dejado desatendidos a los críos demasiado por esta aventurilla. ¿Vale? -. Dijo el joven mientras acariciaba la cabeza de la deshacedora de hechizos.

-Está bien, que os veo cansados-. Sonrió la chica contenta de que sus compañeros estuviesen bien.


-Venga, en marcha. Aún nos queda un largo camino de vuelta -. Dijo Ephdel para que tanto Akuo como Sharr se apresurasen.

Escrito por: Akuo

Julius Heide - El libro prohibido (Cap 2)


Capítulo 2: Aliados.

A Julius no le sorprendía que su uniforme militar le sentase como un guante pero odiaba sentirse tan cómodo con aquella armadura.
“Quizá después de todo no pueda cambiar el hecho de ser un simple soldado.”
La información que el comandante le había facilitado era sorprendente y había resultado cierta en todo, el portal oscuro había cambiado de color y un ejército de orcos intentaban invadir Azeroth desde aquel lugar. Tader había huido a aquel sitio y según los datos que manejaban en Ventormenta, pretendía atravesar aquel portal con la intención de huir de sus crímenes. Julius no podía permitir que algo así pasase y mucho menos cuando en los documentos se aseguraba que Tader se había hecho con un objeto de gran poder y debía ser detenido a toda costa.
-No debe ser agradable volver a estar en un campo de batalla.- Dijo Aomme a su lado.
Un escalofrío recorrió la espalda del paladín. A su alrededor podía ver soldados de todas las razas y edades, algunos incluso demasiado jóvenes para verse envueltos en una batalla como aquella. Sabía de sobra lo que ocurriría, sabía que muchos de aquellos soldados morirían terriblemente en nombre de sus patrias y el honor pero hacía tiempo que Julius no veía honor en aquellas masacres, no había nada más que dolor y miedo. Su mente volvía a recordar imágenes terribles de tantas batallas en las que se había visto envuelto, de tantos compañeros y amigos muertos en el fragor del combate. Lentamente giró su cabeza para observar a Aomme y se prometió que si alguien saldría con vida aquel día sería la cazadora. También pensó en sus amigos de la orden esperando que llegasen a entender algún día las razones que lo habían llevado a separarse de ellos y esperaba que se mantuviesen a salvo.
Se dio la orden de cargar sobre el enemigo, los soldados gritaban consignas al tiempo que seguían a sus líderes dispuestos a acabar con el enemigo. Muchos estudiosos que nunca habían pisado el campo de batalla hablaban maravillas del honor y la lucha a muerte con los enemigos de la alianza pero la verdad era muy diferente. En todas partes se escuchaban gritos de dolor y agonía mezclados con explosiones y golpes metálicos. Julius avanzaba derribando a los pocos enemigos que ofrecían resistencia y por un momento pensó que aquella sería una victoria fácil pero aquella idea desapareció en el momento que cruzó el portal.
Julius y Aomme veían a un enorme ejercito de orcos con otras criaturas enormes y armas de asedio, nuevamente aquel lugar iba a convertirse en una carnicería donde el bando ganador sólo podría disfrutar de su victoria lamiendo sus propias heridas.
Las máquinas de asedio abrieron fuego contra ellos, el paladín abrazó a la cazadora y se tiró al suelo con ella. Mientras intentaban protegerse podían notar como temblaba la tierra, aquella tierra que en aquellos momentos se convertía en el mejor amigo de los soldados que se pegaban a ella conscientes de lo cercana que estaba la muerte. En cuanto cesó el bombardeo los soldados se pusieron en pié y con fuerzas renovadas se lanzaron contra un enemigo mucho mayor en número. Nuevamente Julius sintió como los enemigos caían bajo su espada mientras otros caían bajo las flechas de Aomme, a ambos les habría gustado luchar hasta al final al lado de aquellos soldados que daban todo lo que tenían en la batalla pero por desgracia tenían órdenes que cumplir.
Mientras el ejército aliado atacaba fuertemente el flanco izquierdo del enemigo un pequeño grupo de soldados atravesaban las líneas enemigas para poder realizar una misión de vital importancia, la misión que debía dirigir Julius, pero el paladín se detuvo de golpe ante un joven que con una grave herida en su pecho sollozaba en el suelo gritando por su madre. Aomme vio que el paladín se detenía y quiso gritarle para que se diera prisa pero desistió sabiendo que el hombre al que amaba jamás podría perdonarse si no ayudaba a aquel muchacho. Julius situó sus manos en el pecho del soldado y estas empezaron a brillar mientras la luz acudía a su llamada, poco a poco la herida se fue cerrando hasta que al final fue completamente sanada. El soldado completamente sorprendido por la ayuda inesperada se levantó mirando a su salvador al tiempo que su expresión cambiaba al ver un enorme orco que se acercaba con su hacha, pero antes de que cualquier sonido saliese de su boca una flecha atravesó la garganta del orco que se derrumbó sin vida.
-Vuelve con tu unidad.- Ordenó Julius al soldado que asintió y salió corriendo.
Finalmente llegaron al supuesto punto de encuentro que marcaban las órdenes, Aomme había recriminado al paladín que hubiese bajado la guardia casi permitiendo que un enemigo lo atacase por la espalda pero Julius había insistido en que confiaba en que ella lo cubriría.
-¿Crees que alguno habrá conseguido atravesar la batalla?- Preguntó la cazadora.
-No tengo ni idea, ni sabemos nada de los supuestos refuerzos pero supongo que serán hombres capaces para venir a una misión de este tipo.- Respondió.
Los minutos pasaron lentamente mientras la pareja esperaba pacientemente, según los datos aportados por el comandante habría cinco soldados que se unirían a ellos para llevar a cabo la misión, una misión que Julius había categorizado ya como casi un suicidio. Estaban en un mundo que desconocían siguiendo el rastro de un criminal peligroso con un objeto de gran poder. Estaban también detrás de las líneas enemigas y tras ver la ferocidad de aquellos orcos, el paladín dudaba mucho que hicieran prisioneros.
-Si no llegan en cinco minutos nos iremos nosotros solos.- Dijo Julius.
-A menuda cita más emocionante Julius.- Bromeó Aomme.
En un instante se giraron preparados para luchar, un huargen se acercaba cuidadosamente pero en el momento que percibió el gesto de la pareja se detuvo en seco sujetando fuertemente una espada y un escudo. Durante unos segundos se examinaron mutuamente hasta que al final el huargen habló con una voz profunda.
-¿Sargento Heide?-
El paladín hizo un gesto a la cazadora y ambos bajaron las armas, el huargen los observó unos pocos segundos antes de hacer lo mismo, finalmente empezó a gruñir mientras su cuerpo cambiaba radicalmente hasta adoptar la forma de un hombre de cabellos oscuros.
-Bueno al menos no estaré solo en este cometido.- Dijo el guerrero.
-Así que eres uno de los soldados asignados a esta misión.- Replicó Julius.
-¿Soldado? ¿Asignado? Esa sí que es buena.- Dijo el hombre riéndose durante unos segundos aunque se detuvo al ver que el paladín no estaba bromeando.- No puede ser… ¿De verdad no sabes cómo se ha desarrollado este grupo?-
Julius quiso responder pero el hombre levanto un dedo pidiendo silencio al tiempo que olía el aire, tanto el paladín como Aomme se miraron sin comprender.
-Se acercan… son cuatro.- Dijo el hombre.
-Tu olfato… lo has desarrollado de una manera increíble.- Respondió Julius entendiéndolo que sucedía.- ¿Son orcos?-
-No, por lo que puedo detectar estuvieron con el ejército de la alianza seguro.- El hombre sonrió.- Supongo que formar parte también de esto.-
A los pocos minutos aparecieron ante ellos los cuatro soldados que había olfateado el huargen, un humano con un uniforme negro y armado con dos dagas, un caballero de la muerte que parecía mantenerse alejado de los demás, un pequeño gnomo con un bastón y una elfa nocturna que Julius supuso era una sacerdotisa de Elune.
-Tu olfato no se equivocaba, creo que esa habilidad nos vendrá bien.- Dijo Aomme.
-Si desde luego nos vendrá bien teniendo en cuenta que tenemos que rastrear a alguien. ¿Cómo te llamas?- Preguntó Julius.
-Kraus Huffman.- Respondió el guerrero.
Julius asintió y observó al grupo, en las manos de aquellos guerreros estaba detener a Tader, aunque ninguno de ellos podía aún ni imaginar a lo se enfrentaban realmente.


Escrito por Julius Heide

viernes, 21 de agosto de 2015

Prólogo Cap XVII - Sombras sin nombre

El silencio, al igual que la oscuridad, se habían adueñado de cada rincón del Casco Antiguo de Ventormenta, avisando a cada transeúnte que por sus calles deambulaba, que la noche y un sinfín de peligros aguardaban expectantes en cada recoveco de aquel mísero y sucio barrio de la ciudad. El gran reloj de la torre de Ventormenta marcó las tres en punto, y como cada noche a esa hora muchas tabernas cerraban sus puertas, plagadas en su mayoría de maleantes y desamparados que aprovechaban hasta el último segundo para saciar su sed. La Ratonera no era una excepción.

Sus pequeños pies pisaban cada adoquín de los oscuros callejones sin temor alguno. El gnomo de cabellos rojizos caminó sin descanso de camino a casa mientras la abundante ingesta de alcohol se adueñaban de él por momentos, embriagando sus sentidos y adormeciéndolo casi por completo. Sin embargo, Rheddy sabía como regresar a casa, o a lo que ahora al menos parecía ser su nuevo hogar, la sede de los Espadas de Tormenta.

El gnomo no pudo evitar dejar huir un bostezo mientras estiraba sus menudos brazos, cuando de repente su pie se introdujo en una zanja entre las baldosas, provocando una nefasta caída que le obligó a clavar la rodilla en el suelo que causó algún que otro gesto de disgusto. En ese mismo momento un agudo silbido rozó su mejilla, rasgando la piel de su rostro y dejando escapar varias gotas de sangre que resbalaron rápidamente por su cara. Rheddy se llevo las manos a la cara reaccionando ante el profundo corte, y miró al frente donde una daga permanecía indemne incrustada en una viga de madera que sostenía con resistencia los cimientos de una de las casas apiladas que abarrotaban la zona. Su mirada se volvió rápidamente hacia atrás, y fue entonces cuando el brillo de la luna reflejó el filo del acero que se dirigía nuevamente hacia él. El gnomo esquivó con maestría el ataque mientras sus pequeñas manos se aferraban a sus puñales que hasta entonces descansaban en su cinturón. La ebriedad no dificultó que se mantuviera repentinamente alerta, examinando a su alrededor buscando la procedencia de su atacante, sin embargo, la oscuridad camuflaba con total eficacia a su letal enemigo.

-¡Sal de tu escondrijo, sabandija!-gritó Rheddy.-¡No te tengo ningún miedo!

Las palabras del gnomo se expandieron por la zona viéndose de pronto acompañadas por una misteriosa risa que invadió aquel lugar, intentando desesperadamente poner en preaviso al pequeño asesino. Rheddy sostuvo con determinación sus armas, a la vez que su ceño rojizo se fruncía al apretar con fuerza su mandíbula. Una silueta apareció frente a él, tomando forma a cada paso que acortaba la distancia entre ambos. La escasa luz de la noche iluminó a su enemigo lentamente, tomando aquellos segundos vitales hasta mostrar por completo al humano que acechaba entre sombras. Sus ojos azules como el cristal, sus cabellos blancos, su rostro pintado parcialmente cual máscara... El gnomo abrió los ojos aún más si cabía, sin salir de su asombro por lo que éstos veían, reconociendo claramente a aquel despiadado ser. Las manos del pequeño gnomo temblaron de repente mientras desprendía las últimas palabras que sus labios pudieron emitir en lo que fue un leve y vano susurro que se esparció entre la penumbra, perdiéndose para siempre junto con la vida del pequeño asesino.



Los delicados dedos de la joven asieron los extremos de la pajarita que rodeaba el cuello del mercenario, mientras entrelazaba cada una de las partes para dar lugar a la forma común de aquel incómodo accesorio. Brandon gruñó ante la mirada de Elizabeth, sin necesidad siquiera de transformarse en huargen para mostrar que estaba en contra de aquel elaborado paripé. Sus enguatadas manos recorrieron su atuendo sintiendo una extraña sensación que exigía de si mismo una huida inmediata.
-Elizabeth, entiendo que tenga que vestirme con todo... esto, pero... ¿Realmente era necesaria la pajarita?
-Por supuesto que es necesaria.-replicó la humana.- No vas a hablar con un cualquiera Brandon, es hora de que aprendas cual es tu lugar en cada momento.
-Los Espadas siempre hemos solucionado los problemas por nuestra cuenta.-respondió el líder mercenario.-No hemos necesitado más que nuestra gente para salvarnos el pellejo, no entiendo por qué esta vez ha de ser diferente.
-Los Espadas, como tu dices.-dijo la joven haciendo una mueca con el labio mientras doblaba correctamente el cuello de la camisa de Brandon.- Solo llevan unos pocos meses funcionando. Tienes mucho que aprender, como por ejemplo, que no todo se soluciona clavando un puñal en el pecho del problema en cuestión.-terminó Elizabeth mientras arrebataba las armas del mercenario y peinaba con sus dedos los cabellos rojizos del humano.

La joven sacudió con su mano varias motas que se posaban sobre el hombro de la chaqueta de su líder asegurándose de que ya estaba listo. Ambos miraron el gran portón de madera con el símbolo de un león que representaba a la Alianza en todo su esplendor.

-¿Quieres que entre contigo?-preguntó Elizabeth dubitativamente examinando el rostro de su joven amigo.
-Si dices que es algo que debo aprender... entonces será mejor que me acostumbre cuanto antes.
-¿Eso es un no?
-Si, Elizabeth, es un no, lo haré yo solo.

Brandon golpeó en varias ocasiones la gran y robusta puerta, hasta que de su interior se oyó un gran grito proveniente de un humano con voz bastante grave. El mercenario se adentró lentamente, observando cada detalle a su alrededor. A diferencia de en otras ocasiones, sabía que no se encontraba en peligro, o quizás no entre el peligro al que estaba acostumbrado, pero aquello no dejaba de ser un momento extremadamente incomodo para si mismo. El humano caminó lentamente hasta colocarse frente a un corpulento hombre de cabellos oscuros y poblada barba. El general se encontraba ataviado con unas resplandecientes armaduras de placas cubierta en su mayoría por un amplio tabardo azulado que poseía el símbolo del mismo león que había visto segundos antes grabado en la puerta. El humano se acomodó en su amplio sillón aterciopelado de un tono bermellón, mientras levantaba la vista de sus pergaminos y tareas para fijarse detenidamente en el mercenario sin evitar ser invadido por una cara de circunstancia.
-¿Y bien? ¿Qué demonios quieres?-irrumpió con un estruendo por voz que sobresaltó a Brandon debido a la vasta autoridad que éste emanaba a su alrededor.-No tengo todo el día amigo, no puedes hacerte una idea de lo mucho que tengo que hacer...
-Lo siento señor.-tartamudeo Brandon mientras entrelazaba sus dedos.- Venía a pedir ayuda... mi nombre es Brandon McAllan, soy el líder de una organización mercenaria. Espadas de la Tormenta, el asunto es que..
-¿Espadas de qué...?-interrumpió el general-¿Qué clase de nombre es ese? Mira chico, no tengo tiempo para sandeces... ve al grano.
-Por supuesto.- asintió Brandon sintiéndose cada vez más cohibido y acorralado.-Desde hará varias semanas, algunos de mis hombres han sido asesinados... he venido hasta aquí con la intención de solicitar ayuda en la investiga...
-¿Asesinados?-exclamó el general.-¿Por qué demonios debería interesarme vuestros asuntos, pequeñajo?
Brandon frunció el entrecejo mientras sin percatarse, sus manos se dirigían a su cinturón, donde esperaba encontrar sus armas, sin embargo sus dedos solo encontraron el vacío otorgado por la ausencia de éstas. Su mirada se desvió hacia la puerta donde Elizabeth vigilaba exhaustivamente al mercenario, y se percató de que sus dagas reposaban sobre sus manos. El mercenario cerró los puños con fuerza, sintiéndose ultrajado, burlado y sin salida.
-¿Y bien? ¿No tienes nada que decir pelo panocha?

Brandon golpeó la mesa con el puño mientras la ira se acumulaba en su interior. Sus actos comenzaron a adueñarse de sí mismo a la vez que su vista comenzaba a nublarse por la rabia que acumulaba sin cesar y que ansiaba estallar arrasando y destrozando todo a su alrededor.

-¡Ya está bien! ¡No voy a aguantarte ni una más!-gritó el mercenario intentando evitar la transformación que terminaría por hacerle perder los estribos.-¡Voy a hacerte pagar cada una de tus palabras!
-¡Mal, mal y mal por enésima vez!- gritó el comandante que repentinamente se puso en pie mientras su aspecto variaba lentamente.
Sus cabellos cortos oscuros se tornaron castaños mientras crecían hasta recogerse en una cola de caballo, sus pobladas barbas azabache se transformaron en una cuidada perilla, mientras que su corpulenta figura se encogió dando lugar al menudo cuerpo del joven ilusionista.

-¡Una de estas... te vas a llevar un puñetazo!-amenazó Brandon mientras agarraba por el cuello de la camisa a Cedric.
-Suéltame...-balbuceó el susodicho mientras comenzaba a faltarle el aire.
-Brandon, lo hacemos por tu bien.-respondió Elizabeth mientras intentaba calmar las ansias del huargen.
-¿Y si hubiese sido un general de verdad?-añadió el ilusionista mientras se masajeaba el cuello.-¿Le hubieses amenazado también?
-Cedric tiene razón, tus métodos... ya no son tan válidos como lo eran antes.
Brandon exhaló un suspiro mientras intentaba respirar hondo y serenarse para controlar sus violentos impulsos.
-Está bien...puede que tengáis razón... pero la próxima vez...-murmuró mientras amenazaba a Cedric con el puño.
-¡La próxima vez qué!-se jactó el ilusionista.-¡No te equivoques Brandon, tu y yo no somos tan amigos como crees!

De pronto un portazo sonó en la entrada de la base de los Espadas de Tormenta, situada en el piso inferior. Los sonoros y profundos pasos se acercaron rápidamente escaleras arriba hasta alcanzar al resto del grupo, interrumpiendo la acalorada discusión que mantenían hasta entonces. Ricardo llegó alterado fijando la vista en sus compañeros.
-Ricardo...¿Estas bien? ¿Ocurre algo?-preguntó Elizabeth con curiosidad y preocupación mientras los dos jóvenes dejaban sus disputas a un lado y se fijaban en el recién llegado.
-El gnomo...-susurró mientras negaba con la cabeza y su rostro se tornaba frío.

La expresión del grupo cambió drásticamente, ambos se miraron las caras esperando que aquello no fuera mas que un error, una confusión o quizás un mal sueño del que pronto despertarían. Sin embargo las palabras de Ricardo eran tan reales que el grupo solo pudo permanecer en silencio sin articular palabra alguna, sin entender que era lo que realmente estaba ocurriendo. Espadas de la Tormenta estaba recibiendo su peor golpe cuando sus cimientos no eran lo suficientemente consistentes como para soportar tal desgracia.


El general Hammond Clay miró al grupo que permanecía de pie al otro lado del robusto escritorio de madera color caoba ataviado con hileras de papeles y libros entre los que destacaba únicamente un tintero de cristal junto a una pluma dorada. El humano, de cabellos rubios y largas barbas permaneció en silencio unos segundos mientras buscaba las palabras con la que dirigirse al grupo sin llegar a herirlos por sus numerosas pérdidas pero sin tampoco anunciar más de lo que simples civiles debían saber. Brandon miró de reojo a Cedric y Elizabeth, situados a ambos lados, y se sintió por primera vez seguro de sí mismo en aquella desconocida y novedosa situación en la que se hallaba. La simulación de Cedric no había fallado ni en lo más mínimo. El decorado, el lugar, incluso el tremendo parecido del general habían resultado ser prácticamente idénticos a lo que había vivido en el despacho de su base. Por un momento sus pensamientos divagaron alejándose de aquel lugar. Era cierto que tanto el ilusionista como Brandon no habían comenzado con buen pie, y que para el mercenario, Cedric no era más que un charlatán y estafador de poca monta al que necesitaba momentáneamente, sin embargo, por primera vez temió tener que darle la razón a sus palabras. Quizás se había equivocado con él, incluso puede que su poder resultara útil a largo plazo después de todo. Las cosas no habían fluido como Brandon esperaba en general tras la fundación de la banda. Catherine se hallaba a millas de distancia, sus hermanos aún permanecían desparecidos en aquel nuevo continente llamado Draenor, las discusiones con Cedric eran cada vez más frecuentes, y ahora la muerte de Rheddy...

-Mis condolencias por lo ocurrido señor McAllan.-rompió a decir el General Clay llamando de nuevo la atención del líder mercenario.-Nuestros mejores hombres trabajan en casos similares a lo que os ha sucedido.
-¿Casos similares?-preguntó Cedric enarcando una ceja.
-Así es. Por desgracia no sois la única banda mercenaria que ha perdido hombres entre sus filas.-respondió el militar.-El IV:7 ya investiga lo sucedido, sin embargo, al igual que en vuestro caso, las pistas tras los asesinatos son...prácticamente nulas. Sin testigos, sin razones aparentes, sin...
-Entonces...-interrumpió Elizabeth.-¿Alguien está matando mercenarios porque si? ¿No es algo...únicamente en nuestra contra?
-Es mucho más complejo que todo eso joven.-añadió el general.-Aún no puedo asegurar nada, pero os mantendré informado en cuanto posea más datos de la situación.

Brandon asintió en forma de agradecimiento, y seguidamente el grupo abandonó la sala. El rostro del mercenario permaneció serio mientras abandonaban el castillo de la ciudad. Sus manos se deshicieron de la asfixiante pajarita terminando por tirarla al suelo y pisarla para asegurarse de que Elizabeth se lo pensara antes de recogerla. Brandon había sentido miedo, ira, odio,...pero la frustración era algo que nunca cabía en sus planes, hasta ese momento.

-Al final no hemos conseguido nada...-dijo el mercenario malhumoradamente.-¡Dos semanas de espera... para absolutamente nada!
-Era nuestro deber intentarlo.-respondió Elizabeth-Y baja la voz Brandon, recuerda que aún estamos en los jardines del castillo.
-Tarde o temprano encontrarán al causante.-dijo el ilusionista convencido de la veracidad de sus palabras.-Y entonces pagará por lo que ha hecho.
-¿Tarde o temprano? Cedric, han matado a más de una veintena de nuestros mejores asesinos...-espetó Brandon.- ¿Crees que voy a seguir esperando con los brazos cruzados?
-Tranquilízate Brandon, yo no tengo la culpa de nada de esto. No lo pagues tus problemas conmigo...-respondió Cedric encarándose con el mercenario.
-¡¿Mis problemas?!-gritó nuevamente.-¡Dirás nuestros problemas!
-¡Son tus puñeteros problemas cuando tú decidiste ponerte al mando de todo esto!
-¡Chicos, parad!-interrumpió la joven.-Discutiendo no solucionaremos nada...al menos hemos descubierto que no es nada personal hacia los Espadas, lo que significa que hay más organizaciones y mercenarios en nuestra misma situación.
-Tienes razón.-dijo el mercenario.-Pero no podemos esperar a que el resto reaccione para actuar...
-¿Tienes algún plan mejor?
-Pues el de siempre... nos las arreglaremos nosotros mismos...


El general Hammond se recostó en su sillón mientras acariciaba su barba. ¿Qué demonios estaba pasando? Se preguntó. En las últimas semanas las cosas en la ciudad se habían descontrolado demasiado. Casi medio centenar de mercenarios y asesinos habían aparecido muertos, pero desgraciadamente no solo afectaban a ese gremio, algunos de sus hombres también habían caído al verse envueltos en el misterioso asunto. Tan solo recordar el último ataque le puso los pelos de punta. Hacía días que algún extraño se había adentrado en las mazmorras de Ventormenta, matando a la mayoría de asesinos que allí permanecían y al menos a una veintena de guardias. Sabía que lo que sus ojos vieron aquel día no sería fácil de olvidar... pero... ¿Asesinos... que matan asesinos? Pensó Clay. ¿Dónde diantres se había visto algo semejante? ¿Y con qué propósito?...Ni siquiera el IV:7 había hallado nada al respecto, eso sin contar que siete de los mejores espías habían caído en similares circunstancias. Hammond se masajeó la frente sin saber por primera vez en sus décadas de mando como actuar.

Varios golpes en la puerta lograron llamar su atención evadiéndole momentáneamente de sus preocupaciones. A los pocos segundos un joven escuálido de tez pálida y cabellos claros se acercó a toda prisa hasta su posición extendiendo el brazo con un pergamino entre sus dedos.

-¿De qué se trata?.-preguntó el general con curiosidad mientras tomaba la misiva.
-Correo de la teniente Thorn, mi señor.-contestó el joven.- Informa sobre la situación en Draenor, incluido el avance contra la Horda de Hierro además de esclarecer parte de lo sucedido en la ciudadela del Almirante... Taylor.
El general Clay sintió como se le secaba la garganta al oír aquel nombre.
-¿De Thorn...? Qué demonios querrá ahora...- murmuró el general Clay comenzando a desenrollar el pergamino mientras hacía un gesto con la mano indicando al joven mensajero que podía retirarse. Los ojos del humano se posaron en el papiro cubierto de letras escritas en tinta azabache, mientras se centraban en leer cada una de las palabras que allí relataban, cuando casi al final del mensaje algo captó su atención.

Además del resto de información de carácter relevante que les he hecho llegar, me gustaría comentaros General Clay, algo que aunque no deja de ser meramente informativo, creo que podría tener gran relevancia en el futuro. Tras los numerosos meses que he pasado al mando de la fortaleza de Bajaluna en Draenor, me he encontrado con un grupo de llamémosles ''héroes'' los cuales he aprendido a tener en cuenta con el paso del tiempo. El misterioso grupo, apodado ''La Orden Eterna'' se ha dado a conocer no solo en esta base de Sombraluna, sino en todo Draenor tras las numerosas hazañas que han realizado, en su mayoría con éxito. Cabe destacar entre ellas, la colaboración e indispensable participación en la batalla contra el Clan Sombraluna y las fuerzas de Ner'zhul, además de la ayuda aportada a los draenei de Karabor y el consejo de los Exarcas. La expedición hacia Gorgrond con el fin de localizar a un grupo de exploradores del Kirin Tor, su enfrentamiento contra las fuerzas de Gul'dan en Auchindoun, su arriesgada misión en Arakk y las numerosas maniobras defensivas que han hecho que esta fortaleza siga hoy día en pie.

Desconozco cuales son las habilidades de cada uno de los miembros del grupo, o qué estrategia militar usan si es que hacen uso de alguna, pero os aseguro que uno de sus hombres valen al menos por diez soldados de la Alianza. La mayoría de ellos descansan en el fuerte de Bajaluna, esperando posiblemente cualquier misión que les sea encomendada. Sabed pues que me tomo la libertad de anunciar que la organización al completo estará a vuestra entera disposición si así lo necesitáis.

Sin más dilación,
Teniente Thorn.


El general Clay volvió a recostarse sobre su sillón una vez más mientras dejaba el pergamino en la mesa.

-¿Así que la Orden Eterna?... Quizás sea hora de probar si Thorn tiene razón y son tan buenos como asegura...



Gracias a sus heroicos logros tras las numerosas misiones en Draenor, La Orden Eterna ha logrado ser reconocida entre los altos mandos de la Alianza, donde a partir de ahora se labrarán un futuro como grupo o facción a las órdenes ésta. Sin embargo su primera misión llevará al grupo al límite donde el destino del grupo penderá de un hilo y sus decisiones determinaran el devenir de la organización.

Los Espadas de la Tormenta y La Orden Eterna lucharán por descubrir qué es lo que está ocurriendo y pone en peligro no solo a los mercenarios, sino a algo mucho mayor. Ambos grupos deberán enfrentarse a una despiadada organización de asesinos de élite que no dudarán en obedecer ciegamente a su misterioso y sombrío líder. Los miembros de la Orden deberán seguir sus instintos sin saber que la línea que separa un héroe de un asesino es demasiado fina, y que cada acto cuenta.

Novedades del capítulo!:

-Reajuste de Talentos y habilidades
-Nuevos enemigos
-Nuevo sistema de combates (Duelos)
-Nueva moneda: Insignias de asesino
-Nuevos objetos de tienda: Armaduras y Bonus
-Listados de Bonus de Clase a elegir
-Nuevas y varias armonizaciones a la vez por personaje
-Armonizaciones de grupo
-Serie de relatos de Ivy
-Final totalmente abierto
-Nueva clase únicamente obtenible en este capítulo: 

ASESINO



Y muchas cosas más... próximamente en el Capítulo XVII



jueves, 20 de agosto de 2015

La Orden 2.0 - El renacer del cuervo

Los relámpagos iluminaban intermitentemente el interior de la mansión, filtrándose cada haz de luz a través de las grandes vidrieras y ventanales de cristal que decoraban cada una de las paredes de aquella estancia. La lluvia no había menguado ni un instante, al igual que los allí presentes no habían cedido tampoco en sus intenciones de derrotar al sanguinario enemigo al que se enfrentaban. El vestíbulo se hallaba cubierto de sangre y cuerpos que yacían sin vida, cada peldaño, cada alfombra o cada parte de ese lugar había sufrido los estragos de aquel combate que se había alargado durante horas.

Raymond observó altivamente a sus enemigos, esperando expectante al final de varios escalones, como si vigilara desde lo alto el desenlace que se cernía sobre ellos. Los rayos que caían tras de sí, a metros de distancia, se dibujaban en una gran cristalera situada a su espalda. El brujo se percataba con ira de como uno a uno sus esbirros perecían a manos de los miembros de la Orden. Él más que nadie sabía que eran poderosos enemigos a tener en cuenta, sin embargo temió en aquel momento que los años que habían transcurrido, le hubiesen hecho olvidar la fiereza con la que sus rivales luchaban, llevándole a cometer una gran temeridad aquella noche. Su sonrisa iba mermando tras cada estocada, tras cada hechizo, tras cada vez que uno de los suyos caía muerto bajo el filo de alguno de ellos, pero esta vez, tenía un plan mejor, tenía un as bajo la manga, que aunque hubiera preferido reservar para otra ocasión, al menos le dejaría huir con vida una vez más...

Brandon atravesó con sus puñales el pecho de uno de sus enemigos, mientras observaba como todos allí se debatían a muerte contra cada uno de los que componían el grupo de Raymond. Zephiel luchaba fieramente sin descanso, los jóvenes, Lorraine, Khairos y Thomas, ayudados por Jace, se mantenían alerta atacando seguramente desde la retaguardia. Alice acababa con cada uno de los que se atrevían a acercarse demasiado al grupo, mientras que tanto Kathaisa como Sharr acababan con cualquier hechicero, mago o brujo que tuviera la insensatez de adentrarse en su campo de visión. Incluso el resto de aliados como algunos miembros de los Doe, Akuo, Chantalle o Marther hacían lo propio para acabar con las fuerzas de aquel amenazador enemigo.

Raymond chasqueó los dedos y varios sirvientes se acercaron rápidamente hasta él.
-Haced un portal, nos vamos de aquí.
Los magos asintieron obedientemente, sus manos comenzaron a brillar creando en cuestión de segundos un sinfín de motas luminosas, invocando entre ambos un gran vórtice que actuaría como puerta para transportar a los suyos hacia el otro lado, hacia un lugar seguro. Sin previo aviso el hechizo comenzó a fallar, las vetas luminosas de un tono azul traslucido comenzaron a esfumarse, haciendo que los esfuerzos de los magos fueran inútiles.

Zephiel asintió ante Sharr, que se encargaba desde su posición de anular la magia de los magos. Raymond giró rápidamente el rostro. Reprimió las ansias de lanzar una bola de fuego hacia la rompehechizos, ya que sabía que si los magos no podían hacer nada... su magia tampoco surgiría efecto.

-¡Esta vez no irás a ningún lado Raymond!...-gritó Zephiel.-¡Ya has jugado demasiado con nosotros!...¡Es hora... de que todo acabe para ti!

El brujo cubrió su rostro de ira y desesperación, sin embargo... él sabía que sus días no terminarían esa noche, no había llegado su momento, y la sonrisa que se dibujaba en las caras de sus enemigos, desaparecería rápidamente cuando tuviera su próxima oportunidad.

-Siento discrepar...-respondió mirando al grupo.- Pero aún tengo cosas que hacer... y no interferiréis en mis planes..., así que por vuestro bien, decidle a vuestra...-clavó la mirada en Sharr.- que se detenga.
-Creo que no lo has entendido.-dijo Alice.-¡Se ha terminado Raymond!
-¡No descansaré hasta separarte la cabeza del cuerpo por todo lo que has hecho!-añadió Brandon

El grupo aguardó ante la respuesta del brujo, aunque sabían que se hallaba acorralado sin salida, aún quedaban algunos de sus esbirros para protegerlo.

-No me dejáis elección... ¡Traedlo!- ordenó Raymond a varios guerreros situados tras los magos.

Los esbirros abandonaron la sala para aparecer nuevamente, aunque esta vez no volvieron solos. Los corpulentos guerreros sujetaban cada uno por un brazo al prisionero, arrastrándolo varios metros para después dejarlo caer a los pies del brujo. El humano maniatado sintió como sus rodillas golpeaban el suelo. Intentó apoyar las manos para no caer de bruces pero los grilletes las mantenían a su espalda, sin oportunidad de defenderse ni de valerse de ellas. Los largos cabellos ondulados de color azabache y la poblada y descuidada barba dejaban el rostro del prisionero en un estado más que deplorable, logrando hacer juego con el resto de su aspecto que tan solo estaba cubierto por un largo y mugriento pantalón. El consumido torso del humano lucía decenas de marcas de latigazos además de numerosas cicatrices entre las que podía distinguirse una gran línea en uno de los laterales del abdomen de éste. Raymond lo asió de la desaliñada cabellera, obligándole a mirar a los miembros de la Orden. El humano cerró los ojos, incapaz de afrontar el momento que había ansiando durante tanto tiempo, sintiendo como la culpa reconcomía sus entrañas, permitiendo al miedo apoderarse de su ser.

Zephiel entrecerró los ojos mientras sus músculos se tensaban, los dedos de su mano izquierda se aferraron más que nunca al hacha que sostenía, y segundos después extendió su otro brazo deteniendo el avance de Lorraine. La joven había dado ya varios pasos cuando sintió como el guerrero la frenaba. Alice frunció el ceño negando con la cabeza mientras sus ojos se empañaban y una primera lágrima recorría su mejilla. La bruja sintió como su sangre hervía en su interior, y como en cada latido su corazón parecía que fuera a salirse de su pecho. Brandon observó las manos temblorosas de su amada y rodeó el antebrazo de ésta con sus dedos para detenerla. Los ojos de Zephiel se desviaron tan solo un instante hacia Alice, que se hallaba ensimismada como si todo a su alrededor hubiera desaparecido.

-Es una trampa...-afirmó el guerrero mirando rápidamente a Kathaisa que negaba con la cabeza mientras permanecía absorta.
-Puede que sea una ilusión... pero...-respondió la ilusionista.-Ni yo misma podría igualarlo.
-Sharr.-ordenó Zephiel.

La rompehechizos asintió concentrando su magia en el humano, un aura invisible para el resto rodeo al prisionero cubriéndolo por completo. Cada atisbo de magia a su alrededor desapareció... sin embargo, a diferencia de lo que todos esperaban, el objetivo permaneció indemne.

-Es... él...-tartamudeó la maga.

Raymond sujetó una fina daga mientras la acercaba al cuello de James. La hoja del arma rozó la garganta del prisionero derramando una gota que resbaló por su cuello con presteza.

-Creo que ya sabéis lo que tenéis que hacer.-dijo el brujo ante las miradas impactadas de sus enemigos.
-No le... hagáis caso.-interrumpió la debilitada voz del cazador.

Alice sintió una punzada al oír su voz, percatándose por un momento como el temor a que se repitiera lo sucedido reaparecía tras todos estos años.

-Le tenéis...-continuó James.-No... os preocupéis por mi... matadlo de una vez por todas...

Raymond acercó aún más la daga a su cuello.

-¿Estáis seguro de que es lo que queréis?

Zephiel apretó su mandíbula con fuerza a la vez que su mirada recorría con ira el rostro del brujo.

-Sharr, deja que se vayan.-ordenó el guerrero.

La joven asintió controlando el nivel de su poder, permitiendo a los magos crear el portal que habían comenzado a invocar minutos atrás.

-Veis...-dijo Raymond.-Las cosas no siempre tienen por qué terminar mal...

El brujo sonrió hacia el grupo inclinando levemente su cabeza como gesto de saludo, aunque se trataba más bien de una burla ante la decisión que había obligado a tomar a sus enemigos. Zephiel observó como cada uno de los que componían el grupo de Raymond desaparecían sin dejar rastro, respirando aliviado cuando el portal se deshizo tras ellos.

Alice intentó avanzar hacia James, pero vio frustradas sus intenciones cuando Brandon la agarró del brazo.
-Alice, espera, espera... no sabemos si...-intentó decir el mercenario, sin embargo la fría mirada de la bruja se clavó en sus ojos.
-Suéltame ahora mismo...

Brandon relajó sus manos liberándola, sorprendido por la reacción que había tenido su amada. La bruja corrió hasta James, arrodillándose junto a él y rodeándolo con sus brazos observando sin descanso el rostro de éste. Alice rompió a llorar colmando sus ojos de lágrimas, mientras sus dedos recorrían la cara del humano. Sus labios se encontraron rápidamente con los de James, a la vez que sus brazos rodeaban el delgado cuerpo del cazador como si aquello no fuese más que un espejismo que fuera a esfumarse de un momento a otro. Lorraine apartó el brazo de Zephiel y corrió hacia la pareja, fundiéndose con ellos en un emotivo abrazo. El guerrero y la ilusionista no tardaron en acercarse y no dudaron un instante en unirse al grupo.

Khairos miró a un lado descubriendo como el pequeño Thomas se secaba las lágrimas de los ojos con la manga de su camisa. El joven mago miró al sacerdote sin saber muy bien como actuar, ya que si bien él no conocía a James, eran tantas las cosas que había oído del cazador que sintió como si ya fuera parte de su propia familia.

-Ve con ellos.-dijo Khairos con una sonrisa, y en ese instante el joven huargen corrió uniéndose al grupo.

Brandon contempló la escena bajando la mirada apesadumbradamente. Retrocedió varios pasos dirigiéndose hacia la puerta, dando la espalda al grupo.

-Brandon.-dijo Khairos deteniéndolo.- ¿No... te quedas?
El mercenario se giró levemente sin cruzar la mirada con el joven. Le costó algunos segundos elegir las palabras exactas con las que responder, aunque para él hubiera sido más fácil decir la verdad, decir que no pintaba nada allí.
-Creo que... es un momento...íntimo...-respondió Brandon con una sonrisa forzada.-Debería dejarles algo de tiempo. Iré a tomar algo de aire entretanto.

Brandon abandonó la estancia saliendo al exterior donde la lluvia arreciaba sin piedad. El mercenario se tambaleo mientras caminaba. Sintió como una dolorosa punzada le atravesaba el pecho y deseó en aquel instante que hubiera sido una espada la que se clavara en su corazón antes que sufrir el dolor que estaba destrozándolo. Sus piernas le fallaron obligándole a caer de rodillas. Sus manos se hundieron en un charco en el cual se perdían las lágrimas que brotaban de sus ojos. El mercenario apretó los puños y golpeó el suelo con rabia numerosas veces mientras sentía como dentro de su pecho algo se desgarraba, y como todo a su alrededor, todo aquello que conocía, se desmoronaba sin dejarle siquiera tiempo a recomponerse. Brandon gritó dejando escapar la ira que contenía, y fue entonces cuando su cuerpo comenzó a ensancharse, cubriéndose de un pelaje grisáceo y dando de sí sus ajustados ropajes de cuero. El huargen se agazapó y comenzó a correr, sus zarpas sintieron el frío suelo bajo ellas a la vez que su cuerpo se empapaba cada segundo que pasaba, pero nada de eso importaba ya. Brandon huyó sin mirar atrás, sin pensar que sería de él, sin temer siquiera por su destino... El líder del Espadas de la Tormenta había disputado cientos de batallas, había recibido infinidad de golpes y aflicciones, pero nadie le había enseñado nunca que las heridas que más duelen no son las que producen el filo de una espada.




Julius Heide - El libro prohibido (Cap 1)


Capítulo 1: Hacer lo correcto.

Julius permanecía de pié frente a aquellas figuras sombrías. No sabía como pero su armadura volvía a ser la del ejercito de Ventormenta e incluso su espada personal no se encontraba en sus manos si no el arma oficial que le habían obsequiado por su ascenso a sargento despues de la batalla de Costasur.
“¿Dónde demonios estoy?”
El paladín observo a aquellas sombras que parecían acercarse amenazadoramente. No tenía ni idea de donde se encontraba pero de alguna manera sabía que algo iba terriblemente mal en aquel lugar, había oscuridad donde se suponía que la luz debía reinar.
-¡Dar la cara! ¡No os temo!- Gritó desafiante.
Pero la valentía de Julius se tornó culpa y desesperación al momento que las figuras avanzaron y pudo distinguirlas, eran sus antiguos compañeros caídos en batalla solo que no alegres y bromistas como los recordaba, si no llenos de ira.
-No puede ser, vosotros… vosotros estáis muertos…- Balbuceó.
El comandante Wills se acercó lentamente, en su cara había un intento de sonrisa pero al paladín le pareció que aquella mueca correspondía a alguien que no conocía el verdadero significado de sonreir.
-Si, Sargento, estamos todos muertos por tu culpa.- Dijo el comandante.
-Fuiste un egoísta y sólo te salvaste tu.- Susurro la pequeña Sara que contaba con varias heridas en el pecho dejando ver sus entrañas.
-No…no fue mi culpa… yo hice todo lo posible…- Intentó replicar.
Las figuras se acercaron más y el paladín intentó alzar su arma solo para descubrir que ya no se encontraba en sus manos.
-¿Lo hiciste? No te creemos, tu nos dejaste morir por que sólo te preocupabas por ti mismo.- Fue Kurt quien hablo esta vez, le faltaba media cara e incluso se podía ver su cráneo agrietado.
Sin saber cómo Julius se vio de repente sujeto por sus brazos por los cadáveres de Kovav y Devon mientras el gigantón Reck se acercaba con una enorme hacha en sus manos, aquella arma tenía una cara en su filo que no paraba de gritar y el paladín supo en aquel instante que era una de las muchas almas que habían perecido ante su espada, ante sus manos manchadas de sangre que jamás podrían estar limpias.

Se despertó sin gritar, simplemente abrió los ojos mientras un escalofrío recorría su espalda pero aquel leve movimiento fue suficiente para despertar a la mujer que estaba en sus brazos.
-¿Otra pesadilla?- Preguntó Aomme.
-Sí, lamento que te despertases.-
Aquellos sueños se habían estado repitiendo desde que Julius había sobrevivido a la batalla de Costasur, o la carnicería como solían llamarla aquellos afortunados que habían conseguido salir con vida de aquel sinsentido. Solamente Aomme sabía de aquellos sueños pues no quería preocupar a nadie con esos problemas aunque la mujer a la que amaba y compartía su lecho insistía en buscar ayuda.
-No te preocupes.- Respondió la cazadora abrazándolo.
Julius sonrió al tiempo que la besaba, en el fondo de su corazón sabía que tener a Aomme a su lado había evitado que se volviera loco por sus compañeros caídos y aquellas vidas que había arrebatado en su vida de soldado.
-Tomaré un poco el aire, tu descansa mañana tenemos que ponernos en marcha.- Dijo.
La mujer asintió al tiempo que cerraba sus ojos. El paladín se vistió con su ropa de civil pero no olvidó llevar su espada con él, si algo había aprendido en su vida de soldado era a no bajar la guardia nunca.
La fría brisa nocturna golpeó su rostro tranquilizándolo, su pesadilla ya no parecía tan importante y empezó a andar lentamente y sin hacer ruido. La Orden había acudido a la llamada de gente importante, las noticias sobre el fuerte de Nethergade eran cada vez más preocupantes y el mismo ejército se había desplazado a la zona lo que hacía saber a Julius por su propia experiencia que sucedía algo muy grave.
Avanzó unos metros para detenerse de golpe, por instinto su mano se fue a la empuñadura de su espada y observó la oscuridad detenidamente.
-Hacéis más ruido que un grupo de enanos borrachos, dar la cara.-
Tras unos segundos de vacilación unos soldados salieron de sus escondites, muchos de aquellos novatos habían escuchado historias de Julius y se mostraban sorprendidos de la facilidad con la que habían sido descubiertos. Entre aquel grupo había un hombre que destacaba por encima de todos, aunque llevaba la misma armadura que los demás su insignia no dejaba lugar a dudas.
-Veo que lo que se cuenta de usted es cierto. Soy el comandante Sam Everet. Supongo que usted es el sargento Julius Heide.-
-Ex sargento, ya no soy un soldado.- Respondió estudiando al hombre.
-Lamento decirle que ha sido reincorporado.- El comandante sonrió. –Necesitamos sus habilidades en un asunto urgente.
-Lo lamento, tendrán que buscarse a otro.- Respondió y se giró para abandonar aquel lugar.
-Eoben Tader.- La sola mención de aquel nombre hizo que el paladín se detuviese. –Usted mismo consiguió que lo encerrasen por sus crímenes, pero ahora ha escapado ayudado por algún antiguo compañero. Se ha hecho con algo que nos preocupa tremendamente.
-No creo que sea asunto mío.- Respondió Julius.
-Eso es discutible.- El comandante sonrió. –Nadie se libra tan fácilmente del servicio militar Sargento, usted conoce bien a Tader, ya lo detuvo una vez y esperamos que lo haga de nuevo.
-¿Y si me niego? –
-Bueno, quizá tengamos que tener en cuenta las acciones de esa mujer tan unida a usted, aunque sea una mercenaria no puede tomar parte en ciertos asuntos y podríamos investigar también a ese grupo con el que se relaciona. Vamos Sargento, Aomme Higurashi puede ayudar también en esta misión, sabemos que es una cazadora muy capaz. Por cierto ¿Podría decirle que deje de apuntarme?
Julius hizo un gesto y Aomme salió de la oscuridad apuntando con su arco al comandante, ningún soldado se había percatado de la presencia de la cazadora y muchos no disimulaban para nada su asombro.
-¿Por qué es tan importante ahora detener a Tader?- Preguntó el paladín.
El comandante le lanzó un pergamino, durante unos segundos Julius estudió lo que decían hasta que finalmente tragó saliva al tiempo que levantaba la vista.
-Esto no puede ser verdad.- Dijo.
El comandante hizo un gesto y dos soldados depositaron una caja en el suelo.
-Su vieja armadura, reparada y lista para el combate, además encontrará sus órdenes y como debe proceder en el interior. Gracias por su ayuda Sargento.-
Los soldados se retiraron lentamente hasta que Aomme y Julius quedaron solos.
-Malditos chantajistas. ¿Qué haremos?- Preguntó ella.
-Lo que nos han mandado. En este asunto hay en juego muchas vidas y no puedo permitir que Tader esté en libertad. Por desgracia no podremos ayudar a la orden pero será mejor que no sepan nada de esto.-
-Julius Heide.- Aomme sonrió.- Siempre intentando salvar al mundo.- Y sin decir nada más besó al paladín.

Bajo la noche y antes de partir ambos miraron atrás sabiendo que no verían a sus compañeros en mucho tiempo.

Escrito por Julius Heide

martes, 18 de agosto de 2015

Akuo Blackwood (2.0) - La entrada


Frente a una pequeña puerta se encontraban. Habían seguido los mapas y, ante la puerta que llevaba directamente a la biblioteca de Karazhan, se encontraban los tres.

- Bueno, parece que éste es el lugar… - Dijo Akuo mirando a la puerta y al mapa intermitentemente.

- Bien, entonces ¿Solo tenemos que atravesarla y encontrar lo que demonios sea que has venido a buscar, no? -. Replicó el caballero de la muerte que se aproximaba por la espalda del guerrero.

- Por cierto, no nos lo has dicho. ¿Que hemos venido a buscar? -. Preguntó Sharr una vez recordó que no se lo había dicho. Pero al instante perdió el interés en su propia pregunta cuando el guerrero sujetó el pomo de la puerta, abriéndola levemente  y dejando sentir a la joven la cantidad de magia que ese cuarto contenía. Invocaciones, sellos, encantamientos. Notaba todos y cada uno. Así fue que se sonrojó de golpe y perdió completamente el interés en la respuesta del guerrero.


- Os lo diré más adelante. Antes de nada debemos encargarnos de que no nos molesten mientras busco lo que necesito -. Dijo nuevamente el guerrero.

Avanzaron por el pasillo enfrentándose a las demás invocaciones mientras buscaban el ala de la biblioteca específica que necesitaba Akuo. No dejaban de aparecer gólems arcanos, vermis de maná, abominaciones arcanas... Todos eran seres que vivían y dependían de la magia. En momentos así, el guerrero agradecía el encantamiento de sus armas y los poderes de Sharr. Ephdel por su parte, con su escarcha podía llegar a congelar hasta una de esas criaturas entera, no tenía ningún tipo de problema con estos enemigos.

Fueron abriéndose paso a lo largo de los corredores hasta una biblioteca como alejada del resto, una especie de estudio cerrado en forma circular con una única puerta de entrada y de salida. En ese lugar Akuo rebuscó por todas partes hasta que consiguió localizar un libro que poseía runas danzantes sobre la tapa y dictaba: Invocación de objetos inanimados: creación, escritura, ligación e invocación.

-¡Este es!-. Exclamó el guerrero ante el descubrimiento.

- Me alegro, porque tenemos visita-. Dijo el caballero de la muerte en un tono calmado.

Ante ellos apareció un fantasma… un ser etéreo con apariencia humana, larga barba y coletas largas hasta el pecho, vestía una toga violeta y se apoyaba en un bastón plantándose ante los incursores y los miró fijamente.

-¡No, no sufriré más torturas! -. Gritó el fantasma atemorizando a los presentes.

-Esto es malo -. Dijo Akuo.- Él es Nielas Aran el padre del profeta… ¡Joder, en vaya momento aparece!

El grupo miró rápidamente a la salida y se veía la puerta completamente cerrada.

-Parece ser… que habrá que abrirse paso luchando -. Dijo el guerrero con una sonrisa en la boca.

-Así es… Maldita torre… -. Dijo el caballero de la muerte molesto por la situación actual.

-Ese tipo… Es muy suave. Puedo notarlo desde aquí -. Dijo Sharr ante la presencia de Aran.

-Bien, ¡empecemos! -. Gritó el guerrero lanzándose a la carga tras guardar el libro en su saco de los pergaminos.


Todos corrieron juntos y directos hacia el fantasma el cual se puso en guardia disponiéndose a enfrentar a los incursores.

Escrito por: Akuo