miércoles, 24 de agosto de 2016

Final Cap XVIII - La verdadera trampa



Su rodilla izquierda se apoyó en el suelo, obligándole a mostrar el único atisbo de debilidad que había supuesto en toda la batalla. Se arrepintió al momento, se maldijo por ello y supo que sus enemigos ahogarían sus últimas energías en acabar con él. Giordano estaba perdido, pero sabía que la realidad era distinta. Su maestro, el verdadero supremo, le había otorgado poder absoluto, le había enseñado que su destino era más grande que la derrota de la Orden. Dominio absoluto, recordó. El poder de controlar y aniquilar aquello cuanto cruzara en su camino, esa había sido su promesa, promesa por la que debía enfrentar a sus enemigos hasta acabar el trabajo que antaño pudo haber realizado.

Los ojos de Giordano se abrieron de par en par. Perplejo, sin poder articular palabra alguna, una espada se abría paso a través de su pecho, hundiendo el filo y desgarrando aquello cuanto rozara para dejar tan solo un reguero de sangre. El brujo miró a la joven paladina, que sostenía con fuerza y firmeza la empuñadura de la misma. Irelí ya no era un cría, pero sus piernas temblaban aún cuando debía quitar la vida a alguien, por muy villano que aún así fuera. Giordano sonrió mientras agarraba parte de la espada que permanecía clavada en su pecho. Limpió con sus dedos el hilo de sangre que descendía por la comisura de sus labios, y colmando sus esfuerzos se puso en pie. Ireli temió que el ataque no fuera suficiente para haberlo matado, bastaron solo segundos para percatarse de que sus temores eran ciertos.

La mano de Giordano adquirió un aura cárdeno que giraba a su alrededor, tornando oscuro el metal del que estaba compuesta la espada que aún le ensartaba. Ireli la soltó al instante mientras retrocedía lentamente sobre sus pasos. El brujo simplemente sonrió mientras extraía el arma de su pecho, sin siquiera mostrar un gesto de dolor. Esta vez no sangró, su torso se volvió oscuro, creando un agujero donde había tenido lugar la perforación. Su piel se oscureció tomando un color grisáceo a la vez que sus venas comenzaban a dibujar un sinfín de líneas ennegrecidas que ascendieron por su rostro hasta contaminar sus ojos claros. Sus pupilas aumentaron hasta abarcar toda su mirada, y una vez más volvió a sonreír. El poder que ahora poseía era pleno, intenso e incluso imponente. Lo sabía él mismo, pero los rostros de sus enemigos delataron que también se habían percatado de aquel gran poder. El maestro tuvo razón desde el principio, pensó, si antes no podían derrotarlo... ahora jamás podrían hacerlo. La eternidad era una nueva vida, una vida para acabar con aquello cuanto quisiera, y esa vida comenzaría esa misma noche.

Ireli cerró los ojos sobresaltada mientras la sangre azabache del brujo regó su indumentaria de batalla. La cabeza de Giordano rodó por el suelo segundos antes de que su cuerpo cayera desplomado y consumido por su propia magia. Azrhael sacudió su espada cubierta de sangre, salpicando en línea recta el suelo bajo sus pies.

-¿Es que nadie iba a hacer nada por detenerlo?- presumió el brujo mientras soltaba la espada para volver a taponar con su mano el profundo corte que yacía sangrante en su hombro.
-Ya no volverá a darnos problemas.- afirmó Monlee mientras observaba como el cuerpo de Giordano se deshacía en una amasijo putrefacto.
-Hay que rescatar a los prisioneros.- dijo Khaden dejando escapar un suspiro de alivio- Aliden, Koori, Butters encargaos.-ordenó.
El mago se acercó hacia la joven Strang, que permanecía paralizada aún rodeada por los brazos de Brianne. Sabía que Ireli era fuerte, pero lo sucedido en los últimos meses podrían haber causado serios estragos dentro de si misma. Khaden extendió su mano para posarla en el hombro de la caminante, pero la voz de Koori lo alertó antes de que pudiera realizarlo.
-¡Khaden, maestro, venid!

Sus pasos recorrieron rápidamente la distancia hasta la mazmorra donde se encontraba Koori. El contraste de oscuridad le obligó a esperar unos segundos hasta que su vista se acostumbrase. Aliden y el maestro Monlee se unieron atraídos por la llamada de la pandaren. El hedor a descomposición golpeó a los allí presentes, que recorrieron con su vista rápidamente la sucia estancia para encontrar el cuerpo podrido de numerosos roedores dispersados por el suelo. En un rincón de la misma, una silueta se agitaba temblorosa. Khaden hizo un gesto al grupo para que mantuvieran la calma, mientras que avanzaba lentamente para descubrir que la figura era de un humano. El mago se agachó hincando una rodilla junto al desconocido, apoyando su mano sobre el hombro de éste. El humano intentó alejarse asustado, retrocediendo y temblando, creyendo quizás que aquellos desconocidos intentarían dañarlo, sin embargo, ni las paredes ni sus escasas fuerzas le permitirían ir muy lejos. Tembló nuevamente mientras levantaba el rostro que había ocultado entre sus rodillas.

-¿Qué te han hecho?... murmuró Khaden analizando el esquelético cuerpo del humano mientras apartaba los largos cabellos dorados de su rostro.-No tienes de que preocuparte... vamos a sacarte de aquí.
-Debe llevar aquí encerrado meses.-dijo Aliden.- Por el estado en que está, no hubiese sobrevivido mucho más en estas condiciones.
Koori se acercó hacia el desconocido hincando sus rodillas en el suelo junto a él y a Khaden, acto seguido extrajo un pequeño dulce de su talega y se lo entregó para apaciguar su aterrado rostro.
Sus ojos claros brillaron al ver el gesto de la pandaren, siendo entonces cuando unas lágrimas brotaron de entre sus ojos. Sus agrietados labios que contrastaban con su pálida tez intentaron articular palabra pero le fue imposible, obligándole a bajar su rostro nuevamente, apenado e impotente.
-No pasa nada.-susurró la pandaren mientras acariciaba la desaliñada melena rubia del humano.-Ahora estás a salvo.
-No dejaremos que nadie vuelva a hacerte daño.-prometió Khaden.


Sus ojos completamente blancos comenzaron a menguar, disminuyendo la especie de neblina que los cubría hasta dar lugar a los verdes iris de la joven. La guerrera se tambaleó, intentando reincorporarse, pero fue entonces cuando sus piernas flaquearon obligándola a caer al suelo de rodillas. Sus ojos se empañaron bastando solo un instante para que surgieran las numerosas lágrimas de dolor que había resguardado mientras tenía lugar la visión. Un grito de impotencia alertó al resto de los suyos, que hasta entonces se habían abstraído de lo que estaba teniendo lugar a escasos metros de ellos. Zephiel corrió hacia Lorraine, que yacía en el suelo desahogando el pesar de haber presenciado una vez mas la muerte de su padre.
-Lorraine...-dijo el robusto guerrero mientras rodeaba a la joven con sus brazos.-Tranquila, ya ha pasado... estás aquí, a salvo.
Thomas y Khairos observaron desde el umbral de la puerta la situación mientras Alice y James se acercaban hacia la joven.
-¿Qué ha pasado?-Preguntó la bruja mientras se percataba de que entre los dedos de la humana se hallaba el talismán de la Orden.-¿Te ha mostrado algo?
-Lo he visto...-tartamudeó Lorraine.-Lo he... encontrado...
-¿Se trata de Jace?-añadió James mientras acercaba una de las sillas y apoyaba su pierna en ella.
El rostro de la joven cambió tornándose serio de repente.
-¡Lo he visto a él!-gritó.
-Raymond...-murmuró Alice mientras su ceño se arrugaba y apretaba la mandíbula con tenacidad.
-¿Dónde está?-preguntó James impaciente.-Hay que acabar con ese bastardo cuanto antes.
-Déjala recomponerse.-dijo Zephiel dirigiéndose al cazador mientras abrazaba a la humana.-No sabemos aún lo que ha visto.
-¡No voy a perder ni un segundo, no dejaré que escape otra vez!
-¡He dicho que te calles!-dijo el guerrero levantando la voz.
-¡¿Es que ya no recuerdas lo que me hizo?!-dijo James cargado de ira.
-¡Te recuerdo que nos hizo daño a todos!
-¡Basta!.-gritó Alice.- Vuestras peleas no van a solucionar nada.
La bruja se arrodilló junto a Lorraine y acarició sus cabellos rojizos.
-¿Estás segura de que era él?-preguntó, que fue rápidamente contestada por un gesto de la joven.
-Estaba... en otro lugar...-respondió.- Vi a Khaden, Ireli... incluso Azrhael.-añadió-Pero no eran ellos... eran diferentes... Vi a mi padre.
Zephiel miró a Alice seriamente.
-Quizás era otra línea temporal... quizás fuese el Raymond de ese mundo...-dijo Alice.
-Sé que era él... lo sé... lo vi en sus ojos..., el talismán me lo ha mostrado... solo puede ser él...
-Alice, ¿Recuerdas la visión que nos mostró Kariadormi?-preguntó Zephiel.
-Si, la Orden lo derrotaba.-la bruja acarició su mentón mientras volvía a ponerse en pie.
-Era la Orden, pero no lo era... tal y como ha dicho Lorraine.
-¿Es la Orden de otra línea la que logrará derrotarlo?-preguntó James.
-Eso es lo que vimos... y al parecer se ha cumplido.-afirmó Alice.
-No...-respondió la joven.- No van a derrotarlo... van a... protegerlo.
El rostro de los presentes se llenó de incredulidad y asombro.
-¿Protegerlo?- preguntó Zephiel.- ¿Por qué demonios iban a protegerlo?

-Porque ahora es uno de ellos...


lunes, 22 de agosto de 2016

La Orden 2.0 - Un nuevo destino


El brillo dorado de sus ojos desapareció lentamente mientras un tono grisáceo se apoderaba de cada veta que dibujada daba lugar al iris que rodeaba sus pupilas. Su rostro palideció, su cuerpo se desplomó lentamente mientras pendía en el aire hasta posarse en la dura y gélida piedra que conformaba el suelo de aquella casa típica de parajes enanos. Garrett no pudo evitar desviar la mirada y cerrar los ojos. Sentía en lo más profundo de su ser que había fallado, todo por lo que había luchado, todo lo que hacía de él lo que era o quizás lo que quería ser, se había evaporado cual castillo de arena que arrasa el oleaje.

Una vez más... demasiado fácil...

Raymond observó con desdén el cuerpo sin vida de la dragona con forma de gnoma con rubios cabellos. Una sensación de odio invadió al caminante por completo mientras sus puños se cerraban con fuerza. Tenía ganas de matarlo, de acabar con su detestable y miserable vida de una vez por todas... pero no pudo. No debía caer en la provocación, no al menos si deseaba cumplir sus planes. Raymond era poderoso, lo había visto en acción, sabía cual rastrero y sucios eran sus juegos, pero después de todo no era más que un simple humano, un simple... mortal. Garrett se sintió superior a él, lo había hecho desde la primera vez que lo vio, y no solo con él, sino con todos aquellos con los que se había cruzado. Desgraciadamente el poder de Raymond no era conferido por su propio ser, sino más bien por aquellos que le seguían. El caminante desvió la vista hacia Octarion, que no era capaz siquiera de parpadear ante la crueldad de la escena. El dragón infinito poseía cuanto poder se le antojaba, pudiendo acabar con todos los que allí se hallaban. Garrett sintió un vacío interior al mirarlo, sintió como las esperanzas desaparecían de su mente. Sabía que tenía que acabar con Raymond él mismo, pero con Octarion a su lado.. jamás podría hacerlo. El caminante desconocía el por qué de tal alianza, pero el dragón parecía seguir fervientemente al brujo en cualquiera de sus demenciales planes que cruzaran su desquiciada mente. Cualquier movimiento en falso, cualquier intento o incluso cualquier pensamiento que intentara desvelar sus verdaderos planes, significaría su propia muerte a manos de aquella criatura. Por eso no podía hacer más que esperar... y contemplar una y otra vez como Raymond destruía la Orden en cada línea paralela a la que viajaban.

-La Orden ha sido destruida una vez más.- aseveró Raymond.- Nadie conocerá su grandeza, nadie se entrometerá en mis planes...-continuó- Es hora de continuar.-ordenó al dragón.

La criatura, que había tomado la forma de un alto elfo de cabellos y ojos oscuros que contrastaban con su pálida piel, levantó pacientemente su delgada mano ante el brujo. El ceño del dragón se arrugó mientras sus ojos se tornaron blancos, como si una densa niebla se apoderara de ellos.

-No has acabado con ellos...-dijo el dragón
-Eso es imposible. Hemos matado a Nizdorni antes de que creara los talismanes.-sentenció el brujo.- No hay forma posible de que tenga lugar la formación de la Orden, no aquí.
-La hay... la habrá...
Raymond rugió de impotencia.
-¡¿Qué he de hacer entonces?!-gritó el humano.-¡¿Cómo demonios puedo eliminarlos de una vez por todas?!... No pasaré un minuto más en este despreciable mundo...
-Solo hay una forma.-confesó el dragón mientras sus ojos se tornaban oscuros nuevamente.- Si quieres acabar con la Orden, deberás eliminar a cada uno de ellos... esa es la única forma de...
El brujo interrumpió al dragón con un ahogado grito. Garrett se preguntó de cuanta paciencia dispondría la criatura, y por qué soportaba y permitía la arrogancia del humano.
-Si esa es la única forma, habrá que eliminarlos entonces... uno a uno.
El caminante sintió una punzada en el pecho al oír aquello. Si dura había sido ya la muerte de Nizdorni, no sabía cuanto dolor más podría soportar al ver caer a cada uno de aquellos a los que había conocido, incluso quien sabe si a sí mismo también.
Raymond centró su mirada en el humano, acercándose lentamente hasta detenerse a escasos centímetros de él.
-Tú... ¿No vas a decir nada al respecto?
-No creo que te gustara demasiado lo que pienso.
El rostro de Raymond se tornó oscuro.
-La Orden te ha desterrado, te ha robado lo que más quería... te encerraron cuando más les necesitabas... ¿No piensas hacer nada por vengarte?
Garrett escuchó sus afiladas palabras. Sabía que tenía razón, pero conocía las razones por lo que lo habían hecho. La Orden, los caminantes,... todos los que formaban la gran organización, actuaban por instinto, actuaban con el corazón. Aunque ello significara dejar atrás a los que no compartían el mismo punto de vista. Aún así no les guardaba rencor... o no lo suficiente como para exterminarlos en cada universo y mundo que encontrara a su paso.
-¿Y qué debo hacer?, o mejor dicho, ¿Qué crees que debo hacer?- vaciló ante el brujo.
-Creí que estaba claro cuando te sacamos de aquel sucio cuchitril.
-Esta no es mi guerra Raymond, es la tuya.-respondió tajantemente.
-¿Qué has dicho?- preguntó el brujo mientras su rostro adquiría una expresión de sorpresa.
-Lo que has oído.
-Vives gracias a mi.-amenazó el humano mientras golpeaba con el dedo índice el pecho del caminante.- Si no vas a servirme..., estaré encantado de deshacerme de ti, al igual que haré con el resto de los tuyos...-Raymond dudo si continuar con sus palabras, pero la ira y sed de venganza se adueñaron de él.- Y después de desharé de la Orden... incluido tu hijo...
El caminante extendió su brazo rápidamente rodeando con sus dedos el cuello del brujo. La espalda de Raymond chocó contra la pared mientras el caminante seguía asfixiándolo con fuerza.
-No eres tan poderoso como crees Raymond...-susurró al oído del brujo.- Si no eres capaz de acabar con una Orden que aún no ha comenzado a gestarse.... ¿Qué te hace pensar que podrás con una más poderosa de lo que jamás serás?...
Raymond intentó zafarse de su adversario, pero la fuerza del caminante lograba superarlo con creces, obligándole a llevar sus manos hasta el brazo de éste para evitar asfixiarse. El brujo desvió la mirada hasta el dragón, que permaneció indemne en un rincón de la estancia, observando la situación.
-Detente Garrett.-ordenó Octarion.
El caminante soltó al brujo. Había jugado una arriesgada carta, pero ahora tenía algo claro, el dragón infinito no servía a Raymond, o al menos no lo suficiente como para salvarle la vida. Desconocía cual eran las intenciones finales de cada uno y qué parte de beneficio sacarían de ello, pero debía afianzar su confianza hasta dejar de ser una amenaza, y sabía como hacerlo.
-Yo sirvo a los dragones.- confesó Garrett mientras su mirada amenazante se cruzaba con la del brujo.
-Entonces...-susurró Raymond mientras intentaba coger aire nuevamente.- No puedo confiar en ti...
-Habrá una forma de que confíes en él.-dictaminó el dragón.- Él acabará con los miembros de la Orden de este mundo. Una vez lo logre, vendrá a buscarnos y solo entonces conseguirás tu objetivo.
Raymond frunció el ceño, no le hacía gracia alguna depositar sus esperanzas en alguien que podría traicionarlo, pero sabía que las palabras del dragón eran certeras como ningunas otras. Quizás Octarion ya había visto todo el futuro, o tal vez era solo intuición, pero no podía hacer otra cosa que aceptarlo, sobretodo si quería conseguir que sus planes fueran un éxito.
-¿Será capaz de hacerlo?...-preguntó el brujo dubitativamente.
-Conozco la Orden mucho mejor que cualquiera de vosotros.-respondió Garrett.- Sé quienes formarán parte de ella...
-Tienes solo esta oportunidad caminante...- amenazó el brujo.- Si fallas,... no pienses en volver...
-No fallaré.
El dragón comenzó a canalizar un poderoso hechizo que segundos después desembocó en un gran portal de color azabache que giraba infinitamente formando una gran espiral.
-El tiempo apremia.-dijo Octarion
-Lograré acabar con cada Orden de cada mundo.- sentenció Raymond mientras se giraba hacia el humano antes de cruzar el portal.- Y ni tu ni nadie podrá impedirlo...

El portal se cerró, llevándose con él tanto al dragón y al brujo, como al resto de los que formaban el grupo de Raymond. Sabía que las amenazas del brujo eran ciertas, lograría acabar con todo lo que se interpusiera en su camino, ya lo había hecho antes, cuando no era más que un simple brujo, ahora que poseía un dragón... no se detendría jamás.

Garrett se deshizo de sus guantes y los arrojó con rabia hacia la pared a la vez que un grito escapaba de entre sus labios. Sus rodillas se clavaron en el suelo mientras sus lagrimas de impotencia descendían rápidamente por su rostro. Sus manos arroparon el cuerpo sin vida de la gnoma, mientras las yemas de sus dedos recorrieron la fría mejilla de la misma. Te he fallado de nuevo, susurró mientras recordaba como años atrás se había repetido la misma escena. Nizdorni, Khairos,... Garrett había fallado a todos los que habían confiado en él. ¿Cual era entonces su destino? ¿Qué debía hacer para redimirse? Las respuestas nunca habían sido claras, pero no entendía por qué lo habían elegido a él. ¿Por qué los dragones y Nizdorni lo eligieron como caminante? En cualquier caso... tal decisión habría sido en vano dadas las circunstancias en las que se encontraba.

Las lagrimas del caminante siguieron recorriendo su rostro hasta caer en el pecho de la gnoma donde de repente, una luz brillante comenzó a formase en él, girando y adquiriendo forma a medidas que crecía. Garrett observó la escena extrañado, depositando con extremo cuidado a la dragona en el suelo donde se encontraba. El caminante parecía asombrado por lo que estaba teniendo lugar. El brillo dorado comenzó a definirse hasta tomar la forma de la propia Nizdorni, que flotaba sobre su cuerpo mirando al humano con un rostro inerte.

-¿Ni.. Nizdorni?-preguntó Garrett en voz alta.-¿Eres tu?
La gnoma miró su propio cuerpo sin vida sobre el que flotaba.
-No exactamente...-respondió.
-¿Qué eres...? ¿Quién eres?
-Digamos que soy...-tomó unos segundos para elegir la palabra adecuada.- Una proyección.
-Una proyección...- murmuró el humano extrañado.
-Sabía que moriría hoy...-confesó Nizdorni.- Siempre lo supe. Sería aquí y hoy... lo ví hace mucho tiempo atrás... ¿Por qué no hice nada para evitarlo? Preguntarás... Sabes que no había escapatoria... digamos que esta era la mejor forma...
-Nizdorni...-intentó interrumpir, pero la gnoma siguió hablando.
-Mi muerte es solo un pequeño impedimento... ni siquiera yo soy de vital importancia para que la Orden se forme. La Orden es fuerte, es... sabia, logrará buscar la forma de sobreponerse a todo lo que logre enfrentarla. Siempre ha sido así, incluso desde antes de que yo decidiera darle vida.
-No lo entiendo.-dijo Garrett.- La Orden no puede formarse sin... el talismán... sin ti...
-La Orden tendrá un talismán.
-Pero... ¿Cómo?
-Lo forjarán a su debido tiempo... ahora deben empezar de cero. Reunirse y comenzar aquello que abrirá las puertas de su destino.
-¿Cómo lo harán sin ti? No conocen su destino... y ahora no lo conocerán nunca... Te necesitan para guiarles Nizdorni, tal y como hiciste en los otros mundos...
-Necesitan un guía... necesitan a alguien que les ayude, que les proteja, que conozcan más de ellos que ellos mismos. Alguien que sepa para qué estaban destinados y cuan capaces eran... No me necesitan a mi...
Garrett enmudeció al oír las palabras de Nizdorni.
-Has vivido una larga vida mientras buscabas cual era tu destino, mientras pretendías encontrar que pieza del rompecabezas eras...Ahora lo has encontrado.
-No,... no puede ser... no puedo...
-Lo harás, no hay alternativa...
-Pero Raymond... mi destino es detenerlo. Es mi deber.
-Habrá otros que lo hagan por ti... ahora tu debes hacer esto por mi...
-Nizdorni.. no puedo hacer... no puedo...
-Debes convertirte en mi, debes guiar a la Orden...
La figura de la dragona comenzó a desintegrarse progresivamente.
-Guíalos... tal y como yo lo hice....guíalos y protégelos...





lunes, 8 de agosto de 2016

Selander Sendagris - Suficiente

Selander acarició  con la yema de los dedos el rostro de piel suave como la seda. Su tez era blanquecina, pálida como la luz de Elune, pero desprovista de su calidez. Era un blanco más similar al marfil, pero con un ligero tono azulado.

Las facciones de la elfa esbozaron una amplia sonrisa cuando el vello de su nuca se erizó gracias a las caricias de su esposo.
-  
           - Bésala. – decía una voz en su interior. Pero Selander la ignoró.

-          - ¿Estás cansado mi cielo? – Preguntó con su voz musical al mismo tiempo que aleteaba sus largas pestañas.

-          - La guardia se ha hecho larga. – bufó Selander – Tenía ganas de verte.

La elfa ensanchó su sonrisa a la vez que pasaba sus brazos alrededor del cuello de Selander, acercándose tanto que podía apreciarse su cuerpo a través de las trasparencias de su vestido de noche.

-          - Ahora ya estás a mi lado. Y no te dejaré ir. – susurró dulcemente.

Acercó sus labios a los de su esposo, con los ojos cerrados, lista para succionar de él su cansancio, sus energías… y su vida.

Pero una fuerte opresión alrededor de su cuello la hizo detenerse y abrir los ojos con terror. El dolor y la asfixia rompieron su hechizo ilusorio y poco a poco volvió a adoptar su forma original. La blanca melena se acortó y se volvió negra como el carbón mechón a mechón, la pálida tez se enrojeció y escamó mientras sus uñas se tornaban en garras y sus pies en pezuñas. Sus ropajes se desvanecieron en humo, revelando un escaso atuendo para ocultar su busto y caderas. Por último una larga cola afloró por encima de sus posaderas y unos pequeños cuernos curvados emergieron de su cabeza.

La súcubo siseó tratando de liberarse del agarre del elfo de pelo azul, arañado al aire, incapaz de alcanzar el rostro de su captor.

-          - ¡Me haces daño! – suplicó emulando la voz de la esposa de Selander.

-          - Suéltala. No es peligrosa, puedes con ella. – lo tentó su voz interior.

-          - Ya basta. – Ordenó Selander, tanto para el demonio como para la voz. – Tus trucos y encantamientos no funcionarán conmigo, demonio.

-          - ¿No te duele hacerle esto a la mujer que amas? – Dijo la súcubo, retomando la ilusión y convirtiendo su rostro en el de Elia, la mujer que el corazón del elfo identificaba como esposa según el demonio podía percibir.

-          - ¿Quieres decir, otra vez?

Selander clavó su guja en el vientre de la súcubo y a continuación la hizo ascender para rajarla en dirección al corazón del monstruo. La sangre negra se esparció por la pared y el suelo de las ruinas cuando el cuerpo del demonio cayó con un ruido sordo.

       - Malditos bastardos… - susurró para sí Selander.

Había adquirido la costumbre de pensar en voz alta, pues no se fiaba de las voces en su cabeza. Ya no, no desde que se convirtió en cazador de demonios. Volvió a observar el cuerpo del demonio que le habían encargado aniquilar sus maestros en el templo oscuro. Había supuesto una prueba más dura de lo que se esperaba. Las súcubos leían los corazones de sus víctimas y usaban su magia vil para encandilar a sus presas. No era un truco que pudiera engañar a alguien con sus habilidades, pero aún así el recuerdo de su esposa había aflorado en su mente, trayendo el dolor de recuerdos pasados.

Recordaba bien esa noche. Volver a casa intranquilo, con la sensación de que algo malo había pasado, y ser recibido por la oscuridad y el silencio. Las luces mágicas habían sido consumidas, así como los hechizos de protección que Elia solía renovar cada mes alrededor de su hogar. Aún tras atravesar la puerta de entrada no la oyó. No estaba en la cocina preparando la cena, ni cuidando de su jardín o cantando una nana a Velia, su hija recién nacida.

El pensar en Velia le hizo entrar un terror frío. Sin quitarse su uniforme de guardia ni envainar su espada subió los escalones de dos en dos hacia la habitación de su hija. La encontró fría, muy diferente a como solía ser. Los ventanales estaban abiertos y el aire frío entraba desde el balcón. Ahí lo esperaba una figura solitaria, sentada en el suelo abrazando sus rodillas.
-   
           -¡Elia! – dijo Selander corriendo hacia la figura. Se arrodilló frente a su amada y la abrazo tiernamente, esperando que eso la tranquilizara. - ¿Qué ha pasado?
-
           -Un… un demonio… - susurró entre sollozos. Su voz era tenue, como si le diera miedo alzar la voz. Las lágrimas habían abierto surcos en sus mejillas, siguiendo la ruta de los arañazos que se había infligido. – Él… él quería… cosas…

-          -¿Qué te ha hecho Elia? ¿Dónde esta Velia? – Preguntó Selander angustiado a la vez que asustado.
-
           - Su hambre… era insaciable… - Tragó saliva como si cada palabra le costara esfuerzo pronunciar. – Primero le ofrecí mi magia, esperando saciarle para que nos dejara en paz… pero no fue suficiente. Luego se comió los encantamientos de protección… succionó toda pizca de magia de la casa… los libros de hechizos se pulverizaron con el toque de sus viles garras para pasar a ser alimento de su voraz hambre… No fue suficiente…
- 
          - ¿Dónde está Velia? – Insistió Selander, temiendo la respuesta.

-             - ¡No fue suficiente! – lloró la elfa.

Selander se levantó horrorizado. ¿Era esto una pesadilla? ¿Cómo había podido ofrecer su propia hija en sacrificio a un demonio con tal de salvarse? Una tremenda sensación de asco lo embargó y con dificultad pudo contener las arcadas que lo sacudían.

      - Volverá pronto. – dijo Elia levantándose.

      -¿Cómo dices? – Preguntó Selander aun aturdido.

      - Dijo que volvería. No fue suficiente. – Su rostro estaba oculto por su melena blanca en forma de cascada despeinada. – Pero no te preocupes. He encontrado algo con que saciar su hambre.

      - ¿Qué?- preguntó aun sin saber si lo que estaba viviendo era real.

      - ¡Tu alma! – chilló. Elia se abalanzó sobre su marido con una daga en la mano y los ojos desorbitados por locura demoniaca. El demonio le había robado su magia, pero aún era una hábil luchadora… o lo había sido. Los cortes y arañazos con los que lo atacaba la mujer que amaba distaban mucho de las técnicas que solía utilizar. Sus movimientos eran erráticos y su conducta impulsiva. Eran el miedo y la desesperación lo que la movían, alimentados por los susurros del demonio que había destrozado sus vidas. Ojalá Selander lo hubiera sabido ver en ese entonces.

En el caótico combate, entre la ira, el miedo y la confusión, Elia fue ensartada por la espada de Selander. Su cuerpo cayó hacia delante, sobre su horrorizado marido quién en el último momento evitó que cayera al suelo. Mientras la sangre de la mujer que había amaba empezaba a manchar sus ropas, Selander pudo oír una última vez, como un susurro:
-
          - Espero que sea suficiente.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del cazador de demonios, aunque no reaccionó a tal estimulo.
-   
          - Fue culpa tuya… las abandonaste… - susurró en su cabeza el demonio del que se había comido el corazón.
-   
          - Cállate ya, Delbanis. – exclamó Selander con pesadez. Delbanis no era el nombre del demonio, pero el cazador de demonios se había otorgado el privilegio de renombrar al ser con el nombre de la madre de su esposa, por quién nunca había tenido gran simpatía. Humor de cazadores de demonios.

Con un movimiento rápido sacudió la sangre de su arma y la enfundó de nuevo a su espalda. Las energías viles succionadas de la súcubo ya estaban contenidas por los tatuajes que recorrían su cuerpo lo que le darían una fuerza y velocidad adicional de forma temporal. Era justo lo que necesitaba ahora, su inútil paseo por los recuerdos del pasado lo había entretenido demasiado y debía darse prisa por volver al templo oscuro. Sus maestros estaban preparándolos para una expedición a Mardum y no quería perdérselo. Siempre esperaba el momento en que se encontraría el demonio cuyo apetito nunca fue suficientemente saciado.



Selander Sendagris estaba preparado.


Escrito por: Vandante

sábado, 6 de agosto de 2016

Azrhael Darkhollow - Señuelo


La mácula color escarlata se extendió rápidamente, colmando a su paso y cubriendo gran parte de la toga grisácea que el brujo había portado hasta entonces impecable. Su cuerpo cedió ante el dolor, obligándole a caer de rodillas sobre el suelo. Azrhael miró con gesto de asombro como sus manos de piel oscura permanecían ensangrentadas, y no pudo evitar sentir otra punzada en el pecho, aunque esta vez no era de dolor. Había fallado, y lo que era peor, había sido derrotado por los miembros de la Orden. Sabía que para el Señor supremo era algo imperdonable, pero en ese momento no era otro sino él mismo el que se fustigaba por haber cometido tal error. En cualquier caso pronto todo habría terminado, pronto habría muerto. El truco ilusorio le había costado caro, permitiéndole huir con éxito, pero las heridas y todo el daño que sus enemigos habían realizado terminaría por reflejarse y aparecer poco a poco hasta terminar con el último anhelo que le quedaba.

El humano volvió a sentir como un virote de hielo, que minutos antes había atravesado al Azrhael ilusorio, atravesaba ahora su abdomen. La sangre brotó de nuevo mientras el brujo gritaba de dolor. Cayó de espaldas, retorciéndose y suplicando por que la flecha que había atravesado su corazón, volviera a hacerlo cuanto antes, acabando tan solo así con aquella agonía. Su vista se nubló perdiendo toda sensación de coherencia y de sensatez justo antes de que llegara el golpe de gracia. Lo recordó como si aún siguiera allí. Podía ver como la humana de cabellos anaranjados tensaba su arco con decisión para liberar seguidamente la flecha, que recorrió con presteza la distancia que los separaba. Ahí estaba, podía sentirla como la punta de acero se abría paso a través de su piel. Un grito sordo retumbó por toda la estancia, expandiéndose por aquellas cavernas subterráneas en la que se encontraba y alertándo seguramente, si no lo había hecho antes, al resto de los brujos que por allí se hallaban.

El brujo abrió los ojos y fue entonces cuando una angustia recorrió su cuerpo. A su alrededor no había nada, tan solo oscuridad. Mirara a donde mirara, solo encontraba vacío. Por un momento encontró una relativa paz en la situación en la que se veía reflejado. El dolor había cesado, la sangre ya no estaba, y el resto de su ser parecía pender de un hilo invisible, que lo sujetaba y le hacía flotar manteniéndose en el aire. ¿Era ese el fin? ¿Una oscuridad plena? Tenía sentido, pensó. Una eternidad de vacío para pensar, para meditar sobre los errores cometidos. Quizás cuando oía al populacho hablar de cielo o infierno era a esto a lo que se referían. Azhrael sintió una entereza que no había sentido tiempo atrás. ¿Era este su castigo? ¿Debía reflexionar y arrepentirse de sus pecados? El brujo soltó una carcajada. Si aquel era el sentido de todo esto, más que una penitencia debía de ser una broma. Azrhael no sintió ni una pizca de arrepentimiento, ni tan solo un ápice de duda. Estaba convencido de todo lo que había hecho, y si tuviera la oportunidad volvería a hacerlo.

Pero entonces todo cambió de repente. Tan solo necesitó un susurro para darse cuenta de que había errado una vez más, adentrándose en un callejón sin salida donde cualquier decisión que tomara sería un tormento para sí.

-¿No tienes miedo?...

La profunda voz taladró su alma quebrándola en pedazos. Azrhael tartamudeó sin poder articular palabra. Conocía esa voz, la había oído durante mucho tiempo, había logrado atormentarle día y noche hasta casi adentrarle en la locura.

-¿Acaso... no me recuerdas?...-susurró la voz mientras unos ojos luminiscentes de un tono verdoso aparecían frente a su rostro.

Lo recordaba claramente, tanto que sintió una punzada en la nuca erizando los vellos de la misma.

-¿Qué haces... tu.. aquí?-preguntó el humano con la voz rota. Sin embargo la respuesta estaba clara. Ahora ambos estaban al mismo nivel, en el mismo lugar o mejor dicho, en la misma oscuridad. El final era el mismo para todos, pensó, así que era lógico encontrarte con aquellos a los que había matado anteriormente.

El demonio rió, provocando un estruendo que se propagaba alrededor del brujo con forma de humo verde.

-Vengo a ofrecerte... un trato...
-¡No!-gritó Azrhael instintivamente. Sabía lo caro que le había costado el último pacto que realizó con el demonio, y no volvería a pasar de nuevo por aquel calvario.

La silueta que encarnaba la esencia del demonio volvió a reír.

-Esta vez no hay nada que puedas ofrecerme... estamos muertos, y no hay nada que pueda arreglar eso...
-No estás muerto.- respondió la criatura tajantemente.

Una sensación esperanzadora recorrió al humano rápidamente extendiéndose por su cuerpo, pero esta se esfumó cuando se percató de la trampa.

-Puedo sacarte de este lugar...-susurró el demonio...- Puedo darte una segunda... oportunidad...
-¿Y vivir a tu servicio?- respondió.- Me devolverás a la vida..¿Para qué?... ¿Para pasar la eternidad alimentándote con almas?
-No tienes alternativa...
Azhrael supo que el demonio tenía razón, no había más escapatoria que esa. Le estaban dando la opción de elegir. Elegir entre una vida de servidumbre, o una vida en aquel vacío insustancial. Quizás esta vez, la segunda opción no era tan mala después de todo.

-No voy a servirte...-dijo mientras fruncía el ceño.
-Necio...no tienes elección...-respondió.- Eres un insignificante mortal...

Una gran garra apareció tras Azrhael, rodeando su cuerpo y aprisionándolo con fuerza. Los ojos viles del demonio se acercaron hasta el humano, centrando toda su atención en lo pequeño que parecía el brujo a su lado y lo fácil que podía resultar terminar con su vida en aquel mismo momento. Pero no lo hizo, no podía hacerlo.

El humano se sintió indefenso, débil. Los grandes dedos de su enemigo impedían que escapara, pero de todas formas dudaba de si existía salida alguna. La presión no le hacía daño pero temía aquello que el demonio tenía preparado para él.

-Me servirás igualmente....


Azrhael abrió los ojos, su visión nublada observó la estancia iluminada por un sinfín de candelabros que cegaban su vista aún por acostumbrarse. Levantó su mano envuelta en sangre y entonces recordó. Las heridas volvieron a aparecer en forma de un insoportable dolor. Se estremeció hasta caer desde el altar en el que se encontraba, chocando de bruces contra el frío suelo. Seguía muriéndose, pensó. ¿Qué sentido tenía haberlo revivido para volver a morir de nuevo? ¿Acaso era todo una treta de aquel despiadado demonio? El brujo taponó con la palma de su mano la herida de flecha de su pecho desnudo. Se incorporó lentamente apoyándose en una larga mesa de piedra desde la que había caído. Recorrió con su mirada los alrededores, percatándose de donde se encontraba. Conocía esa estancia, y lo que era peor, conocía para qué se usaba. Azrhael observo a su alrededor las runas y el circulo mágico que lo rodeaban, al igual que las numerosas velas, calaveras y demás ornamentación características de la nigromancia.

El humano sintió una nueva punzada que eclipsó al resto de su agonía carnal. Separó las manos de su pecho, permitiendo que la sangre brotara por el mismo cubriendo de tinte rojizo todo a su paso. ¿Acaso lo habían revivido? Pensó, mientras miraba sus temblorosas manos. Quizás sí había algo peor que la muerte, algo peor que aquella oscuridad e incluso peor que pactar con aquel demonio.

De pronto su mano se brilló. La marca que ascendía por todo su brazo comenzó a iluminarse de un color púrpura intenso. Había visto eso antes, en numerosas ocasiones, pero siempre iban ligadas al uso de sus poderes, ya que era el estigma que poseía por su traición. Las numerosas ramificaciones de la huella se iluminaron en su hombro donde parecían terminar pero entonces comenzaron a avanzar, se tornaron de un color verde brillante. Los hilos de luz comenzaron a avanzar hasta su pecho, sellando las heridas y grietas una vez recorridas. Azrhael observó como la marca se expandía, extendiendo una alargada línea ondulada hacia su abdomen donde unió la piel separada por una gran hendidura. Incluso en su otro brazo otra marca inexistente hasta esos momentos apareció con el mismo propósito. El brujo sintió como su dolor disminuía con gran ligereza. Aquel vestigio había logrado cicatrizar sus heridas, no como lo haría la luz sagrada, pero al menos había logrado mantenerlo con vida.

El humano avanzó por la estancia, compungido pero con paso firme, deteniéndose frente a un gran espejo con forma ovoide y un marco dorado con flores talladas que lo rodeaba. Analizó exhaustivamente su cuerpo, las nuevas marcas que parecían ocultar sus errores, su cicatrices. Observó como aún brillaban, percatándose de como las primeras marcas permanecían en un color púrpura y las nuevas habían tomado un tono cetrino. Su rostro permanecía intacto, como recordaba. Una sensación de tranquilidad invadió su mente. Al menos no soy un no muerto, murmuró.


La puerta se abrió repentinamente, dejando ver a la bruja de cabellos dorados que se adentraba con varios útiles y frascos, que terminaron por romperse cuando impactaron contra el suelo. Beatrice Golden miró al brujo estupefacta, como si de un fantasma se tratase.

-¿Sorprendida? -Preguntó Azrhael que la miraba a través del reflejo en el espejo.
-Azrhael...-tartamudeó.

Sus palabras se ahogaron cuando el brujo lanzó un yugo maléfico que rodeo el cuello de la nigromante. Las manos de la humana intentaron aferrarse a aquello que la asfixiaba, pero le resultó imposible. Las marcas de Azrhael se iluminaron por completo, teniendo la esperanza o quizás deseando incluso que éstas le otorgaran un mayor poder del que poseía. Desgraciadamente no fue así, pero su poder era suficiente como para acabar con la bruja.

-¿Pensabas... convertirme en una de tus abominaciones?- preguntó Azrhael mientras se acercaba pacientemente hasta ella.- ¿Crees que no soy más que uno de tus experimentos?...

Beatrice intentó responder pero el yugo apretaba insistentemente. La bruja se arrodilló sin poder hacer nada por liberarse de aquella sumisión. De repente un estruendo recorrió la estancia, golpeando a Azrhael haciendo que saliera despedido por los aires y provocando que perdiera el sentido.



El humano abrió los ojos nuevamente, contemplando a su alrededor que una vez más, tan solo había oscuridad. Otra vez no, pensó. Sabía que no estaba muerto, esta vez no, ya que sentía una gran conmoción en la parte posterior de su cabeza. Algo le había golpeado, pero al menos no estaba muerto, de haberlo estado, habría sido el revivir más corto de la historia. Intentó palpar la herida de su cabeza, pero se percató entonces de que sus muñecas estaban atadas por unos gruesos grilletes que mantenían sus brazos en alto. El peso de su cuerpo había abierto yagas en sus antebrazos mientras estaba en estado de inconsciencia. Había sido atrapado, una vez más.

-Eres necio...-susurró la voz del demonio.- Vuelves a estar entre la espada y la pared.
-¡Cállate!.-gritó.- ¡Todo esto es culpa tuya!
Los ojos verdosos aparecieron nuevamente iluminando aquella oscuridad que lo envolvía.
-Me debes tu alma...-dijo la criatura.
-¡NO te debo nada!-respondió rápidamente.-¡No te pedí que me devolvieras a la vida!-dijo Azrhael, aunque en su fuero interno sabía que era lo mejor que podría haber ocurrido. Prefería tener una deuda con un demonio a ser un no-muerto, pero el demonio no tenía por qué saberlo, no podía dejar que viera tal debilidad en él.
-¿Aún no lo entiendes?
-¡No hay nada que entender!-dijo el brujo.-¡No he hecho ningún pacto...!
Una carcajada interrumpió al humano.
-El pacto ya está hecho... lo sellaste mucho tiempo atrás....
Azhrael dudó unos segundos.
-Mientes...
-¿Acaso no viste el poder que poseía el libro?...Claro que lo conocías... acabaste con decenas de mortales con él... viste como sus almas eran arrancadas de sus cuerpos, como se alimentaba de ellas.
Un largo dedo terminado en una afilada uña apareció bajo los grandes ojos y acarició el brazo del brujo provocando que sus marcas se iluminasen por completo y que se expandieran hasta sus muñecas cerrando las nuevas heridas que poseían.
-Tu fuiste el primero en usar el libro...-continuó.- ¿Nunca te preguntaste por qué no acabó contigo? ¿Por qué tan solo te dejó una marca?
-¡La marca la provocaron los brujos de su interior!
-Iluso.-rió.- Tu alma está vinculada a mi desde aquel momento.
Azrhael se estremeció, dudando por unos instantes sobre la veracidad de aquellas palabras.
-No moriré hasta que tu mueras...-confesó el demonio.-Aunque te quede un atisbo de vida...
-Si eso es cierto...-desafió- Entonces liberarme de aquí.
-Sigues sin entenderlo... te necesito con vida, pero no hace falta que seas libre para ello...
Azrhael intentó abalanzarse con ira pero las cadenas que lo mantenían atado frenaron su intento.
-Ahora... pídelo.-susurró el demonio.-Pide que te libere... hagamos un... pacto...
El brujo se rindió. Sabía que sus posibilidades eran escasas y tarde o temprano terminaría cediendo. Quizás ahora el precio a pagar sería menor que si le hacía esperar, meditó. Cuanto más tiempo pasase allí, más desesperado estaría, y más caro le saldría.
-Está bien...-cedió.
-Dilo...-insistió el demonio.-Di lo que quiero escuchar...
-Haré lo que...

La puerta de la mazmorra en la que se encontraba se abrió repentinamente dejando entrar un haz de luz proveniente del resto del pasillo. Cualquier rastro del demonio se esfumó al momento dejando tan solo un casi inaudible susurro: esto aún no ha terminado...

El rostro de la bruja se iluminó gracias a un pequeño candelabro que sostenía entre sus manos.

-¿Has venido a acabar conmigo de nuevo?-se burló Azrhael cuando vislumbró los cabellos dorados de la humana.
-No quería que esto acabara así.-dijo Beatrice.- Yo estoy de tu parte Azrhael...
-¡Un cuerno!-interrumpió
-El Señor supremo quería que lo hiciera...yo...
-¿Ahora es a él a quien sirves?-preguntó con ira
-Yo...
-¡Te salvé la vida en una ocasión, maldita seas!
-Sabes que el supremo no da segundas oportunidades...-dijo Beatrice.- No te dejará vivo...
-Entonces mátate, conviérteme en uno de tus esbirros descerebrados y acaba con esto ya...
-No lo haré.-respondió en modo de susurro mientras miraba hacia atrás esperando que nadie hubiera oído sus palabras.-Ya no nos eres útil.
-¿Ahora hablas por él?...¿O habla él por ti?
-Los aquelarre van a por la Orden.- confesó la nigromante.- Al parecer es algo personal. Acabaremos con ellos pronto.
-Entiendo... ahora diriges mi aquelarre... por eso hablas en plural...-dijo Azrhael mientras fruncía el ceño a la vez que las piezas encajaban dentro de su mente.- Te ha prometido todo lo que yo había conseguido ¿No es así? -añadió.- Estoy impaciente por saber cual es mi parte del plan en todo esto...
-Ninguna.-respondió Beatrice mientras sacaba un juego de llaves del bolsillo de su túnica.-El maestro anhela destruir a la Orden, y tan solo confía en aquellos que busquen ese mismo propósito.

Azrhael meditó unos segundos, si bien era cierto que detestaba a los miembros de la Orden ya que siempre se inmiscuían en sus propósitos, tampoco es que destruirlos fuera su ferviente objetivo. Beatrice libero al brujo con cautela.

-Entonces... todo esto...-preguntó el humano algo confundido.-Todo lo ocurrido en Tol Barad, todo los portales, demonios... ¿No sirvieron para nada?
-Sirvió para atraerlos...-respondió.- Eran un señuelo.
-¿Qué he de hacer ahora? Debería acabar con ese señor supremo... malgasta los recursos que posee centrándose en una Orden de mequetrefes. Yo podría hacer mucho más con los aquelarres... muchísimo más...
-Pero no puedes solo..., No tu solo.
Azrhael frunció el ceño.
-Él es muy poderoso, más de lo que cualquiera pudiera llegar a soñar.
Entonces buscaré alguien que logre hacerme el trabajo sucio, pensó.
-Huye ahora que estás a tiempo.

Azrhael asintió mientras escapaba entre los numerosos corredores laberínticos de aquellas cavernas donde se alojaban. Sin mirar atrás avanzó rápidamente destruyendo aquello que tuviera la desdicha de frenar su avance. Su confundida mente intentaba cavilar una y otra vez las posibilidades de las que disponía, si antes eran escasas, ahora lo eran aún más.



Beatrice caminó lentamente hasta el final del pasillo que desembocaba en un gran portón de hierro descubierto al resto de la gruta. Observó como el brujo de piel morena se alejaba a toda prisa como si su vida dependiera de ello. Sabía que Azrhael no era de los que huían, pero tampoco era de los que se arriesgaban. La bruja sintió el aliento de alguien a su espalda.
-Tal y como pediste.-dijo Beatrice.
-No esperaba menos de ti.-añadió el Señor supremo.
-¿Crees que funcionará?
-Conozco como funciona la Orden. Azrhael sabe como llegar hasta aquí...
-Ahora él es el señuelo.-terminó la nigromante mientras observaba detenidamente el rostro del brujo.-Lo que no entiendo maestro es...¿Por qué la Orden?
-Querida, todos formamos parte de algún plan, y este... es el mío.
Beatrice asintió mirando fijamente los verdosos ojos de su mentor.
-Estaremos esperándolos con ansia, y esta vez... acabaré con ellos de una vez por todas.- afirmó el humano mientras acariciaba con elegancia sus largos cabellos rojizos.