jueves, 24 de septiembre de 2015

Akuo Blackwood - Una aliada inesperada

El guerrero despertó de madrugada cuando el sol empezaba a aparecer en el horizonte sin saber muy bien en donde se encontraba. Rápidamente lanzó una mirada por toda la habitación y a su lado se encontraba con los ojos cerrados y su rostro dirigido hacia el guerrero la elfa noble que conoció la tarde del día anterior. Su presentación y conversación no fue muy larga, solo se había dirigido a ella para obtener información respecto a las cloacas de la ciudad, y si sabía alguno de los asesinos y mercenarios que la poblaban. Resultó ser que la elfa no era de la ciudad, estaba de viaje recordando lo que había pasado en los baldíos helados de Rasganorte, luchando por venganza contra la plaga por lo sucedido en su tierra natal mientras ella se encontraba en el ejercito de invasión que se atrevió a cruzar el portal oscuro para mantener a salvo su tierra a como diese lugar.

El guerrero sonrió tras recordar todo lo que había sabido de ella en tan solo una tarde. Por lo visto estaba sola en el mundo, ya que toda su familia fue masacrada en la incursión de la muerte en su amada ciudad. Todo eso lo supo tras encontrarse con ella de nuevo en la taberna, antes de acabar pasando la noche a su lado mientras la conocía mejor. Ella estaba dispuesta a contar lo que había pasado sin ningún reparo y Akuo supo que era una aliada potencial y al mismo tiempo quiso darle un hogar y una familia a tan amable elfa.

Tras pasarle eso por la cabeza el guerrero se levantó suavemente de la cama, intentando no despertarla, y tras ponerse el pantalón se dirigió a la ventana que daba a la ciudad. Desde donde estaba podía verse la aurora del norte en los últimos momentos de oscuridad antes de la salida del alba.

-Sí que te levantas temprano -. Dijo la elfa que se incorporó sobre la cama sujetando las sábanas para cubrir su cuerpo.

-No te creas, solo ha sido hoy. Tenía mucho en lo que pensar -. Dirigió una sonrisa sincera a la elfa mientras retornaba a mirar hacia la aurora.

- ¿Y que es, si puede saberse? -. Dijo la elfa en tono de preocupación.

-¿Dijiste que te llamabas Dariness, no? -. Dijo tras lanzar un pequeño suspiro por el tono que puso la elfa, pues captó el por qué del mismo.

-Sí, así es. Dariness Cantoazur -. Sonrió la elfa simpática, aunque se esperaba una despedida la cual no tenía ganas de escuchar.

-Pues tendré que ser yo sincero contigo, me llamo Akuo. No me llamo Edain, solo utilizo ese nombre actualmente porque estoy llevando a cabo una misión en la que pueden reconocerme por mi pasado -. Asintió el guerrero.

La elfa puso una expresión de sorpresa y duda al mismo tiempo, no se esperaba que le hubiese mentido antes incluso de conocerse.

-Sé lo que estás pensando ahoral, y tienes todo el derecho a enfurecerte y alejarte de mí o atacarme en el caso de que te sientas muy herida -. Dijo el humano nuevamente

Dariness se mantuvo en silencio mientras el guerrero explicaba la situación. Sus orejas puntiagudas se habían flexionado dirigiéndose hacia el suelo, más que furia parecía decepción por algún motivo.

-Pero me gustaría contar contigo. Por todo lo que me has contado deduzco que no tienes a nadie más. Me pareces una hermosa, amable y cariñosa mujer -. Dijo el guerrero mientras se acercaba.

La elfa alzó las orejas de golpe y clavó sus ojos azules en los de Akuo nada más escuchar esas palabras pero acto seguido las agachó de nuevo apartando la mirada hacia el suelo.

-Supongo que siempre hablo de más, has llegado a la conclusión correcta -. Dijo la Dariness mientras forzaba una sonrisa aun con sus orejas bajadas.

-Te propongo que te unas a mí y a mis compañeros. Estaremos juntos, lucharemos juntos. Nos protegeremos los unos a los otros y estaré contigo hasta que te canses de mí. Dijo el guerrero sonriendo y soltando una pequeña carcajadas al final de la propuesta.

La elfa alzó las orejas de nuevo, miró al humano sorprendida por tal propuesta y sus ojos comenzaban a humedecerse por las lágrimas que estaba a punto de soltar.

-Te daré una familia, nosotros te protegeremos y te protegeremos, si tu nos proteges a nosotros -. Afirmó el guerrero de nuevo, clavando una rodilla sobre la cama donde la Dariness se encontraba sentada animándola a que aceptase.

La elfa respondió a eso acercando la cara hacia el guerrero y besándolo mientras aun sostenía las sabanas entre sus manos cubriéndose, al mismo tiempo que le resbalaban lágrimas cuando cerró los ojos para besar al humano.

-¿Supongo que eso es un sí? -. Preguntó con un tono firme, dando a entender que ya daba por sentado que sí y la elfa sonrió, agachando la cabeza y alzándola de nuevo afirmando con ese movimiento mientras lloraba de alegría.

El guerrero gateó y acabo poniéndose sobre ella una vez llegó a su altura, besándola de nuevo y deslizándose al cabo de un rato entre las sábanas de la cama junto a Dariness.

Unas horas después tanto el humano como la elfa estaban observando el cielo azul claro del amanecer de Rasganorte, sentados en la cama de la habitación mientras se conocían más profundamente el uno al otro.

Esa misma mañana apareció Kaleb informando al grupo que tenían que volver a Forjaz ya que habían encontrado algo, a lo que respondieron los del grupo que ellos también habían encontrado lo que fueron a buscar.

Escrito por: Akuo

domingo, 13 de septiembre de 2015

Akuo Blackwood - Recuerdos tras Rasganorte

Sentado en su cama, el guerrero hacía memoria de las batallas libradas en el pasado, cuando se encontraba en el norte y luchaba por sobrevivir con todas sus fuerzas, ya que los sucesos acaecidos durante toda la campaña en el techo del mundo, le habían hecho creer que la victoria era imposible con un enemigo como ese. Por aquella época recordaba cada noche, antes de dormir, lo que había ocurrido en su pueblo, lo cual era recordado a cada día que pasaba combatiendo contra los mismos enemigos que destrozaron su hogar.

Tras recordar todo eso, haciendo un examen exhaustivo de lo que había pasado por aquel entonces, también vio pasar en su memoria lo que hizo tras aquella época de guerra. La depresión por lo sucedido en el frio norte le impedía aceptar contratos del ejercito por las muchas misiones suicida que le habían encomendado antaño, apenas le quedaba dinero y no estaba mentalmente preparado para el campo de batalla otra vez. Así que decidió empuñar su espada con el único propósito de conseguir dinero en la arena de camorristas. Sin importar cuán fuerte fuese el enemigo se enfrentaba a él y sobrevivía como fuese posible.

En ese mismo momento abrió los ojos y dejó de recordar cosas del pasado. Esta situación no era la de antaño y no había tiempo para pensar. Esa misma tarde comenzaría algo que no sabía a donde los podría llegar a llevar tanto a él como al grupo en su totalidad.

-Bien, es hora de ponerse en marcha -. Dijo al mismo tiempo que se ponía en pie y comenzaba a vestirse con una ropa simple, dejando sin ponerse la parte superior.

Se aproximó al espejo de la habitación, se soltó el pelo que hasta entonces estaba sujeto en coleta y empezó a cortarlo mechón a mechón acortándolo hasta el estado en el que se encontraba antes de haber viajado al norte. Una vez terminó se aproximó a una pequeña cesta en la que se encontraban unas bayas de tono negro y fuerte olor. Las machacó antes de mezclarlas con el agua que se encontraba en una pequeña cazuela, la cual acercó a la chimenea, calentando el agua e intensificando aun más el olor de los frutos hasta que el agua hirvió por completo. Nada más hervir el agua, el olor desapareció sin dejar rastro y en la cazuela se pudo observar una mezcla espesa de un tono negro azabache, el cual, tras un rato para que enfriase, se aplicó en su cabello recién cortando, extendiéndolo y revolviéndolo bien para terminar pasando un pequeño cubo de agua limpia tras haberlo dejado reposar un tiempo. Una vez terminó podía observarse como su cabellera así como los mechones  habían adoptado un color negro oscuro que ocultaba por completo su autentico tono de pelo.

-Bien, con esto servirá -. Dijo el guerrero y, tras ponerse el resto de la ropa, se encaminó hacia el punto de encuentro acordado con Pirotheus.

Al llegar allí la guerrera lo miró fijamente y tras meditarlo un rato pudo determinar que se trataba de Akuo.

-¿A qué viene ese tono de pelo? -. preguntó la guerrera mirando a su compañero que se aproximaba hacia ella mientras lo observaba de arriba abajo.

-Como bien sabes, yo ya he estado allí abajo más de una vez y me hice un nombre hace un tiempo…  Así que tendré que presentarme con un nombre distinto -. Explicó el guerrero mientras observaba detenidamente las curvas de la mercenaria que se plantaba frente a él. Ella se había cortado levemente su larga melena  que al mismo tiempo se recogió en coleta. Usaba una ropa sumamente ceñida la cual realzaba todas sus virtudes femeninas y eso no pasaba desapercibido a los ojos de ningún hombre, enano o humanoide con deseos carnales.

-Pues venga, movámonos -. Dijo la guerrera confiada mientras se encaminaba hacia su objetivo.

Una vez en la entrada del club de camorristas, acudieron más recuerdos a la cabeza al guerrero, pero los rechazó y continuó avanzando. Esta vez las cosas no eran igual que antes.

-¿Quién eres  y que quieres? -. Dijo uno de los gorilas a Pirotheus, la cual había avanzado más que Akuo para que no los relacionasen mientras que este se ocultaba en un callejón próximo, observando la escena.

-Supongo que tendré que dar un nombre para cuando griten por mis victorias en la arena, así que supongo que puedes llamarme Erinias-. Tras decir eso el gorila empezó a reírse en su cara y la sujetó de la cabeza, a lo cual ella respondió propinándole un gran golpe en la entrepierna, causando que se arrodillase en el acto y, calzándole un zapatazo en la mandíbula, le dejó completamente K.O del golpe.

-¿Puedo pasar o no? -. Dijo la guerrera al otro gorila, el cual se rió aun más fuerte que el anterior y la dejó pasar sin problemas. - Díselo al jefe que está dentro, él te apuntara a los combates. - Tras decir eso, la guerrera se adentró en el club de lucha con paso firme.

-Bueno, supongo que ahora me toca a mí -. Dijo el guerrero una vez pasaron varios minutos y habían retirado el cuerpo inconsciente del otro gorila. Se presentó como Edain y le permitieron pasar tas advertirle que moriría.

Una vez dentro, echó un vistazo de reconocimiento hasta donde alcanzaba su vista hasta que localizó a la guerrera, la cual estaba en la cola esperando a ser llamada para un combate. Akuo procedió a dar su nombre falso al apuntador y, acto seguido, el mismo le avisó de que ya lo llamarían para combatir cuando fuese su turno. En ese tiempo se dedicó a dar un par de vueltas por las gradas de la arena, reconociendo las caras de la gente una por una y tratando de quedarse con cuantas podía. Pero entonces llegó el momento y pronunciaron su nombre.

-¡AHORA TENDREMOS UN COMBATE DOBLE INESPERADO SEÑORES! ¡EN EL ENCUENTRO SE ENFRENTARAN DOS NUEVOS ASPIRANTES CONTRA UNA DE LAS BESTIAS DE NUESTRA ARENA!-. Dijo el anunciante de combates.

-¡Edain y Erinias! ¡Presentaros ahora mismo en la arena y enfrentad a vuestra muerte! -. Gritó una vez más el anunciante con un tono más controlado pero igualmente claro.

Ambos se encontraron juntos en la arena. Aunque eran compañeros, nunca habían luchado juntos y cada uno tenía ganas de ver al otro en combate. Era la ocasión perfecta.

Al rato, de la esquina contraria de la arena apareció una enorme bestia de las profundidades del cabo de Tuercespina, rugiendo y mostrándose desafiante ante la pareja.

-¡Oh, parece que Goltas está enfadado, damas y caballeros! ¡Creo que esto terminará pronto! -. Tras ese comentario les tiraron dos espadas a los combatientes, pues no estaba permitido luchar con tus propias armas ni con tu cuerpo. Akuo procedió a colocarse el filo a su espalda con el envaine atando la cuerda que traía el mismo a su pecho, mientras que la guerrera se lo colocaba en la cintura. Al terminar, ambos dejaron sus manos colocadas sobre las empuñaduras de sus respectivos filos.

-¿Ya es casualidad también que nos haya tocado juntos no? -. Dijo el guerrero con una media sonrisa pícara.

-Esto es bueno, así podre verte en combate. Pero no me estorbes -. Dijo la guerrera intentando mostrar un rostro serio que acababa rompiéndose en una leve sonrisa que se notaba únicamente en las comisuras de sus labios.

-Supongo que yo podría decir lo mismo -. Dijo Akuo contestando a la afirmación de Pirotheus. En ese mismo instante sonó la campana de duelo y el gigantesco simio se lanzó contra ambos dispuesto a aplastarlos de un golpe con los puños juntos en caída libre.

Ambos reaccionaron a tiempo y esquivaron el golpe fatal que habría acabado con ellos de haberles dado  de pleno. A eso respondieron corriendo hacia él y, con un cruce de miradas, se coordinaron atacando Akuo a la corva derecha del monstruoso mono y Piro aplicándole un corte horizontal en el hombro.

Su oponente perdió velocidad y movimientos de ataque al tener dañado el hombro. Solo tenían que preocuparse de un brazo. Entonces, ambos se lanzaron de nuevo contra la bestia, el guerrero corría directo y de frente hacia el gorila mientras que Piro se desviaba de esa ruta, alejándose de su rango visual. Una vez Akuo llegó a la altura del simio, lanzó ataques que podía rectificar a tiempo y controlaba los movimientos del monstruo esquivando todo lo que lanzaba.

En el momento exacto, la guerrera salto por detrás y, sujetando su hoja con ambas manos, la clavó con todas sus fuerzas en la nuca del adversario, seccionándole la médula espinal y causando la muerte instantánea de Goltas, quien cayó sin vida al suelo de la arena.

Todo el público se quedó en silencio incrédulo tras ver lo que acababa de pasar. Y tras unos instantes, estos mismos empezaron a gritar y vitorear a la pareja que había sido realmente superior a una de las bestias de la arena.

-Supongo que esto es el comienzo -. Dijo el guerrero mientras escuchaba los gritos del público cada vez más y más fuertes.

-No creo que tardemos mucho en hacernos famosos aquí abajo si esto sigue así, mejor… -. Comentó Piroteus mirando hacia las gradas y fichando las caras de los presentes.

Escrito por: Akuo

lunes, 7 de septiembre de 2015

Pirotheus Von Herz - Loba herida

TODO SUMA

Las antorchas, que apenas iluminaban la sala, bailaban al son de la poca corriente que llegaba de la superficie, formando tenebrosas sombras que contrastaban con las zonas rojizas tocadas por la luz. Las paredes de la sala principal de la taberna albergaban distintos tipos de decoraciones, quizá muy apreciadas por los ciudades nativos de la ciudad, pero para la mayoría de los visitantes que debían pasar una temporada en Forjaz resultaban burdos, toscos y recargantes.   En una mesa apartada un enorme huargen que no se molestaba en ocultar sus rasgos bestiales miraba con codiciosos ojos a la joven humana que sin ningún tipo de recato contaba grandes sumas de dinero a la luz de una de las antorchas.
-¿Cuánto crees que tendrá esa ahí? ¿Mil? ¿Mil quinientas monedas de oro? -Susurro el huargen al enano de trenzada barba castaña que le acompañaba.
-Yo diría que unas mil trescientas… voy a arriesgar… unas mil trescientas veintitrés.- Respondió el enano valiéndose de su casi innata habilidad para contar bienes.
-Parece una presa fácil, apenas protegida. ¿Qué podría hacernos con ese enorme espadón en una sala tan estrecha como esta?  Creo que será mejor que le ayude con sus cuentas. –mascullo el lupino con aires de superioridad.
El relativamente joven enano observo con detenimiento a la humana.  Lo primero que hicieron sus ojos fue posarse en la espada que había citado su compañero, confirmando lo poco práctico que sería utilizarla en tal emplazamiento. Entonces su vista se desvió hacia sus botas de cuero, que parecían poco gastadas como si apenas tuvieran un par de días de uso. El enano siguió recorriendo el cuerpo de la humana sin pararse en observar las piernas de la muchacha, que pese a ser esbeltas y largas, no desataban ningún interés en él. La posición algo recostada sobre la silla de la joven dejaba ver unos bien definidos abdominales, decorados con varias cicatrices, algunas de ellas aun recientes. El enano se detuvo un momento pensativo al ver las marcas de heridas y continuo su estudio. Se fijo en la parte superior de su torso, tan solo cubierto por una camisa negra anudada bajo unos pechos que no pasaban desapercibidos ni para un enano. La visión le maravillo un momento hasta que el enérgico  movimiento de brazos de la joven le hizo volver en sí.
-! Mierda, no es suficiente ¡- dijo la joven propinando un golpe sobre la mesa con su puño y haciendo que algunas monedas se desparramaran por entre los platos.
El enano entonces alzo la vista y se fijo en la cara, hermosa aunque también castigada con alguna cicatriz. Entrecerró los ojos para fijarse en los cabellos rojizos que caían en forma de larga melena tras su nuca como una catarata de sangre  y fue entonces cuando lo comprendió.
-Déjalo estar Clansei, no creo que debas tocarle las narices a esa, si es quien creo que es, nos meterás en un buen lio. Sugirió con preocupación.
-¿Tocarle las narices? Ella me está tocando a mí el hocico pavoneándose así aquí de esa manera. Este es mi territorio y me tiene que dar cuentas.
-Mira Clansei, creo que no sabes con quien tratas, la llaman Loba Sanguinaria. Si mis contactos no me fallan, no tenia buena fama precisamente, y parece ser que ha vuelto de Draenor con peor fama aun.
-¿Loba? ¿Esa humana osa hacerse llamar loba? –grito el huargen desatado mientras se ponía en pie y caminaba firme en dirección a la pelirroja.- ¡Voy a enseñarte lo que es ser un lobo de verdad!
La joven permaneció en su silla, ajena a la masa de pelos, garras y colmillos que se le acercaba, aunque era imposible que no hubiera escuchado la amenaza del lupino. Tomó su pluma, la mojó en un pequeño tintero de peltre y escribió en su libro de cuentas un uno continuado de dos ceros mientras el lobo se acercaba.
-Farsante de pacotilla, este es mi territorio y eso que tienes es mi dine… -La voz del bestial humanoide se congelo cuando el espadón que reposaba sobre la mesa apareció bajo su mandíbula en un parpadeo. El huargen atonito y tembloroso siguió con la mirada la hoja de la espada hasta la empuñadura para ver como la muchacha la sostenía con una sola mano mientras que con la otra buscaba con tranquilidad algo en la mochila de cuero que había a los pies de su silla.
-¿Clansei  Garratenaz, verdad?-susurro la muchacha con voz seductora.
 Con otro veloz movimiento en forma de media luna la parte plana de la gran hoja se estrello contra la sien del huargen haciéndolo caer inconsciente casi al instante. La joven volvió a reposar su espadón en la mesa y se sentó para leer el pergamino que acababa sacar de la mochila.  Sin apartar la vista de este, la dulce y seductora voz volvió a fluir de sus labios, pero esta vez para dirigirse al cauto enano.-Solo cien tristes monedas de oro… por eso no me dedico a cazar chusma. Tú no vales ni una moneda de latón, o por lo menos no han puesto precio a tu cabeza, así que hazme un favorcito. Sal a la calle, y busca a uno de esos fornidos guardias que custodian tu calurosa ciudad.-
Mientras la joven mercenaria recogía sus enseres  el enano salió corriendo escaleras arriba como jamás nadie había visto correr a un enano.
-Cien monedas de oro… bueno, todo suma.

ETERNA AMISTAD

El  eco de los golpes producidos en la forja recorría las galerías que conformaban la ciudad enana.  Estos se perdían en la enorme magnitud de la cámara que albergaba la más importante sede de la Liga de expedicionarios. Las grandes columnas decoradas con runas enanas sostenían la cavidad que los expedicionarios habían trasformado en  museo, biblioteca y almacén del conocimiento del pasado. La figura de una fornida mujer cargada con una pesada mochila no pasaba desapercibida  de los ojos del misterioso hombre que desde las sombras le vigilaba. La mujer cruzó los arcos con confianza, ni siquiera el enorme esqueleto del dinosaurio que formaba parte de la exposición parecía intimidarle. Avanzó unos pasos dejando atrás la sala de exposición adentrándose en la biblioteca donde un anciano enano le esperaba.



-¡Ojos que te ven  muchacha!- Dijo el enano con alegría.- ¿Ya habéis vuelto?¿qué tal la expedición a Draenor?
El semblante de la joven no parecía afín a la alegría del enano, más bien parecía entristecido y nervioso, como temerosa del momento que acababa de llegar.  Miró al enano a los ojos y negó con la cabeza.
-¿No qué?  ¿Qué demonios te pasa pequeña? ¿No ha ido bien la cosa?
La joven no pudo contener la rabia que había en su interior y explotó como un racimo de dinamita goblin:
                -¡Están muertos, Karnik¡ …están muertos por mi culpa.
El anciano enano se retiro su monóculo para limpiarse las lágrimas. Acababa de recibir la noticia de que su sobrino, al que quería como un hijo había muerto. Pero no podía culpar a la joven arqueóloga.
                Desde su escondite Zephiel  observaba la escena, atónito, al ver la que en otro momento considero una despiadada mercenaria, romper a llorar a en los brazos de Historiador Mayor de Forjaz. Zephiel continuo observando a la joven  acercándose con sutileza unos metros más, manteniéndose aún escondido, valorando si debía o no hablar con la joven o esperar a un memento menos delicado.
                -Los funerales de Drumur ya están organizados y pagados, es lo menos que podía hacer. Esta noche será enterrado. Espero me puedas perdonar. – Dijo la muchacha secándose las lágrimas.
                -Es ley de vi…vi…da.-Tartamudeo el enano.- No te cumples mas muchacha, el sabía a lo que se exponía, y aun así siguió adelante. Todos los arqueólogos estamos en la cuerda floja cuando seguimos una corazonada. No te culpes. –Repitió el comprensivo aunque apenado enano.
                -No sé si es el momento pero debo pedirte un último favor. –Susurro la joven pelirroja casi avergonzada por pedir favores en tal momento.
                -Lo que sea hija, lo que sea.
                La muchacha saco un pergamino grabado con runas refulgentes. –Necesito que lo custodies, hasta  que consiga el dinero suficiente….-
                El enano tomo el pergamino y lo ojeo. Miro a la joven y empezó a leer el contenido del misterioso pergamino en voz alta.  Un halo de luz se formo frente a ellos y q se expandió hasta transformarse en un portal.  Al otro lado observaron la figura de un hombre ataviado con un sombrero calado en exceso que se acercaba con una gran masa de hielo hacia ellos. La masa de hielo comenzó a cruzar el portal apareciendo frente al enano y la arqueóloga. En su interior un orco reposaba por toda la eternidad.
                -¡Muchas gracias Joe¡ Te debo una, amigo.  Se apresuro a decir la humana al ver a su amigo despedirse con un  gesto mientras el portal se cerraba. –Volvere a por Rigut en cuanto tenga el dinero… pero gaste todo en las tumbas de hielo, los pergaminos y los funerales de tu sobrino.
La joven  tomo de nuevo su mochila y se la entrego al aun afectado enano. –Contienen todos los artefactos que he rescatado en Draenor, así como notas detalladas sobre algunas culturas autóctonas. Espero  esto sea suficiente pago por el favor que te pido.-
                -Hare lo que me pides, pero sabes que no es necesario pago alguno.
                -Todo pago es insuficiente- La joven se agacho y abrazo al enano con ternura. Se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás.
                Zephiel continuaba atónito, juraría que esa no es la Pirotheus que había conocido en Draenor. La sanguinaria, egoísta y usurera mujer que había contratado la última vez. El guerrero decidió que no era buen momento para hablar con ella, y probaría suerte a la mañana del próximo dia. Sabía que el momento llegaría. No se sentía cómodo teniendo que tratar con ella, más aun desde que algunas noches antes insultara su feminidad y la rechazara. Desde aquel momento Zephiel, se percato que había sido ignorado por la guerrera. Y sabía que no era el mejor para negociar con ella.


A la mañana siguiente Zephiel se puso en camino decidido a reclutar a la mercenaria, y sabía donde debería buscarla. Con lo poco que había escuchado sabia que con algunas monedas de oro podría convencerla de que les ayudara. El joven guerrero tomo un abrigo de pieles de cabra montesa y comenzó a andar en dirección a la entrada de la ciudad enana.  Cruzo el gran pórtico con la esplendida estatua de los Barbabronce que hacía las veces de guardián de la ciudad. La nieve caía sobre su capa y sus pasos se hacían pesados sobre el suelo helado. Avanzo por la montaña unos metros hasta llegar al cementerio de Forjaz. Allí estaba, justo donde esperaba encontrarla. La joven guerrera permanecía en pie sin ropa de abrigo, penitente, frente a la tumba del que fue su amigo. Zephiel se aproximo hasta ella.
-Por fin das la cara. –Espetó la joven.- ¿Qué coño haces aquí?
-Tengo un trabajo para ti, está bien pagado. –Dijo el guerrero sin titubear.
La joven dudo un momento, analizo la situación.  Pensó en el guerrero, la orden de la que tanto hablaban y todos sus contactos.
-¿Estas interesada o no?
                
Pirotheus comenzó a andar en dirección a Zephiel con paso firme. Mientras sacaba un trozo de pergamino de un bolsillo de su pantalón de seda. Al cruzarse con el guerrero  la joven coloco su mano enérgica contra el pecho de este presionado el fragmento del pergamino contra sus pectorales. –Esta es mi tarifa. Avísame cuando partamos.-

                La joven de rojizo cabello continuo andando dejando a tras a Zephiel que desdoblaba en trozo de papel. –Contratada. -Clamo el guerrero tras leer el pergamino.





Escrito por Azurin

Julius Heide - El libro prohibido (Cap 3)

Capítulo 3: Draenor.

El grupo llevaba varios días avanzando en una extensa selva evitando cualquier encuentro con enemigos y siguiendo cualquier rastro que pudiera llevarles a dar con Tader. Julius se sentía profundamente decepcionado con el comandante Everet, no sólo había recurrido al chantaje con él y Aomme si no también con el resto de los miembros del grupo que había formado para aquella misión.
Kraus Huffman les había contado con total confianza que había sido una especie de preso político en Gilneas, había recuperado su libertad para luchar contra los renegados pero aquel pasado no se había borrado y conocedor de aquello el comandante lo había reclutado con la promesa del perdón completo de la casa de Gringris. Kraus era un notable guerrero que demostraba una gran potencia física y un humor envidiable por todos pero era su increíble sentido del olfato lo que lo convertía en el hombre adecuado para rastrear un mundo desconocido en busca de un solo hombre.
El resto de los miembros de aquel grupo se habían presentado y empezado a forjar una amistad entre ellos, Julius sabía muy bien que el campo de batalla y el sobre todo las misiones más peligrosas solían acelerar la relación entre los soldados. Nadie quería morir sin un amigo a su lado o luchar sin conocer al hombre que le cubría las espaldas.
“Es increíble como la guerra llega a afectar a todo.”
Otro de los miembros del grupo se había presentado como Paul Elric y antes las miradas interrogantes de los demás había añadido: “Si, soy ese Paul Elric.” Aquel hombre era un noble conocido por su habilidad con las dagas, su uniforme negro y su mirada denotaban que era un auténtico veterano y seguramente había vivido tantas o incluso más batallas que Julius. Pero  dentro de ese guerrero había una motivación que distaba mucho del belicismo. A Paul le habían prometido que si aquella misión era un éxito podría retirarse definitivamente pues lo que más deseaba aquel guerrero experto en el sigilo y el asesinato era vivir en paz con su hijo pequeño y su mujer.
Julius entendía perfectamente a Paul, el mismo se había preguntado muchas veces si en alguna ocasión podría llegar a vivir en paz sin más luchas. Quizá Aomme estuviera a su lado y podrían llegar a tener hijos los cuales vivirían en un mundo mucho más pacífico y seguro. ¿Qué pensaría Aomme de eso? Ella había estado casada hacía tiempo hasta que su marido falleció en batalla e incluso después de eso y empezar una relación con el seguía luchando. ¿Acaso estaban destinados a hacer la guerra siempre? El paladín observó mientras avanzaban a Paul, a pesar de todo había algo en aquel hombre, algo que ocultaba a los demás. Dudaba mucho que hubiese mentido pero desde luego había algo más, quizá después de todo aquel noble también tuviese su Costasur particular y quien podía culparle por guardar cosas tan horribles como esas.
El gnomo se llamaba Mon Chispazo, hacía cosa de un año era un prometedor mago del Kirin Tor que residía en Dalaran pero algo había salido mal en un hechizo y debido a los daños de aquel incidente lo habían expulsado. Era difícil saber si aquel hecho le había hecho perder la razón al gnomo o ya estaba chiflado antes pero era imposible mantener una conversación con él sin que perdiese el hilo y empezase a divagar sobre otros temas. Al parecer el comandante le había prometido al gnomo su reingreso en el Kirin Tor.
La elfa nocturna era Selina Whitemoon, se había unido a la misión para ayudar a su hermana la cual había sido condenada a muerte por el asesinato de una centinela. Ella aseguraba que su hermana era inocente y le habían tendido una trampa, era realmente extraño ver a una sacerdotisa de Elune ponerse furiosa pero aquella elfa lo hacía cada vez que recordaba el aquello. El comandante le había prometido salvar la vida de su hermana si ponía sus habilidades curativas al servicio de los demás miembros de la misión y claramente Selina no podía negarse.
El último miembro era Jim Blaztkovich, un caballero de la muerte que extrañamente se había presentado voluntario sin pedir nada a cambio. A todos los demás les parecía realmente extraña aquella actitud pero ninguno sospechaba que Jim recordaba perfectamente todos sus crímenes bajo las órdenes del rey Exánime. Todo lo que hizo en aquella época torturaba su alma de una forma horrible, para Jim la única manera de huir de la culpa y la vergüenza era ayudar en las misiones más peligrosas. Sabía que de esa manera encontraría el perdón por sus actos o la muerte liberadora.
De repente Aomme levantó una mano poniendo a todo el grupo en alerta, algo se acercaba hacía ellos como si los hubiesen detectado.
-Kraus.- Dijo Julius al tiempo que se giraba hacia el guerrero que ya olfateaba.
-Nunca he olido algo parecido.- Dijo el huargen.
El paladín preparo a todos para el combate al tiempo que se preguntaba quienes podían haberlos descubierto. A los pocos segundos varias bestias se lanzaron de diferentes direcciones a por ellos. Aquellos depredares eran una especie de animales bípedos con largas garras que parecían recordar levemente a los huargen.
Aomme fue la primera en reaccionar abatiendo a uno de los enemigos con una flecha en su cuello, casi en seguida Paul se lanzó al combate contra otro enemigo atacando y defendiéndose mientras danzaba alrededor de la bestia que finalmente caía muerta por las diferentes puñaladas. Julius se lanzó al ataque enfrentándose a tres enemigos al mismo tiempo mientras Kraus se transformó con un grito de dolo y se situó en dirección contraria aguantando a otros tantos. Jim cargo contra otra bestia usando sus dos espadas y tras un breve intercambio de golpes alcanzó por fin la garganta de su rival dejando una herida congelada pero mortal.
-Maldita sea. ¿Qué son estas criaturas?- Dijo Julius al tiempo que lanzaba un exorcismo a uno de ellos derribándolo.
-Creo que la fauna local.- Bromeó Kraus mientras atravesaba con su espada a otra bestia. Pero en aquel momento otro de sus adversarios aprovecho para cargar mientras estaba indefenso, por suerte una bola de fuego alcanzó de lleno al enemigo antes de que pudiera alcanzarle, Kraus se giró para ver al pequeño gnomo haciéndole un gesto de aprobación.
Selina lanzó un hechizo que derribó a otro enemigo al tiempo que Aomme lo remataba de una flecha, por su parte Julius ayudado por Jim y Kraus por Paul acabaron con los enemigos restantes.
Tras el combate abandonaron la zona rápidamente y cuando se sintieron lo suficientemente lejos decidieron tomar un descanso.
-Desde luego este lugar no es el ideal para unas vacaciones.- Dijo Paul.
-En eso estoy de acuerdo. Selina ¿Alguien herido?- Dijo Julius.
-No señor, todos estamos bien.- Respondió la elfa.
-Menudo lugar este…- Protestó Aomme.
-Draenor.- Todos se giraron a mirar al caballero de la muerte que tenía la mirada pérdida en dirección al lugar donde habían luchado hacia unos instantes.- Los soldados llamaban a este lugar Draenor, por lo visto algunos nativos lo nombraron en los inicios de la batalla del portal.-
-Quizá podría hacer un portal hacia algún sitio, probamos suerte y seguro que estaríamos en algún lugar mejor que esta cochina selva.- Gruño el gnomo.
-Nada de locuras Mon.- Le reprendió Aomme.
Julius observó el cielo al tiempo que pensaba en el nombre que tenía aquella extraña tierra, Kraus por su parte se levantó de golpe mientras miraba al grupo.
-Huelo draeneis cerca.- Dijo.
-Está bien se acabó el descanso, vamos a junto esos draeneis, estoy seguro que nos ayudaran y podrán guiarnos hacia algún lugar.- Dijo Julius.

Todo el grupo se puso en pie pesadamente y se pusieron en marcha guiados por el huargen, Julius fue el último en ponerse en marcha mientras en su mente se preguntaba por la suerte de los demás miembros de la orden. Aún desconocía que sus preocupaciones estaban por empezar.

Escrito por Julius Heide

domingo, 6 de septiembre de 2015

Akuo Blackwood 2.0 - La terminación

Tras atravesar múltiples puertas y caminos, consiguieron regresar a las cámaras de los relámpagos de Ulduar. Las atravesaron y se aproximaron con paciencia hasta la siguiente puerta, pero antes de entrar recuperaron un poco el aliento. Al abrirla se encontraron frente al gran dragón guardián de la puerta, en un gran prado situado en un valle completamente rodeado de montañas y cubierto de ruinas, dormido... frente a la puerta que les faltaba por atravesar… Él bloqueaba el paso a la zona segura y base dónde el grupo se asentaba…

-Sólo queda atravesar esa puerta y esto habrá acabado… -. Dijo Akuo firme. Ya habían pasado por esa situación varias veces.

-No importa cuántas veces tengamos que pasar por delante de él… Si está despierto, es luchar una y otra vez contra un oponente formidable-. Admitió el caballero de la muerte mirando al dragón durmiente.

-La verdad es que impone mucho… Además de ser muy suave -. Sonrió sonrojada la humana al percibir el potencial mágico procedente el dragón.

En ese momento el dragón abrió un ojo y observó al grupo, relamiéndose a medida que se alzaba y se disponía a atacarles. Colocó una pata sobre la puerta y los miró desafiante.




-Un dragón de tormenta… ¿Eso es lo que puedes conseguir mezclando artes arcanas con las fuerzas de la naturaleza del agua y el viento, eh? Clasificación: desconocida… Situación: únicamente dentro de la torre y guardián de la puerta al único lugar seguro en la misma-. Dijo el guerrero observando a la bestia que se alzaba ante ellos.

-Que mala suerte que se haya despertado -. Gruñó entre dientes el caballero de la muerte.

-Bueno, no queda otra que luchar -. Dijo Sharr juntando sus manos fijando en su punto de mira al dragón.

-Sí, no queda más remedio -. Asintió el guerrero mientras desenvainaba su espada y empuñaba su escudo.

-¿Ya sabéis lo que tenemos que hacer en estos casos no?-. Dijo Ephdel frío y sereno.

Tanto Akuo como la deshacedora de hechizos asintieron a la vez y comenzaron el ataque.

El guerrero corrió hacia el dragón y se paro ante él a unos pocos metros.  En ese momento la enorme bestia abrió sus monstruosas fauces que comenzaron a alumbrar con un tono azulado y a retumbar con un sonido que podría emular a una tormenta eléctrica de gran magnitud.

-¡Aguanta Akuo!-. Dijo el caballero de la muerte mientras se concentraba acumulando escarcha en el filo de su hojarruna, haciéndola cada vez mas y mas grande.

-¡Sharr! -. Gritó el hombre del escudo mientras se disponía a recibir el ataque del dragón.

-¡Sí!-. Gritó también la humana mientras terminaba el hechizo y lo dirigía hacia su enemigo.

En ese momento, un ataque brillante salía de la boca del dragón disponiéndose a acabar con la vida de Akuo. Al instante Sharr dirigió el hechizo hacia la enorme bestia y el ataque del dragón se deshizo en la nada antes de alcanzar siquiera el escudo del contendiente.

-Bien, ¡Me toca! -. Gritó el guerrero concentrándose, mientras, poco a poco, su escudo se iba cargando de escarcha por el encantamiento que este poseía. Una vez terminó, lanzó el escudo con todas sus fuerzas hacia la cabeza del dragón, golpeándole con fuerza y desviándosela hacia Ephdel.

Para entonces el caballero de la muerte ya había acumulado una gran cantidad de escarcha en su filo, llegando a hacerlo más grande de lo normal. Se podría decir que incluso tenía el tamaño de la cabeza del dragón. Haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban, descargó un brutal ataque a la testa del dragón que lo obligó a parar su propia cabeza con el suelo en un fuerte golpe.

-¡Vamos, deprisa! Antes de que se levante de nuevo -. Gritó el guerrero mientras emprendía la carrera hacia la puerta que los llevaría al lugar seguro.

Todos estaban en plena carrera cuando el dragón comenzó a alzarse de nuevo y se dispuso a lanzar otro ataque como el que anteriormente disipó Sharr.

-Maldita sea… ¡Deprisa! -. Continuaba gritando Akuo mientras corría sin parar a la salida.

En el momento que alcanzaron la puerta, el guerrero tiró con todas sus fuerzas y consiguió abrirla levemente para que todos pasasen. Justo en ese instante, el aliento del dragón terminó de cargarse y lanzó el ataque. A lo que el grupo respondió cerrando la puerta en ese mismo instante y empujando con todas sus fuerzas para que ésta no dejase pasar ni un ápice del poderoso ataque de tal monstruosidad. Una vez hecho, todos los miembros del grupo se sentaron aliviados en el suelo. Al haber pasado el peligro habían conseguido llegar a la zona segura dentro de la torre.


-Definitivamente es un monstruo invencible… No creo que pudiésemos derrotarlo ni aunque nos coordinásemos por completo -. Dijo el guerrero exhausto.

-Así es. Tenemos que seguir luchando así siempre que se despierte… De todos modos, gracias a eso, no tenemos que preocuparnos de que algunas de las ilusiones más peligrosas de la torre entren aquí. Por eso es la única zona segura en este sitio-. Dijo Sharr, tras dejarse caer sentada en el suelo, exhausta por el esfuerzo realizado durante toda la expedición.

-Ya tendréis tiempo para descansar cuando lleguemos a la base, vamos… continuemos -. Dijo el caballero de la muerte haciendo que se levantasen ambos.

Una vez en pie, miraron hacia el oscuro pasillo que tenían que seguir hacia la zona segura que se encontraba más adelante. Sharr y Akuo se asintieron mutuamente y comenzaron a avanzar por ese sinuoso camino hasta su terminación.



Caminaron durante horas hasta encontrarse con la puerta al final del recorrido. Una vez la atravesaran, llegarían a la única zona segura en el interior de la torre de cristal. Allí podrían recuperarse y continuar con sus labores de mantenimiento y control de la misma, ya que en ese sitio se encontraba el mismísimo corazón del edificio mágico.



La gran biblioteca de la torre de cristal. En ella estaban reunidos libros de todo tipo sobre la magia arcana utilizada en aquel lugar, de funcionamiento de la torre, así como mantenimiento de la misma. También se encontraban allí datos sobre los guardianes de cada puerta así como el portal que resguardaban y a donde llevaba el mismo.

-No importa cuántas veces vengamos... No importa cuánto la exploremos… Esta torre tiene maravillas, como esta sala, a las que jamás podremos acostumbrarnos-. Sonrió el guerrero a medida que se adentraba en la habitación y observaba a la enorme esfera que se encontraba en el centro de la biblioteca.

-Oh, ¡bienvenidos maestros! -. Gritaron los aprendices que se encontraban a la espera del retorno del grupo.

-Hemos vuelto -. Dijo sonriente Sharr a los entusiasmados aprendices mientras que Ephdel apartaba la cara de ellos.

-Pero parecéis bastante agotados, ¿Que ha pasado? -. Replicaron los observadores alumnos.

-Nada grave, nuestro objetivo ha sido cumplido. Hoy tenéis que estudiar el funcionamiento de la esfera, adelante. ¿A qué esperáis? Mañana os haremos un examen así que estad preparados

-¡Sí!-. Afirmaron todos los alumnos al unísono tras las palabras de Akuo.


Cuando los alumnos se fueron a estudiar el temario encargado por su profesor, éste aprovechó para hablar con el caballero de la muerte y la deshacedora de hechizos un rato, antes de despedirse y retirarse a su habitación hasta el día siguiente, donde ya había puesto trabajo a cumplir.

Escrito por: Akuo