jueves, 28 de agosto de 2014

Daños irreparables


Zephiel abrió los ojos lentamente, sintió como un agudo pitido resonaba en sus oídos mientras que una sensación de pesadez parecía aplastar tanto su cuerpo como su mente. Permaneció tumbado en el abrupto suelo sin moverse, sin pestañear siquiera, dedicando tan solo unos pocos segundos a intentar recordar lo que había ocurrido. Levantó la cabeza incorporándose cuidadosamente, miró sus manos ensangrentadas por numerosos cortes y heridas, y se percató de que estaba lleno de tierra y polvo de pies a cabeza.

Se detuvo intentando analizar sus recuerdos, hasta que entonces lo vio claro. Una sensación de terror y dolor le invadió el pecho. A su alrededor tan solo quedaban escombros de lo que había sido un gran castillo. No podía creerlo, no podía asimilarlo, tan solo algunos restos de las robustas paredes de ese lugar, junto con un par de columnas que se erguían orgullosas entre la devastación, era lo único que había logrado mantenerse en pie. Todo se había venido abajo.

El joven guerrero se puso en pie lentamente, sentía como la angustia y la incertidumbre se apoderaba de sus movimientos, evitando que sus músculos y su cabeza obedecieran sus ordenes. Pocas veces antes en su vida se había dejado llevar por tales sentimientos, pero esto era distinto, el paisaje era grotesco, desolador, y lo que es peor... todos sus compañeros y amigos estaban en ese castillo, en esa gran torre que se había derrumbado con ellos dentro.

Caminó tambaleándose, escrutando en cada recoveco, detrás de cada roca intentando encontrar a alguien. Así fue, tan solo unos pasos de distancia del lugar donde había ido a parar se encontraba un cuerpo sepultado por una gran roca. Tan solo la cabeza del humano sobresalía, mientras parecía tener la mirada fija en el cielo. Zephiel sintió incluso lastima al ver el cuerpo sin vida de aquel hombre, Vicent Leproux, que merecida o no, había tenido una muerte horrenda.

Dejó de lado el cadáver del brujo para continuar con su búsqueda. A escasos metros vio lo que parecía ser un cuerpo. Corrió torpemente hasta él sin evitar trastabillar en varias ocasiones.

Chantalle... susurró mientras se arrodillaba junto al cuerpo de la joven de cabellos rojizos. Zephiel acarició el rostro de su amada mientras las lágrimas brotaban de sus verdosos ojos. Chantalle reaccionó a las caricias del joven mientras abría los ojos lentamente. La joven sonrió a la vez que se quejaba del dolor que sentía en todo el cuerpo.

-Chantalle... todo ha terminado... -susurró Zephiel mientras la besaba en la frente.
-¿Está muerto?-preguntó cruzando una mirada tristeza con el guerrero.

Zephiel asintió y pudo ver como la joven relajó sus finas y ahora magulladas facciones.

-Quédate aquí, buscaré ayuda.

Siguió buscando a su alrededor, intentando no pensar en el estado en que se encontraría el resto de sus compañeros. Entonces vio a Alice, que caminaba desorientada entre los escombros.

-¡Alice! -gritó mientras corría hacia ella.
-Zephiel...-dijo llevándose una mano a la cabeza.-¿Dónde están el resto?¿Qué ha ocurrido?
-El castillo se vino abajo.-respondió mientras observaba las numerosas heridas superficiales que poseía la bruja por sus brazos y rostro.- Necesito que cuides de Chantalle mientras intento encontrar a los demás.
-Por supuesto.
Alice asintió mientras se encaminaba hacia el lugar que el joven le había indicado.

A lo lejos vio como un grupo de personas corría hasta él. Intentó adivinar de quien se trataba pero la polvareda que había en la zona le impidió hacerlo hasta que ya estaban cerca de él. Khaden, Beatrice Golden y Sharr se detuvieron al llegar.
-Zephiel ¿estás bien?-preguntó Khaden
-Sí.-respondió mientras observaba que los tres no tenían siquiera un rasguño ni estaban cubiertos de polvo.
-El castillo...-susurró Khaden incrédulo por el estado en el que había quedado.
-¿Vosotros estáis bien?
-Sí, Khaden logró hacer un portal segundos antes de que se derrumbara. Aparecimos en el bosque.-respondió la joven Sharr.
-Habéis tenido suerte entonces-dijo mirando a Khaden dubitativamente
-Sí, fue increíble.-dijo Beatrice sin creer aún que el mago hubiese sido capaz de crear el portal justo a tiempo.
-Necesito vuestra ayuda chicos, Khaden necesito que mantengas un portal abierto hasta Forjaz. Debéis ir a la Casa Doe, avisar a Cross Nesai de que llevaremos heridos.
-Por supuesto.-respondió el mago rápidamente
-Chantalle y Alice están tras aquella roca de allí, están levemente heridas.
-Nos encargaremos de ellas, y avisaremos a Cross Nesai.-dijo Beatrice.
-Bien, seguiré buscando al resto.

Tras decir esto el grupo cumplió las indicaciones del guerrero, disponiéndose a abrir un portal hacia la sede de la Casa Doe. Tan solo Cross Nesai podría tratar con algo de tal calibre, cuanto antes le pusieran sobre aviso mejor.

Mientras seguía buscando, el joven guerrero notaba como sus fuerzas se agotaban, mientras que su preocupación aumentaba. A lo lejos vislumbro un luminoso reflejo. Se acercó rápidamente para encontrar el cuerpo inconsciente de Garrett. Se arrodillo junto al guardián rápidamente examinándolo. Aún respiraba, poseía varias heridas en el cuerpo, la mayoría de ellas habían quedado en golpes sin importancias neutralizadas por las armaduras. Intentó despertarlo pero no reaccionaba, entretanto limpió con el dorso de su mano una herida que tenía el paladín junto a la ceja que había ensangrentado parte de su rostro.

Zephiel gritó buscando auxilio sin alejarse del guardián, hasta que al cabo de unos minutos después apareció Tahlean que cargaba con el cuerpo de Akuo.

-Tahlean.-dijo aliviado mientras el elfo dejaba cuidadosamente el cuerpo de su compañero en el suelo.
-Ha perdido la conciencia, se recuperará.-dijo el elfo seriamente refiriéndose al guerrero.
-El guardián está igual, ¿Sabes algo del resto?
-He visto a algunos en aquella dirección, pensaba ponerlo a salvo a él y después volver.
-Khaden ha creado un portal hacia Forjaz, parte del grupo ya lo ha cruzado, deberíamos llevarlos hasta allí.
-Yo me encargaré-respondió el elfo mientras cogía de nuevo entre sus brazos el cuerpo inerte de Akuo y lo cargaba en uno de sus hombros. Seguidamente se agachó y cogió al guardián para cargarlo sobre el otro hombro.

Zephiel observó como el delgado elfo cargaba con ambos cuerpos, por su constitución parecía que Tahlean fuese a quebrarse en dos de un momento a otro, pero sabía que no era así. Lo había visto muchas veces entrenar en el monasterio y cargar con varios barriles pesados en cada uno de sus brazos. Zephiel siempre se había preguntado para que serviría ese entrenamiento, para qué cargar barriles, por fin acababa de descubrir la respuesta.

Se dirigió rápidamente hasta la ubicación que el elfo le había indicado, encontrando a varios de sus compañeros. Julius y Faby se encontraban alrededor de Isnalar. La elfa tenía un hueso de la pierna sobresaliendo, mientras que el paladín parecía tener el hombro desencajado.

-Zephiel...-dijo Julius.
-¿Cómo os encontráis?
-Isnalar está bastante grave.-respondió Faby mientras vendaba con tela la pierna de la elfa que no paraba de quejarse por el dolor.
-¿Cómo están el resto? ¿Cómo está el guardián?-respondió Julius preocupado.
-Por ahora bien, la mitad del grupo se dirige a Forjaz, debéis ir con ellos.

Zephiel miró a su alrededor y vio como una gran roca parecía haberse partido en dos trozos cayendo a ambos lados del grupo.
-Habéis tenido suerte...-dijo señalando la roca partida en dos.-Podría haberos aplastado.

Julius miró a Faby con el semblante serio.
-Sí...fue una suerte...
-Ocurrió todo muy deprisa.-interrumpió la paladina.
-Bueno, aún así debéis salir de aquí.
-Me quedaré a ayudar.-dijo Julius que se ponía en pie llevándose la mano al hombro con un gesto de dolor.
-Así no puedes quedarte, mírate el hombro.
-Estaré bien, no es nada que no se pueda curar.
-Hablo en serio, volved a Forjaz, Isnalar os necesita, y Garrett también está allí, os necesitará cuando despierte.

Julius asintió en contra de su voluntad, esperando unos minutos a que Zephiel se marchara para hablar con sus compañeras de lo ocurrido.

-Faby... ¿Qué es lo que ha pasado exactamente?-preguntó Julius con la mirada fija en la paladina.
-Ha sido suerte, ya lo habéis oído
-La roca cayó en tu espalda y se rompió en dos, eso no es suerte.-dijo la elfa mientras hacía una mueca de dolor al intentar moverse.
-Todo ha pasado muy deprisa, habrá sido vuestra imaginación, yo no lo recuerdo así.
-Faby, los tres lo hemos visto...-el paladín se detuvo unos segundos al percatarse de una cosa.- Faby...tienes los ojos... de color dorado...
-Ya he dicho que no es nada, deberíamos irnos ya, Isnalar debería ver a un medico, ha perdido mucha sangre, y tú también deberías sanarte ese hombro.


Mientras sorteaba los obstáculos que habían causado aquel desastre, Zephiel recorría el extenso terreno que formaba aquel lugar. Había encontrado algunos cadáveres por el camino, tanto de enemigos como de algunos de los soldados de las casas nobles que habían decidido ayudarlos. Sin duda esta guerra había causado más perdidas de las esperadas.

El guerrero vio algo extraño que sobresalía tras una gran roca. Corrió hasta allí para encontrarse con un gran pedrusco de forma extraña, cubierto completamente de partículas de polvo que se habían posado tras lo ocurrido. Zephiel pasó la mano por el pedrusco y sintió que estaba completamente helado. Limpió rápidamente aquella extraña roca y encontró al pandaren metido dentro de un bloque de hielo. El guerrero cogió una gran piedra del suelo y golpeó decididamente el bloque en numerosas ocasiones con todas las fuerzas que le era posible. Tras varios golpes el hielo se rompió en varios trozos dejando caer al maestro Monlee de su interior.

-Maestro...
-Pensé que nunca saldría de ahí dentro.-dijo cogiendo aire mientras estiraba los brazos entumecidos por la postura en la que había permanecido.-Ha faltado muy poco...
-Maestro, necesitamos encontrar al resto, aun faltan varios.

El guerrero y el pandaren continuaron peinando la zona hasta que encontraron a la sacerdotisa Beatrice. Se hallaba en el suelo arrodillada, mientras lloraba desconsoladamente. El pandaren agarró al guerrero del brazo impidiendo que continuara avanzando.
-Cuidado chico...

Zephiel no sabía a qué se refería el pandaren hasta que vio que Beatrice tenía a Alasios entre sus brazos. Las lágrimas no dejaban de recorrer su blanquecino rostro mientras observaba el cuerpo sin vida de su tío. Beatrice no había podido sanarlo, posiblemente el monje ya estaba muerto cuando tuvo lugar el desprendimiento, o el golpe había sido tan nefasto que desgraciadamente ya no había manera de remediarlo. Zephiel sabía que cabía la posibilidad de que algo así ocurriese, pero no estaba preparado para afrontarlo. Ambos se acercaron lentamente hasta Beatrice mientras se mantenían en silencio. El pandaren rodeo con el peludo brazo a la sacerdotisa intentando consolarla, pero era imposible. Una sensación de tristeza invadió a ambos al ver el cuerpo inerte del monje. Alasios había sido un fiel compañero, un valiente luchador y un hombre de honor. Toda la Orden lo respetaba, y no solo porque fuese el hermano de Lord Cross Nesai o porque fuese noble, lo respetaban porque se había ganado ese respeto a pulso, porque había combatido junto a todos ellos en numerosas ocasiones, y ahora... ya no volvería.

Monlee observó el rostro del joven guerrero.
-Ve a buscar al resto, yo me encargaré de todo.
Zephiel asintió alejándose de aquel lugar, tambaleándose apesadumbrado. La muerte de Alasios no solo será un gran golpe para toda la Orden, sino para aquellos que forman parte de su familia también, Karin, Beatrice, Ireli y sobretodo Cross Nesai. ¿Cómo iban a poder encajar semejante tragedia?


Ireli sintió que la cabeza le iba a explotar cuando abrió los ojos. No veía nada a su alrededor, intentó caminar hasta que su pie le propinó un doloroso pinchazo al apoyarlo en el suelo. No pudo evitar soltar un grito ante aquello, pero aún así continuó caminando resistiéndose a caer derrotada. Agitó su mano intentando apartar aquella nube de tierra que se había formado cubriendo toda la periferia del lugar afectado.

La caminante del tiempo tropezó cayendo de bruces al suelo. Frente a ella encontró una espada, una que conocía lo suficientemente bien, era la de Garrett. Se puso en pie rápidamente mirando a su alrededor mientras gritaba el nombre de su compañero. Bastaron unos segundos hasta que recibió respuesta, los susurros del caminantes fueron lo suficientemente audibles para que Ireli lograra encontrarlo. Ireli levantó varias rocas haciendo acopio de todas sus fuerzas, aguantando el dolor que sacudía su delgado cuerpo. La caminante observó a Garrett, sus labios temblaron ante la situación mientras observaba como un afilado hierro le atravesaba el abdomen.

-Ireli...- dijo Garrett sin fuerzas, mientras tosía y se retorcía de dolor ante el mas mínimo movimiento.
-Garrett... no...

La caminante no pudo evitar derramar numerosas lágrimas, Garrett había sido como un padre para ella, y ahora estaba debatiéndose entre la vida y la muerte.

-Ireli... lo siento... debí...- las palabras del caminante se esfumaban con presteza.
-No digas nada, saldremos de esta, te lo prometo.- susurró mientras le acariciaba el rostro con suavidad a la vez que pedía ayuda.

Beatrice oyó desde lejos los gritos de su hija evitando que cruzara el portal hacia Forjaz. La sacerdotisa acudió rápidamente y encontró el cuerpo de Garrett tumbado y a su hija junto a él. La situación estremeció a la sacerdotisa, otra vez no, pensó. Los ojos de la caminante del tiempo se iluminaron cargados de esperanza al ver a su madre junto a ella.

-Madre, debes salvarlo... por favor...-suplicó Ireli.
-No sé si...-Beatrice observo la grave situación en la que se encontraba, se arrodillo junto al cuerpo ya sin sentido del humano y posó sus manos rápidamente sobre él.-Necesito que saques el hierro.

Ireli asintió y agarró el afilado hierro. Ambas se miraron y fue entonces cuando la caminantes extrajo el gran trozo de metal que lo atravesaba. Garrett recobro el sentido retorciéndose y gritando por el insoportable dolor que recorría su cuerpo. Beatrice puso sus manos sobre el ensangrentado abdomen del humano. Sus manos temblaban, temía no poder salvarlo, observó como la herida no menguaba y cada vez manaba más sangre de ella.

-Madre...-dijo Ireli con los ojos empapados en lagrimas.-Madre por favor...
-No puedo hacerlo...-dijo mientras sus manos temblaban y no respondían a sus peticiones.

La joven paladina juntó sus manos con las de su madre, mientras suplicaba con la mirada que lo salvase.

-Te ayudaré madre.

Ambas pusieron sus manos concentrándose, rezando a la luz para que lo sanase. Al cabo de unos pocos segundos pudieron observar como una gran masa de luz cubría al humano, sellando poco a poco cada herida, cada rasguño, incluso aquella que había estado a punto de matarlo. Ireli no pudo reprimir una sonrisa al ver que su madre lo estaba consiguiendo, que su madre había salvado a aquel hombre al que tanto quería. Madre e hija se abrazaron mientras intentaban apaciguar los nervios y la ansiedad que las desbordaban.


Zephiel caminó durante un tiempo buscando en cada rincón de aquel lugar al resto de los que aún no había logrado encontrar. La muerte de Alasios le había dejado impactado, supuso que le hubiese ocurrido lo mismo con cualquiera de sus compañeros, pero aún así, la vida ya había tratado suficientemente mal al monje, no merecía un final así, ninguno lo merecía. Cuando estaba a punto de tirar la toalla encontró a los últimos de sus compañeros.

Se acercó rápidamente hasta el mago. Caleb estaba sentado en el suelo, inmóvil, mirando paralizado el cuerpo de Lionell. El brujo parecía estar descansando plácidamente en aquel rocoso suelo, pero no era así, su pecho ya no se hinchaba al respirar, su corazón había dejado de latir hacía minutos. Zephiel sintió nuevamente el peso de la situación como si pretendiera aplastarlo, obligándole a caer de rodillas junto a Caleb. El mago ni siquiera desvió la mirada, ni tampoco se molestó en ocultar sus lágrimas, Zephiel en cambio no sabía como reaccionar, había odiado a Lionell desde hacía mucho tiempo, tanto que el odio y el rencor había tenido tiempo para solidificarse dentro de su ser. Pero ahora..., ahora todo era muy distinto. Las ultimas semanas habían limado algunas de las asperezas que había entre ambos, y aunque el rencor perseveraba, no podía evitar sentir lástima tanto por el joven como por Caleb.

Miró a Caleb que permanecía con la mirada fija en el brujo. Aunque el mago había visto demasiado en su corta vida, seguía siendo demasiado joven para haber soportado pérdidas como estas.

-Caleb, sé que es duro...-esperó unos segundos.- Sé que nada de lo que te diga calmará el dolor que sientes ahora mismo pero...tienes que expulsarlo, echar todo ese dolor de tu interior y no dejar que te consuma. Lionell... lo hubiese querido así...

Caleb siguió en la misma posición mientras se limpiaba las lágrimas con la manga de la toga.
-¿Cómo...cómo voy a... hacer eso?-tartamudeó Caleb mientras sus ojos color celeste cubiertos de lagrimas se cruzaban con los del guerrero.- Lionell era como un hermano para mi, él... se arriesgó por salvarme...ni siquiera pude agradecérselo.
-Caleb, nosotros te ayudaremos, sabes que puedes contar con nosotros.-respondió mientras agarraba fuertemente la mano del joven mago.-Después de todo, nosotros somos tu familia.
Caleb rompió a llorar enérgicamente mientras se apoyaba en Zephiel. El guerrero sabía que necesitaría mucho tiempo hasta que volviera a ser feliz, hasta que el dolor de su corazón llegara a cicatrizar, pero no solo él. Todos y cada uno de los miembros que componía la Orden tendrían que aprender a convivir y superar ese dolor, como tantas otra veces habían hecho antes, y como tantas otras les tocaría hacer.

Nuestro nombre no aparecerá entre los héroes de Azeroth, pensó Zephiel tras todo lo que había sucedido, pero los héroes de verdad no necesitan ese reconocimiento, nos basta con saber que cada día acabamos con el mal de este mundo, sacrificándonos en silencio ajenos al resto de personas, para derrotar a aquellos que quieren sumergir el mundo en caos y oscuridad. No importaba si son brujos, orcos, demonios o incluso dragones, la Orden se enfrentará a aquello que nos amenazan, y no importaba si alguno de nosotros cae en el camino, puesto que otros ocuparán ese lugar, y la Orden renacerá eternamente.


miércoles, 27 de agosto de 2014

Aomme Higurashi - Descubrimiento (parte 5)


Los días pasaron y no llegó ninguna respuesta de su hermana o de Julius, tampoco tenía mucho tiempo para pensar en esas. Lo más importante en esos momentos era dar por fin con el paradero del enemigo. Cada día Aomme se internaba en territorio sin controlar por la cruzada y aunque sabía que desobedecía órdenes la motivaba terminar de una vez con aquel asunto y sobre todo atravesar el cráneo del maldito renegado que había iniciado aquella lucha. Su único acompañante era Willow, su fiel lobo plateado dispuesto a luchar por su dueña con toda su ferocidad, pero la cazadora no podía evitar pensar que aquella era una misión suicida.

Lejos de aquel lugar en la guarnición alidada los soldados empezaban a desconfiar de su comandante, si ya tenía fama de ser un simple noble que quería jugar a la guerra ahora había muchas voces criticas llamándole cobarde ante su negativa a actuar directamente. En el fondo Aomme comprendía al comandante, era de esa clase de personas que buscaban siempre que nadie muriese, en cierto modo le recordaba a Julius, solo que el paladín jamás habría evitado un combate.

La cazadora se detuvo en seco y comprobó la trampa camuflada, un cepo con las puntas oxidadas que podría destrozar la pierna de algún despistado, aquellas trampas eran obra de un novato pero no por ello menos mortales.
“Me estoy acercando.”
Cogiendo una roca la lanzo contra la trampa que se cerró con un sonido metálico, era la segunda que encontraba en los últimos días y eso la llenaba de esperanza aunque tenía cierto temor, la espía de su hermana había desparecido quizá llamada por un asunto más importante y su ave sin un mensaje de vuelta…
“Mi hermana debe estar muy ocupada en alguna misión no debo preocuparme.” Trató de convencerse a si misma.

Un pequeño ruido la puso en alerta, moviéndose rápidamente en silencio se escondió tras la maleza mientras observaba como un grupo de tres renegados se acercaba a la zona donde estaba la trampa, charlaban en un idioma que ella desconocía por completo y a menudo se reían y se daban palmaditas en los hombros. Iban armados con espadas y escudos de madera, Aomme sabía que aquella era una patrulla de guardia, desde luego se encontraba cerca del campamento enemigo. Los tres renegados se acercaban a la trampa sin ser conscientes de la presencia de la cazadora, ella casi tenía ganas de reírse al ver lo confiados que estaban, se creían fuera de peligro incluso seguramente pensaban que la victoria de los renegados en aquella zona era segura.
“Acercaros más a la trampa y os mostraré lo equivocados que estáis.”

Los guardias se situaron a un escaso metro de la trampa mientras hacían bromas sin parar, por fin uno de ellos aparto la mirada y examinó la trampa, su expresión cambio radicalmente e intentó avisar a sus compañeros pero antes de poder abrir la boca observó como Aomme le apuntaba con su arco.
-Esto no los esperabais.- Dijo la cazadora.
Los otros dos renegados se giraron sorprendidos e intentaron desenfundar sus espadas pero no eran rivales para la velocidad de Aomme que los derribó sin contemplaciones, el primer no muerto que la había visto se llevo la mano a la empuñadura y durante unos segundos ambos contendientes se observaron.
-Yo no haría eso.- Avisó Aomme.
Pero el renegado finalmente sacó su arma e intentó cargar contra la cazadora que no se movió ni un solo centímetro, Willow saltó sorpresivamente sobre el enemigo y le destrozó la garganta con sus poderosas mandíbulas.
-Te lo advertí.-
No se preocupo de ocular los cadáveres y siguió avanzando con precaución hasta que por fin dio con el campamento enemigo. 

Protegido por varias patrullas y unas empalizadas y dando la espalda a una cueva, aquello era demasiado extraño, no era una zona muy defendible. ¿Acaso contaban con que nunca los encontrarían? Mientras observaba aquel lugar fue consciente que usaban una pequeña torre como centro de mando pero el lugar mejor protegido era la cueva.
“Hay algo en esa cueva que no quieren que descubramos.”
Se giró hacia Willow y lo acarició en la nuca suavemente, el animal movió su cola contento mientras respiraba con su lengua fuera.
-Quédate aquí, si hay peligro corre por ayuda.- Le dijo al lobo.
Aunque Aomme prefería el combate sabía bien como pasar desapercibida, no le costo mucho trabajo infiltrarse en el campamento, aquellos renegados tenían perros entrenados pero sabía que mientras no se acercase mucho no tendría problemas. Además aquellos canes acostumbrados a tener que aguantar olores fuertes no podían compararse con los grandes mastines o incluso el olfato de un huargen.

Se ocultó detrás de una cajas donde un renegado parecía distraerse jugando con la cerradura rota de una de las cajas, en cierto modo le llamaba la atención ver a aquellos enemigos tan relajados y eso alimentaba su curiosidad por saber que secretos guardaban.
Ya casi había llegado a la cueva cuando tubo que detenerse al ver que las medidas de seguridad en aquel sitio si eran eficientes, en la entrada había dos guardias cada uno con un perro y un tercero renegado que patrullaba la entrada armado con una alabarda.
“¿Qué tendrán ahí dentro para defenderlo así?”

Mirando a su alrededor busca alguna manera de crear una distracción, si iniciaba un combate en aquel lugar no saldría bien parada y en el lugar que se encontraba dudaba poder escapar.  La fortuna quiso que un tremendo ruido llamase la atención de todos, un par de enemigos que llevaban parecían discutir iniciaron una pelea a puñetazos, ya tenía la distracción que deseaba.

Una vez dentro de la cueva Aomme noto que se le encogía el corazón, no tenía ni idea de cómo lo habían conseguido pero tenían almacenados barriles con la plaga listos para ser usados.
“Si llegan a usar este arsenal estamos perdidos.”
-Vaya vaya. Tenemos una pequeña rata aquí.- Dijo una voz a su espalda.
La cazadora se giró con rapidez apuntando con su arco, en la entrada de la cueva podía ver varios guardias y sin duda al renegado que estaba buscando. Llevaba una armadura llena de pinchos y una espada de forma grotesca.
-Señor Dork. ¿Cuáles son sus ordenes?- Preguntó uno de los guardias.
-Matarla, ya no nos dará más problemas.- Respondió el líder renegado.
Aomme evaluó la situación, no había escapatoria y luchar era un suicidio mirando a su alrededor encontró un solución temporal y ante la falta de una idea más brillante decidió llevarla a cabo.
-No dejaré que uses esta porquería.- Dijo convencida,
Apuntó al techo y lanzó su flecha explosiva, tal y como había calculado se produjo un derrumbe y la entrada quedo sellada.

Dork no salía de su asombro, estaba furioso y eso hacia temer represalias a sus soldados, girándose rápidamente con su espada decapitó al guardia que estaba más cerca de él y miró al capitán.
-Daros prisa en retirar esos escombros si no queréis perder la cabeza.- Exigió.
Los renegados asintieron con miedo al tiempo que se ponían a retirar piedras, aunque el derrumbe era importante y les llevaría tiempo.

Aomme se sintió completamente desolada pero una pequeña luz le llamo la atención, mirando al techo pudo ver un pequeño agujero, pero como mucho podría introducir su mano.
“Al menos no moriré por falta de oxigeno.”
Algo entró por aquel agujero y la cazadora reconoció en seguida a su fiel ave, escribió una pequeña nota para alguien que sabía que correría en su ayuda, al final tenía que reconocer que su vida dependía de otras personas. Mientras ponía el mensaje en la pata de su ave sintió que la soledad se volvía demasiado dolorosa y que en aquel instante desea tener a alguien a su lado.
-Corre pequeño, busca al dueño del colgante, busca a Julius.- Susurró al ave que salió volando obediente.
Aomme se quedó en la oscuridad sin saber bien que hacer esperando que tanto Willow como su ave encontraran ayuda, tenia que pensar también algo por si no llegaba ayuda pero se sentía atrapada como una simple presa.
-Necesito ayuda, no puedo hacer esto sola.-

Aomme Higurashi - Soledad (parte 4)


Los días después del duelo con el renegado pasaron con rapidez, el ánimo de la tropa estaba por los suelos pero poco a poco iba creciendo gracias a los oficiales que resaltaban a los soldados la importancia de detener a los renegados y recuperar aquellas tierras. Aomme por su parte sólo quería seguir con su misión, tres renegados habían caído ya en sus emboscadas de los últimos días pero ninguno de ellos llevaban alguna pista para saber donde se escondía el enemigo, además usar su ave tampoco era una opción pues seguro la derribarían.

Por otra parte se alegraba de que el comandante por fin entendiese que ella trabajaba sola y no necesitaba ningún soldado a su cargo. Era lo mejor pero aún convencida de ello no podía evitar tener en su mente a su hermana y a Julius. 

Mientras observaba las brillantes lunas y descansaba de un agotador día de rastreo, sus pensamientos volvían al pasado, al momento en que había conocido al paladín Julius Heide.
Por aquel entonces Aomme había sido contratada para buscar y eliminar a un grupo de Delfias que, aunque pequeño, debían ser detenidos a toda cosa para evitar cualquier atentado o incluso un resurgimiento de la hermandad. Pero la cazadora no había esperado aquel grupo de bandidos contasen con un poderoso mago entre ellos, tenía que reconocerlo, los había subestimado.

Les había tendido una emboscada, para sorpresa de sus enemigos una trampa explosiva había lanzado por los aires al bandido que encabezaba la marcha, rápidamente empezó a lanzar flechas al tiempo que cambiaba de posición con velocidad, aquellos bandidos caían uno a uno aterrorizados y confusos pensando que eran atacados por un grupo entero, todos menos uno, un humano con una túnica y encapuchado que permanecía totalmente inmóvil. En un principio Aomme pensó que aquel hombre tenía miedo y eso le paralizaba pero cuando hubo terminado con el resto de enemigos y se mostró fue consciente de su error. Aquel extraño mostró su verdadera naturaleza conjurando una lanza de hielo que lanzó por sorpresa, cuando quiso reaccionar aquella lanza la había herido gravemente en un costado dejándola en el suelo. Por suerte su lobo apareció en escena atacando al mago y eso le dio el tiempo necesario para lanzar una flecha explosiva que impacto en el hombro de su enemigo, la explosión le amputó el brazo al tiempo que le hacía caer hacia atrás con violencia. Con gran esfuerzo se había levantando y antes de rematarlo aquel mago le había dicho que su líder la aplastaría.

Sufriendo había conseguido llegar a Ventormenta donde sus heridas se recuperaban rápidamente gracias a los sacerdotes de la catedral de la luz. Y fue entonces, mientras descansaba en una cama con su fiel lobo al lado cuando lo vio por primera vez. El paladín había entrado en la sala con paso firme, en su misma forma de andar se podía notar su formación militar, su armadura y espada, a pesar de estar perfectamente limpias y cuidadas, mostrabas su uso en muchas batallas. Era de mediana estatura, delgado y fuerte, su pelo suelto y oscuro caía a los lados de su rostro el cual mostraba confianza y seguridad. Pero había algo que le llamo poderosamente la atención a la cazadora, los ojos del paladín mostraban una gran tristeza.
Aomme quiso conocer el por que de aquella tristeza, quería saber quien era aquel hombre, en el fondo aquel paladín le gustó desde el mismo momento que lo vio. La fortuna quiso que aquel paladín la buscase a ella, su hermana lo había enviado para saber como se encontraba, era Julius Heide.

Julius era encantador y ella se divertía al ver como se avergonzaba cuando se insinuaba, el joven paladín se ofrecía a ayudarla en todo e incluso le confiaba los motivos que le habían llevado a Ventormenta dejando de lado un viaje con su grupo. Aomme sintió celos cuando supo que aquel hombre estaba enamorado de su hermana y se sorprendió al saber que Faby lo despreciaba y no confiaba en él. Aquello la irritó. ¿Cómo podía su hermana rechazar a aquel hombre tan maravilloso?

Durante la noche mientras dormían ella lo observaba, se sentía feliz de tenerlo a su lado pero no quería que la siguiese a una misión, si aquel paladín moría a su lado no se lo perdonaría jamás. Al día siguiente partió mintiéndole a Julius dispuesta a seguir con su misión.

Nuevamente preparó una emboscada a sus enemigos pero eran demasiados, en el intercambio de proyectiles una saeta la alcanzó en el brazo, no fue consciente de que aquella herida estaba envenenada hasta que regreso con el paladín una vez finalizada la batalla. Aquella herida podía matarla así que mando a su lobo a buscar raudo la planta para el antídoto.
Aunque no lo reconoció en ningún momento ante Julius sabía que lo más seguro es que muriese por ese veneno. Poco a poco sintió como sus ojos se cerraban aunque era feliz, el paladín la abrazaba y se preocupaba por ella, le importaba. Ya no podía moverse y casi ni hablar pero aún así era consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. Por fin su lobo apareció con la planta que necesitaban, con sus últimas fuerzas indicó al paladín que debía molerla pero no tubo tiempo de decirle la cantidad necesaria y que otra cantidad diferente la mataría. Sumida casi en la inconsciencia notó los labios del hombre contra los suyos poniendo la planta molida y masticada en su boca, en un acto reflejo ella trago y en ese momento como si de un milagro se tratase empezó a recuperarse, aunque jamás se lo reconocería Julius la había salvado.

Desde aquel momento fue consciente de que amaba al paladín pero sabía que ella estaba destinada a estar sola, también deseo que su hermana viera en aquel hombre lo mismo que ella y que ojala aquellos ojos dejaran de estar tristes. También supo que el sentía algo por ella pero no podía hacerse ilusiones, ella luchaba sola y siempre sería así.
Aomme suspiró recordando la siguiente noche después de casi perder la vida, cada caricia del paladín, cada beso mientras desnudos se abrazaban. Aquella noche habían sido dos amantes ajenos al horrible mundo y al hecho de que pronto debían separarse. Se sintió tentada de cambiar todo para que aquel momento no fuera sólo un día si no una vida pero sabía que era imposible y lo peor es que el quería seguirla en su misión. No le quedo más remedio que actuar, así que mientras ambos se vestían uso un dardo con un somnífero, durante unos segundos observó al paladín dormido en el suelo y antes de irse lo besó como despedida.

Al día siguiente Aomme se disponía a enfrentarse al jefe de aquella banda de delfias, más tarde sabría que su combate transcurrió al mismo tiempo que Julius se enfrentaba a su juicio. La cazadora había preparado una explosión que derrumbo parte de la cueva que usaban como escondite los bandidos, todos habían muerto excepto el jefe, un enorme humano armado con una maza capaz de destrozar de un golpe a cualquiera. Sus flechas no parecían hacer efecto en aquella montaña de músculos y durante unos instantes se sintió convencida de que aquel gigante cumpliría la amenaza que aquel mago había lanzado sobre ella días atrás. Pero Aomme aunque aun no fuera consciente de ello tenía algo por lo que luchar y acabó por acertar dos flechas en el cuello del enemigo que finalmente se derrumbó muerto.

La chica se desperezó apartando los recuerdos de su mente y observando la nota escrita en su mano. ¿Acaso era tan malo que su hermana la visitase? En aquella nota había un mensaje para Faby pidiéndole ayuda el cual llegaría a Julius si aún conservaba el colgante que le había regalado.
“Sólo una vez, sólo por una vez no quiero estar sola.”
El dolor de la soledad había hecho muy fuerte a Aomme pero era un dolor imposible de borrar para ella y buscando un pequeño alivio puso el mensaje en la pata de su ave y la dejó volar hacía su destino.
“Ojala hubiera otra forma de ser fuerte.”


viernes, 22 de agosto de 2014

Azrhael Darkhollow - Rumbo fijo


El velamen rojo carmesí ondeaba sin descanso impulsado por el fuerte vendaval, mientras la Rosa de los mares, que así era el nombre que recibía el barco, rasgaba sin piedad las aguas del Mare magnum que cruzarán en su camino. Azrhael oteó el horizonte desde la proa para descubrir tan solo la extensión de agua que cubría todo lo que abarcaba la vista, fundiéndose con el nuboso cielo amenazante de tonalidades grisáceas.

Azrhael decidió enfrascarse en sus pensamientos y recuerdos ignorando totalmente la barahúnda que tenía lugar a su alrededor. El brujo de piel morena y cabellos azabache decidió ahondar dentro de su ser con el fin de confirmar aquello que le había llevado hasta allí, aquello que le había hecho recorrer todo Azertoh durante años. El fin justifica los medios, pensó. Los recuerdos eran demasiado poderosos, tanto como para que la duda y el temor se apoderaran de su cuerpo. Prefirió no seguir avanzando dentro de su mente, quizás no estaba preparado aún, o quizás el engaño era mucho más fructífero a estas alturas.

El brujo posó sus ojos color verde oscuro en su brazo. Recorrió con las yemas de sus dedos las numerosas marcas que abarcaban desde el codo hasta la palma de su mano. Tan solo él podía verlas, o mejor dicho tan solo él sabía encontrarlas, puesto que el color oscuro de su piel camuflaba levemente esas trazas haciendo que parecieran marcas sin importancia o rozaduras.

-Milord.-interrumpió el segundo al mando.

Azrhael se giró ante la llamada del joven, pero a la vez eficiente, subcapitan. Le resultó incómodo que le llamaran por tal titulo nobiliario puesto que en realidad no era ni Lord ni noble.

-Llevamos días desde que partimos del puerto de Ventormenta dirigiéndonos hacia Kalimdor, ¿Cuándo sabremos exactamente la ruta a seguir? La tripulación comienza a preocuparse, atracar en Trinquete es peligroso, pero temen que nos dirijamos hacia Tanaris, esa ruta está plagada de piratas y contrabandistas, este barco mercante no duraría siquiera un asalto...
-No nos dirigimos hacia Kalimdor.-interrumpió.- Bordearemos la Vorágine.
-¿Rodear la...? Pero... eso es imposible... existen numerosos peligros que...
-Iremos hasta Kalimdor.-dijo el capitán Williams, un viejo marinero de barbas y cabellos canosos.-Una vez allí, nuestro invitado tomará tierra y volveremos a casa, a Kul'tiras.

Azrhael frunció el ceño mientras aparentaba total serenidad. Observó como el viejo capitán subía lentamente los escalones hasta donde éste se encontraba. El capitán Williams se acercó lo suficiente al brujo como para poder oler el hedor a alcohol y suciedad que el viejo desprendía allá por donde pasara.
-Siento discrepar, pero Lord Leproux, aquel al que servíais, me ha cedido este navío para uso y disfrute del mismo. Eso significa que seguiremos el rumbo que yo elija.
-Mira, no sé quien demonios os crees que sois, pero nuestras órdenes fueron claras, llevaros hasta Kalimdor. He sido capitán de este barco desde que se creó, y anteriormente he dirigido la flota de La Casa Leproux como nadie antes, los hermanos Leproux no eran mas que dos mocoso con pañales cuando juré lealtad a Lord Victor Leproux.-el capitán escupió saliva antes de continuar.- He visto como este barco naufragaba y era vilmente destrozado por los caprichos de la joven Leproux, y no pienso presenciar otra vez el mismo desenlace. Así que iremos hasta Kalimdor y seréis tan amable de bajaros en el puerto de Trinquete donde seguiréis vuestro camino.

Azrhael desvió la mirada hasta cubierta donde la mayor parte de la tripulación observaba expectantes guardando silencio. El brujo dejó de lado al capitán acercándose hasta la barandilla de madera, para hablar desde lo alto a aquellos ignorantes inferiores.

-Antaño jurasteis lealtad a La Casa Leproux, hicisteis bien vuestra labor, y formasteis parte de ella orgullosamente. Estoy convencido de que vuestro señor Vicent Leproux está orgulloso de vuestro trabajo, de vuestro sacrificio y dedicación.-Azrhael se giró levantando la barbilla orgullosamente ante el capitán Williams.- Pero ahora, este es mi barco, y yo tomo las decisiones.
-No seréis capaz...-interrumpió el capitán Williams.

Al brujo solo le bastaron un par de segundos para que sus ojos se tornaran completamente negros, el blanco de ellos o incluso el color verdoso habían desaparecido. Las líneas de su brazo comenzaron a tomar un color purpura, y de la extendida palma de su mano una ráfaga violácea cruzó la distancia entre el capitán y ésta. El marinero sintió un gran impacto en el pecho seguido de un gran dolor alrededor del cuello. Algo, aunque no sabía qué, parecía estrangularlo lentamente. El rayo continuó sin quebrarse en un solo momento hasta tal punto que el señor Williams comenzó a suspenderse en el aire. Los ojos del marinero se ensangrentaron y segundos después su cuerpo sin vida dejó de resistirse. Azrhael hizo un movimiento de muñeca y el capitán surcó varios metros en el aire para caer al mar. Los ojos del brujo volvieron en sí nuevamente, posándose por segunda vez en la tripulación que permanecía estupefacta y conmocionada ante el acontecimiento que había tenido lugar.
-¡¿Alguno de vosotros sigue siendo leal a Lord Vicent Leproux?!-gritó desde lo alto.
El silencio le sirvió como respuesta.
-Lo suponía.
Azrhael fijo la mirada en el joven segundo al mando que permanecía paralizado con el rostro pálido.
-El capitán Williams ha decidido jubilarse tras sus duros años de trabajo. Ahora eres el nuevo capitán.
El joven Sanders agachó la cabeza como si pretendiera realizar algún gesto de agradecimiento o reverencia.
-Seguiremos rumbo fijo hacia la Vorágine, una vez que nos hayamos acercado utilizaremos la atracción de ésta para conseguir rodearla.
-Se...señor,.... ¿Cómo evitaremos...no ser... absorbidos?
-Ese es vuestro trabajo capitán Sanders.
-Pero señor... hay muchos peñascos alrededor, podríamos... podríamos, el barco podría perforarse.
-Sanders, ¿Quieres seguir el mismo destino que tu antecesor?-preguntó el brujo mientras observó el miedo en sus ojos.-Entonces no hagas más preguntas.
El joven capitán pensó mucho acerca de si abrir la boca o no, pero debía hacerlo, debía intentarlo al menos.
-¿Sabemos que buscamos?
Azrhael se detuvo antes de bajar a la cubierta.
-Buscamos...las Islas Quebradas...
Sanders asintió asustado mientras se retiraba rápidamente.


No le sorprendió que el joven ni siquiera supiera de la existencias o conociera el nombre de esas islas. Eran todo un misterio, unas islas que se desplazaban alrededor de la Vorágine. Tan solo los más antiguos historiadores y los mejores brujos conocían ese lugar, sin embargo eran muy pocos los que habían puesto pie en esas tierras. Tan solo el nombre de lo que allí se hallaba ponía el vello de punta hasta al asesino más sanguinario. La tumba de Sargeras.




Alice Kyteler - Acto de lealtad.


Hacía días que Alice había cruzado tímidamente el portal con destino a un lugar que podría llamarse de todo menos acogedor. La bruja había sentido en su propia piel el acecho constante de sus enemigos, que además de que no eran pocos, habían decidido poner a la joven en el punto de mira. Alice no era tonta, sabía desde que había trazado su elaborado plan con Chantalle, que esto sería así. De hecho tenía claro que su enemigo, Vicent Leporux, llegaría a ponerla a prueba para más tarde utilizarla y por ultimo deshacerse de ella. Sin embargo Alice no le iba a conceder tal placer, su labor era sencilla, debía mezclarse entre el enemigo, averiguar todo cuanto fuera posible y si era posible deshacerse de alguna que otra amenaza antes de abandonar ese lugar.

El castillo le resultaba familiar, lo había visitado en otra ocasión, una muy distinta a la actual pero que conservaba trazas similares que hacían florecer viejos recuerdos. Sus enemigos eran muchos, decenas más de lo que había pensado. Sin duda el hermano de Chantalle había logrado reunir a un gran grupo de mercenarios, sicarios y dementes para que siguieran su propósito, y no solo eso, sus lineas aumentaban conforme pasaban los días. Algunas caras eran conocida, antiguos enemigos que guardaban un profundo rencor a La Orden, otras en cambio, eran totalmente nuevas, lo que significaba nuevos enemigos con habilidades o poderes aún desconocidos para ellos.

Alice no pudo evitar fijarse en varios de esos enemigos. Habían un par de ellos que eran hombres robustos de aspecto intimidante y pocas palabras. Aunque parecían ser de gran confianza para Vicent, acercarse a ellos iba a resultar posiblemente inútil a la vez que peligroso. Tampoco pudo evitar fijarse en una joven que desencajaba totalmente con el resto del grupo. La tímida e inocente adolescente no se separaba ni un solo momento de Vicent, aunque a decir verdad, daba la impresión de que éste quería acapararla constantemente, evitando que se mezclara con el resto de sus compañeros. Si esa chica está aquí... es porque tiene algo especial, pensó, tan solo es cuestión de tiempo que averigüe de que se trata.

Tras varios días Alice decidió realizar algún acercamiento, conoció a un pequeño gnomo de pelo verdoso de lo más irritante. Sin embargo, el pequeño charlatán había soltado una valiosa información acerca de la joven que había atraído su atención. Descubrió entonces que llegar hasta ella iba a ser difícil o incluso imposible.


Alice se sentó en uno de los sólidos bancos de piedra que creaban un pequeño cerco de escasa altura en los jardines del lugar. Allí observó como algunos de sus enemigos dialogaban con total confianza o como otros pasaban el tiempo entrenando. Entre el grupo pudo ver a Vicent, se hallaba justo en la entrada que conectaba los jardines con el salón. Parecía tener una agitada conversación con un hombre de piel morena al que la bruja no había visto en los días que llevaba en el castillo. Su curiosidad aumentaba al intentar analizarlos desde la distancia con el fin de averiguar el tema que se traían entre manos. Permaneció tan ensimismada en sus enemigos que ni siquiera se percató de que alguien se había acercado a ella.

-Os veo algo sola, ¿Os importa que os acompañe?

Alice giró la mirada rápidamente evitando sobresaltarse, el joven que se había dirigido a ella le resultaba familiar de estos últimos días. Si bien ambos no habían cruzado palabra alguna, la mayoría de los que estaban el el castillo se encontraban o bien a la hora de la cena o a la de la comida, así que era de esperar que la mayoría de caras le resultasen familiares a estas alturas. Alice examinó rápidamente al joven, su acento marcado determinaba que procedía de Kul'tiras, aunque su piel no era tan blanquecina como la del resto de Kultirenses que había conocido. Su rostro de facciones varoniles junto con sus largos cabellos castaños y ojos color avellana hubiesen hecho ruborizar a cualquier dama que se hubiese atrevido a cruzar su mirada con él, pero Alice no era una cualquiera.
-Claro, por qué no.- respondió Alice invitándole a tomar asiento mientras buscaba con la mirada de nuevo a Vicent.
-No he podido evitar fijarme en vos, siempre os veo algo abstraída, solitaria.
-Aún no confían en mí.-respondió Alice mientras cruzaba la mirada con la de su acompañante tan solo unos segundos.-Es porque creen que soy una de...ellos.
El joven esperó unos segundos posiblemente intentando encontrar las palabras exactas para continuar la delicada conversación.
-¿Y lo eres?...
-Claro que no.-suspiró.-He pertenecido a La Orden muchos años, es normal que desconfíen de mi, pero tengo mis razones para estar aquí, al igual que...las tendréis todos.
-Yo confió en ti.-el Kultirense posó su mano sobre la de Alice.- Mi nombre es Jake, si necesitas cualquier cosa sabed que estoy para serviros.
-Yo soy Alice.-respondió la bruja con una sonrisa forzada.
Alice se fijó en la sonrisa que desprendió su acompañante y entendió rápidamente las profundas intenciones del mismo.
-Gracias, es un gran alivio poder contar con alguien.
-No hay por qué darlas, me gusta complacer a damas tan bellas como vos.-dijo tras guiñarle un ojo.
-Ya..., bueno ¿Qué hay de ti?¿Por qué estas aquí?-preguntó Alice con el objetivo de cambiar el tema por el que se dirigía la conversación.
-Soy un viejo amigo de Lord Leproux, su mano derecha en este lugar por así decirlo.-miró a su alrededor antes de continuar.-No hay nada que ocurra en el castillo que yo no sepa.
Alice barajó la posibilidad de que sus intuiciones hubiesen fallado a la hora de juzgar a su acompañante, quizás no pretendía seducirla, quizás su labor era simplemente vigilarla. Aunque sus ultimas palabras podrían haber sido tomadas como una amenaza, Alice prefirió obviarlas y continuar con la conversación sin denotar un ápice de preocupación en su rostro.
-Si sabéis todo lo que ocurre aquí...¿Quien es el hombre con el que habla nuestro señor?-Alice señaló con la mirada disimuladamente al extraño que continuaba conversando agitadamente con Vicent.
-Ese... es un tema sin importancia...-sonrió
-Has dicho que confiabas en mi...-dijo la bruja frunciendo levemente el ceño.
-Está bien, al parecer dice ser el dueño de este lugar, creo que Lord Leproux intenta negociar con él pero es difícil hacerle entrar en razón.
-Pensé que este lugar estaba abandonado.
-Eso mismo pensó nuestro señor, pero al parecer eso no quita que pertenezca a alguien.-el joven dejó pasar unos segundos antes de continuar.-¿Que os parece si os invito a tomar una copa esta noche en mi habitación y os sigo contando aquello que interese?
La pregunta cogió desprevenida a Alice, que no supo como tomarla, ahora se encontraba suspendida en un delgado hilo al desconocer las intenciones de su enemigo.
-No creo que sea una buena idea.-dijo mientras se ponía en pie.
-Por favor, tan solo una copa.
-Tengo mucho que hacer... y no creo que deba estar perdiendo el tiempo con...
-¿No confías en mí?
Claramente la respuesta era no, pero no podía soltarla así como así.
-No es eso... es solo que...¿Qué opinará Lord Leporux de todo esto?
Jake acercó su rostro al de la joven para susurrarle.
-El señor Leproux me ha pedido expresamente que... pase tiempo contigo.
Alice dudó tras la respuesta del Kultirense.
-Entonces supongo que no puedo negarme .-sonrió Alice
-Te veré esta noche.-dijo Jake mientras guiñaba un ojo a la bruja.

Por la mente de Alice pasaron infinidad de preocupaciones, sabía que de una manera u otra era una trampa, o si no, daría pie a una. No tenía opciones, no podía hacer nada hasta saber las intenciones reales de su enemigo.

Alice llegó a la habitación de Jake pasada la media noche, el joven la recibió con esa sonrisa perenne en su rostro.

-Adelante, estáis... preciosa.-dijo Jake que se detuvo a contemplar la figura que marcaba el ceñido vestido de Alice.
La joven se adentró en la habitación que era de similar tamaño a la que se hospedaba, la decoración era como en la mayoría de la estancia de tonos rojizos o purpuras.
-No te esperaba tan pronto.
-No tenía nada que hacer así que decidí venir cuanto antes.-dijo Alice.
-Voy a tomar un baño rápido y enseguida estoy contigo.-dijo Jake.- Ponte cómoda, las copas y el vino están en el segundo cajón del armario.

Alice asintió mientras se dirigía hasta éste para tomar un par de copas de cristal y una botella de vino rosado que guardaba, o escondía, al fondo del cajón. La bruja colocó las copas con cuidado en el escritorio y sirvió generosamente vino en ambas. Mientras lo hacía su ojos descubrieron en el amplio escritorio de madera maciza un gran estuche repleto de frascos de diferentes colores y tonalidades. Los recipientes estaban rellenos de liquido, y sobre cada uno de ellos una nota con varias palabras indicando el nombre de su contenido. Alice abrió el tapón de corcho de uno de ellos, era un frasco con un liquido amarillento. La humana olió el contenido viéndose obligada a contener una arcada. Se fijó cuidadosamente en cada uno de ellos, la mayoría de nombres eran desconocidos para ella, pero había algunos que logró reconocer. Todos eran nombres de venenos. Alice abrió otro de los frascos que desprendía un suave perfume.

-Cuidado con ese...-interrumpió Jake.
Alice no pudo evitar sobresaltarse dejando caer el frasco que terminó rompiéndose al llegar al suelo. El liquido creó un charco de color negro antes de solidificarse rápidamente.
-Lo siento, no sabía que...
-No importa, es un veneno muy común, pero sería mejor que tuvieras cuidado a partir de ahora.-Jake se acercó hasta el escritorio y cerró el estuche con llave.
Alice cogió ambas copas de vino y le entregó una de ellas, Jake olió el vino cuidadosamente.
-Me encanta el olor del vino.
Jake tomo tanto su copa como la de Alice y las dejó en la mesa. Se acercó cuidadosamente a Alice mientras la rodena con sus brazos por la cintura.
-Espero que estés a gusto...
-Por supuesto, aunque hay algo que no comprendo.-dijo Alice mientras comenzaba a coquetear con su apuesto acompañante.-¿Por qué... Lord Leporux quería que... me vigilases?- susurró mientras acariciaba un dedo la mejilla de Jake.
-¿Tenemos que hablar de eso justo ahora?-dijo mientras se atrevía a besar a la bruja en los labios.
-Me gustaría al menos saber, por qué envía a un caballero tan apuesto a cortejarme.
-¿Cortejarte?-Jake soltó una carcajada.-Lord Leporux solo quiere asegurarse de que le eres leal,... la idea de seducirte ha sido solo mía.- dijo Jake mientras sin que Alice se percatara cambiaba de posición las copas situadas en la mesa tras ella.
-Mejor entonces.-dijo Alice mientras le daba un apasionado beso en los labios.
Jake se separó tras el largo beso y cogió ambas copas, entregándole a Alice la misma que anteriormente le había entregado a él.
-Bebamos.-dijo mientras ambos alzaban las copas apuraban el vino de las mismas.-¿Qué te apetece hacer ahora? ¿Quieres que vayamos directamente a la cama?- preguntó enarcando una ceja mientras acariciaba el suave cuello de la joven.
-Depende.
-¿De qué?
-De lo letal que sea la Ricina...-respondió Alice con una sonrisa
Jake cambió su expresión radicalmente, su rostro afable se tornó oscuro por unos segundos presa de las palabras de su acompañante.
-No tiene ninguna gracia, es un veneno increíblemente mortal, no se que intentabas con esa broma.
Alice acarició los labios del joven con sus dedos mientras le susurraba:
-Yo nunca bromeo...
Tras las ultimas palabras de Alice, la joven dio un suave beso en la mejilla al Kultirense disponiéndose a abandonar la habitación. Bastaron tan solo algunos segundos para que el cuerpo de Jake se desplomara sufriendo espasmos. Alice sonrió al saber que tan como había pensado, su enemigo cambiaría las copas. Tan predecible, pensó.

Alice cruzó el largo pasillo donde se encontraban la mayoría de las habitaciones, caminó decididamente hasta el fondo y giró hacia la derecha donde al final del mismo había un gran portón de madera. La bruja llamó a la puerta en varias ocasiones hasta que el chirrido de la misma al abrirse rompió el silencio del lugar.

Alice miró amenazantemente el rostro de Vicent Leproux al abrir la puerta.
-Alice... son las..
-¡Sé que horas son!¡La próxima vez que queráis saber si os soy leal o no, venid vos mismo!
Vicent parecía perplejo tras estas palabras, sabia perfectamente a lo que se refería, pero no sabía en ese preciso momento como encajar una frase acorde.
-Espero que aceptes mis disculpas.-respondió tras unos segundos
Alice suspiró tras oír sus palabras.
-Por cierto, hay un cadáver en la habitación de Jake.-Alice guiñó un ojo a Vicent y se marchó de allí ante el rostro atónito de su enemigo.