martes, 24 de febrero de 2015

Dolor entre las sobras (Final del capítulo 1 - Grupo 2)


Sus ojos inyectados en sangre observaban altivamente a aquellos que habían intentado detenerle. Sin duda las promesas de su maestro Gul'dan habían superado con creces las expectativas que se habían forjado en su interior, allí, debajo de esos andrajosos trapos, en el interior de aquel orco llamado Teron'gor. Nadie había podido siquiera frenar el avance que se había propuesto, y poco faltaba ya para que los draenei y el mundo cayese bajo sus manos. Quien sabe si quizás llegara a ser más poderoso incluso que su maestro, aunque para ello aún debía probarse una vez más.

Caminó pausadamente unos pasos hacia el centro de la plataforma mientras sentía como la destrucción se confinaba a su alrededor. Los cristales púrpuras del templo se despedazaban bajo los ataques de aquellos que estaban a sus órdenes, mientras que los draenei que protegían el sagrado edificio morían fácilmente a manos de los demonios de la legión. Tan solo necesitaba chasquear los dedos para que todo aquello por lo que habían luchado sus enemigos se convirtiera en cenizas.

Teron observó detenidamente, con soberbia, a cada uno de sus enemigos. Sin duda eran seres extraños y no podía negar que además de tener coraje, tenían también un extraño sentido de la confianza al ayudar a los draenei. La mayoría de sus enemigos estaba a estas alturas arrodillados o casi muertos. El orco meditó varios segundos antes de acabar con ellos, quizás alguno de esos seres todavía podía serle de utilidad.

-Habéis sido demasiado osados al intentar detenerme... creo que no sabéis hasta que punto soy capaz de llegar. El consejo de las sombras no se detendrá ante nadie, y mucho menos antes unos sucios perros como vosotros...
-¡Sabemos bien quien eres orco!- gritó el caballero de la muerte que se encontraba de rodillas apoyado en su espada que se hallaba clavada en el suelo.-¡Te matamos una vez, y a Gul'dan, y a todos los vuestros! ¡¿Qué te hace pensar que no lo haremos de nuevo?!
-No me interesa lo que hayáis hecho en el lugar del que venís, el consejo de las sombras ahora es fuerte, y la legión estará a nuestro servicio para llevar a cabo aquello que el maestro ansía.
-Estúpido orco....-murmuró Ephdel.

El caballero de la muerte miró a su alrededor. Observó el cuerpo inconsciente de Akuo a unos metros de distancia. Y sintió como Azurin, el maestro Monlee y las draenei esperaban impacientes sus órdenes. No había muchas alternativas, así que optó por lo más sencillo.
-¡Pandaren, abre un portal y sácales de aquí!
-¡No!... -gritó la elfa druida que no tardó en averiguar las intenciones del caballero de la muerte.

Ephdel se puso en pie y avanzó rápidamente hacia el orco. Esquivó en el trayecto varias de las descargas de las sombras que enviaba para detenerlo mientras blandía su espada entre sus manos. Sus pasos recorrieron la distancia rápidamente, pero cuando Ephdel asestó el golpe, Teron se esfumó. El humano sintió un indescriptible y agónico dolor a su espalda. Varias descargas golpearon su cuerpo haciendo que cayese sin sentido.

-Demasiado previsible...-dijo el orco mientras se giraba hacia el resto de sus enemigos.

De repente junto al orco se abrió una especie de portal de color púrpura y negro, del cual salió un ogro de gran tamaño ataviado con unas togas violáceas y amarillentas. El orco de dos cabezas miró a su compañero esperando lo que parecía ser una orden.

-Llévate a esos dos,... seguro que en las minas los tuyos se alegrarán de tener esclavos tan singulares.- dijo Teron 

El ogro no tardó en cargar con los pesados cuerpos de Akuo y Ephdel, y antes de que nadie pudiera detenerlo se marchó por el portal que había venido.

-¡Maldito orco, pagarás por lo que has hecho!-gritó la elfa.
El pandaren agarró la muñeca de la elfa antes de que intentara cualquier acción.
-El portal ya está listo, nos llevará a la entrada del templo... o entramos ahora... o no habrá vuelta atrás.
-¡Nieery, entra en el portal y avisa al resto de draenei!¡Qué vengan cuanto antes!-gritó la elfa.-Nosotros lo entretendremos mientras tanto.- susurró mientras su mirada se cruzaba fugazmente con la de Tuulani y Monlee a la vez que la rangari cruzaba el portal rápidamente y éste se cerraba tras su paso.
-¿Cuál es el plan?-preguntó el mago mientras aguardaba las órdenes de la elfa.
-Distraedlo hasta que llegue.
-Entendido.-respondió la vinculadora de almas.

La draenei y el pandaren comenzaron a atacar al orco mientras permanecían en su posición. Eran pocos los ataques que lograban golpearlo, pero la intención era distraerlo. La luz de la vinculadora se entremezclaba con las descargas de hielo en un sinfín de estallidos alrededor del enemigo.
El orco permaneció atento pero no logró vislumbrar a la druida hasta que sintió como un gran peso con forma de oso se le abalanzaba encima. El orco fue derribado y tanto él como su enemiga rodaron por el frío suelo de mármol que custodiaba la sala en su plenitud. Ambos recibieron el impacto de varios destellos y descargas mientras forcejeaban en una lucha sin piedad. La druida le propinó un zarpazo en el brazo que desgarró la tela y la piel que lo protegían. Teron rugió de dolor y desprendió una onda oscura que golpeo a la druida lanzándola varios metros atrás.

-Maldita criatura... pagarás el peor de los precios...-dijo mientras observaba como la druida permanecía en el suelo exhausta regresando poco a poco a su forma original.

Una malévola sonrisa se dibujó en el rostro del orco, que desvió su brazo desde la elfa hasta el pandaren y la draenei.

-¡No!-gritó la elfa adivinando sus intenciones.

Una esfera púrpura se creó rápidamente en la mano del orco y al poco tiempo salió a gran velocidad lo que parecía ser un rayo del mismo tono. La druida se interpuso a tiempo y fue golpeada por el poderoso ataque. Su cuerpo se estremeció como si todos sus músculos estuvieran desgarrándose, como si cada parte de ella se fragmentara en miles de trozos rasgados por cientos de cuchillas, hasta que pocos segundos después el cuerpo de la elfa cayó sin vida.

Azurin sintió como una sensación de vacío invadía poco a poco su ser, una especie de escalofrío perenne recorría una y otra vez cada zona de su cuerpo. La elfa abrió los ojos lentamente, con paciencia, como si el tiempo se hubiese paralizado a su alrededor. Oteó la zona desde la altura a la que se encontraba y observó confusa como el pandaren corría hasta el cuerpo inerte de una elfa. La druida se estremeció al ver como ella misma yacía entre los brazos del mago que la agarraba delicadamente como si de una delicada rosa se tratara. Su mente... o lo que quedaba de ella sintió una extraña sensación mientras numerosas preguntas se alborotaban en su cabeza. Fijó su vista en sus manos percatándose de que todo había cambiado. Su piel había dado lugar a una especie de reflejo azulado traslucido. Toda ella se había convertido en algo inmaterial, flotante pero a su vez místico. Quiso averiguar que era lo que le ocurría, o mejor dicho confirmar aquello que había pasado fugazmente por su mente pero se negaba a aceptar, pero fue entonces cuando sintió otra descarga como la anterior, no tan intensa pero dolorosa igualmente.

Teron mantenía el brazo extendido canalizando un complejo hechizo hasta el alma de la elfa que se mantenía suspendida en el aire.

- Prrotege su cuerrpo mago... debo impedirr que se haga con su alma o de lo contrarrio la habrremos perdido.

La vinculadora de almas se incorporó con celeridad mientras utilizaba toda su concentración. Un rayo de luz brotó de entre sus manos y golpeó al espíritu de la elfa. Teron frunció el ceño mientras intentaba aumentar la potencia de su hechizo.

-Su alma será mía draenei... y después iré a por la tuya....

Tuulani invirtió las pocas energías que le quedaba en atraer a la elfa, que como si de una soga se tratase se debatía entre las sombras o la luz. Las fuerzas de la draenei comenzaban a fallar, sus piernas temblaban mientras sentía como perdía el alma de aquel ser tan puro.

Fue entonces cuando otro rayo de luz impacto en Azurin. Tuulani miró a un lado y vio a Azhim  junto a ella.

-Acaba con él...- dijo el cuidador de espíritus.

Tuulani asintió agradecida dejando de canalizar el hechizo. Recogió su maza del suelo y corrió por la sala hacia el enemigo. El orco frunció el ceño mientras intentaba mantener vinculado su hechizo a la vez que extendía el brazo herido en el aire para lanzar distintas descargas de las sombras a la draenei.
La vinculadora logró esquivar sin dificultad a pesar de su agotamiento, todas y cada uno de los ataques enemigos. Sus manos rebosaron en luz que cubrieron cada ínfimo trozo de aquella maza draénica y segundos después la lanzó con todas sus fuerzas hacia el orco. El arma golpeo al enemigo rompiendo su hechizo y haciendo que girara varias veces en el aire antes de caer de bruces.

Teron levantó la cabeza fulminando con la mirada a la draenei.
-Esto no ha terminado aquí...¡conseguiré mas poder y será entonces cuando acabaré con vosotros!
Seguidamente el orco saltó al vacío desde la plataforma en la que se encontraba y desapareció.

Azhim bajó con delicadeza el alma de la elfa.
-Auchenai...-dijo Monlee mientras se acercaba con el cuerpo de la elfa entre sus brazos.- ¿Hay alguna manera de...?-el mago dejó su pregunta en el aire al ver el rostro del draenei.
Azhim posó su mano en el hombro del espíritu de la elfa. Azurin no sabía si el draenei era capaz de tocarla como si de un ser tangible se tratara o quizás había sido una coincidencia aquel gesto. Infinidad de recuerdos y miedos inundaron la mente de la elfa. Pensó en su hija, en su pueblo, e incluso en sus compañeros de la orden. Temió por lo que el destino les deparara a Akuo y Ephdel, y por la suerte que habían corrido el resto de la orden. Pero ya era tarde, pensó. Por primera vez su fortaleza innata y su valor se quebró como una débil rama. Sintió ganas de llorar, de desaparecer, de ver a Isnalar al menos una ultima vez para despedirse, pero sabía que la vida no sería tan justa. Azurin sintió como el mundo pesaba sobre ella o más bien como su presencia estaba fuera de lugar en aquel mundo que tanto había protegido.
-Entonces... ya está...-murmuró la melodiosa voz de la elfa.-Ya ha llegado mi momento...
-Aún no Azurin...-respondió el draenei.
El pandare levantó la mirada extrañado, aunque su compungido rostro expresaba el dolor que sentía por la pérdida de sus compañeros.
-Su alma aún está en este mundo.-continuó el cuidador de espíritus.- Su cuerrpo posee una maldición que ha extrraido su esencia, perrro... es posible reverrtir el hechizo.
-¿Es eso posible?-preguntó el pandaren esperanzado.
-Sí,... perro no es fácil.-interrumpió Tuulani.- Deshacerr esa maldición es complejo incluso para el propio Teron... pero con el tiempo es posible que descubrramos la forrma de hacerrlo.
-Me quedaré entonces aquí, en el templo... con el resto de almas. Os ayudaré en todo lo que necesitéis.-dijo la elfa.
-Aquí no encontrarras tus respuestas Azurrin.-indicó Azhim mientras desviaba la mirada desde la elfa hasta el pandaren.- Hay gente que te necesita... tus amigos te necesitan. Ve con ellos, nosotros protegerremos tu cuerpo y encontraremos la forma de salvarrte.

Azurín miró al grupo sin saber muy bien como actuar. Observó a cada uno de ellos agradecida por su ayuda pero sin poder ignorar a su vez la sensación de vacío que sentía en su interior.

-Os estaremos agradecidos Auchenais...
-Habéis salvado el templo forasteros.- dijo Tuulani.- es mucho más de lo que podríamos haber esperado. Somos nosotros los que os estamos agradecidos.
-Gracias a ambos.-dijo Azhim.- Estoy seguro de que pronto volveremos a encontrarnos.

La elfa observó ilusionada el rostro del draenei que había sido como uno más del grupo, y sintió en su traslucido ser que tarde o temprano sus caminos volverían a cruzarse.

-El portal ya está listo Azurin... ¡Debemos encontrar a nuestros amigos!







domingo, 22 de febrero de 2015

Crónicas de barra (Parte 1) - Eirene Láscaris


¡Oye! ¡Si, tú, acércate! He visto que me mirabas desde la otra punta de la taberna.. ¡Ja! ¿Qué te sorprende? ¡Ni que fuese tan raro ver a una chica con gafas gnómicas de aviador y una enorme ballesta en los tiempos que corren! Pero te veo intrigado… ¡Hagamos un trato! Pídeme una copa, que yo te iré contando. ¿Juegas Hearthstone? ¡Genial! ¡Pues ve barajando! Si te portas bien te contaré por qué en la puerta de mi casa hay un cráneo atravesado con una flecha.

Me llamo Eirene Láscaris, y aunque me veas deambulando por Ventormenta como un gnomo por una cacharrería, no soy de esta ciudad. Soy de la vieja y orgullosa Lordaeron, y vengo de una familia casi tan vieja y tan orgullosa como mi tierra. Mi padre es Konstantinos Láscaris. ¿Qué? ¿Que no te suena ni siquiera el apellido? ¿Y tú en qué mundo vives? Mi padre es el descendiente de una gran estirpe de criadores de caballos, allá en Lordaeron. Allí pasé gran parte de mi infancia, ya sabes, en la granja, correteando de un lugar a otro. Teníamos a varios peones que nos ayudaban con la crianza de los animales, y a llevarlos por los mercados. Visto desde la perspectiva de hoy en día, no nos iba nada mal, supongo, aunque padre siempre estaba refunfuñando. Que si los caballos necesitaban nuevos alimentos, que si los precios eran muy bajos, que si los peones querían siempre subidas de sueldo… Oh, vamos, no seas muy duro juzgándolo. Era otra época, y a pesar de no vivir mal, los señores del norte estaban buscando nuevas formas de negocio. Si hubiesemos sabido lo que pasaría al poco, nos hubiésemos conformado, sin duda.

Por este entonces yo era una cría. Nueve añitos, aunque ya me habían inculcado esas odiosas convicciones sociales y morales en vistas a casarme. ¡Casarme yo! ¡Que asco! Tocaba el piano y me obligaban a ir a clases de baile, aunque yo lo detestaba con toda mi alma. Simplemente deseaba salir a montar a caballo o escaparme al bosque con una vieja ballesta de madera carcomida que encontré una vez en el bosque. Como si fuese mi tesoro la escondí allí, y creo que disfruté como nunca con esas escapadas. Aunque siempre procuraba volver a casa antes del anochecer, una vez se me hizo tarde, y acabé perdida en el bosque. La bronca que me echó padre fue enorme. Sin embargo, madre era tan buena…

¿Por donde iba? Ah, si. Por el tema de mi educación.  Estaba deseando casi lo que pasó después. Ah, pero no me mires así. No es que estuviese deseando que una plaga de muertos vivientes arrasase las tierras donde vivía, matando a la gente a la que en algún modo apreciaba y acabando con todo atisbo de civilización para no dar clase de piano. ¡No soy tan mimada, oye! Simplemente pensaba que no podría aguantar así mucho tiempo, y que debería pasar algo que me hiciese cambiar de estilo de vida. Y vaya si pasó. Lo que antes era una vida de trabajo criando caballos, de negocios, de comerciantes y de actos sociales pronto se trasformó en algo muy distinto. Nosotros vivíamos en el sur de Lordaeron,  en una pequeña granja en algún punto entre Villa Darrow y Cruce de Corin. Es curioso, pero he acabado por olvidar el emplazamiento exacto de nuestra granja. Bueno, por dicho. Esta parte la tengo algo borrosa, era muy pequeña y posiblemente mi padre pueda relatártela mejor pero...fue horrible. Al principio el miedo y los rumores, que empezaban a calar entre la población de las dispersas granjas. Nadie sabía lo que pasaba: unos decían que los trols del bosque habían invadido Lordaeron, otros hablaban de una maldición de alguna antigua deidad de la zona contra los aldeanos, otros de muertos que se levantaban de sus tumbas… Hasta que la realidad se hizo palpable y nos pegó en las narices.
 Fue una de aquellas veces en las que, desobedeciendo a mi padre, salí al bosque a tirar con arco. Estaba tan tranquilo… lo recuerdo con claridad. Me sorprendió que a esas horas de la tarde no se escuchase ni el piar de un simple pájaro. Llegué a donde tenía puestas varias dianas improvisadas y comencé a tirar, olvidándome por un rato de los rumores y de los miedos. Hasta que una figura pasó fugazmente tras la diana. Mi ballesta cayó al suelo, y tras levantarme de recogerla me encontré con Tom, uno de los peones más jóvenes de mi padre, mirándome fijamente tras la diana. Te juro que el susto que me llevé solo fue superado por el alivio al ver una cara conocida. No sospeché nada cuando echó a andar hacia mí, y debí haberlo hecho al ver su rostro demacrado y sucio y la herida que tenía en el brazo, a la altura del codo, y que se mostraba a través de la desgarrada tela. Iba a preguntarle por ella cuando se me echó encima. Grité e intenté forcejear, pero era solo una cría. A duras penas le rogué que parara pero él no solo  no lo hacía sino que intentaba cogerme con sus manos y atraerme hacia su boca. Llorando logré poner mis botas de cuero bajo su barbilla y tirar de él hacia atrás, con un grito, momento en el que escuché un disparo y vi como la cabeza de Tom volaba en mil pedazos. Me giré. Ahí estaba padre, con varios de sus peones y Hargrave, el viejo capataz. Me encogí esperando la regañina pero solo me dijo que nos teníamos que poner en marcha, que corríamos peligro. Que teníamos que fortificar la granja y esperar la ayuda.



Se lo que estás pensando y sí, tuve mucha suerte. No solo entonces, sino también después, porque pareció que se nos venía el mundo encima. A pesar de haber fortificado las vallas de madera y de armar a nuestros peones, el infierno pareció desatarse en nuestra granja cuando esas cosas llegaron. Como un cuentagotas primero, y después en grandes masas de comecarnes, las barricadas, en un principio bien defendidas, terminaron por caer en un punto. Yo ya colaboraba activamente  en la defensa, atravesando cráneos con las flechas. No estaba quieta. No podía estarlo. Me sentía culpable por haber deseado esto, tanto que ahora me creía obligada a ayudar a solucionarlo. Cuando la resistencia se vino abajo, la casa cayó y la cosa se puso fea, padre me obligó a meterme dentro de los establos junto con madre, creía que estaríamos más seguras allí. Se equivocó. Cuando llegué a las caballerizas me dediqué a observar, muerta de miedo, el reguero de sangre que había en el suelo y que conducía al exterior. De madre, ni rastro. Por más que la llamé no pude dar con ella, y la mirada de desesperanza de padre cuando comprendió que no estaba allí me hizo echarme a llorar. Pero él, dedicido y seguro, me cogió de los hombros y me pidió que le ayudase a uncir los caballos a un carro. Nos montamos, y acompañados de los pocos supervivientes y con un gran bulto en la parte de atrás de la carreta, nos alejamos. Nunca supimos nada de madre.

Espera. No sigas por ahí. ¿Crees que la abandonamos a su suerte? No. Padre era consciente de que un segundo más y moriríamos todos. Él hizo lo que era mejor para mi, su única hija. Después de dejar el carro y a mí misma en un campamento de la Mano de Plata salió con un caballo a buscarla, y volvió al día siguiente. Sin ella.

Nos dirigimos al sur, a Ventormenta, donde padre destapó el gran fardo que había ten la carreta. Era parte del tesoro familiar, que nos permitiría empezar de cero aquí, en esta ciudad. Tras comprar una casita y un terreno, que nos da para ir viviendo, padre ha partido hacia el norte en busca de los que intentan llevar la cruzada  a esas tierras. Yo sin embargo, cada día me aburro más. La fiesta, el Hearthstone y la bebida ya no me llenan, quiero ansias de aventura, quiero vivir, quiero sentir mis flechas acabar con nuestros enemigos. ¿Sabes? He oído que el Portal Oscuro está escupiendo orcos marrones y que quizá el Rey Varian envíe una expedición… Quizá me anime y cruce el portal yo también.

Sé que he saltado de una época a otra, y se también que aún no te he contado por qué una cabeza de orco atravesada por una flecha adorna la entrada de mi casita. Si vuelvo del otro lado del Portal, y me invitas a otra copa… ¡Prometo contártelo!


Escrito por Lascaris




Corazones ardientes en Sombraluna

Thomas Larvinger, cansado de un duro día de trabajo cortando madera para mantener los suministros de la ciudadela se dirigía a la taberna, dónde esperaba poder recuperar sus ánimos con una o dos jarras de cerveza rubia y charlando animadamente con Jenny. Mientras subía los escalones de madera que lo llevaban hasta la puerta del edificio miró al cielo. El cielo estaba despejado. Sin una nube que ocultara los enormes astros que gobernaban el firmamento. Una racha de viento le hizo recordar que aún se encontraban a mitades de invierno, por lo que se apresó a entrar en el cálido edificio del que se oían risas y cantos. Pero no sin antes echarle una rápida ojeada a la joven morena que se apoyaba en el alfeizar de la ventana.

Alice estaba apoyada frente a la ventana, con la mirada al vacio, ajena al ruido de la sala. La taza de té se había enfriado en sus manos hacía ya rato. Habían pasado ya unas semanas tras volver del cementerio Sombraluna y un velo de melancolía se había apoderado de ella. Estaba incómoda con la situación. Alice solía tomar las riendas de las situaciones para resolver los problemas cuanto antes mejor y ahora, para su desesperación,  se encontraba sin saber cómo dar el siguiente paso.

La bruja exhaló un suspiro, no el primero de la noche aunque ella no se diera cuenta. El objeto de sus pensamientos llevaba un tiempo ausente. Sin dar más explicación que unas breves palabras James había partido a una breve expedición. Y cuando volvió lo hizo lleno de barro hasta las cejas aunque con esa sonrisa que le encendía el corazón, con los graciosos surcos que se le formaban alrededor de la boca al sonreír.

 Solía verlo correr de un lado para otro de la ciudadela sin saber que se traía entre manos. Otras veces lo pillaba observándola a escondidas sin que ella se hubiera percatado. Esos momentos la tranquilizaban un poco. Sentir su mirada sobre ella la hacía sentir feliz, sin embargo en el momento en que él se daba cuenta de que había sido descubierto se retiraba para volver a las sombras.

Un aleteo ligero la sacó de sus absortos pensamientos. Aperitivo se había posado en el alfeizar de la ventana, frente a ella. Pese a que era poco más que un polluelo, el joven cuervo y sus hermanos de bandada ya le habían causado más de un problema. Abrió la ventana para que entrara la tierna cría de cuervo que rápidamente se acercó a la joven emitiendo sus jocosos graznidos. Alice resopló mientras miraba el pequeño pájaro. Todos sus intentos de seguir a James para averiguar que se traía entre manos habían sido frustrados por los cuervos. A la mínima que se acercaba tratando de pasar desapercibida los cuervos cantaban, delatando su presencia a su amo y obligándola a retirarse sin más información.

Suspirando de nuevo, Alice levantó a Aperitivo hasta la altura de sus ojos. El pájaro tenía los ojos tan negros como sus plumas, aunque en estas aún quedaban algunos trazos de un tono azulado. Los de él eran diferentes. La gente parecía no darse cuenta pero ella se había fijado ya tiempo atrás. James tenía el ojo derecho ligeramente más azulado que el izquierdo, el cual era de un verde profundo, como el corazón de un bosque. Alice tenía la teoría de que los ojos eran un reflejo de las personas y esa extraña anomalía le había intrigado desde que se fijó en ellos.

Aperitivo voló de su mano hacia el cielo, dónde le llamaba uno de sus hermanos. Alice observó el vuelo de los pájaros hasta que se dio cuenta de la trayectoria que llevaban: El jardín. Amargos recuerdos afloraron en su mente al instante. Aunque habían pasado ya unos días desde que había ocurrido, la bruja lo recordaba con claridad: Ella estaba curioseando en el puesto comercial cuando vio a James sin camisa y algo sucio de polvo pasar por delante del edificio. Ella se asomó para verle detenidamente. El fuego que invocaba como bruja parecía un yermo helado comparado con el que ardía en su interior al ver los músculos de su espalda contraerse al andar, o los fornidos brazos cargar el rifle a su hombro. Mordiéndose el labio inferior le siguió con la mirada hasta al jardín.

Decidida a resolver esa situación de incomunicación y pedir que se explicase por evitarla se encaminó tras él. Sin embargo, al acercarse vio a James hablando con una elfa de la noche y cómo ella se reía de lo que le hubiese dicho él. Vio los ojos de ella, brillantes, que parecían comérselo con la mirada. Reaccionó sin pensar, retrocediendo hasta el puesto comercial otra vez, los latidos de su corazón resonando como tambores en su cabeza, ardiendo de furia. Esa actitud era impropia de ella. Tiempo atrás quizá hubiera reducido la elfa a cenizas, pero nunca habría esperado encontrarse huyendo de una situación como esa.

Alice escondió la cabeza entre los brazos. No soportaba sentirse débil. No quería que la vieran de este modo. Pero en ese momento simplemente no tenia ánimos para hacer nada. ¿Quién era ella para interponerse en lo que quisiera James de esa elfa? Esa asquerosa y sucia elfa... A fin de cuentas, James también había mencionado su atracción por las draeneis en cierta ocasión. ¿Porqué no habría de gustarle una zorra de la noche, con su cuerpo escuálido y su piel quebradiza?

Se recostó en la silla y extendió la cabeza hacia el techo con los ojos cerrados.

¿Preocupada por algo, Señorita Kyteler? - Preguntó una voz a su espalda.

Al girarse Alice vio a la teniente Thorn. No la reconoció al principio al no ir con armadura. Tras la batalla en el cementerio Sombraluna se hicieron celebraciones para honrar a los caídos y conmemorar a los héroes. Pese a que inmediatamente volvió a ocuparse de los quehaceres administrativos de la ciudadela parecía que la teniente había ablandado un poco su carácter desde la batalla y ahora se permitía pasearse sin armadura por la ciudadela cuando no estaba de servicio.

No es nada, teniente. Todo va bien. - Alice sonrió lo mejor que pudo, pero desorientada por la visión de la teniente fuera del uniforme le salió una mueca falsa.

La teniente Thorn se sentó en la silla a su lado, sin pedir permiso, cruzando los pies encima en el alfeizar dónde hacia un momento reposaba la bruja. Tomó un sorbo de la jarra que llevaba y dedicó a Alice una penetrante mirada del frió e inexorable ojo.

Cuéntame. - Lo dijo en el tono con el que solía dar las ordenes, cosa que mosqueó a Alice, reticente ya de por si a contar sobre ella misma. La teniente se percató de eso y esbozó una sonrisa. - Vamos, deja que te de una opinión objetiva. A veces ver las cosas con ojos ajenos ayuda a aclararlas. - Alice seguía dudando por lo que la teniente se aventuró: ¿Se trata de amor?

¿Qué?- Exclamó sobresaltada - No, no pasa nada, se lo aseguro... - Se encogió por un momento ante la fría mirada de la teniente- Es sólo que... la cena me ha sentado mal. - Alice no había comido nada desde el mediodía.-  Además aún estoy preocupada por mis compañeros, siguen perdidos y no hay noticias de ellos aún...

La teniente Thorn exhaló un suspiro y inclinó la cabeza. Obviamente no se creía las palabras de la hechicera. Ignorando los razonamientos que le daban y negando con una mano prosiguió a dar sus consejos no requeridos.
La vida es corta, a veces demasiado, señorita Kyteler. No debe dejar que distracciones secundarias la aparten de aquello que ama. Si lo deja apartarse de su lado puede que cuando se dé cuenta ya sea demasiado tarde. - Tomó otro trago del contenido de su jarra. - Han tenido suerte de salir con vida de su encuentro con Ner'zhul. Y si aún están convencidos de partir debería aprovechar todo el tiempo que permanece aquí. Ahí fuera los peligros la mantendrán algo más ...ocupada.

Pese a no estar prestándole atención, las palabras de la teniente Thorn despertaron en Alice pensamientos por sus compañeros. Como bien decía la teniente, fuera de la ciudadela estaban sus amigos y compañeros de la orden, rodeados de peligros que desconocía y en una tierra de la que no tenían información. Se sintió mal por estar obcecada con sus problemas cuando el resto del grupo podía estar luchando en ese mismo momento. Pero aún no iban a partir. Habían acordado esperar hasta estar totalmente recuperados y el brazo de Marther parecía estar tomándose su tiempo en sanar, por lo que mientras tanto se permitiría el lujo de divagar en sus problemas.

Alice se dió cuenta que la teniente seguía hablándole.
... aprovechar la juventud y decirse las cosas a la cara. Ocultar los sentimientos solo traerá disgustos a ambos...
Lo siento teniente, pero acabo de recordar que tengo un asunto que atender antes de irme dormir hoy. - dijo la bruja levantándose de su asiento.
La teniente sonrió, obviamente malinterpretando sus palabras.
Ve a por ello, chica.

Alice salió de la taberna, dejando atrás el asfixiante calor y el bullicio ruidoso que solía montarse cada noche. El frio aire nocturno la acarició provocándole un agradable escalofrío. Distraída en sus pensamientos se sentó en el bordillo de la fuente que había en el centro de la plaza y metió una mano en el agua, jugueteando con las ondas que provocaba.
Se vio arrastrada de nuevo por los recuerdos. Antes tenía un diario dónde evocar todos los momentos que quería guardar y los recuerdos que quería sacar de su mente. Su mente divagaba. La risa malvada de Ner'zhul retumbaba en su cabeza. Kitty devorada por el asqueroso gusano gigante. Tener que luchar contra su propia alma arrancada de su cuerpo. Cada herida que recibieron, cada golpe que les infligieron...

Y cuando todo terminó, cuando se los llevaban de vuelta a la ciudadela malheridos o inconscientes, James se le acercó. Pillándola por sorpresa la besó y con ese beso sintió algo como no le había ocurrido nunca. En ese beso pudo notar todas las emociones que exudaba el cazador. Toda su alegría, toda su felicidad, su euforia, sus sentimientos. También el dolor de sus heridas, la tristeza por los caídos. Como si sus almas se mezclaran en una sola, expandiéndose y retorciéndose sobre ellas mismas en un baile de éxtasis y amor... Y de repente se acabó.

Sin que Alice supiera porqué, James se alejó. Malherida como estaba, Alice no podía ir tras él pero en cuanto se recuperó lo buscó. Sin embargo él se mantenía distante, ausente, como si su mente estuviera en otra parte, dando lugar así a la situación de incomodidad en la que se encontraban.

Alice suspiró de nuevo. No entendía nada. Y no le gustaba sentirse así. Los baños cerca de la cascada que tomaron juntos, los besos, su ojos... Todo le decía que él sentía algo tan fuerte hacia ella como lo que ella sentía hacia él. Entonces, ¿por qué se comportaba así? ¿Había sido todo un engaño? ¿Sentía algo James hacia ella en realidad? Maldito sea él y el momento en que nos encontró - pensó Alice golpeando el agua de la fuente.

Alice, te estaba buscando.

Alice levantó la vista sorprendida por la repentina aparición. James se encontraba frente a ella, vistiendo un pantalón oscuro y una camisa antaño elegante a la que le había cortado las mangas para ir más cómodo. Su rostro lucía una sonrisa exuberante y su rostro estaba iluminado por algo que le tenía emocionado. No llevaba su rifle y no había un solo cuervo cerca.

El primer instinto de Alice fue lanzarse a sus brazos para abrazarle, para golpearle, para interrogarlo sobre su conducta, para acariciar su sonrisa con sus labios. Pero se contuvo. Él la había hecho sufrir con su distanciamiento, la había apartado de su lado. Que fuera él ahora quien sufriera un poco de apatía y indiferencia.

-Oh. Buenas noches James. - Contestó, tratando de entonar su fingida indiferencia lo máximo que pudo.

James se paró durante un segundo, asimilando la respuesta de Alice en silencio. Así era él. No sacaba conclusiones precipitadas ni disertaba sobre suposiciones. Estudiaba la información que tenía antes de actuar. Seguramente en su cabeza estuviera analizando que habría  provocado su reacción y se habría dado cuenta de su conducta grosera con ella.

Alice... Siento mucho haber estado algo distante estos días... ¡Algo distante dice! ¡Si apenas te he visto la cara esta semana! Pensó Alice, pero dejó que continuara. - El caso es que he estado trabajando en algo que me mantenía totalmente absorto ...Espero que no se refiera a esa zorra de la noche... Pero ahora ya está terminado y quisiera que vinieras a verlo. - La sonrisa de James hizo dudar durante un momento a Alice sobre mantener su postura indiferente pero permaneció firme.

No sé, James... ya es tarde... Estoy cansada y ahora me iba a dormir.

Vamos, sólo será un momento.

Alice suspiró.

Está bien, solo un momento. - La curiosidad por descubrir lo que había estado tramando James todo este tiempo prevaleció por encima de sus intenciones de hacerse la dura.

James la condujo fuera de la ciudadela y se detuvo un momento frente a las puertas. Se giró hacia ella y le ofreció un paño oscuro.

Toma. Cúbrete los ojos con esto.

Alice cogió el paño con recelo.

-¿Dónde me llevas James? No sé si estoy de humor para tonterías... - en su interior bullía de excitación.

Ya lo verás. Si te lo digo ahora no tendrá gracia.

Está bien...

Alice se tapó los ojos con la venda oscura ayudada por James, quien se la ató. A continuación le cogió una mano y la guió mientras ella se movía en las sombras. Caminaron en silencio. Alice no quería decir nada para no romper el momento. Además se suponía que debía estar enfadada con él. Se sentía una tonta, como una niña con su primer amor, era feliz por el simple hecho de caminar de la mano del hombre que tenía al lado. Notó su piel rugosa y el calor que desprendía, la fuerza de sus manos y la firmeza con la que sujetaba su mano. Se calló y disfrutó del momento.

Pronto pisaron terreno blando y el crujir de ramas le indicó que estarían adentrándose en el bosque. Pudo oír también el rumor de un rio discurriendo cerca de donde estaban. El aire le llevaba olores de hierba fresca y un soplo de mar. También percibía el estofado que preparaban en la taberna, por lo que no estarían muy lejos de la ciudadela.

Pasaron por terrenos inestables, en los que James cuidaba que no cayera, resaltes en el terreno en los que la cogía de la cintura para bajarla, caminos estrechos en los que caminaban lado a lado. A Alice se le había pasado todo enfado o duda que pudiera tener antes del trayecto. Se limitaba a dejarse guiar y disfrutar del viaje.
De repente se pararon.

Es aquí. Hemos llegado.

¿Dónde me has traído James?

¿Estás lista? - Alice notó como se colocaba detrás suyo para desatarle la venda de los ojos- Mira...

La venda cayó de sus ojos y el entorno fue revelado. Se encontraban en una pequeña meseta de difícil acceso, flanqueada por inmensos árboles como centinelas de madera que formaban un claro acogedor. De una cascada cercana discurría un rio a su lado formando un pequeño lago y terminando cayendo por el borde de la meseta en otra cascada. De fondo, por el amplio espacio que dejaban dos árboles se apreciaba el mar, calmo y brillante en el que se reflejaban las estrellas que se filtraban entre las nubes.

Frente a ella había una especie de altar con una base de piedra y un entramado de madera. Alice se fijó bien. Las figuras de madera encima del altar eran una pareja humana en actitud amorosa, en ese instante en el que empieza el beso. Pese a su tosca fabricación, Alice puedo notar el sentimiento que transmitía cada incisión. Se quedó conmovida ante las tallas. Se giró para decirle algo a James pero este la cortó.

Espera. -Señaló de nuevo al altar.- Mira ahora.

Alice se volvió y quedó estupefacta. Las nubes se habían apartado del cielo dejando que la luz de las estrellas cayera sobre el claro. Esta luz se reflejó en abundantes ramos de flores que habían pasado desapercibidos a Alice, pero que al recibir el toque de la luz brillaron con fuerza reflejando colores en todo el claro ante los maravillados ojos de la bruja. De repente una música empezó a sonar dulce y suave a poca distancia de ellos.

Esto... Esto es...- No encontraba palabras para describir lo que estaba sintiendo- hermoso. - Dijo por fin mirando a James.

He tardado un tiempo en montar todo esto, pero ha valido la pena solo por ver tu expresión en este momento. - Puso una mano en su hombro y procedió a explicarle como un artista explica su obra.- Este claro lo encontré por casualidad cuando exploraba los alrededores las primeras semanas al llegar aquí. La madera en la que he tallado las figuras era el cuerpo de un Anciano Cortezaluna, según los draenei que me ayudaron a abatirlo era el más antiguo de la región. No se aprecia muy bien, no soy muy buen tallador de madera, pero las figuras representa que somos tu y yo... Las flores que brillan a nuestro alrededor son una variedad rara de planta que crecen en las orillas del rio, como peculiaridad tienen la capacidad de reflejar la luz que les llega con múltiples colores. Pedí consejo a la elfa de la noche que trabaja en el jardín para encontrarlas. Lo de la música... no sé si lo recuerdas, pero es la músico que nos encontramos en la aldea Embaari. La he contratado para que toque un concierto en la ciudadela esta noche, justo en un punto muy concreto que nos permitirá gozar de su arte pero tener nuestro propio espacio. Y para terminar...

Alice asentía ante las palabras de James, encantada. Lo vio dirigirse al altar y sacar de detrás del mismo una pequeña caja de madera. Alice se acercó a él, curiosa por ver qué última sorpresa había guardado para ella.

Esto. - Abrió la caja y reveló un colgante de madera, del mismo color que la de las tallas, con la forma de dos pájaros volando. En el espacio entre ellos había engastado una brillante gema azul. El colgante estaba bien pulido y se le notaban las horas de trabajo que habían sido necesarias para crearlo. Estaba unido a una fina cadena de metal plateado.

James... Esto es... - Alice miró al colgante y luego de nuevo al cazador. - ¡Es precioso! ¿Has hecho todo esto para mí?

No. - dijo mientras sonreía.-  He hecho esto POR ti. Porque quiero darte un recuerdo que nunca olvides, para estar siempre en tus pensamientos.  - Le puso el colgante con cuidado y se lo ató. - Que este colgante simbolice que siempre estaré a tu lado. Que pase lo que pase, lo que siento por ti no desaparecerá, por muchos enemigos a los que nos enfrentemos, por mucha distancia que nos separe...

- ¡Oh, cállate y bésame!

Y allí, en ese claro bañado por las estrellas, se besaron, uniendo sus almas, compartiendo sus sentimientos, fundiéndose en un único ser. 


Escrito por Vandante




viernes, 20 de febrero de 2015

Alice Kyteler - Pequeñas pinceladas


Ya casi se encontraba en el lugar que estaba buscando, por el norte de Tirisfal. Desde aquel punto se podía divisar un tiempo atrás la torre de aquel Castillo que surgía por detrás de la frondosa arboleda.
Ahora si alzaba la vista lo único que lograba ver eran esas oscuras nubes que se amontonaban unas sobre otras, dejando apenas pequeños huecos por los que intentaba asomar el sol, casi sin éxito, algunos de sus débiles rayos.
Continuaba su camino con la mirada al frente pero con la mente alejada pensando en como pudo haber sido esa batalla de la que había oído hablar.


Se acercaba lentamente hacia esas ruinas, sus pasos eran lentos pero pisaba con seguridad y firmeza.
Finalmente llegó a encontrarse en lo que parecía el centro de aquel paraje que buscaba, hoy ya abandonado. Una suave brizna de aire levantaba una tenue capa de polvo y arena que a su paso dejaba a la vista restos de lo que pudo ser una cruenta batalla al descubierto.
Su vista no alcanzaba a ver toda la desolación de aquel paisaje. Continuó paseando e inspeccionando todo lo que hallaba a su paso.
De repente sus ojos se posaron sobre algo que parecía ser un cuaderno, estaba bastante deteriorado y las pequeñas ráfagas de viento intentaban levantar unas de sus hojas quemadas. Eso fue lo que llamó su atención.
Se agachó para cogerlo, se quito uno de sus guantes y lo sacudió con tanto mimo.., como si se tratase de la última flor con pétalos de un valle desolado, para quitarle restos de polvo y tierra, aunque no pudo evitar que partes de algunas de sus hojas quemadas se desprendieran del mismo.
Comenzó a pasar esas páginas una a una con el mismo cuidado, comprobando con pesar que muy poco de ese cuaderno podía ser legible, solo en algunas hojas se habían podido salvar apenas unas lineas.
Se detuvo en una de las primeras comenzando a leer..


“Pude ver sus caras y juré que acabaría con ellos, corrí hacia la cabaña de Cristinne al sentirme descubierta, vi como algunos resplandores iluminaban el cielo en la dirección en que corría para verla a ella lanzando fuego con sus manos, hacia un grupo de hombres que la acorralaban y del que intentaba defenderse, se detuvo por un instante al verme cerca y me gritó.. !Corre Alice, corre como el viento, no te detengas y no mires atrás!
Corrí.. corrí todo cuanto pude y sin saber en que dirección, sentía como ramas me rasgaban la piel pero no podía verlas ya que mis ojos estaban inundados de lágrimas, aun así seguía corriendo corrí durante horas hasta que todo se volvió oscuro.. Desperté junto a una chimenea con el sonido del crepitar de troncos quemándose. - ¿Tienes hambre niña?. Giré la cabeza hacia el sonido de la voz y..”


El resto de esa hoja estaba quemada, levantó un momento la vista para posarla nuevamente en el diario pasando algunas paginas mas, se detuvo en otra de ellas comenzando a leer.


“Sentí que había llegado el momento de separarnos, él ya poco mas podía enseñarme, me quedé mirando como se alejaba y no sentí nada, ni tristeza ni alegría.. nada.. Había llegado la hora de tomar mis propias decisiones, me voy a quedar con esta gente, saben lo que soy, lo aceptan, me uniré a su causa e intentaré ser útil en todo lo que pueda, a partir de ahora pertenezco a la Orden”


El hombre que sostenía aquel diario entra sus manos suspiró se acercó a lo que podría ser los restos de una columna y se sentó sobre ella para seguir pasando páginas y encontrar algunas en las que se pudiera leer algo mas.


“Una sensación de odio y poder me invadía, quería acabar con ella. Esta vez nada ni nadie me iba a detener ni siquiera ella.. Chantalle, ese era mi pensamiento mientras luchábamos la una contra la otra incansablemente, ya la tenia en mi poder, ya era casi mía cuando ese mago loco me intentó detener, _No podrás conmigo! Nadie podrá conmigo.- le grité a la vez que le lanzaba una potente e imparable bola de fuego impactando contra su pecho, Frederic cayó fulminado y en ese momento, un fuerte grito ahogado, mi propio grito hizo que me despertara, miré a mi alrededor con la respiración aun agitada por la pesadilla y empapada de sudor cuando escuche que alguien golpeaba la puerta de la habitación que ocupaba en el Monasterio.- Alice.. date prisa, han encontrado el cuerpo de Frederic sin vida.. “


Seguía pasando paginas con cuidado, de atrás hacia delante y al revés, pero solo algunas lineas sueltas mas se habían salvado de las llamas, aun así las leía intentando entrelazarlas o buscarles algún sentido.


“ La idea de ir a Roca negra no me atraía demasiado, todo sea por Zephiel.. ¿Quien demonios le habrá mandado meterse allí solo”


“ No se que tipo de poder tiene esta montaña, pero siento como si algo se fuera apoderando poco a poco de la voluntad de cada uno de nosotros.. menos mal que por el momento ni a Chantalle ni a mi parece que no afecta este tipo de poder, espero que eso no cambie.. “


Algo mas podía leerse en unas de las últimas paginas escritas


“ Se lo he prometido a Chantalle, no me importa quedar como una traidora ante el resto de la Orden, pero tengo que averiguar si son ciertas sus sospechas porque de ser así, eso nos va a poner en peligros a todos.. “


Tras algunos renglones algo borrosos puede volverse a leer algo


“Después de algunos contratiempos he logrado salir de allí y he conseguido poner a Zephiel a salvo, una vez mas, y a Lionell.. ahora solo queda prepararnos y esperar el momento en que vayamos a hacerle frente, a Vicent.. y va a ser muy pronto, algo me dice que esto será lo ultimo que escriba en este diario..”


Efectivamente eras las últimas palabras que había escritas en ese diario, aquel hombre lo cerró con cuidado y lo guardo bajo su camisa suspirando.


-¿Donde estas ahora Alice?




Escrito por Nezhae


jueves, 19 de febrero de 2015

La caída del señor del vacío (Final del capítulo 1 - Grupo 1)


Sus pies semidescalzos avanzaban lentamente por la fría piedra de la plataforma en la que se encontraban. La oscuridad del vacío arropaba tanto a los osados forasteros que se habían adentrado hasta el recóndito cementerio, como al orco que aguardaba con satisfacción la caída de los mismos.
Caminó apoyándose en el bastón en cada paso que daba. Si bien el Ner'zhul de aquella época no era tan poderoso como lo había llegado a ser en otra línea temporal, seguía siendo el señor de los Sombraluna, y como él mismo aseguraba, el señor del vacío. Su poder no tenía rival en aquellas tierras, sus tierras. Ya fueran orcos, draeneis o las extrañas razas que habían llegado a Draenor, Ninguno sería un enemigo a temer para los Sombraluna ni para él mismo. Nadie podría detenerlo, nadie se entrometería en sus planes.

Ner'zhul se detuvo junto al cuerpo de uno de los humanos. Las armaduras de éste eran brillante, y su modo de luchar le había recordado a aquellos odiosos draeneis que ahora poblaban su valle. Se acercó confiadamente al cuerpo del cruzado y se detuvo unos segundos a analizarlo detenidamente.

-Vuestra raza... me causa curiosidad. Tan confiados, tan arrogantes...tan...entrometidos...tan débiles...

Ner'zhul no esperaba que el humano le respondiese, de hecho cada uno de los componentes del grupo se hallaba en peor situación que el anterior. La mayoría habían caído fácilmente bajo su oscuro poder, no sin haber luchado, pero aún así todos sus esfuerzos había sido en vano. El orco se incorporó nuevamente y apoyó su pie en el brazo del paladín, segundos después dejo caer su peso rompiendo parte de la armadura y el brazo del humano. Marther no pudo retener el grito, que sonó como un alarido de un dolor indescriptible.

-Lástima que todo acabe así para vosotros...

El orco apartó el casco del paladín con el bastón, y centró su mirada en la expresión de sufrimiento que se reflejaba en el rostro de éste. Ner'zhul apoyó su pie esta vez en la cabeza del humano.

-Dónde está tu luz ahora... humano...-susurró Ner'zhul mientras se disponía a acabar con la vida de su enemigo.
-¡La luz está en todos nosotrros Ner'zhul!¡Puede que ya sea horra de que conozcas su poderr!

La voz del Exarca Akama interrumpió las intenciones del orco, que parecía sorprendido por la aparición del venerable draenei.

-Eres un insensato si crees que podrás acabar conmigo tan fácilmente... ni tu, ni tu amada luz podrá detenerme esta vez...
-¡Es cierrto Ner'zhul!-gritó el draenei mientras descendía por los peldaños que guiaban desde la entrada hasta la plataforma suspendida en el aire.-¡Es por eso que no he venido solo!

En ese momento el rostro del orco cambió completamente. La Exarca Naielle y la teniente Thorn se adentraron en la sala junto con varios soldados de la Alianza. El grupo le superaba en numero, sumaban casi una docena entre los draenei y seres de distintas razas como las que se había enfrentado minutos antes. Ner'zhul retrocedió sobre sus pasos mientras se aferraba fervientemente a su bastón. No podría con todos ellos, no en esta ocasión. Rápidamente el orco apoyó su bastón en el suelo empedrado y un rayo se materializó frente a sus enemigos. Una especie de humo púrpura inundó la zona frente a sí. El orco aprovechó la distracción para dar media vuelta y correr hacia el final de la plataforma, sin embargo a los pocos pasos se vio obligado a detenerse. Varias esferas suspendidas en el aire aparecieron de repente frente a él, materializando en pocos segundos varias figuras humanas y elfas.

-¿Tienes prisa Ner'zhul?-preguntó sarcásticamente la Archimaga Modera.
-No huirás de nuevo orco...-dijo el Archidruida Morthis Alasusurro mientras se concentraba.

De repente Ner'zhul se vio totalmente paralizado, un sinfín de ramas le atrapaban y ascendían lentamente por su cuerpo obligándole a soltar su bastón y permanecer paralizado en el sitio.

La teniente Thorn se acercó hasta el orco caminando decididamente hasta detenerse a escasos centímetros de su rostro.


-Hoy es el día en el que se pondrá fin a todo el dolor que has causado.


viernes, 13 de febrero de 2015

Fotomontaje de La Orden!

Quería agradecer antes que nada el duro trabajo realizado por Vandante, el cual ha invertido bastantes horas en realizar el montaje que vemos a continuación!


Estamos más que encantados de recibir el trabajo y creaciones de los miembros de la hermandad!! Muchiiiiisimas gracias!

martes, 3 de febrero de 2015

Equilibrando la balanza


Como cada uno de los días que componían los últimos meses, Garrett y su apreciada maestra recorrían las cavernas del tiempo mientras se enzarzaban en un debate sinfín. Quizás la joven dragona de nombre Nizdorni disfrutaba de aquella situación, pero el resultado final no era otro que el de instruir a su aprendiz como caminante del tiempo. Garrett a estas alturas ya conocía los entresijos de aquel lugar e incluso las manías y hábitos de las dragona, así que mientras caminaban alrededor de aquel gigantesco reloj de arena que coronaba el centro de las cavernas, el joven humano se percató de que ya habían rodeado el mismo al menos siete veces. La conversación entre ambos siempre derivaba en una serie de cuestiones de las cuales la dragona o bien no tenía conocimiento o por otro lado no le interesaba contestarlas, pero ambos paseaban lentamente hasta completar la décima vuelta, donde Nizdorni dejaba al humano con la palabra en la boca y sus preguntas en el aire.
Garrett aprovechó que aún quedaba un tiempo hasta terminar su instrucción del día para preguntar aquello que le inquietaba.
-Nizdorni, lo que no entiendo es...¿Por qué nosotros debemos permitir que ocurran cosas malas? ¿No deberíamos evitarlas?...
-Los caminantes del tiempo, al igual que los dragones de bronce, no somos jueces. Nosotros no decidimos joven aprendiz, tan solo vigilamos y nos aseguramos de que todo fluya como debe ser.
-¿Pero cómo no solucionar algo... que puede estar a tu alcance?
-Esas preguntas son las que corroen y dominan por dentro a los dragones infinitos...¿Por qué no hacer un mundo fiel a nuestros ideales? Es sencillo, porque nosotros no somos titanes, ni dioses,... nosotros tan solo somos espectadores del transcurso del tiempo en este mundo. Además dentro de todo lo malo siempre hay cosas buenas.-respondió la dragona con forma de gnoma mientras sonreía al humano.
-Quizás tengas razón, pero no encuentro nada positivo a por ejemplo... lo que ocurrió con Arthas y la plaga. ¿Qué beneficios obtuvimos de eso? ¿Acaso compensa las miles de muertes?
-Quizás si analizas los hechos podrías hallar tu mismo la respuesta, de ese modo nuestra conversación giraría en torno a algo más... fructífero.
Garrett miró a la gnoma arqueando una ceja
-Las últimas seis vueltas que hemos dado al reloj, tan solo has hablado de lo poco que te gusta el invierno y lo fría que está la nieve, mira a tu alrededor, estamos en un desierto... no creo que nuestra conversación pueda ser menos fructífera que eso.
-Oh, puede que tengas razón... bueno está bien. Por poner uno de los numerosos ejemplos... Arthas creó la plaga, de la cual salieron los renegados de la horda o incluso los caballeros de la muerte. Eso conllevó a que la Horda se hiciera más poderosa al contar con estos... no muertos. Sin los no muertos quizás los elfos de sangre no hubiesen formado parte de la Horda... y puede que entonces...
-¿Estas intentando decirme que gracias al rey Exánime la horda es más fuerte? Si intentas convencerme... no creo que estés usando un buen ejemplo.
-Garrett tu ahora eres caminante del tiempo, los caminantes sois neutrales al igual que nosotros los dragones. La horda es solo... el otro lado de la balanza. A veces un lado se inclina más que el otro, pero a fin de cuenta ambos son necesarios para este mundo. ¿Cómo si no podríamos haber derrotado al vuelo negro o a la legión ardiente? Cada uno de vosotros sois útiles, y en este tiempo habéis aprendido a luchar contra el verdadero enemigo.
-Puede que tengas razón... no lo había pensado de ese modo...aún así...
-Garrett las cosas a veces no están tan a flote como parecen, puede que algo malo ocurra en principio, pero quizás todo ello desemboque en algo bueno... cuando tengas dudas piensa en que la balanza se está equilibrando.

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Un resplandor deslumbró al elfo tras cruzar el portal oscuro. El sol en aquellas tierras llamadas Draenor estaba por ponerse, sin embargo aún alumbraba en el horizonte, tras aquel amasijo de vegetación y orcos que bañaba todo lo que abarcaba la vista.

El elfo sostuvo su asta fuertemente mientras se preguntaba si las tropas tanto de la Alianza como de la Horda serían capaces de frenar aquel avance. Sacudió la cabeza intentando deshacerse de sus dudas y avanzó rápidamente junto a algunos de los suyos. La primera línea lograba refrenar con éxito el avance de la Horda de hierro, mientras que los pocos que se escabullían entre las filas quedaban a merced de aquellos que acababan de cruzar como él mismo.

Caminó rápidamente mientras giraba en círculos varias veces la lanza sobre su cabeza anteponiéndola ante él , tras un ágil y ligero movimiento el elfo clavó su arma en el suelo y apoyándose le otorgó una patada a un orco que se acercaba. El orco cayó desde una altura considerable. El monje miró desde lo alto mientras sacaba una afilada daga de su apretado cinturón de cuero. Apuntó tan solo unas milésimas de segundos mientras el orco se levantaba lentamente. La daga cruzó en un parpadeo la distancia hasta el enemigo atravesando su garganta. ''Uno menos'' pensó.

El elfo acarició sus largos cabellos mientras observaba la sangrienta batalla que tenía lugar a su alrededor. Mirando con desdén a aquellos que dejaban sus vidas contra los temibles orcos, se preguntó como demonios había llegado a verse envuelto en aquella situación. Era mercenario sí, todos los suyos lo eran, pero realmente merecía la pena sacrificarse por algo así... El elfo miró a sus compañeros, como cada uno de ellos daba lo mejor de si mismo mientras luchaban fieramente contra aquellos enemigos que habían descubierto tan solo hacía unas semanas antes. Entre la multitud se fijó en un joven humano de cabellos rubios que fue fácilmente derribado por un orco haciendo que cayese desde una gran altura. El orco recorrió la distancia de un salto mientras acorralaba al humano que a esas alturas había perdido el arma. El monje extrajo una daga mientras observaba al orco caminar decididamente hacia el humano sosteniendo una gran maza entre sus manos. El humano se hizo con su escudo esperando el avance del enemigo, enemigo que caería en unos segundos bajo el filo de su daga...

De pronto una explosión hizo volar un edificio cercano. El elfo monje salió despedido cayendo de espaldas. Abrió los ojos rápidamente para percatarse de que una gran estructura de madera se avecinaba sobre él. Esquivó cada uno de los tablones que parecían llover del cielo mientras avanzaba entre las rocas desprendidas a causa de la explosión.

Evitó con éxito algún que otro enemigo que se abalanzaban sobre él mientras se abría paso. Con su lanza avanzó apartándolos a base de golpes aprovechando la ocasión para terminar con la vida de más de uno. Mientras luchaba fervientemente notó como algo desgarraba la piel de su brazo y le obligaba a dejar caer la daga que aun sostenía. Se giró rápidamente a la vez que miraba el sangrante corte de su brazo. El orco levantaba el hacha para asestar un segundo ataque, pero esta vez el monje interpuso su asta. Forcejeó con el enemigo durante unos segundos hasta que retrocedió hacia atrás gracias a una voltereta que realizó justo a tiempo. Mientras el orco y el elfo cruzaban sus miradas, éste ultimo aprovechó para depositar su mano sobre la herida. Una esfera de color verdoso salio de su mano para adentrarse lentamente en su herida, cicatrizándola con gran celeridad. El orco avanzó rápidamente cargando contra el elfo. Sin duda el monje era mucho más hábil y rápido que el enemigo pero aún así no podía confiarse, esquivó cada uno de los golpes del orco que rasgaban el aire ante el que se encontraba.

Una daga se hundió en la piel del orco, ahondando profundamente en su hombro. Ambos miraron hacia donde se encontraba una orca con varias de esas armas entre sus manos. El elfo aprovecho la distracción para cargar hacia el orco. Antes de que el enemigo pudiese reaccionar el monje apoyo la lanza en el suelo usándolo como pértiga para cruzar por encima del robusto cuerpo de su contrincante, mientras que una vez en el aire lanzaba el asta perforando la armadura del orco y atravesándole el pecho.

El elfo extrajo su arma del cuerpo ensangrentado de su enemigo y limpio el filo de ésta con un fuerte movimiento. Sin más dilación avanzó hacia los peldaños de piedra por los que había bajado minutos antes a toda prisa, pero cuando estaba a punto de realizar dicha acción algo llamó su atención. A lo lejos observó un débil reflejo, lo suficiente para ver un leve parpadeo de algo brillante. Avanzó cautelosamente abandonado el camino de piedra y adentrándose en la tierra y vegetación de lo que conformaba el resto de la jungla. Se arrodilló muy lentamente y de entre la maleza extrajo un objeto, un misterioso y singular objeto con forma de talismán.

El elfo de sangre observó entre sus manos la reliquia sin mediar palabra. Un escalofrío recorrió su cuerpo rápidamente. Kaltherian examinó el talismán, cada parte de él mientras ensimismado se centraba en la arena dorada que recorría el interior de la coraza de color negro que protegían los cristales azulados del artefacto.

-No puede ser...-susurró.

Sus manos temblaron mientras un sinfín de recuerdos nublaban su mente. Giró la mirada alerta al oír algunos pasos tras él. La orca de piel verdosa y pelo oscuro se acercó hasta él con sumo cuidado. A los que se sumaron en poco tiempo otro elfo de sangre que parecía ser un brujo y un goblin.

-¿Crees que es... aquello que busca el jefe?-preguntó la orca entre susurros a la vez que rompía el silencio que se había forjado entre ellos.
-Si lugar a duda,... y si no, es algo muy parecido.
-¡Vaya y yo que creía que el jefe estaba como una regadera!-exclamó el goblin con una aguda voz.
-Él dijo que tarde o temprano lo encontraríamos, que lo había visto...-interrumpió un elfo de sangre alto con cabellos rubios y de carácter serio.- Lo que no podía imaginar es que sería aquí...y mucho menos... ahora.
El elfo de sangre monje observó junto al grupo la belleza de aquel artefacto.
-Vosotros no hicisteis más que dudar de sus palabras... pero yo viví lo sucedido hace años. Cada muerte, cada derrota... mi hermana murió a manos de aquellos que tan solo querían adueñarse de los talismanes. Sin embargo... siento que este objeto posee un poder inimaginable... siento que ha llegado nuestro momento... la balanza se inclina otra vez a nuestro favor... y los Filos de las Sombras renacerán una vez más de sus cenizas.

Garrett despertó bruscamente del sueño en el que se encontraba. Se incorporó rápidamente en su cama cubierto por un frío sudor que recorría todo su cuerpo. Miró a su alrededor y observó entre la oscuridad como el resto de sus compañeros descansaban plácidamente en aquel edificio conocido como el cuartel de la ciudadela. Miró sus manos detenidamente y seguidamente acarició su poblada barba, respirando aliviadamente al ver que estaba bastante lejos que parecer un elfo de sangre. Los recuerdos producidos por aquella pesadilla se incrustaron en lo más profundo de su mente, taladrando la cordura de cualquiera que lo hubiese presenciado. Dentro de su cabeza recordó cada imagen, cada pensamiento e incluso cada sensación que inundaban al elfo, como si por un momento hubiesen sido uno. Sus dedos temblaron al recordar el nombre de Filos de las sombras, ya fuera por lo real que aquel sueño había parecido o bien por lo que había logrado saber acerca de ellos. Puede que su atormentada mente le estuviera jugando una mala pasada, tal y como había pasado días antes. Pero si ese sueño resultaba ser real... La Orden volvía a revivir a uno de sus peores enemigos, aquellos que serían capaces de inclinar la balanza.




Anunciamos que próximamente y si los miembros de La Orden están de acuerdo, comenzaremos un nuevo grupo de rol, esta vez situado con personajes de la Horda. Los Filos de las Sombras, aquellos que fueron grandes enemigos de la Orden han continuado sus andaduras hasta ahora, donde tras cruzar el portal oscuro sus destinos se han visto nuevamente entrelazados con los de la Orden. ¿Cuales serán las intenciones de estos? Todos eso podremos verlo dentro de muy poco, en el Capítulo II - El imperio del sol.