miércoles, 30 de julio de 2014

Zephiel Daroudji - Cadenas de odio.


Había caído en la trampa. No solo no había logrado encontrar a Caleb, sino lo que es peor, me habían capturado. Hacía días que había dejado el monasterio, decidí estúpidamente partir en solitario pensando que me adelantaría al resto al depender únicamente de mi mismo, pero las cosas no resultaron ser como esperaba. Ya casi había llegado al lugar donde se encontraban cuando de pronto me tendieron una emboscada, me superaban en numero, así que no pude hacer nada por evitarlo.

Mis captores me arrastraban por una serie de pasadizos que llegué a reconocer. Las paredes de piedra grisácea, las grandes puertas de madera, incluso los barrotes de las celda me vinieron a la mente nuevamente como si de una pesadilla se tratase. Era mismo lugar donde había estado capturado meses atrás, cuando la Orden se enfrentó a Lionell. Nuestro nuevo enemigo había ocupado el mismo castillo que él ocupó en su día, un pequeño condado situado al norte de Reinos del Este, un lugar tan... abandonado que nadie nos encontraría jamás.

Decidí dejar mi cuerpo en peso muerto mientras mis enemigos me sostenían por los brazos arrastrándome. Sé que no solucionaría nada, pero no pensaba colaborar, sabía con certeza lo que ocurriría... primero me encadenarían, luego me torturarían para sacar información y por último pondrían fin a mi vida. No les daría el placer de ponérselo fácil.

Por desgracia a mis captores, sobre todo a uno de ellos, pareció no importarle nada de aquello. Eran los mismos que me habían capturado horas atrás. Uno de ellos era un no muerto, un débil y enclenque renegado que debía mantenerse en pie por alguna especie de voluntad divina, porque no llegaba a comprender como ese tronco huesudo y esas piernas esqueléticas soportaban el peso siquiera de la cota de malla que llevaba. Mi otro captor era todo lo contrario, medía tres palmos más alto que yo, y su cuerpo debía de ser tan ancho como un gran barril de cerveza. Cualquiera de sus extremidades podría tumbarme de un solo golpe, y aseguraría a que cuando digo cualquiera de ellas, es cualquiera.

Ninguno de los dos soltaron palabra en ningún momento, parecía que por gestos o miradas se entendían a la perfección, así que no iba a ser yo quien rompiera ese silencio sepulcral. Intenté forcejear siempre que tenía ocasión, pero era inútil, el robusto enemigo con pintas de verdugo me sostenía con tanta fuerza que empezaba a sentir como se me dormía el brazo por el que me sujetaba.

Tras una gran larga visita turística por las mazmorras del castillo, mis captores se detuvieron junto a la ultima prisión de aquel largo pasillo. El no muerto abrió la puerta sosteniendo las llaves entre sus menudos dedos, no pudo evitar que las llaves se resbalaran de los mismos precipitándose hasta el suelo. Se arrodilló a recogerlas y todos pudimos oír como su espalda crujió soltando un chasquido. Apostaría a que no fui el único que sintió un escalofrió en ese momento. El no muerto volvió a realizar el mismo intento de abrir la puerta de barrotes color carbón, y nuevamente se le escaparon las llaves de entre los dedos yendo a parar al suelo.

-Agh... por el amor de...¿Esta es vuestra forma de torturarme?-exclamé frunciendo el ceño mientras el matón con pinta de verdugo apretó aún más el brazo por el que me sostenía.

Después de el no muerto tuviera que repetir incluso una tercera vez la misma maniobra, logró abrir la puerta. Ambos me arrastraron en contra de mi voluntad mientras me oponía con total resistencia. Observé los grilletes anclados a la pared, aquellos que ya había conocido y sufrido en otra ocasión. Temí sufrir el mismo destino que entonces, pero lo que en realidad temía es que esta vez nadie decidiera venir a buscarme, que hubiera dejado de serles útil a mis compañeros.

Me percaté de que justo en la pared opuesta se encontraba una persona apresada. El humano nos miró con curiosidad mientras descansaba sentado en el frío suelo atado por las muñecas obligado a mantener las manos y los brazos en alto. Era un hombre de apariencia joven, de facciones y complexión delgada, y largos cabellos oscuros como la noche. Sus ojos verdes se cruzaron con los míos y fue entonces cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo al completo. Conocía a ese hombre, y lo conocía bastante bien. La ira creció dentro de mi interior hasta niveles insospechables. Sentí como el corazón me latía tan fuerte que podía notar las punzadas en el pecho. Cerré la mandíbula y los puños con fuerza mientras mi ojos reflejaban el odio creciente que poseía dentro de mí.

-Vaya... esto si que debe tratarse de una broma del destino.- dijo Lionell al ver mi rostro, mientras sonreía desde la otra punta de la prisión.

En ese momento no había fuerza humana en el mundo que pudiera detenerme, ni siquiera el robusto captor con apariencia de verdugo pudo seguir agarrándome del brazo.

-¡Hijo de perra!-grité

Crucé rápidamente la distancia que se encontraba entre nosotros olvidándome de todo lo demás. Me abalancé hasta él propinándole numerosos puñetazos en la cara haciendo acopio de todas mis fuerzas. En ese instante no me importó que estuviera encadenado sin poder defenderse, tampoco el hecho de que no sintiera siquiera mi brazo entumecido, ni siquiera la posibilidad de poder huir de aquel lugar. Mi único objetivo era acabar con él.

Sentí como el no muerto me agarró del brazo. Miré con rabia a ese engendro y le asesté tal golpe con el codo que su cabeza salió despedida por los aires haciendo que segundos después el saco de huesos que tenía por cuerpo se desplomara sin vida.

Deje de golpear el ensangrentado rostro de mi archienemigo y decidí agarrarlo con fuerza del cuello. Mis manos se aferraron alrededor de éste intentando asfixiarlo mientras se retorcía de dolor. Fue entonces cuando sentí un golpe en la cabeza y todo se volvió negro.


Desperté al cabo de unas horas. Pensé que todo había sido parte de una cruenta pesadilla, pero entonces sentí un gran dolor en la cabeza que se encargó de confirmar mis terribles sospechas. Tenía los brazos en alto, que se encontraban atados por grilletes alrededor de los mismos. El peso de mis brazos inertes durante el tiempo que había estado sin sentido habían provocado las primeras llagas y heridas alrededor de mis muñecas.

Ya había pasado por esto, y era lo que más había temido en los últimos meses, el simple hecho de volver a estar en esta situación. Miré entre la oscuridad de la celda hacia el lugar donde se encontraba mi enemigo. Sople hacia arriba intentando apartar un mecho de pelo que caía por mi rostro mientras mis ojos se acostumbraban al sombrío perenne de aquel sitio. Conseguí vislumbrar el cuerpo del no muerto que todavía se hallaba en el suelo a escasa distancia de mi posición. Busqué a mi alrededor el paradero de su cabeza pero no logré encontrar nada.

Cuando me acostumbré a la oscuridad, pude ver a Lionell. Estaba inconsciente o dormido. Sin darme cuenta de ello, mi mandíbula comenzó a tensarse y mi cuerpo al completo se ponía alerta ante la persona que más había odiado en toda mi existencia.

Muchas preguntas recorrieron mi mente. ¿Qué hacía Lionell de nuevo en nuestra época? ¿Por qué estaba atado? Sin duda puede que el destino hubiera sido generoso conmigo y me permitiera cumplir aquello que en su día no pude, la oportunidad de acabar con él.

Miré hacia arriba fijándome en el artefacto de metal que me impedía escapar intentando hacer fuerza para liberarme. Forcejeé durante un rato observando como los consistentes grilletes apenas cedían ni un milímetro. Mis ojos se clavaron en Lionell y susurré...


Reza porque estas cadenas logren retenerme...



lunes, 28 de julio de 2014

El renacer de un sueño


La estancia estaba casi en penumbras, solo la tenue luz de una lámpara sobre la mesa repleta de papeles la iluminaba.
Lord Cross Nesai Doe se hallaba allí sentado intentando poner orden sobre esos papeles e intentando hacer cábalas y cuentas con el fin de encontrar alguna pequeña luz sobre ellos, pues sabía que su futuro y el de su causa dependía de eso.
Su aspecto era algo demacrado, Con barba de varios días y con los ojos rojizos por el cansancio y la falta de sueño, se negaba a apartar la vista sobre esos papeles convencido de que sobre alguno de ellos encontraría algo en lo que poder agarrarse y un atisbo de esperanza para poder salvar a la Casa Doe.

Empezaba a sentir cansancio, las sienes le ardían, se levantó para ponerse un poco de agua sobre su nuca y fue en ese momento cuando le pareció que llamaban a la puerta. ¿Quien podrá ser a ahora ? Pensó, no esperaba visita, no sabía ni que hora podría ser. Echó un rápido vistazo a la desordenada habitación y volvió a oír de nuevo varios golpes sobre la puerta, se abotonó un poco la camisa y subió las escaleras con paso firme para abrir.

Lord Cross Nesai se quedo parado delante , sus ojos de repente cambiaron de expresión denotando felicidad y una sonrisa se dibujó sobre sus labios, unos labios que hacía ya varios meses que no sonreían o al menos no de esa manera.
Ella era la última persona que esperaba encontrar tras la puerta en ese momento.

- Tú.. Pero.. ¿Porque no has avisado que vendrías? Te habría ido a recibir habría preparado..
- ¿Tengo que avisar para venir a mi casa padre?

Tras esas breves frases Lady Ishttar Remol Doe cruzó el umbral y ambos se fundieron en un caluroso y tierno abrazo.

Se encontraban ya sentados dentro de la estancia, Lord Cross Nesai había apartado con el brazo los papeles que había sobre la mesa y sujetaba las manos de su hija.

- Cuéntame querida, ¿Cual es el motivo de tan agradable visita? ¿Va todo bien? ¿Que tal tu espeso y los niños?
- Va todo bien gracias a la Luz. El motivo de mi visita no es por nosotros,
    es por ti. He recibido noticias de que no te va todo lo bien que desearías.

Ishttar mira los papeles y continua hablando.
- Me duele que no hayas acudido a mi para pedir ayuda, aunque no me sorprende, de sobra conozco tu testarudez.
- Oh, no es tan alarmante como parece, saldré de esta, como siempre, no hay que preocuparse y no puedo aceptar tu ayuda.
- No he venido a preguntártelo padre, y menos acepto un No por respuesta, de ti heredé mi testarudez, soy tu hija, una Doe . Sabes que a mi esposo y a mi nos ha ido bien en los negocios y he venido para que te pongas a iniciar tu sueño, nuestro sueño, he traído conmigo lo suficiente para empezar con esa labor y de camino vienen mas recursos. Ya va siendo hora de que inicies la reconstrucción del condado de Barok. Prepárate padre, porque tienes trabajo que hacer.

Los ojos de Lord Cross Nesai se iluminan e Ishttar aprieta fuertemente las manos de su padre.



Escrito por Beatrice Strang

domingo, 27 de julio de 2014

The Order - Capítulo 1


(Atención: Esta serie de relatos no guardan influencia ni predicen nada con respecto a la trama de ''La Orden Eterna'', han sido creados simplemente para divertimento de sus miembros.)

Año 2050 aproximadamente, planeta tierra. 
La humanidad se sumerge en un mundo de gran avance tecnológico donde las enfermedades y preocupaciones de años atrás carecen de sentido. El cáncer, el sida, o cualquier enfermedad que otrora causaba estragos, ahora son curadas fácilmente con una simple inyección.
El sistema de gobierno es único y abarca el planeta en prácticamente su totalidad, donde una persona lidera todos los países desarrollados, y donde los países subdesarrollados son explotados con el fin de crear o expandir las numerosas metrópolis que conforman el 80% de la tierra firme, cayendo así bajo el liderazgo del mismo gobierno que los países de mayor riqueza.

Sin embargo, el avance no ha podido solventar una nueva enfermedad que asola a la población de esta éra. Las personas que contraen dicha enfermedad mueren en pocos días tras una grave afección al sistema nervioso. Se desconoce la razón por la que se produce, y no existe cura. Excepto una.

Una persona de cada millón es capaz de curar dicha enfermedad. Estas personas poseen el poder de la luz, desgraciadamente aunque ésta sería una razón de esperanza, está lejos de ser así. Las personas tocadas por la luz son capaces de sanar no solo esa enfermedad, sino cualquier otra, además de contagiar su don a aquellos a los que sanan. En cambio la clase alta y los destacamentos políticos ven esto como una amenaza en toda regla, en un mundo sin enfermedades, sus ganancias y poder a base de la venta de fármacos agonizaría en pocos años. Razón por la cual el gobierno se guarda de encontrar, perseguir y eliminar a estas personas especiales, aprovechando que la mayoría de la población desconoce de la existencia de éstos.

Son muy pocos los que sobreviven al incesable acoso que reciben por parte de asociaciones dedicadas a su aniquilación, y menos aún los que logran salvarse. Un grupo compuesto por varias personas entre las que se encuentran algunos de los ''tocados por la luz'', forman la resistencia. Reciben el nombre de la Orden, y son liderados por una criatura de origen y época desconocida cuya finalidad es la de evitar que esta guerra comience, una guerra que no se libra en las calles, sino en las sombras.


El sonido del pisar en los charcos de las cloacas era lo único que se oía mientras el grupo avanzaba rápidamente por los oscuros túneles subterráneos. Garrett se detuvo unos segundos mientras analizaba un mapa con forma de gráfico azul eléctrico proyectado desde su dispositivo móvil.
-A la derecha hay una salida, lleva hasta un callejón aislado.- susurró a sus acompañantes
El grupo continuó por el camino indicado hasta encontrarse con la escalerilla que ascendía hasta la apertura de la alcantarilla que conectaba el túnel con el exterior. Garrett subió rápidamente abriendo con fuerza el resistente mecanismo a presión que la mantenía anclada al suelo.
Mientras tanto en el exterior la lluvia arreciaba, la ciudad se sumergía en la ruidosa e incansable actividad nocturna de la metrópolis. Se encontraban en el oscuro y sucio callejón que había predicho momentos antes. Garrett ayudó a Nizdorni a subir, mientras que Caleb aún permanecía en el túnel.
-No tenemos mucho tiempo... siento que están cerca...-dijo Nizdorni con la mirada perdida en el horizonte.
Garrett descendió nuevamente en busca de su compañero, una vez abajo observó como éste permanecía inmóvil, con el brazo extendido hacia el lugar por el que habían avanzado. Alrededor del brazo de Caleb se había creado una barrera luminosa que amenazaba con impedir el avance de aquellos que les perseguían.
-Caleb debemos irnos, no nos queda mucho tiempo.
-Debéis marcharos, lograré entretenerlos lo suficiente para que podáis escapar.
-Caleb no seas estúpido...
-Sabes que es la única forma de que consigáis salir de ésta,-interrumpió- para que... todo vuelva al principio.
Caleb miró seriamente a Garrett, ambos sabían que no había más opción, pero a estas alturas ya habían tenido que presenciar la muerte de todos sus compañeros. Cada vez que algo así ocurría, Garrett sentía como si una parte de él, de su humanidad, desapareciera con ellos. Eran incontables las veces que sus compañeros se habían sacrificados por ellos, por la esperanza de que alguna vez consiguiesen su objetivo final.
Garrett selló la alcantarilla tras de sí. Su triste mirada se cruzó con la de Nizdorni y sintió como si ya hubiese vivido esta situación años atrás, de hecho así había sido en numerosas ocasiones.
Nizdorni no podía pensar en otra cosa que en las últimas palabras de aquellos que habían sido sus compañeros, dolorosas palabras que les habían dedicado segundos antes de sacrificarse. Una lágrima recorrió su rostro para caer en la oscuridad de la noche que inundaba aquel lugar. La joven despejó de su mente todos aquellos recuerdos mientras corría junto a Garrett por un sinfín de sombríos y desolados callejones. Ahora no podía distraerse, debían lograr escapar como fuera, solo contaban con una oportunidad para lograrlo.
Mientras avanzaban podía escuchar sus voces acercarse a lo lejos, sus piernas comenzaban a flaquear aunque su mente se negaba a rendirse. Habían logrado sacar un poco de ventaja a sus perseguidores pero aún podían sentirlos tras de sí, esperando darles caza en cualquier momento. Ambos deberían valerse de su astucia y poder si pretendía salir de allí con vida. Su cuerpo similar al de una niña de doce años aparentaba debilidad y torpeza, pero en sus ojos podía verse la sabiduría y el poder que se escondían en su interior, ya que a veces las cosas no eran lo que realmente parecen, y esa ''niña'' había vivido ya cientos de años.
De pronto se oyó una clara explosión entre los numerosos ruidos que componían la sinfonía característica de la noche urbana.
Garrett se detuvo girándose rápidamente hacia el lugar que habían dejado atrás
Caleb... pensó.
-Garrett debemos continuar.- dijo la pequeña Nizdoni mientras tiraba inútilmente del robusto y pesado cuerpo de su compañero.- Si no continuamos, sus muertes habrán sido en vano.
Garrett miró a Nizdorni de forma apesadumbrada y ambos continuaron corriendo por aquel laberinto de callejuelas.
Nizdorni siguió corriendo mientras vislumbraba a lo lejos lo que parecía ser un gran muro que bloqueaba el camino. Lo que faltaba... sin salida, pensó. Mientras sus piernas corrían automáticamente, la joven cerró los ojos para canalizar energía arcana hacia sus manos. Nizdorni realizó unos gestos extraños mientras susurraba palabras sin sentido para cualquier persona corriente. Sus manos comenzaron a iluminarse con un aura cristalina. La joven abrió los ojos cuando se encontraba a escasos metros del muro, extendió su brazo hasta posar su mano derecha en éste mientras que con la izquierda tomó la mano de su compañero. El tiempo pareció ralentizarse, varias ondas de energía pasaron desde su mano hacia el muro y segundos después la mano de la joven se hundió entre la fría piedra que formaba la barrera. Ambos se imbuyeron completamente en el muro apareciendo al otro lado de éste. En cuestión de segundos lo habían atravesado completamente dejándolo intacto.
Una vez al otro lado, tendrían el tiempo suficiente para desaparecer definitivamente de aquel lugar.
Antes de realizar el ritual que la devolvería a su hogar, dedicó unos segundos para recordar todo lo que habían vivido en los últimos años, intentando alcanzar la razón por la que habían vuelto a fallar. Por su mente recorrían recuerdos de esperanza que rápidamente quedaban eclipsados por otros de dolor y muerte.
La orden había sido aniquilada de nuevo, pero otra vez renacería de sus cenizas, como tantas veces antes...
-Garrett, necesito tan solo diez minutos...- dicho esto la joven de cabellos blancos como la nieve comenzó a concentrarse creando a su alrededor numerosas auras de energía que giraban de forma milimétrica creando una secuencia armónica alrededor de su menudo cuerpo.
Garrett miró su reloj, había pasado una hora desde la media noche. Activó el cronómetro con un par de minutos más del tiempo que su compañera le había indicado mientras miraba a su alrededor. Se encontraban al final de un callejón sin salida, sabía que habían logrado despistar a sus enemigos atravesando el muro que separaba ambas calles, pero era solo cuestión de tiempo que lograran encontrarlos, y diez minutos era mucho tiempo en ese preciso instante.
El fornido joven de cabellos oscuros se colocó con decisión delante de Nizdorni, la única desembocadura del lugar donde se encontraban estaba frente a él, era sin duda el único modo de acceder hasta ellos.
Cerró los ojos mientras extendía la mano hacia el frente. Debía hacer acopio de todas sus energías, de todo su poder, ya que esta era su única oportunidad.
En la palma de su mano se creó una pequeña esfera de luz, que poco a poco fue creciendo. La esfera fue aumentando de tamaño, expandiéndose hasta conseguir abarcar el tamaño de una manzana, de un escudo, e incluso tras un par de minutos de una cúpula de color ámbar que cubría a ambos protegiéndolos de la amenaza que se cernía en el exterior.
Garrett continuó fortaleciendo la cúpula mientras Nizdorni permanecía intacta en el mismo lugar concentrada. El joven ojeó rápidamente su reloj, quedaban cuatro minutos para que Nizdorni terminara el portal.
De pronto varias personas se arremolinaron junto a la cúpula, la textura rugosa y amarillenta de ésta no permitía ver más que sombras, pero no hacía falta saber más, eran ellos.
Una bala impactó contra el escudo de luz, y después muchas más continuaron el mismo destino. Cada una de ellas creaba una pequeña grieta en la pared protectora, haciendo que la barrera se fuese agrietando gradualmente.
-Nizdorni... no resistiré mucho más...
Garrett se mantuvo firme con los brazos extendidos mientras canalizaba todo su poder hacia las pequeñas aperturas que los disparos estaban causando. Una bala logró cruzar la pared de luz rozando el brazo del joven rasgando la ropa y piel que se interponían en su camino. Garrett aguantó el grito. Apoyó durante un instante una de sus manos en la herida, acelerando la cicatrización de ésta en cuestión de segundos.
Nizdorni abrió los ojos, se acercó rápidamente hasta su compañero y tocó su brazo. En ese preciso momento la cúpula se quebró en pedazos, las balas surcaron la distancia entre ellos y sus enemigos, pero de repente todo se paralizó. Todo a su alrededor comenzó a deshacerse, las paredes de los edificios parecían fragmentarse mientras caían a su alrededor, sus enemigos desaparecieron sin dejar rastro, el suelo que pisaban cambió por un nuevo pavimento y todo el ruido de aquel lugar enmudeció.
Todo lo que tenían antes sus ojos desapareció dando lugar a un nuevo paisaje. Un nuevo entorno que surgía a su alrededor de manera progresiva como si se tratara de un lienzo el cual el pintor va dando vida y color.
Garrett respiró aliviado mientras examinaba el lugar en el que se encontraban. Estaban bajo la oscuridad que les otorgaba un pequeño puente, la vegetación crecía más allá del suelo que pisaba, el suave olor del ambiente les embriagó dando lugar a una serie de recuerdos que hacía tiempo que habían dejado ocultos en algún lejano rincón de sus mentes.
Era la sexta vez que habían viajado en el tiempo para obtener su propósito, al menos la sexta vez para Garrett, ya que nadie había averiguado nunca el tiempo que la pequeña Nizdorni llevaba recorriendo mundos y épocas.
Un sentimiento exaltó al joven, era el mismo de siempre. ''Esta vez saldrá bien'' pensó.
La alarma del reloj llamó la atención de ambos con un pitido intermitente, el marcador había llegado a cero.
-Garrett, el cambio...-Nizdorni decidió avanzar unos pasos en sentido opuesto alejándose de su compañero, con el fin de hacer que la situación fuera menos embarazosa de lo que ya era de por sí, dejándole así algo de intimidad.
Garrett se giró dándole la espalda a Nizdorni mientras se desvestía rápidamente. Dejó con presteza a un lado toda su ropa y accesorios, quedando totalmente desnudo mientras esperaba pudorosamente a que sucediese ''el cambio''.
Comenzó a sentir como su cuerpo cambiaba, no era una sensación dolorosa, pero sí molesta. Su cuerpo se adaptaba sin su consentimiento a las características de la época y lugar al que habían viajado, cambiando por completo todo lo que provenía de una fecha ajena a la actual, incluido él mismo.
Garrett cerró los ojos y respiro profundamente, sintió dentro de sí mismo como si su cuerpo se contrajese y expandiera rápidamente. Su cabello extremadamente corto de color azabache creció hasta la altura de la mandíbula aclarándose hasta alcanzar un tono rubio al igual que sus cejas e incipiente vello facial. Sus iris comenzaron a teñirse de azul sobreponiéndose al color marrón que hasta entonces poseían. Su anchos brazos y piernas, su robusta espalda y su corpulento torso dio lugar a un atlético y marcado cuerpo, menos fornido que el anterior pero mucho más ligero. El color de su piel se aclaró levemente al mismo tiempo que sus cicatrices desaparecían del lugar donde se habían encontrado los últimos años. Las facciones de su rostro se transformaron tomando unas lineas menos exageradas pero que continuaban con un contorno marcado.
Tomó su ropa con cuidado percatándose de que al igual que él, también había cambiado. La prendas de tejido elástico que se adhería a su cuerpo como una segunda piel habían dado lugar a un tejido incomodo y muy poco flexible. Garrett se puso los pantalones vaqueros sintiendo como se ceñían a sus piernas para dificultar sus movimientos. Se puso también su nueva camiseta negra de algodón y la chaqueta compuesta por un tejido que en rara vez había vestido, se trataba de cuero, incluso las pesadas nuevas botas parecían pesar más de lo que sus nuevos pies pudiesen soportar. Su dispositivo móvil  cambió de un sofisticado y avanzado modelo a un compacto aparato negro de forma cuadricular que poseía un tamaño inferior a la palma de su mano, y su avanzada pistola había dado lugar a una 9mm.Intentó mirar su nuevo aspecto en el reflejo de la pantalla de anticuado aparato, pero la oscuridad de la noche impidió su propósito.
Mientras acariciaba sus cabellos intentando acostumbrarse a su presencia, pensó en la de veces que había cambiado de aspecto. A diferencia de Nizdorni, cada viaje en el tiempo le había proporcionado un físico distinto durante los años que permaneciera en esa época. Hacían ya tantos años que había comenzado sus andaduras junto a su compañera que a estas alturas no recordaba como era su propio rostro de antes que todo esto comenzara. 
Terminó de atarse las botas mientras intentaba descifrar el año exacto en el que se hallaban sin lograr siquiera aproximarse. Caminó pausadamente hasta el lugar donde se encontraba Nizdorni, que observaba absorta el paisaje a su alrededor.
-Gracias por...-Garrett se detuvo al oír su nueva voz, que junto con todo su nuevo cuerpo había dejado de ser tan robusta como la anterior.- Gracias por hacer esto mas fácil.
Nizdorni soltó una risita. La pequeña observo cautelosamente a su compañero.
-Vaya, no estás nada mal...-animó sinceramente las dudas que yacían en el interior de Garrett.
-¿Lo dices en serio?
-¡Por supuesto!-respondió rotundamente.- Has tenido mucha suerte esta vez, recuerdas aquella ocasión en la que...
-Por favor no sigas, ya casi había logrado olvidarme de aquello.- interrumpió mientras observaba en el rostro de la joven que todo esto le causaba una gran diversión.
Garrett estiró los brazos mientras sentía como la chaqueta tiraba de sus hombros hacia atrás.
-Creo que la ropa ha encogido... o se ha endurecido.
-Mmm..., creo que es así.
-¿Estás segura?-preguntó mientras la miraba incrédulo por el comentario.
-Sí, aquí todo es muy distinto a la época de la que venimos.

Ambos continuaron caminando hasta encontrarse en un sendero que cruzaba el parque donde habían ido a parar.
-¿Sabes ya donde nos encontramos?
-Estamos en Central Park, en Nueva york, exactamente en el año 2015.
El joven permaneció perplejo mientras miraba a su alrededor, nunca antes habían retrocedido tan atrás en el tiempo, no sabía que tenía planeado Nizdorni, pero ninguno de sus compañeros de la Orden habían nacido aún. Solucionar un problema que aún no había tenido lugar iba a ser extremadamente complicado, además del periodo de adaptación que iba a sufrir irremediablemente. Anteriormente había leído acerca de principios del siglo XXI, pero nunca lo había visto ni vivido tan de cerca.
-Nizdorni... ¿Por qué hemos retrocedido tanto en el tiempo? aquí aún no existe la resistencia, ni siquiera la amenaza que desea destruirnos.
Nizdorni se tomó unos segundo antes de responder, sus palabras se hacían esperar pero a cambio nunca daba una respuesta errónea o abierta a dudas.
-Siempre que hemos intentado poner fin a esta guerra, hemos retrocedido algunos años para reunir a los miembros de la Orden. Pero el problema ya existía, el peligro ya andaba sobre las calles. Quizás sea hora de poner fin antes de que todo empiece.
-¿Cómo lo haremos si ellos aún no han nacido?
-Reuniremos a sus padres...
Garrett enarcó una ceja ante la respuesta de Nizdorni. Nunca antes habían probado algo semejante, en las numerosas ocasiones en la que habían sido derrotados, siempre terminaban retrocediendo algunos años para volver a reunirlos a todos, y una vez conseguido tal propósito, intentar acabar con el sistema Sigma. Desgraciadamente nunca lo conseguían, el sistema Sigma poseía la tecnología e influencias necesarias para encontrarlos, y como habían demostrado en cada una de las ocasiones que habían vivido, siempre terminaban eliminándolos uno a uno.
Caminaron en silencio durante algunas horas. Garrett necesitaba adaptarse tanto a su nuevo cuerpo y época en la que se encontraba, como a las pérdidas de sus compañeros. Nizdorni decidió no romper la armonía del momento, hacía ya décadas que había conocido a Garrett, y sin duda alguna había sido el mejor de sus caminantes. Sabía que podía confiar en él, sabía que era intrépido y poderoso, pero había un aspecto que le preocupaba enormemente. En cada viaje, tras cada pérdida, Garrett se volvía más frío, más duro.

Ambos salieron del parque por la esquina noreste, para adentrarse en la 5th avenue. Nizdorni rara vez se sorprendía de los cambios que acontecían en el planeta entre cada uno de sus viajes, sin embargo en esta ocasión observaba con curiosidad la fascinación con la que su compañero disfrutaba de esos cambios.
-¿Podrás cuidarte solo?
-Claro...en cuanto me acostumbre a ello.-sonrió a su interlocutora mientras permanecía absorto en el decorado que daba lugar a la ciudad de Nueva York.- Estaré bien, te lo prometo.
-Garrett, aquí la humanidad es bastante hostil... no creas que porque el sistema Sigma no exista, no habrá peligro alguno. Intenta pasar desapercibido.
-Tendré cuidado...
-Ambos nos hemos enfrentado a mucho, por favor no quiero que actúes con venganzas personales de ningún tipo, ¿Entendido?
Garrett se detuvo arrodillándose ante la pequeña Nizdorni. Sus ojos azules se cruzaron con los ojos color bronce de la extraña criatura con forma de niña que tenía frente a él.
-Te prometo que estaré bien.- el joven dedicó una cordial sonrisa a su confidente mientras acariciaba su mejilla.
-En pocos días tendré que partir.-dijo Nizdorni mientras ambos continuaban paseando por la gran avenida abarrotada de coches y gentío incluso a las horas en las que se encontraban.- Viajaré a Japón, buscaré al anciano.
-¿Qué quieres que haga mientras tanto?
-Deberás viajar a Francia.-Nizdorni cruzó la mirada con la del joven, ambos sabían a quien se refería.
-Entendido.
Garrett aceptó su misión, aunque dentro de su mente sabía que esta vez todo sería muy distinto, no tendrían que convencer a sus amigos, a aquellos que conocían desde hacía años, sino a sus antecesores, unos completos desconocidos sumidos en un mundo de desconfianza y temor, donde cosas como su don era algo totalmente desconocido para ellos.









miércoles, 23 de julio de 2014

Aomme Higurashi - Enemigos (Parte 2)


Un nuevo día de trabajo, nada del otro mundo para la implacable cazadora. Su objetivo consistía en rastrear un envío para los renegados que podía contener la peste. Aquellos no muertos jugaban duro, atentar contra la alianza y el alba de plata con un arma de tal calibre podría permitirles hacerse con el control de Stratholme pero les supondría ganarse muchos enemigos.

“Ahora la misión es salvar vidas.”

Tanto ella como Willow preferían la emoción de ir tras una presa, pero esta nueva misión era de una importancia vital, por una parte dejar a los renegados sin su arma más poderosa evitando de paso que aquellas tierras no se recuperasen de las acciones del azote. Por otra parte los renegados sin su arma tendrían que dar la cara si querían alcanzar sus objetivos y sería un ese momento cuando Aomme se cobraría su  presa.

En esta ocasión la cazadora contaba con la ayuda de otro amigo, mientras  otros muchos cazadores usaban grandes aves que se valían de su rapidez para atacar por sorpresa a sus enemigos, ella usaba una pequeña águila para poder localizar grandes grupos sin que la pudieran descubrir. Estaba claro que un cargamento tan especial como aquel debía ser transportado en barriles y con sumo cuidado, sería fácil de localizar pero seguramente estaría fuertemente custodiado.

Un graznido completamente diferente al de cualquier ave de aquellas tierras le hizo alzar la cabeza, levantó su brazo al tiempo que la pequeña águila descendía en pequeños círculos hasta posarse en el antebrazo de Aomme. El animal estaba impaciente por guiarla, había visto algo fuera de lo común. No solía usar aquella ave pues muchas veces temía que la abatiesen, pero la importancia de la misión le convenció de correr riesgos y esos riesgos parecían dar sus frutos.

-Llévame a lo que has visto.- Dijo alzando su brazo y viendo elevarse al ave.

Instantes después ella y el fiel Willow corrían guiados por el águila, la cazadora se sentía centrada y lista para cumplir con su misión, se reprochaba seguido su descuido que casi le había costado muy caro. Pero a pesar de aquella confianza en sí misma no podía evitar sentirse extraña. ¿Por qué sus pensamientos no estaban claros?

“A eso se le llama soledad.” Dijo en su cabeza como un reproche a sí misma.

Pero su mente sabía que era lo mejor, sus misiones eran peligrosas y no quería que nadie saliese herido por su culpa. Ella cargaría con toda la presión, jamás nadie moriría por su culpa.

Aún recordaba que se había visto obligada a lanzarle un dardo con un sedante a Julius Heide, el paladín que su hermana había enviado para asegurarse de que ella estaba bien al enterarse de que la habían herido en su última misión. Aquel cabezota se había empeñado en ayudarla a cualquier costa y se había visto obligada a actuar.

“Julius Heide… ¿Qué estará haciendo ahora?”

Apartó rápidamente aquellos pensamientos, aquel tonto paladín la había confundido, eso era todo o al menos de eso se intentaba convencer. Pero no podía negar su preocupación por aquel joven que parecía dispuesto a ayudar a todo el mundo sin importarle su propia seguridad. Pero aún así aquel hombre…

-Ya basta Aomme.- Se dijo entredientes a si misma.

Tras unos minutos pudo observar en la lejanía lo que parecía un comboi, el olor de la muerte era más que reconocible incluso a gran distancia. Con un silbido ordenó a su águila que se retirase, no quería que la atacasen y pudieran herirla. Por su parte tanto ella como el lobo se acercaron aprovechándose de la maleza y las rocas para permanecer ocultos. Aomme casi podía asegurar que el cargamento transportado eran bidones con la peste, preparados para ser lanzados y convertir a los enemigos en no muertos, un arma terrible. Sus suposiciones se basaban en la escolta, demasiado fuerte para algo que no fuera de gran valor, seis renegados y una enorme abominación que a su vez tiraba del carruaje.

Aomme sonrió, su misión de localizar aquel cargamento era un éxito pero su alegría pronto se desvaneció al saber donde se encontraba, los renegados habían avanzado a toda velocidad y pronto estarían en la zona donde ni el mismo alba argenta había llegado aún. La misión de Aomme era informar de la posición para que los soldados de la alianza lo destruyesen pero si aquella arma no era destruida en aquel momento estaría fuera del alcance para todos menos los renegados.

Tomó una decisión, tendría que ser ella la que se encargase de destruir aquellos barriles, sus flechas explosivas podrían quemar el cargamento pero debía ocuparse antes de la escolta. Evaluando las posibles amenazas decidió abatir primero a los soldados no muertos para encargarse después de la enorme abominación.

“Debo actuar rápido.”

Corrió en silencio hasta que los tubo al alcance, la decisión de la cazadora era implacable y pronto les demostraría de lo que era capaz.

Aomme tensó su arco al tiempo que cargaba tres flechas, sólo una arquera de gran pericia era capaz de realizar tal disparo y ella contaba con esa pericia. En el momento exacto soltó la cuerda y las tres flechas volaron alcanzando a sus objetivos, ninguno de los heridas eran suficientes para acabar con un renegado pero si para evitar que cargasen sobre ella rápidamente. El resto de sus enemigos ya corrían para atacarla pero, con una velocidad increíble, la cazadora disparó una nueva flecha, esta vez explosiva, que alcanzó en el pecho al primer no muerto, la explosión le destrozó la caja torácica dejando un enorme agujero en aquel monstruo que se derrumbo sin vida. Pero Aomme no tenía tiempo para pensar o observar los efectos de sus ataques. Si su primer disparo había sido bueno el segundo fue excepcional, alcanzó al renegado en toda la boca. El no muerto tubo tiempo de llevarse las manos a la herida antes de su cabeza explotase dejando una masa de carne quemada y sangre. Sin embargo el tercer renegado estaba ya casi encima suya y no le daría tiempo a coger otra flecha.

-¡Ataca Willow!- Gritó.

El fiel lobo saltó desde su escondite para derribar al enemigo, sus colmillos y garras despedazaron el cuello del no muerto en cuestión de segundos pero Aomme no perdió ni un solo segundo y tres nuevas flechas acabaron con los renegados restantes.

Cuando el último renegado se derrumbaba, la cazadora pudo ver una sombra a sus pies que crecía rápidamente de tamaño, rodeado por el suelo y con un salto esquivó en el último segundo la enorme cadena de la abominación. De rodillas, Aomme disparó rápidamente pero la flecha explosiva sólo parecía remover la carne del gigantesco monstruo. Nuevamente esquivó la brutal cadena y una vez más pudo ver que su ataque no surtía efecto.

“Necesito más tiempo para preparar mi disparo.”

Esquivó otro golpe y entonces vio actuar a Willow, como si el lobo le hubiera leído la mente se había acercado y lanzaba furiosos gruñidos a la abominación que centro su atención en el animal atacándolo con su cadena, pero la rapidez del lobo le permitía esquivarlos. Aomme se tomó su tiempo para apuntar y buscar un punto débil, sonrió al descubrirlo, la abominación no sabía lo que le tenía preparado. Con un silbido llamó su atención.

-¡Deja a mi lobo tranquilo!- Gritó al tiempo que soltaba la cuerda del arco.

La flecha se clavó directamente en uno de los ojos de la criatura que aulló de dolor de una manera tan terrible que la misma Aomme sintió miedo. El monstruo se llevó una mano a la cara mientras lanzaba golpes a ciegas, Willow se alejó para no ser herido mientras la cazadora preparaba una nueva flecha.

-¡Estoy aquí maldito!-

La abominación se giró mostrando su único ojo sano y ese fue su error, en el momento que Aomme vio aquel punto débil lo atravesó con otro disparo mortal, la criatura se derrumbó entre temblores para morir a los pocos segundos. Aomme no perdió el tiempo, usando su yesca y su pedernal prendió fuego a los barriles y se retiró confiada hasta que noto que algo le arañaba el brazo, una flecha la había herido levemente. Rápidamente se escondió detrás de una roca fuera de la vista del posible tirador, a los pocos segundos empezó a sentir que su cuerpo no se movía con facilidad.

“¡Veneno!”

Lo reconoció fácilmente, no era letal si no un paralizante, muchos cazadores lo usaban ya que el antídoto era muy difícil de encontrar, además el efecto de ese veneno sólo duraba una hora. Asomando la cabeza pudo ver de donde venía una nueva flecha que se estrelló contra la roca cerca de su rostro, juntando todas sus fuerzas cargó su arco.

El cazador renegado estaba en aquella misión con el único propósito de eliminar a la humana responsable de tantas muertes entre los suyos, aquella mujer era un peligro para los planes del comandante y sólo él podía detenerla. Había llegado tarde para evitar que destruyese los barriles de la peste pero la había herido, sólo tendría que esperar y ya podría matarla. De repente la cazadora se asomó apuntándole directamente.

“¡Imposible! ¡No debería ser capaz de moverse ya!”

Si hubiera tardado un segundo más en esconderse la flecha lo hubiera matado, cuando volvió a asomarse vio en la lejanía a un lobo huyendo con la mujer en su lomo.

“La próxima vez no escaparas humana.”


Escrito por Julius Heide


Aomme Higurashi - La cazadora (Parte 1)


La cazadora avanzaba rápidamente entre las rocas sin y la vegetación en descomposición. Su determinación era completa y su presa no estaba lejos. A su lado Willow, su fiel lobo, corría sin hacer ningún ruido al igual que su dueña. Habían tomado la precaución de correr contra viento para impedir que los descubriesen por el olor.

“¿Qué estará haciendo ahora?”

Aomme se obligó a apartar de su mente cualquier pensamiento que no fuera alcanzar a su presa. Las huellas eran recientes y su lobo me mostraba ansioso, estaban muy cerca.

Había retirado el veneno de la punta de sus flechas, en aquella ocasión no le sería de ayuda pero aún así tenía una pequeña sorpresa preparada.

Willow se detuvo al tiempo que su pelo se erizaba y enseñaba los dientes, su presa estaba al alcance y ella sabía perfectamente lo que debía hacer. Cargando su arco con una flecha rodeo lentamente la zona al tiempo que escalaba una roca en completo silencio, una posición alta siempre daba ventaja en un combate y ella no iba a dejar nada al azar.

Cuando localizo a su presa sintió repulsión, los renegados siempre le habían parecido criaturas horribles. Aquel no muerto avanzaban lentamente seguramente sintiéndose ya a salvo de cualquier peligro, no tenía ni idea de que estaba a punto de recibir un ataque preciso y mortal. Aomme ya lo había hecho muchas veces, apunta lentamente a la cabeza de su objetivo. Pero en el instante que estaba por disparar se encontró pensando en otras personas y si se encontrarían bien.

“¿Qué me pasa?”

Su despiste, el primero en años, le costó apoyar mal un pie y caer por la ladera de aquella gran roca para aterrizar de rodillas perdiendo la flecha que tenía preparada, el renegado no espero ni un segundo para cargar contra ella. Por fortuna, Willow apareció en ese mismo instante saltando contra el enemigo al cual derribo con su cuerpo apartándose velozmente. Aomme cargó hábilmente una nueva flecha al tiempo que el renegado se levantaba. Disparó rápidamente casi sin apuntar atravesando el hombro de su presa. El no muerto se quedó durante unos segundos mirando la flecha y se rió con su voz horrorosa, aquella risa se interrumpió cuando vio a la cazadora sonreír también.

-Sorpresa.- Dijo Aomme.

En aquel momento la flecha exploto seccionando el brazo del renegado violentamente, antes de tener tiempo de reaccionar la cazadora disparo nuevamente alcanzando esta vez en el cuello al enemigo.

-No, no maldita.-Dijo el renegado antes de que la explosión le arrancase la cabeza.

El cuerpo inerte aterrizó en el suelo mientras Aomme mandaba rápidamente a Willow que se mantuviese en guardia y olfatease los alrededores por si se acercaba algún curioso indeseado.

“Tengo que centrarme.” Se reprendió a si misma.

Revisó el cuerpo y encontró lo que buscaba, aquel pergamino tenía el sello de lo que solía llamarse la joya de la corona o la guinda del pastel, el líder de los renegados que habían iniciado aquella operación secreta para tomar posesión de Stratholme para su señora Sylvanas.

Había muchos intereses en aquella ciudad, muchas fuerzas enfrentadas que reclamarían aquella ciudad para si pero Aomme sólo tenía un objetivo y era asesinar a no muerto que se creía intentaría volver a propagar la peste en aquellas tierras justo ahora que se estaban recuperando.

Willow volvió corriendo obedientemente, con su hocico movió la mano de la cazadora y empezó a dar vueltas alrededor de ella.

“Se acercan enemigos.”

Acariciando a su fiel compañero abandonó aquel lugar a toda velocidad dejando el cuerpo, la persona que la había contratado había insistido en que los cuerpos no debían ocultarse, Aomme suponía que aquella persona pensaba que de aquella manera enviaba un mensaje a sus enemigos intentando persuadirlos, pero ella pensaba que era una perdida de tiempo y que la única manera de detener a los renegados era acabar con su líder.

Mientras avanzaba de vuelta a un lugar más seguro se sintió tentada de enviar un mensaje pero finalmente rechazo la idea. Ella era solitaria y era mejor, no tenía que pensar en nadie más que si misma.

No paso mucho tiempo antes de informar a la persona que la había contratado, un noble que jugaba a la guerra en su opinión pero la verdad es que su cometido era honorable, aunque aquel hombre no había visto un combate de cerca en su vida. A pesar de querer mantener su identidad a salvo, a Aomme no le costó nada descubrir que se trataba de Jean Laborde, el heredero de una familia de la baja nobleza que buscaba gloria militar. Mientras le informaba pudo ver como el hombre se asustaba ante los detalles pero parecía contento de saber que iban por buen camino, según aquel hombre de finos modales estaban cerca de dar con su objetivo aunque la cazadora creyese que no iban a ser tan fácil.

Aquella noche Aomme se encontró en su pequeño refugio pensando demasiadas cosas que le hacían plantearse que haría una vez terminada su misión, mientras Willow dormida plácidamente, ella observaba la luna claramente pensando que quizá debería hacer por lo menos una visita a su hermana para ver como se encontraba, además estaba el tema de aquella espía que no podía quitarse de encima. Había usado casi todos los trucos que conocía para despistarla pero tarde o temprano siempre parecía volver a encontrarla. A medida que el sueño se apoderaba de ella empezó a fantasear con una vida muy distinta a la que llevaba hasta que finalmente se durmió.

Escrito por Julius Heide

martes, 22 de julio de 2014

Recuerdos olvidados

(Varias semanas atrás...)

El aire fresco de la mañana acarició su delicado rostro mientras sus cabellos rojizos ondeaban libremente empujados por la temprana brisa veraniega de aquel lugar. No había nacido más que el primer rayo de sol en el horizonte, que parecía abrirse paso lentamente pero sin descanso sobre la noche de Boralus, capital de tierras Kultirenses. Aún así, Chantalle ya paseaba por los jardines de su hogar, o al menos de ese lugar que aunque ahora parecía descuidado y sucio, tiempo atrás había logrado ser parte de toda su familia.

La joven cruzó con paso decidido el jardín principal, observando la gran fuente llena de agua con estatuas de enormes peces de piedra a su alrededor, sin poder evitar que aparecieran aquellos recuerdos de su niñez que se habían roto en pedazos los últimos días, cuando había llegado a comprender que su familia había muerto.

En su fuero interno, ella conocía todo lo ocurrido, cada pequeño detalle, cada giro del destino, cada golpe que había recibido en el pasado... pero se negaba a aceptarlo. Algo había ocurrido en su cabeza hacía pocos días, algo que había borrado de sus recuerdos los últimos años. Años que habían logrado destruir los cimientos de esa burbuja perfecta a la que llamaba vida. Sus compañeros habían intentado convencerla de que era todo esto lo que la había transformado en lo que ahora era, una mujer fría, arrogante y calculadora, pero fuerte y poderosa como ninguna, capaz de obligar a caer de rodillas incluso al guerrero más valeroso.

Ella no quería esa vida, o al menos no ahora que había logrado volver atrás. Quería la vida que siempre había conocido, su acomodada vida junto a su padre, junto a su hermano... pasar esa pagina iba a ser el mayor desafío de todos.

Hacía pocos días que había viajado hasta allí con algunos de sus nuevos amigos, amigos a los cuales no conocía de nada, pero que aseguraban que se habían convertido en algo parecido a una familia para ella. Una familia que por mucho aprecio y cariño que tuvieran hacia ella, deseaban cambiarla por la Chantalle frívola en la que no deseaba volver a convertirse.

Chantalle se adentró en la ostentosa capilla de la familia Leproux, pensando en su destino, en lo que éste le depararía. Cruzó el amplio vestíbulo, caminando lentamente por la gran alfombra roja que contrastaba armoniosamente con la cálida decoración de aquel pequeño santuario. Encendió varios candelabros a su paso, ya que aunque el sol comenzaba a asomarse tímidamente, aún no era lo suficientemente pudiente como para iluminar el interior de la estancia.

Abrió lentamente la gran puerta de madera maciza que protegía el mausoleo familiar, lugar donde se hallaban el sepulcro de aquellos a los que tanto echaba de menos. Chantalle se sentó junto a la tumba de su padre, el gran Victor Leporux, duque de Drisburg. Acarició el impasible mármol blanco que la separaba de aquel gran hombre intentando reprimir sus lagrimas, pero después de todo era su padre, del que nunca podría olvidarse. Recorrió con tristeza cada una de las tumbas que formaban parte de aquella sala, su padre, su abuelo..., sin poder evitar que una sensación de soledad la abrumara.

Caminó varios pasos hasta la tumba donde descansaba Vincent Leproux, su querido hermano menor. Su muerte había logrado conmocionarla, era algo que no esperaba, no entendía por qué razón había llegado a ocurrir tal nefasto suceso. Las murallas de su cabeza bloqueaban los verdaderos recuerdos sobre su muerte, ocultando que había sido ella misma la que supuestamente había acabado con la vida de su propio hermano en venganza por las intenciones de éste, la que había visto a su hermano retorcerse de dolor mientras lo abandonaba a su suerte en una interminable agonía. Sin embargo, nada de eso tenía cabida en su nuevo presente. Había preguntado a sus compañeros sobre lo ocurrido, percatándose de como eludían con eficacia cada vez que se interesaba por lo ocurrido.

Quizás era cierto, quizás después de todo ellos eran lo mas parecido a una familia que tenía en esos momentos, y como toda familia, lo único que intentaban era protegerla de la verdad, posiblemente una cruenta verdad que terminaría por desmoronarla. Pero Chantalle debía saberlo, a pesar de las consecuencias que pudiera conllevarle, necesitaba saber qué había ocurrido con su joven hermano.

Chantalle se armó de valor, mentalizándose de las posibilidades que se ocultaban dentro de esa fastuosa tumba, idealizando el derrumbamiento que produciría en su interior. La joven empujó la cubierta esculpida en mármol con la simbología de su casa. La pesada placa de mármol blanquecino desprendió un tétrico sonido cuando se separó del resto, precipitándose hacia el suelo tras la perseverancia de la humana.

La cubierta se quebró en varios trozos generando un gran estruendo. Chantalle permaneció inmóvil, sus ojos permanecieron fijos durante minutos, observando el interior de la tumba. No comprendió la situación, no entendía que estaba ocurriendo, de que clase de broma se trataba toda esta falacia. La joven sintió una gran ansiedad, no sabía exactamente por qué pero comenzaron a invadirla sentimientos contradictorios. La tumba de su hermano se hallaba totalmente vacía, carente de aquello que esperaba encontrarse. Su hermano no estaba muerto...

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Chantalle soltó un grito ahogado al despertarse sobresaltadamente de aquel horrible sueño, permaneciendo durante algunos segundos poseída por la ansiedad. Zephiel, que hasta ahora descansaba plácidamente junto a la joven, se incorporó rápidamente intentado calmarla.
-¿Otra vez has tenido la misma pesadilla?- preguntó Zephiel preocupado mientras rodeaba a Chantalle con sus fuertes brazos.

La joven asintió en silencio mientras intentaba calmar sus nervios, apoyó la cabeza en el pecho desnudo del joven sintiendo una cálida sensación de protección. Zephiel acarició con delicadeza el rostro de su amante mientras recogía con sus dedos una de las lagrimas de impotencia que descendía por las frágiles facciones de su amada. El joven acarició suavemente el delicado cabello rojo carmesí de Chantalle, mientras intentaba apaciguar su ansiedad.
-Solo era un sueño...
-Pero... era tan... real...-sollozó Chantalle.
-Mírame.- susurró Zephie mientras su mirada se detenía en los verdosos ojos de su amada.- Yo estoy aquí contigo, y no dejaré que nada te ocurra, ¿Entendido?

Zephiel mostró su cautivadora sonrisa a la joven mientras la abraza. Chantalle quiso creerlo, deseó con todas sus fuerzas que todo eso no fuera más que una horrible pesadilla, pero sabía que por desgracia no era así. La misma pesadilla se repetía constantemente desde que había recuperado la memoria, porque no se trataba de una pesadilla, sino de recuerdos olvidados que afloraban en su subconsciente.

Chantalle se refugió unos instantes entre los brazos de su amante, engañándose en que estos podrían protegerla de aquel que acechaba nuevamente con destruirla, pero ella conocía como era realmente Vincent, y sabía que no pararía hasta verla sufrir. Le arrebataría todo lo que más amaba, aniquilando todo y a todos los que se interpusiese a la hora de alcanzar su objetivo. Zephiel seguía observándola preocupado, hasta que Chantalle se percató de ello y tras una tímida sonrisa, los carnosos labios de la joven se encontraron con los de su amado en un tierno beso.


Chantalle cerró la puerta lenta y silenciosamente para no despertar a Zephiel, que yacía descansando profundamente en su cama. Tan solo había pasado un par de horas desde aquella horrible pesadilla, ni siquiera había salido el sol en aquel exótico continente conocido como Pandaria. Chantalle llamó repetidamente a la puerta hasta encontrarse con una somnolienta Alice. La joven de cabellos azabache observó a su amiga y se percató enseguida de que algo la inquietaba.
-Chantalle, ¿Te ocurre algo?
- Alice... necesito tu ayuda...pero antes necesito que me prometas que será nuestro secreto...



Vicent Leproux se convierte en el enemigo del capítulo XIV... ¿Podrá la Orden enfrentarse a su sed de venganza?



viernes, 18 de julio de 2014

Empezar de cero

Eran decenas las historias que había oído sobre aquella ciudad, sobre el hogar de los enanos, Forjaz. Pero ninguna de todas ellas hacía justicia a la belleza real de aquel lugar, sumergido en la montaña, fundido a ella. No podía creerlo, desde que puse un pie en aquel lugar sentí como una calidez confortable me abrazaba invitándome a recorrer sus rincones, animándome a descubrir esa mezcla entre el olor a metal de una herrería, y al carbón de una gran fundición.

Hacía años que no me sentía tan lleno de vida, aquel lugar no era solo una ciudad, sino el punto de partida hacia una nueva vida, el lugar donde recobraría la esperanza que antaño me arrebataron. Recorrí lentamente las anchas calles que giraban en torno al centro de la ciudad, paseé sin prisa alguna, ya había logrado alcanzar mi destino, así que ahora quería tomarme el tiempo que fuera necesario para disfrutar de mi estancia allí.

No había siquiera cumplido la veintena y la vida ya me había arrebatado todo lo que tenia. Mi casa, mi familia, mi futuro... todo fue destruido hacía más de un año en Theramore, donde el asesino Garrosh decidió poner su punto de mira. Nadie pensó... o mejor dicho, nadie recuerda siquiera hoy en día las de vidas que se esfumaron en cuestión de segundos, la de familias enteras que perecieron sin poder hacer nada por evitarlo. Todos hablan de que perdimos un lugar estratégico, o que perdimos decenas de navíos, incluso hay quienes añoran al que era líder del Kirin tor, pero a nadie le importan los ciudadanos, los inocentes habitantes que tan solo habían ido hasta allí para vivir una vida tranquila y plena.

De todas formas ya nada se podía hacer. Durante este tiempo había tenido que empezar a buscar mi camino, a decidir cual sería mi destino, pero aunque es fácil decirlo, conseguirlo es algo muy diferente. Todos a mi alrededor me trataban como si fuese un crío, un enclenque y débil niño que no valía para nada. 

Mientras caminaba por la ciudad absorto en mis pensamientos, recordé lo poco que mi madre me había contado de pequeño acerca de mi padre. Nunca llegué a conocerlo, lo único que supe de él es que era un noble y valiente caballero, que sirvió a Lordaeron durante la guerra, y que se ganó el orgullo de todos a su alrededor. Al contrario que mi madre, siempre pensé que él nunca nos había querido. Seguramente mi padre ni siquiera llegó a saber de mi existencia, y si lo supo, lo más probable es que decidiera mirar hacia otro lado. Nunca había llegado a odiarle, no puedo odiar a alguien que no conozco, pero tampoco había deseado conocerlo, sin embargo, ahora era la única familia que tenía.

De pronto choqué contra algo haciendo que cayera de espaldas sobre el suelo.

-¡Cuidado por donde andas memo!-dijo un joven humano pelirrojo de ojos claros.
-Vamos Keltha, deja al pobre chaval, no ha sido para tanto.- dijo el otro joven que le acompañaba,mientras extendía el brazo para ayudarme a levantar.-No se lo tengas en cuenta, está de mal humor.
-Disculpadme, no era mi intención.
El joven de cabellos rubios me hizo un gesto para quitarle importancia al asunto mientras me propinó varias palmaditas en el hombro, palmadas que sentí como si de puñetazos se tratasen.

Me sacudí la ropa intentando quitar la capa de polvo que ahora yacía sobre ella. Observé como los jóvenes se alejaban mientras hablaban enérgicamente, de hecho parecía que hablaban a gritos. Cualquiera de los dos era el doble de corpulento de lo que yo era, incluso aseguraría que eran un palmo más altos. 

Por un momento sentí que las palabras de aquellos que me habían rechazado tiempo atrás en los oficios a los que me había presentado, cobraban vida ahora. No era fuerte, ni rápido, ni alto y por desgracia tampoco era un gran estratega. Tan solo sabía pescar... ¿Quién iba a contratarme como caballero, herrero o incluso mercenario?

Sin darme cuenta, mientras me ahogaba en mi desgracia, me percaté de que había llegado a mi destino. Sin duda esa era la casa del hombre al que buscaba, de aquel que me ayudaría a encontrar a mi padre.

Llamé a la puerta insistiendo en varias ocasiones, hasta que un hombre de mediana edad abrió la puerta. El humano tenía el cabello y la barba de un color rojizo, numerosas arrugas recorrían su frente y se denotaba que se trataba de un caballero curtido en infinidad de batallas. Sentí que el corazón me daba un vuelco, por fin después de todo este tiempo lograría encontrar a mi padre, aquello por lo que había venido hasta aquel recóndito lugar.

-Buenas tardes joven, ¿Puedo ayudaros en algo?
-Siento molestar, busco al líder de la casa Doe
-Soy Lord Cross Nesai Doe, líder de la casa Doe, aquel al que buscáis.
-Me gustaría hablar con vos de un asunto bastante importante, busco a mi padre y creo que vos podríais ayudarme a conocer su paradero.
-La casa Doe estará encantada de ayudaros en lo que necesitéis, sin embargo el cuartel de la casa Doe se encuentra frente a la sala mística, en la plaza siguiente. Allí recogerán vuestra petición y os comunicaremos aquello que logremos averiguar sobre el paradero de vuestro padre.
-Lo siento señor, puede que no me haya explicado correctamente, mi padre es Prim Doe... y creo que vos más que nadie sabe donde puedo encontrarlo...



¡Jace Thaus Doe aparece por primera vez! 
Este joven de apariencia enclenque es tras Cross Nesai Doe el siguiente en la línea de sucesión de La Casa Doe, pero hasta que el destino le ponga en tal lugar...
¿Qué aventuras le aguardaran en el futuro?

¿Conseguirá ser un fuerte y valiente caballero de La Casa Doe, logrará ser aceptado entre los miembros de La Orden, o su futuro estará entre Los Caminantes del Tiempo?