domingo, 14 de diciembre de 2014

James Vandante - Maestro de cuervos

El humo ennegrecía el cielo tanto como la sangre había enrojecido el suelo de las Tierras Devastadas. El olor de la pólvora y el azufre escondían el hedor a carne chamuscada. Las explosiones y gritos retumbaban sordos en los oídos de James, tumbado con los ojos en el cielo, algo apartado del campo de batalla. Sentía como el viento arrastraba nubes de polvo y ceniza ajeno al caos de la batalla...

El pellizco de Cena en su mejilla le hizo reaccionar. El golpe de maza que le había dado ese orco le había derribado y por un momento se había desorientado, pero recobró el sentido y se puso en pie. Retomó su rifle, caído a no mucha distancia, y examinó el campo devastado ante sí. Las fuerzas de la Alianza y la Horda estaban cruzando el portal rojo, por lo visto habían dado la orden de ataque. James trató de localizar infructuosamente a sus compañeros de escuadrón. No había ni rastro. O los chicos habían cruzado ya o habían caído...

Se sacudió la cabeza y llamó la atención de Cena quien revoloteaba cerca de su cabeza.
- Reúnelos y seguidme. - le dijo, sabiendo que se refería a los cuervos que formaban su bandada.
El cuervo graznó y alzó el vuelo embotado por el humo. Cómo guía de la bandada, Cena sabría encontrar los cuervos allí dónde no llegaban los silbidos de James.

El cazador corrió, sorteando los cadáveres de aliados y enemigos por igual, para unirse a los últimos soldados que cruzaban el rojo portal que empezaba a tintinear. Con una señal indicó a la bandada la orden de cruzar y, sin perder tiempo, la nube sombría de plumas negras cruzó el portal a toda velocidad.  James Vandante cogió aire... y cruzó.

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Pantalla de carga.
Consejo: ¿Sabías que tu personaje puede comer y beber a la vez? ¡Y sin atragantarse! Eso merece un logro.

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Si lo que había dejado atrás era una batalla caótica de humo, sangre y explosiones lo que lo recibía no era nada mejor. El ejercito orco se extendía hasta donde llegaba su vista, con armas de asedio y bestias temibles que los cargaban. Y frente a ellos un pequeño reducto de fuerzas de la Alianza y la Horda, muriendo sin remedio...

Un estallido sonó a su espalda. El enorme cúmulo de energía mágica que unía los dos mundos había desaparecido dejando a aquellos que hubieran cruzado... atrapados.

James maldijo el día que se le ocurrió unirse a la leva de voluntarios. No debía haber salido nunca de bosque en el que solía cazar. Vio como su bandada volaba desorientada, sorprendida por los cielos extraños. James hizo ademán de llamarla, reunirla para unirse al reducido número de fuerzas invasoras que ahora se retiraban. Sin embargo le alcanzó la explosión.  

Por un momento voló. No un vuelo grácil como el de Brote, más bien una caída acelerada como cuando Banquete se abalanzaba sobre los restos de su comida. Aterrizó encima de unos arbustos, sus eternos compañeros de caza, asustando de este modo a unos extraños pájaros coloridos de enorme pico.

Su bandada se desperdigó. El humo y el ataque cruzado de los extraños pájaros los separaron y confundieron. James vio cómo Brote, Huella y Ojo volaban hacia el norte siguiendo la dirección del viento. Tapón, Cruz y Azafrán volaron hacia el este y se perdieron en el cielo extraño. Entrante , el violento, se lanzó hacia el ejército enemigo y desapareció en el humo del oeste seguido por su hermano Banquete. Desayuno, Merienda, y el joven Aperitivo volaron hacia el sur, lejos de la batalla.  Cena y Postre volaron asustados hacia James y se posaron sobre su pierna, que asomaba por encima de los matojos.  Desde su incómoda posición vio caer a Alacrán. Las aves coloridas lo abatieron y rompieron el cráneo con sus poderosos picos.

James sintió como el corazón le daba un vuelco. Alacrán era un cuervo dócil, había sido fácil de capturar y amaestrar. No era ruidoso, por el contrario, le gustaba permanecer callado, observando cómo se escribían los mensajes que él debería llevar. Y lo hacía siempre con pulcritud, sin arrugar el papel o comerse los bordes. Era una criatura noble y magnifica, de mirada curiosa, un poco reacia con los desconocidos pero muy tierna cuando te ganabas su amistad. Y su último grito se grabó en la cabeza de James.

Llevado por el impulso de la venganza recogió su rifle, que milagrosamente seguía entero, y disparó a las aves coloridas. Las acribilló una a una. Una bala por cada pluma manchada de Alacrán.

Calmada su furia, se volvió hacia el cuerpo inerte de Alacrán cerca de unas tiendas de aspecto tribal. Se arrodilló frente al cuerpo del pájaro ignorando la algarabía que se oía tras de sí. Ya no se acordaba del portal o de estar atrapado en un territorio hostil, había muerto uno de sus pájaros, a los que consideraba sus compañeros.

Notó de repente calor a su espalda. Las tiendas habían prendido en llamas como por arte de magia. Un orco salió de una de ellas, envuelto en un fuego abrasador, y se abalanzó sobre James, seguramente creyéndolo autor del incendio. Forcejearon, el orco gritándole a la cara y el cazador tratando de apartarle con la culata de su arma. La fuerza bruta del orco ganaba pero James se las arreglaba para redirigir sus empujes para hacerle tropezar. El baile duró unos momentos hasta que, sin darse cuenta, se acercaron hasta al borde del precipicio.

En un último empuje agónico, el ardiente orco saltó al vacio, llevándose al cazador con él. James soltó el rifle que lo unía con el orco y con pavor vio como las turbulentas aguas de un rio se acercaban peligrosamente rápido.

Con la fortuna de su parte sobrevivió a la zambullida.  Quiso nadar en dirección a la orilla pero la corriente era demasiado fuerte. El bramido de un orco le indico que su enemigo tampoco estaba muerto y que, pese a sus graves heridas, seguía buscando guerra.



El rio discurría presto y caudaloso y los mantenía alejados el uno de otro. Sin embargo las afiladas rocas magullaban a los navegantes sin navío cada vez que las golpeaban. Las piezas de su armadura se soltaban y perdían en el fondo del rio. Cena y Postre le seguían a pocos metros pero frenaron su vuelo al oír un estruendo.  James abrió mucho los ojos cuando vio como rocas ígneas caídas del cielo golpeaban un puente, maldijo cuando lo vio romperse y gritó cuando se dio cuenta de que los trozos caerían coincidiendo con su paso por debajo.

Aceleró su nado sobre las turbulentas aguas, perdiendo el poco equipo que ya le quedaban. Las rocas y la madera en llamas que formaban el puente cayeron detrás suyo, provocando un gran oleaje que lo impulsó hacia delante.

De pronto el rio terminaba y tras un salto de cascada James Vandante se encontró flotando en un lago. Nadó hasta la orilla. Empapado y desarmado en tierra desconocida y hostil. Se calmó, respiró hondo. Cena y Postre acudieron a él, y por su conducta supo que no había enemigos cerca. El orco habría muerto bajo los restos del puente.

Recurrió a sus dotes de explorador y con cautela llego a la costa. Siguiendo su intuición ( y la de los estómagos de sus cuervos) se dirigió hacia el oeste bordeando la costa, evitando el incesante murmullo proveniente de la jungla.

Al poco encontró las primeras pisadas... No eran pisadas orcas.

- Bueno...- dijo para sí. - Parece que no estamos solos.

Y se encaminó tras el rastro.



Escrito por Vandante


lunes, 1 de diciembre de 2014

El cuidador de espíritus



“Concentración...La mente en blanco...Debemos ampliar nuestro yo, nuestra propia esencia...Extender nuestros sentidos...Debemos ser capaces de sentir aquello que los demás no pueden percibir...”

Esas palabras resonaban en mi mente siempre que me disponía a establecer el vínculo. La maestra Aluuni las repitió durante tanto tiempo que ya no hacía falta que su presencia las pronunciase nunca más ¿Cuántos años hace de eso, cien, doscientos? Bah, no importa...

Los pasos reverberaban sobre la fría piedra, cuidadosamente adornada con teselas de colores, a los márgenes del camino el mármol reflejaba la tenue luz de las lámparas, que levitaban a cierta altura.
El sonido se alzaba hasta los altos arcos que terminaban en una gran cúpula, adornada con frescos y figuras penitentes, sus manos suplicantes invocaban el amor de los naaru.
El Transepto Occidental se encontraba en la más absoluta penumbra a aquellas horas de la noche y, aunque no había nadie en el plano físico, sabía que no me encontraba solo. El sonido tranquilizador y armonioso del agua rompía ese silencio sepulcral; unos canalones a los márgenes del camino principal hacían fluir el líquido elemento a lo largo de todo el edificio.

Aquel pasillo abovedado terminaba en una gran sala circular, rodeada de grandes estatuas de aspecto afable y manos en gesto de oración, vidrieras con motivos de diversos colores cuyas imágenes se asemejaban a las figuras de un naaru y uno de los pilones maestros, encargados de la protección del recinto. Un gran fragmento de cristal, invención de los artificieros, para proteger las almas de nuestro pueblo. Había llegado a mi destino.





En la zona más opuesta de aquella sala circular se encontraba un pequeño altar, un transportador de almas. Caminé hasta allí bajo la gran luz de aquel pilón, cuya energía arcana iluminaba la sala con tonos purpúreos.

“Debemos purificar las almas antes de ser uno con la Luz”. Ese pensamiento asaltó mi mente de manera súbita. Por algún motivo mi cuerpo estaba más tenso de lo normal. Mi instinto me avisaba, sin embargo no quería permitir que ninguna distracción rompiera mi concentración. Al llegar al pequeño altar, posé mi mirada en él. De una de mis largas mangas extraje otro cristal; un catalizador de poder, me resultaría de mayor utilidad en mi labor. Alcé ambos brazos mientras repetía el cántico de invocación:

-¡Golad, maloch, valsheva... Golad, maloch, valsheva...Exoch, maloch, talomai!-

Varios orbes descendieron de manera serpenteante por la sala abovedada, el ritual iba a dar comienzo...
Uno de ellos descendió con mayor velocidad que los demás. La figura de un varón cobró forma. Su aspecto robusto acompañado de una imponente armadura espectral no daba lugar a dudas, vindicador en otra vida, el espíritu observaba.
Un segundo orbe descendió poco más tarde, una hembra se materializó. Su mirada dulce y lánguida, sus togas de largas mangas y un libro colgado al cinto; Una antigua anacoreta, sus cuernos habrían sido considerados atractivos entre los míos de permanecer aún con vida.

La tercera figura en cobrar forma me era muy familiar, un joven de mi especie, pacificador, de mentón perfecto, cuello fuerte y brazos capaces de hacer frente a cualquier peligro... salvo al veneno que se lo llevó de mis brazos... -Haril, hijo mio.-Sus ojos me observaban con el amor que me tuvo en vida. Una sonrisa melancólica asomaba de la comisura espectral de sus labios.

Las tres figuras se encontraban frente a mi, con sus miradas fijas en mi figura. Me dispuse a comenzar el ritual de purificación una vez más. Pronto, pronto mis amigos y mi hijo serán uno con la Luz y yo...habré acabado con el sufrimiento de no haber podido ayudarles en vida.
Me dispuse a invocar a la Luz una vez más, la Luz que nos salvo en incontables ocasiones y, que tras la muerte, es capaz de aliviarnos. La Luz que permitirá que D'ore recobre sus fuerzas, a él, al naaru caído nos uniremos. Alimentaremos su ser con nuestra humilde esencia, sólo entonces alcanzaremos la salvación de nuestras almas. Mi hijo, mi hijo pronto será uno con él...

-¡Ah! Estás aquí, Azhim, creí que no había nadie más en este lugar. Debes acudir de inmediato al Transepto oriental, se requiere tu ayuda allí.- dijo una voz femenina. El melodioso sonido de esas palabras no fueron lo que me perturbó, sino el hecho de desconcentrarme en un momento tan delicado como éste.

-Vinculadora, estoy a punto de iniciar mi ritual de purificación, no podemos dejarlo así.- Aparté la mirada de las almas allí congregadas para ver a la maestra Nyami. Su figura se encontraba en mitad de la estancia, bajo el gran pilón, como si de una estatua se tratase. Sus togas oscuras, al igual que su piel, de un azul apagado, hacían que el brillo de sus ojos contrastase.

-No debes preocuparte, terminaré yo la tarea que has comenzado. Tu labor en aquella cámara es más importante ahora mismo. No debes demorarte, Cuidaespíritus.- Respondió la Vinculadora al mismo tiempo que entrecerraba ambos ojos, dejando visibles a penas unas líneas de fulgor azulado.

-Como ordenéis, maestra.- Volví la mirada hacia mi querido Haril. Algo había diferente en él, su expresión había cambiado por completo; su mirada, antes cálida y llena de amor se había tornado por una llena de...¿Miedo?

-¡Hermano Azhim, a qué estás esperando! Es de suma importancia tu presencia en ese lugar. Debemos reforzar las defensas y preparar las almas de nuestros hermanos.-
Quería hablar con el espíritu de mi hijo, pero éste se desvaneció. Un hondo malestar se hizo presa de mi. Algo no iba bien...

Deshice el camino andado hasta regresar al comienzo, la Nave del descanso Eterno, cámara de grandes dimensiones, una de las entradas, coronada por una enorme lámpara en lo más alto de la techumbre y en el suelo teselas formando un rosetón de vivos colores. Unos metros más y llegaría al Transepto Oriental, el lugar de reunión.

Mi mente se encontraba nublada, la imagen del espíritu de mi hijo con aquella cara desfigurada por el horror...¿A qué se debía? Nunca había sido testigo de una mirada así ¿Qué estaba ocurriendo, eran ciertos los rumores?¿Han penetrado el templo las tropas enemigas?

Para mi sorpresa el camino estaba cortado. Un muro de Luz protector bloqueaba la entrada el pasillo. Observe a mi izquierda y mi derecha, en busca de alguna explicación. Este no era el protocolo habitual.

De pronto sentí una presencia intentando establecer contacto. Ayúdanos, ayúdanos por favor, dijo una voz. ¿Qué, qué está ocurriendo? 
Miré a mi alrededor, pero rápidamente pude darme cuenta que esa voz me hablaba mentalmente. Huye de aquí, avisa a los Exarcas, quieren las almas...traidores...vienen los traidores...

La brusca pérdida del vínculo mental supuso un tremendo dolor de cabeza. Algo o alguien había terminado con esa conversación de forma abrupta, sin dar tiempo a que nuestras mentes llegaran a desligarse de forma correcta.

Me tambaleé durante unos segundos, buscando con la mano un lugar al que aferrarme. En cuanto sentí el frío tacto de la pared en mi mano suspiré más aliviado. Mi vista, aun ligeramente nublada por el repentino trauma, intentaba enfocar en medio de esa oscuridad. Recobré mis plenas facultades poco después, justo a tiempo para ver como unos zelotes se acercaban hasta mi posición.

-Hermanos ¿Qué ocurre, por qué está sellado el Transepto Oriental, no está allí todo el mundo?- Pregunté, pero para mi asombro la única respuesta que recibí de aquellos guardias fue el silencio.
Mi espíritu se encontraba inquieto, tenía la impresión de que algo horrible iba a ocurrir. Pero me mantuve apoyado en la pared.

Los zelotes continuaron su camino hacia mi posición, sus grandes y pesadas pezuñas marcaban el ritmo de su paso y sus espadas resplandecían de forma ominosa en aquella penumbra. Sus rostros, ocultos tras su yelmo, hacían más inquietante la situación, ya de por sí confusa.

Padre...márchate 
-¿Haril? Haril, hijo mio ¿Dónde estás?- La imagen de Haril se materializó justo entre mi posición y la de los guardias que, a penas se encontraban ya a un par de metros de mi. 
¡Corre padre, es una trampa, vete de aquí! 
Los zelotes atravesaron la figura de mi hijo, como si de un mero holograma se tratase y alzaron sus armas con ambas manos.

Una oleada de terror me apresó. Di media vuelta y me dispuse a abandonar el templo lo más rápido que pude. Corrí, corrí con todas mis fuerzas, rezando a los naaru. Fuera las estrellas y la gran luna iluminaba todo aquel majestuoso recinto. Una suave brisa me recibió, despejando mi aturdida mente.
Aquellos zelotes me seguían ¿Pero cómo era eso posible? ¿Los protectores de los auchenai son nuestros verdugos? Debo...debo informar a Maladaar, los Exarcas deben saberlo...

Mantuve el paso durante minutos, tal vez horas, sin parar de correr ni un sólo segundo. Mis pezuñas me llevaron hasta el corazón de Talador. De alguna manera caí en la cuenta de abandonar el sendero principal y adentrarme en el bosque. En algún momento del camino mis pulmones dejaron de responder y perdí el conocimiento bajo un gran árbol en aquella noche ominosa.


Que la Luz nos proteja...



Escrito por Iridi

domingo, 30 de noviembre de 2014

Prólogo Cap I - En tierras de Draenor (Parte 2)


Abrí los ojos lentamente mientras mi vista se acostumbraba a las sombras que ejercían la frondosa vegetación en lo profundo de aquella desconocida selva. Permanecí tumbado en el suelo de tierra durante el tiempo que tardé en percatarme de lo que había ocurrido. Me incorporé tras varios minutos intentando recomponerme de la fatídica caída que había sufrido, mientras descubría como un sendero de sangre descendía por mi frente debido a uno de los golpes que había recibido. Me puse en pie cuidadosamente analizando el resto de mi ser para observar que parte de mi armadura había quedado destrozada, sin encontrar tampoco rastro de mis armas por los alrededores. Arrojé los guantes al suelo mientras intentaba deshacerme de la pechera de placa abollada que ahondaba presionándome el pecho, y fue entonces cuando mis peores temores se hicieron realidad. Mi mente recibió un golpe mucho más doloroso que cualquiera de los que había padecido durante la caída, un golpe que me paralizó por completo. El talismán que colgaba de mi cuello ya no estaba, había desaparecido. Un gélido escalofrío recorrió mi espalda provocando que entrara en un estado de alteración. Busqué rápidamente a mi alrededor, siguiendo la estela de mi caída, escrutando poco a poco el sendero que había marcado brevemente minutos antes. No había ni rastro del mismo, ni siquiera por la vegetación que se acumulaba alrededor de la pendiente.

Intenté concentrarme y aclarar mis ideas, pero fue entonces cuando sentí un nuevo golpe en el torso. El orco al que me había enfrentado anteriormente apareció de entre la maleza arrojándome un puñetazo en el pecho, y provocando que cayera de espadas al suelo. La sucia bestia se abalanzó sobre mí, sentí entonces el peso de éste incapacitándome, impidiendo que pudiera siquiera defenderme o moverme mientras su descomunales manos se aferraban a mi cuello arrebatándome mis ansias por respirar. Zarandeé las manos enérgicamente para golpear al enemigo, pero ni siquiera lograba llegar a su rostro mientras mis fuerzas se esfumaban poco a poco de mi cuerpo.

-¡Está aquí!- dijo Alice mientras descendía rápidamente por la ladera.

El orco se giró enfurecido cuando varias bolas de fuego impactaron en sus armaduras de placas. La bruja no había logrado acabar con el enemigo tan fácilmente, pero había conseguido enfurecerlo hasta el punto de que dejara de asfixiarme. Me arrastré por el suelo mientras el orco se alzaba imponente ante la humana. Su rugido hizo temblar los cimientos de la zona, provocando que una bandada de pájaros alzara el vuelo espantados por el desgarrador sonido. El orco corrió en dirección a Alice, agitando los puños a la vez que sus zancadas acortaban la distancia hasta la joven. ''Sorpresa'' dijo la bruja en una sonrisa mientras giraba hacia su lado derecho dejando al descubierto al paladín que se hallaba tras ella. Una ráfaga de luz brotó de entre las manos de Marther, cegando y derribando todo lo que se encontraba frente a él. El orco salió despedido por el aire para caer varios metros atrás.

-¿Estás bien Garrett?.-preguntó Alice mientras se acercaba rápidamente hasta donde me encontraba sentado.
Asentí sin poder siquiera articular palabra.
-Cuidado... este orco aún da para más...-gritó el cruzado mientras señalaba al enemigo que se ponía en pie nuevamente.
-Quédate aquí, nos encargaremos nosotros.-susurró Alice segundos antes de girarse hacia Marther- ¡Entretenlo!
-Eso está hecho...

El cruzado frunció el ceño mientras cargaba hacia el desarmado enemigo. El objetivo era bastante grande como para acertar el golpe, pero la agilidad del orco superó las expectativas en comparación al tamaño que poseía. La bestia de piel oscura giró rápidamente golpeando al paladín que chocó contra el tronco de un árbol. Alice corrió hasta el orco sosteniendo su bastón en posición horizontal y se encaramó de un salto a la espalda del enemigo pasando su arma por encima de su cabeza para conseguir ahogarlo con ésta. La bruja tiró del bastón hacia si misma mientras el orco se retorcía intentando quitársela de encima. Mientras forcejeaban me percaté de que la espada del cruzado había ido a parar a una distancia cercana a la que me encontraba. Caminé hasta ella rápidamente sin poder evitar tropezar en numerosas ocasiones, hasta que tras perder nuevamente el equilibrio caí frente a la misma. Cogí la espada entre mis manos mientras observaba como el orco lograba quitarse a Alice de encima haciendo que cayese de bruces contra el suelo.
¡Marther!, grité mientras le lanzaba la espada. La hoja brilló con una intensa luz cuando la empuñadura tocó las manos del cruzado. Tardó tan solo unos pocos segundos en lanzar el arma cargada da luz, que cruzó prestamente la distancia que los separaba. Cuando el filo chocó con la armadura del orco un haz de luz cubrió la zona forzando a la bestia a retroceder. El enemigo se arrodilló furioso y ensangrentado mientras su mirada de desprecio se posaba sobre los allí presentes. Antes siquiera de que recuperara sus fuerzas para cargar sobre alguno de sus enemigos, el orco se retorció en una serie de espasmos que contraía su robusto cuerpo, manteniéndose durante varios segundos hasta que cayó fulminado como si hubiera sido alcanzado por un rayo.

-No sé como pensabais enfrentaros a un ejército de orcos... cuando no sois capaces de matar siquiera a uno.-dijo Cireni con el marcado acento que poseían la mayoría de los draenei al hablar en común.

Respiré aliviado unos segundos al igual que también lo hacían el resto del grupo, hasta que entonces recordé nuevamente la pérdida del talismán. Me incorporé rápidamente apoyándome en uno de los árboles cercanos.

-El talismán, lo... lo he perdido.-confesé mientras observaba el rostro cargado de incertidumbre e incredulidad del resto de mis compañeros.-Debemos encontrarlos.
-No podéis volver, el resto han huido. No queda nadie junto al portal, lo han desactivado.- dijo la draenei.
-Tiene razón Garrett, ahora mismo tan solo quedarán algunos soldados que se están sacrificando para que el resto puedan mantenerse a salvo, si volvemos...
-¡Se trata del talismán Alice, es mi misión encontrarlo!-interrumpí a la bruja mientras elevaba instintivamente el volumen de mi voz.
-Es un suicidio regresar.-dijo seriamente Cireni.
-Moriré intentándolo..., soy el guardián de la Orden, y se me encargó proteger ese talismán con mi vida si era necesario.
-Entonces nos arrastrarás contigo Garrett...-dijo la bruja apesadumbrada.-Tu misión es custodiar el talismán, pero la nuestra es protegerte, si quieres sacrificar tu vida con ello, nos obligarás a hacer lo mismo.
Las palabras de Alice provocaron una sacudida en lo más profundo de mi mente.
-Lo importante no es tomar decisiones Garrett, sino saber cuando tomarlas. Créeme, sé de lo que hablo.- dijo Marther mientras apoyaba su mano en mi hombro.
-Pero... ¿Y qué hay del resto? De nuestros compañeros...
-Estarán bien, confía en ellos.-respondió el cruzado mientras intentaba hacerme entrar en razón.
Suspiré mientras reflexionaba cuando de pronto un estruendo asoló aquella tierra. A lo lejos, el portal se desmoronaba junto a nuestras esperanzas de regresar a nuestro hogar. El grupo permaneció impactado ante la situación, hasta que la dranei rompió el sepulcral silencio que se había generado tras la imponente explosión.
-Iremos hacia el sur, si esto es Draenor... Sombraluna se encuentra a varios días de camino. Debemos darnos prisa.


Habían pasado numeroso días o quizás semanas durante el tiempo que habíamos vagado por aquel territorio hostil. Los enemigos que encontramos por el camino menguaban paulatinamente nuestros ánimos, y los golpes y heridas hacían lo mismo con nuestras fuerzas que cada vez eran más escasas. Temíamos el habernos perdido, y por momento creíamos que las tierras en las que nos encontrábamos no eran más que una burla a nuestra esperanza de salir con vida. Entonces fue cuando lo vimos, cuando creíamos que todo estaba perdido. Todo a nuestro alrededor había cambiado. La frondosa vegetación había dado lugar a llanuras de un tono azulado y púrpura, los numerosos arboles irradiaban tranquilidad, y las grandes lunas que protegían aquel peligroso mundo nos observaban luminosamente desde el cielo mientras una sensación de paz nos inundaba por completo. Sombraluna..., por fin hemos llegado.



El silencio había sido mi aliado durante años. No lo temía, pero tampoco lo ansiaba. Desde que había muerto, mi mente había logrado encontrar esa sensación de vacío la cual había reclamado muchas veces cuando disfrutaba de una vida. La buscada redención no había sido tan placentera o gratificante como había esperado, pero aún así, allí estaba, caminando sin rumbo junto a aquellos desconocidos que por alguna extraña razón había decidido proteger.

-Debimos haber continuado junto al archimago.- dijo el pandaren.
-Se dirigían hacia una muerte segura.-respondí sin ánimos de mantener una extensa conversación.- La insensatez provoca muerte. No estamos muertos, así que hemos hecho lo correcto.
-¿Seguro que no lo estamos?- preguntó irónicamente el maestro Monlee mientras posaba su mirada en mi.

Observé como la druida que había tomado la forma de un venado lunar, movía agitadamente la cornamenta mientras exhalaba aire. Sobre su lomo descansaba el joven Akuo que había perdido el sentido en uno de los numerosos enfrentamientos por los cuales nos habíamos visto asaltados en las semanas que llevábamos deambulando por aquellas tierras.

-Guarda tus palabras para alguien que las quiera escuchar.- respondí secamente a la druida que aunque no había soltado ninguna palabra, su gesto decía más de lo que deseaba escuchar en ese momento.

Estaba seguro que de haber podido, aquello hubiese dado inicio a una de las innumerables discusiones que habíamos llevado a cabo desde que habíamos decidido continuar avanzando. La decisión estaba tomada, y ésta determinarían si sobreviviríamos o moriríamos, en mi ocasión una vez más.

-Deberíamos parar a descansar, llevamos horas caminando sin descanso, incluso días sin comer.-aconsejó el pandaren.
-No. Seguiremos caminando.
-¡No!¡No seguiremos adelante!-el pandaren se detuvo frente a mi con un enfurecido rostro mientras agitaba el peludo puño frente a mi rostro.
Tras el gesto el cual no entendí, caminó hasta la druida y ayudó a bajar el cuerpo de Akuo. La druida se destransformó tomando su forma original mientras estiraba sus entumecidas extremidades.
-Continúa si así lo deseas, nosotros pararemos unos minutos.-dijo la druida manteniendo el ceño fruncido.

Me senté algo apartado del grupo mientras comían y bebían aquello de lo poco que disponían. La mayoría de los recursos los perdimos durante la huida o se agotaron en los días venideros, pero aún así siempre encontraban algo con lo que subsistir. Mientras pensaba acerca de lo ocurrido, cogí una pluma marrón que encontré en el suelo junto a mis botas. Acaricié sin deshacerme de mis guantes, las finas hebras que conformaban perfectamente ordenadas el cuerpo de la misma, y recordé así fugazmente el suave tacto de los hipogrifos de Ventormenta, aquellos que ahora temían mi presencia.

Durante unas milésimas de segundos una sombra cubrió rápidamente el claro donde nos encontrábamos. Miré hacia el cielo incorporándome lentamente. Entonces fue cuando descubrí otra silueta sobrevolando sobre nosotros.


Corrí rápidamente sin perder el tiempo en dar explicaciones al resto, abriéndome paso entre las largas ramas y la excesiva vegetación de la selva siguiendo el rastro de las sombras. Me deshice de todo lo que bloqueaba mi camino hasta que de repente la selva desapareció. Observé a lo lejos como en el cielo despejado varias aves de gran tamaño similares a los hipogrifos sobrevolaban la zona hacia un destino que ignoraba, pero el simple hecho de ver a esas criaturas voladoras me hizo entender que quizás más humanos poblaban ya esas tierras. Miré a mi alrededor, el sol me forzó a cubrir mis ojos con la mano, pero pude vislumbrar que aquel lugar era muy distinto al que nos habíamos encontrado nada más cruzar el portal. Un lugar sereno, cubierto de arboles de hojas marrones, como si en un otoño perenne se encontrasen. La hierba, las criaturas del lugar e incluso el pequeño riachuelo que fluía antes mis ojos era parte del mismísimo Talador, solo que aún no lo sabía.


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Los miembros de la Orden ponen sus pies en Draenor, una nueva, desconocida y peligrosa tierra que llevará al límite una vez más a nuestros héroes. Con esta nueva aventura comienza en nuevo ciclo de la trama ''En tierras de Draenor'' con su primer capítulo titulado ''Sobreviviendo en tierras extrañas'', en la cual el grupo deberá sobrevivir y buscar un lugar donde ponerse a salvo de la devastación que se cierne sobre el nuevo mundo de la mano de La Horda de Hierro. 

Desprovistos de talismán y de toda esperanza, nuestros héroes encontrarán nuevos aliados que les acompañarán en su aventura y nuevos enemigos a los que deberán enfrentarse no solo por ellos mismos, sino por salvar el mundo de aquellos que amenazan con destruirlo.

¡Comienza una nueva aventura... esta vez, en Draenor!



sábado, 29 de noviembre de 2014

Prólogo Cap I - En tierras de Draenor (Parte 1)


La Marea de Hierro, así la habían llamado. Nunca antes un nombre había hecho tanta justicia a lo que estaba teniendo lugar en aquel devastado lugar, cuya desolación y baldías tierras habían dado lugar a una desconocida invasión que amenazaba con arrasar todo a su paso, como si de un salvaje oleaje se tratara. La marea avanzaba cada día, cada noche, cada minuto, donde un sinfín de orcos alzaban fervientemente sus armas en contra de aquello que osara siquiera enfrentarse a ellos. Nethergarde había caído. Ni siquiera habían podido defenderse de aquella aniquilación, de aquel derramamiento de sangre del cual no habían sido los únicos en sufrir, la Horda y la Alianza padecían las recientes pérdidas bajo aquel estandarte apodado La Horda de Hierro.

Habían pasado días, incluso semanas, desde que numerosos grupos militares y de apoyo habían partido con el objetivo de poner fin a aquellos que amenazaban con destruir sus tierras, su mundo. Muchos habían perdido ya la cuenta de las bajas que habían tenido lugar en el frente, otros rezaban mientras tanto por impartir aquello que consideraban justicia, por vengar a sus compañeros caídos o por defender a los millares de inocentes que esperanzados aguardaban a que la nueva guerra llegara a su fin tan pronto como había comenzado. Sin embargo la suerte estaba ya echada. La gran ofensiva final estaba teniendo lugar, mientras los que allí se hallaban temían que sus fuerzas terminasen cediendo ante la imparable marcha de los ejércitos enemigos que se cernían una y otra vez sobre ellos. Enemigos que no parecían agotarse, que no parecían terminar, y que no parecían menguar por más orcos a los que se les diese muerte.
Tal y como habían sido nombrados, la Marea de Hierro, parecía esperar pacientemente el romper de su oleaje sobre el campo de batalla, del cual tan solo un bando saldría victorioso.


Garrett tomó tan solo unos segundos para coger aire mientras extraía su espada del cadáver de uno de sus enemigos.Observó con desdén al orco de piel oscura que yacía inerte mancillado por la sangre que manaba de una profunda herida en el pecho. No sabía con certeza cuantos orcos había visto caer ese día, ni cuantos lo habían hecho bajo el filo de su arma, pero nada de aquello importaba ahora. Lo único que anhelaba era que aquella cruenta batalla terminara cuanto antes, sin embargo sus más profundos deseos estaban lejos de convertirse en realidad. Cada orco muerto parecía ser sustituido por otro, como si no importase, como si la muerte de uno de los suyos no tuviera sentido alguno para ellos, careciendo así importancia. Por desgracia, cada pérdida que tenía lugar entre los nuestros era una dolorosa punzada que ahondaba en lo más profundo de nuestro ser y de cada uno de los que allí se congregaban.

El caminante del tiempo miró a su alrededor, intentaba percatarse de lo que ocurría, pero el caos hacía que tal hazaña fuera imposible. Hacía tiempo que había perdido de vista a algunos de sus compañeros, temiendo que hubiera tenido lugar lo peor. Suprimió rápidamente esos amargos pensamientos de su cabeza, y se centró en lo que era realmente importante, ganar la batalla, luchar hasta el final. Después de todo, los miembros de la Orden y los numerosos aliados que habían encontrado por el camino, eran lo suficientemente fuertes y poderosos como para resistir bajo la presión que ejercían los numerosos enemigos.

El joven continuó luchando, blandió su espada con una mano mientras sostenía con fuerza el robusto escudo que le mantenía a salvo. Inmerso en el combate perdió la noción del tiempo, dejándose llevar agotadamente por el vaivén que ejercían sus movimientos mientras asestaba los numerosos golpes para protegerse a él y a los suyos, para dar al menos un respiro a aquellos que como él mismo, se hallaban sin aliento. Sus piernas comenzaban a fallar, mientras que sus manos temblaban al aferrarse a sus armas. Recordó rápidamente las razones que le habían llevado hasta allí, las razones que habían hecho que una decisión tras otra los situara en el lugar en el que se encontraban. Los últimos meses la Orden había logrando derrotar a sus más oscuros y siniestros enemigos, no sin perder a muchos de los suyos por el camino, pero a fin de cuentas lo habían logrado. Sin embargo esto era distinto, aquí la Orden y los cometidos de ésta carecían de relevancia alguna. Algo mayor se tejía en el horizonte, algo incapaz de vislumbrarse aún pero perceptible a aquellos que fueran capaces de ver más allá de lo que la vista permitía observar. La guerra no era contra orcos, era contra un enemigo aún mayor. Aún así, los allí presentes formaban parte de un mecanismo, cada uno de ellos era una pieza vital para determinar la victoria que podían llegar a alcanzar y el destino que les deparaba a cada uno de los mortales que allí luchaban con ansia.

De pronto una voz retumbó por la zona. Fue algo más que un grito, fue para muchos un atisbo de esperanza necesario en aquel momento, mientras que para otros infundió el temor a lo desconocido, el temor al devenir de los acontecimientos. De cualquier modo, el grito de guerra del archimago se oyó en toda la zona, indicando que había llegado el momento, el momento de avanzar, de tomar aquel portal que se erguía orgulloso e imponente a partes iguales mientras los mortales derramaban un sinfín de sangre bajo su petrificada sombra.

Un escalofrío recorrió al joven paladín. Jamás había planeado nada de lo que estaba teniendo lugar, pero aún así habían formado parte de aquel gran batallón, sin embargo, una cosa era luchar en el frente y otra muy distinta cruzar hacia algo que desconocían, hacia aquel peligroso lugar desde donde el enemigo avanzaba. No hacía falta ser un gran estratega para saber que era un suicidio.

Garrett fijó la vista en Iridi y Azurin, que se encontraban cerca de su situación. Ambas habían sido de gran apoyo estas duras semanas, y sabía que cualquier decisión que dictaminaran sería infinitamente más sabía de la que él mismo pudiera tomar. La anacoreta se arrodilló con presteza ante un herido que permanecía debatiéndose entre la vida y la muerte. Posó sus manos con delicadeza mientras la luz brotaba rápidamente de ellas para adentrarse en el cuerpo del humano herido.

-No podéis irrr... no estamos preparrrados parrra lucharr contra ellos.-Dijo la draenei mientras continuaba rezando por salvar al humano guerrero.-Si caéis al otro lado...todo habrrá terrminado...

Sus brillantes ojos se clavaron en los del joven caminante mientras reflejaba con su mirada aquello que más temía, aquello que había padecido decenas de veces antes, la pérdida de sus seres queridos.
Garrett miró a la elfa druida y asintió. El gesto bastó para que Azurin se transformara rápidamente en un gran cuervo de plumaje púrpura y alzara el vuelo velozmente por encima de las cabezas de los que componían el campo de batalla.
Voló a gran altura ondeando el cielo mientras buscaba al resto de sus compañeros. Mientras afinaba su desarrollada vista observó como las tropas compuestas por soldados de la Horda y de la Alianza, avanzaban hacia el portal obligando a retroceder al enemigo. Una sensación esperanzadora recorrió su menudo cuerpo al saber que quizás todavía cabía la esperanza de conseguir aquello que ansiaban. Tras varios segundos logró encontrar al primero de todos, el maestro Monlee cruzaba el portal torpemente atacando desde la retaguardia junto al resto de los héroes que avanzaban. ''Maldición'', pensó. Debía intentar encontrar al resto antes de que fuera demasiado tarde. Los nervios y la incertidumbre recorrieron su encorvado cuerpo mientras agitaba las alas repetidamente. Entonces fue cuando la vio. A lo lejos Alice se debatía en duelo con un corpulento orco que prácticamente doblaba el tamaño de la bruja. El enemigo logró derribar a la humana de una patada mientras recogía su hacha del suelo y se acercaba decididamente hasta la joven.

Azurin descendió en picado. Cruzó a gran velocidad la distancia que la separaba de aquella masa de luchadores que combatían a muerte. Esquivó el suelo ágilmente a pocos metros de entrar en contracto con el mismo, para continuar atravesando con gran destreza los cuerpos que se cernían en la batalla. Giró varias veces sobre si misma esquivando algún que otro golpe que aunque no iban dirigidos hacia ella, se cruzaban en su trayectoria. Agitó las alas tan solo un par de veces más para obtener un mayor impulso, fijando la vista en el orco que sostenía el hacha en el aire, con el objetivo de poner fin a la vida de Alice. Tan solo tenía una oportunidad, una carta en la cual se jugaba no solo la suerte de su compañera sino la suya propia. La druida agitó por última vez sus alas mientras colocaba sus garras por delante de ella, recorriendo los pocos metros que la separaban de su enemigo hasta arrancar de las manos del orco el hacha que sostenía obligándole a trastabillar tras unos segundos de forcejeo. Azurin levantó nuevamente el vuelo tras varios aleteos, cargando con la pesada arma entre sus garras, dejándola caer en una zona alejada segundos después. El orco permaneció estupefacto ante la situación mientras varias bolas de fuego impactaban contra su pecho calcinándolo instantáneamente.

Alice sacudió rápidamente el polvo de su toga mientras se apoyaba en su bastón. Observó a lo lejos que Garrett se acercaba hasta donde se encontraba, mientras que la druida sobrevolaba aquel mismo lugar.

-Alice, estás bien...¿Dónde está el resto?-preguntó el caminante del tiempo alterado mientras intentaba recuperar el aliento.
-El cruzado Strang ha traspasado el portal, pretendía seguirlo hasta que me alcanzó el orco.
-El pandaren también lo ha hecho, pude verlo con mis propios ojos.-respondió rápidamente la druida que había tomado su forma original.
-Debemos encontrarlos...tenemos que hacer que vuelvan, tan solo aquí estarán seguros.-ordenó el paladín mientras se reincorporaba.

El grupo cruzó el portal decididamente sin tener conocimiento de lo que encontrarían al otro lado del mismo. Sus ojos no daban crédito a lo que se alzaba ante ellos. Una horda de orcos cubría todo el paisaje hasta donde abarcaba la vista. Podrían ser cientos o incluso miles, lo que era seguro es que doblaban sin lugar a duda el numero de los efectivos aliados.

El caótico escenario rodeó a los miembros de la Orden antes de que pudieran cerciorarse de lo que realmente estaba teniendo lugar. Los numerosos disparos de fuego, las explosiones y los enemigos inundaron aprisa su alrededor estallando ante sus rostros. Ambos se separaron mientras los soldados de las fuerzas aliadas avanzaban para poner freno a los enemigos.

Garrett intentó sortear la zona más peligrosa de la batalla mientras buscaba con la mirada el paradero de sus compañeros. A lo lejos descubrió al pandaren que aplacaba a un orco con varios virotes de hielo que se clavaban en el cuerpo del enemigo. El caminante avanzó rápidamente eludiendo a sus enemigos hasta que sintió como un golpe le derribaba por completo. Un orco enemigo embistió al paladín obligándole a caer, provocando que el delgado cuerpo del humano rodara por el suelo de fría piedra hasta precipitarse por un peldaño de varios metros de altura. El golpe agotó el poco aliento que le quedaba al joven, siendo incluso incapaz de quejarse ante el mazazo que había supuesto la caída. El paladín hizo ademán de las pocas fuerzas que le quedaban para incorporarse lentamente y acercarse débilmente hasta donde se encontraba su escudo a varios metros de distancia. Avanzó lentamente cuando se percató de que el orco que le derribó había cruzado de un hábil salto, la distancia que cubría desde su antigua posición.

Garrett caminó rápidamente hasta su escudo y se aferró a él para hacer frente al enemigo. Observó detenidamente al orco que se aproximaba pacientemente con una maza de gran tamaño entre ambas manos. El joven temió no estar a la altura de su contrincante, había perdido la espada en la caída, y le inquietaba que el escudo no fuera capaz de detener siquiera el primer golpe de aquel robusto orco. El enemigo aumento la velocidad del paso mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro tras emitir un fiero rugido. Garrett adelantó su pierna derecha a la vez que blandía el escudo frente a sí mientras que observaba las grandes zancadas del orco de piel marrón, hasta que algo le obligó a desviar su mirada. Un enano de piel oscura y pobladas barbas azabache agitaba los brazos enérgicamente realizando indicaciones que el humano no supo descifrar. Garrett fijó su vista nuevamente en el orco que alzaba sus fuertes brazos levantando la pesada maza para abatir al paladín.

De pronto un estruendo ensordeció el lugar. Una puerta de piedra estalló junto a ellos en lo que fue una sonora explosión, quebrándola en miles de fragmentos, y provocando que tanto el humano como el orco salieran despedidos por los aires.

El joven humano rodó por una pendiente de tierra hallada bastante alejada del portal durante varios minutos mientras su cuerpo inconsciente giraba hasta topar con tierra llana. Los numerosos golpes le hicieron perder el sentido durante un largo y vital tiempo, dejando el cuerpo del paladín bajo la sombra de una amplia vegetación que resguardaba aquella zona.




Iridi arrastró torpemente al humano que portaba las armaduras típicas del ejército de la Alianza, resguardándose junto a él tras un peñasco en las proximidades del lugar donde aún continuaba la batalla. Centró sus energías en sanar al soldado, logrando estabilizarlo en pocos minutos. La draenei desviaba una y otra vez la vista hacia el portal, con la esperanza de que sus allegados regresaran sanos y salvos, pero aquello aún no había tenido lugar. Tras varios minutos decidió dejar al soldado en aquel lugar seguro y avanzó por la zona para sanar a otros de los heridos. Se arrodilló rápidamente ante un enano que se retorcía de dolor al haberse fracturado uno de sus brazos. Iridi calmó al enano mientras rezaba a la luz por sanar las heridas del pequeño soldado. El dolorido gesto del enano se tornó preocupación cuando sus ojos se fijaron en uno de sus enemigos que se dirigía hacia ellos. La anacoreta siguió con la mirada la dirección hacia la cual apuntaba el enano. El orco clavó su espada en varios de los soldados que se acercaban a detenerlo, como si nadie pudiese frenar su pasos. 

Mientras caminaba envalentonado hacia la draenei, algo en su rostro se tornó oscuro, obligándole a detenerse. El orco se llevó las manos al cuello como si intentara desprenderse de algo que no existía a simple vista, como si algo le asfixiara por dentro. La anacoreta se percató de que una fugaz sombra violácea rodeaba la garganta del enemigo, serpenteando hasta las manos de un caballero de la muerte al que reconoció instintivamente. El imponente humano mantenía su brazo extendido mientras cerraba su mano con la intención de estrangular al orco desde la distancia. Mientras el orco agitaba sus brazos en el aire para vencer aquello que frenaba sus ansias de matar, el joven Akuo corrió hasta él tras las indicaciones de Ephdel para rematar al enemigo. El guerrero no tardó siquiera dos segundos en atravesar con su espada el cuello de su contrincante.

Ambos se acercaron rápidamente hasta la draenei y el enano, ayudando a cargar con el herido para dejarlo a buen recaudo.

-Suerte que hemos llegado a tiempo.-exclamó Akuo sonriendo ante la sacerdotisa.
-Han crruzado el porrtal... debéis traerrlos de vuelta...-respondió la anacoreta atropelladamente.
-La batalla aún no ha terminado, debemos continuar aquí.-insistió el guerrero.
Iridi miró tanto al caballero de la muerte como a Akuo.
-Irre yo entonces.-dijo Iridi mientras se incorporaba.
Fue entonces cuando sintió la pesada mano del caballero de la muerte sobre su hombro. Su gélida mirada se clavó en los ojos azules resplandecientes de la draenei mientras permanecía inerte frente a ella.
-Lo haremos nosotros.-rrespondió
-Pero...Ephdel, ¡Llevamos más de una treintena de orcos a nuestras espaldas!, no podemos detenernos ahora.
-He dicho que lo haremos nosotros.-dijo el caballero de la muerte mientras agarraba la mandíbula del joven guerrero con su mano.
Akuo asintió con desgana mientras el letal dúo reanudaban la marcha hacia el portal.

Iridi observó como ambos se alejaban sin evitar sentir preocupación por ellos. Al igual que en muchas ocasiones antes, se había visto obligada a alejarse de aquellos a los que quería e incluso amaba, y nunca más los había vuelto a ver. Su corazón le susurraba que volvería a verlos, pero su mente sabía que no sería pronto...


martes, 11 de noviembre de 2014

[Próximamente] ¡Nueva clase: Mercenario!

Próximamente la clase Mercenario se unirá al listado de clases de rol, y podréis conocer las tres especializaciones basadas en esta nueva clase: Cazarecompensas, Asesino a sueldo y Mercenario con honor. Esta nueva clase estará compuesta principalmente por las habilidades de Guerrero, Pícaro y Cazador.


martes, 4 de noviembre de 2014

¡Nueva clase: Caminante del tiempo!

Así es, anunciamos la nueva clase que añadiremos al conjunto de clases en Warlords of Draenor: Los Caminantes del Tiempo.




¿Qué significa esto de ''Nueva clase''?

Significa lo que parece tal cual. En el juego nos dan a elegir entre once clases, pero ni por asomo son todas las clases o especialidades que existen en el Lore o en el mundo de Azeroth. Hay muchas más clases que pasan desapercibidas o sería difícil incluirlas por temas de jugabilidad. Sin embargo, on rol muchas de esas clases existen y de hecho son representadas día a día entre personajes de distintas hermandades o grupos, un ejemplo de esto son los cazadores de demonios, cazamareas o piratas, bardos...
Nosotros nos animamos a ir añadiendo cada vez más clases, clases que serán introducidas cada varios meses y que intentarán guardar coherencia con las expansiones, parches, o contenido que vaya teniendo lugar en el juego.


¿Cómo funcionan estas nuevas clases?

Como no disponemos de información a la hora de especificar los ataques propios de estas clases, lo que haremos será tomar algunas de las once clases disponibles y evolucionarlas a la nueva clase. Las nuevas clases coexistirán o estarán formadas por algunas de las que ya conocemos, por ejemplo un cazador de demonios estará compuesta por los ataques que el rolero elija de Pícaro, Cazador o Guerrero, mientras que un pirata por ejemplo será una mezcla entre las clases Pícaro y Guerrero. El rolero que decida rolear una clase así podrá elegir ataques de las clases que compongan la nueva.
Sin embargo, los talentos serán únicos de cada clase, y será lo que otorgue exclusividad a las mismas.


¿Cómo puedo conseguir una clase nueva?

Las clases se irán anunciando poco a poco, y será tan fácil como adquirir el cambio en La cámara de las recompensas.

La mayoría de estas clases están hechas para roleros expertos, que lleven bastante tiempo y posean los conocimientos necesarios, así que no estarán en un primer momento disponibles para los nuevos jugadores. Además se deberá invertir puntos para cambiar la clase actual de un personaje a una clase nueva (y por supuesto, rolearlo con el paso del tiempo).
En algunos casos, como el de los Caminantes del tiempo, la mayoría de los ataques del personaje no variarán, ya que un caminante del tiempo puede ser Paladín, Sacerdote, Guerrero..., pero como dijimos anteriormente, los talentos o algunas bonificaciones podrían cambiar drásticamente.



Los caminantes del tiempo

Esta clase se dividirá en cuatro ramas:

Celadores (Tanques o Dps cuerpo a cuerpo)
Son los que protegen al grupo y se aseguran de defender a los miembros más débiles o vulnerables del mismo. Los celadores poseen amplios conocimientos en batalla y con lo cual ostentan una gran defensa a la hora de lugar contra enemigos en un rango cercano.

Tejedores (Dps a distancia)
Los tejedores suelen ser magos arcanistas o brujos que se dedican a reparar los daños causados en las líneas temporales. Su labor es la de realizar el esfuerzo de sustituir la ardua tarea que hasta entonces hacían los dragones de bronce.

Vigías (Dps o Healers)
Los vigías se encargan de estudias los cambios en las líneas temporales, investigando y examinando de donde procede ese cambio. Actúan a veces como espías aunque también ejercen de apoyo al resto del grupo.

Historiadores (Dps, Tanques o Healers)
Estos son los encargados de archivar los sucesos más importantes de la historia, y con lo cual, procurar que éstos se cumplan a rajatabla. Muchas veces los historiadores son clave a la hora de descubrir los cambios realizados en las lineas temporales.



Talentos de clase

Especialista en intuición:
-En combate: el caminante del tiempo evadirá el primer ataque que se realice contra él.
-Fuera de combate: la intuición del caminante del tiempo hará que tenga mayor probabilidad de tomar las opciones correctas.

Especialista en tiempo:
-En combate: el caminante del tiempo anulará el tiempo de reutilización de la primera habilidad básica que use, una única vez por combate.
-Fuera de combate: el caminante del tiempo sabrá con exactitud el tiempo que transcurre a su alrededor, en cada viaje,...

Especialista en historia:
-En combate: el caminante del tiempo tendrá propabilidades de conocer más datos de sus enemigos, otorgando así al grupo +1 en defensa durante los tres primeros turnos.
-Fuera de combate: el caminante se convertirá poco a poco en una enciclopedia andante ayudando al grupo a la hora de conocer lugares, razas, clases, idiomas...