Una vez la legión había llegado a Azeroth mi hogar ardió… Mi
familia, amigos, hermanos todos murieron a manos de este nuevo enemigo. Solo me
quedaba una cosa por la que luchar, mi amada…
Ella era todo lo que me quedaba en la vida.
Nuestra furia y sed de venganza no nos dejaban disfrutar de
la paz, pues ella lo había perdido todo junto a mí, unidos decidimos hacer algo
al respecto, cobrarnos lo que nos habían arrebatado de nuestras manos sin
miramientos aniquilando a la legión, pero no teníamos capacidad para
enfrentarlos, ni poder, ni medios… Fue entonces cuando recurrimos a Lord
Illidan, con nuestra furia y sed de venganza, dispuestos a hacer lo que hiciese
falta para enfrentar y derrocar a los monstruos que nos habían despojado de tanto.
-Hoy es el día eres más fuerte que yo Eyleen, derrocaras al
demonio que sea que invoquen y podrás luchar al lado de Lord Illidan y todos
los Illidarin en los mundos de la legión -. Dije orgulloso de mi pareja.
-Yo no me siento más fuerte que tu… En los entrenamientos
que hemos estado recibiendo siempre me apoyabas y por eso podía completarlos y
mejorar… Tu fuerza de voluntad es muy superior a la mía. Deberías ser tu quien…
-. Le puse el dedo índice de su mano
derecha sobre los labios haciéndola callar.
-Has demostrado en múltiples ocasiones que eres más diestra
que yo en la manipulación de la magia y en todo tipo de artes, puede que yo sea
más capaz físicamente, pero tu mente -. Dije mientras palpaba con los dedos
índice y corazón de su mano derecha la sien izquierda de la elfa -. Solo
necesitas confiar en ti misma y podras hacer lo que te propongas -. A lo que
Eyleen respondió con una sonrisa sincera.
Horas después ambos fueron directos a la sala del ritual, el lugar en el que la
futura cazadora de demonios se enfrentaría al rival que se fusionaría con su
mente y alma, gran cantidad de iniciados como ella estaban expectantes
observando a la mujer que enfrentaría al
demonio en cuestión de minutos. El círculo mágico aguardaba por ella y yo estaba
en la sala a su lado. El maestro de ambos nos asintió y le indicó a ella que se
adentrase en el círculo del ritual a lo cual ella obedeció.
Tras unas palabras pronunciadas por el maestro apareció un
enorme demonio gordo y deforme, con una papada gigantesca, unas alas pequeñas
que no se entendía cómo podían sostenerla en el aire. Una vez vio donde se
encontró se lanzó a por la elfa con todas sus fuerzas lanzándole potentes
descargas viles, las cuales esta esquivaba con gracia y habilidad.
A medida que transcurría la batalla podía verse su
superioridad en combate, ese horrible demonio no podía acertarle ni un solo
golpe, tenía un talento natural para el combate, era fría, calculadora,
estratégica… Podía casi llegar a predecir lo que iba a hacer el monstruo frente
a ella, llegó el punto en el que ese demonio cambió la naturaleza de sus
ataques, un aura vil la recubrió y de ella comenzaban a salir diablillos de su
interior, lo que acompañó con una sonora carcajada gutural.
-Eyleen… -. Pensé para mi mismo mientras veía la jugarreta
de la demonesa aberrante.
La elfa respondió a eso aniquilando a los diablillos unos
por uno, no dejaba ninguno con cabeza, era demasiado rápida para los pequeños
demonios, los demás iniciados observaban expentantes la habilidad de la elfa que
parecía más que una masacre un baile… Un increíble y único baile con sus gujas
de guerra que convertirá el suelo sobre el que bailaba en un reguero de sangre
vil. Hasta que finalmente aplicó el golpe final a la madre de los diablillos
haciéndola morir en el instante. Eyleen apenas tenía un rasguño después de todo
a lo que se enfrentó.
Una vez recuperó el aliento se dispuso a seguir con el
ritual, devoró el corazón de la madre de los diablillos y bebió su sangre
siempre observándome orgullosa de sí misma, a la cual le respondí con una
mirada de orgullo similar, acto seguido el maestro y los alumnos comenzaron a
canalizar rayos de energía vil hacia ella, la fase final de fusión de almas que
soportó entre gritos de dolor y sufrimiento por el hechizo aplicado sobre ella.
Pero nada que ver con lo que seguiría despues…
De repente la elfa se paró en seco y calló de rodilla
colocándose ambas manos sobre la cabeza, los ojos se volvían verdes, su carne
se escamaba, sus labios se cortaban y la propia piel se desgarraba, fuertes
gritos emanaban de la Eyleen, estaba sufriendo fuertemente, la madre de los
diablillos la estaba superando, perdía el control de su propio cuerpo, hasta su
mismísima razón se desvanecía conforme pasaba el tiempo. No sabía que le pasaba
y tenía miedo por ella, siempre fue
fuerte y determinada, verla sufrir así me hizo entrar en pánico.
-¿¡Maestro, que sucede, que le ocurre a Eyleen?! -. Pregunté
aterrorizado.
- La estamos perdiendo… No es suficientemente fuerte para
contener la voluntad de ese demonio -. Dijo nuestro maestro chasqueando la
lengua mientras veía a su alumna sufrir.
- No… No puedo permitirlo -. Dije fríamente y miré de nuevo
hacia ella.
El rostro de Eyleen se estaba desfigurando y desgarrando,
lloraba de dolor, algo estaba viendo, algo que la aterraba, pero no podía ni
imaginarme que podría ser, ¿Que podría hacerla renunciar a su cordura?… Podía
ver en ella además del dolor que sufría una expresión de terror… ¿Algo
terrorífico la hacía perderse? Antes de sacar una conclusión y sin razonarlo
avancé hacia el círculo del ritual.
-¡¿Se puede saber que estás haciendo insensato?! -. Dijo el
maestro preocupado por mis acciones.
- Eyleen está sufriendo, va a morir y tiene miedo… Juré que
todo lo que ella sufriese lo pasaría yo con ella y que la protegería con mi
vida, no voy a romper mi juramento para con ella -. Afirmé adentrándome en el
círculo del ritual.
- ¡Ildean! -. Gritó el maestro una vez me adentré en el
circulo junto a mi amada, a partir de entonces, no escuché lo que él me decía.
Estaba ante lo último que me quedaba en la vida… Y pude observar claramente que
lo estaba perdiendo.
-¡Eyleen! -. Grité desconsolado al ver de cerca la situación
de su cuerpo y rostro, ya apenas quedaba nada de su belleza, su piel estaba
desgarrada por todo su cuerpo, los labios estaban cubiertos de llagas, su
hermoso cabello verde ahora se tornaba oscuro como una noche sin estrellas,
unas enorme alas negras salían de su espalda deformando su cuerpo rompiéndole
los huesos y creando unos nuevos en su lugar.
-¡Ildean! -. Gritó ella entre lágrimas y gritos de dolor-.
¡Mátame! -. Dijo sin siquiera mirarme a los ojos cuando lo hizo-. Si no lo
haces moriremos los dos, estoy perdiendo el control. Tanto dolor, tanta muerte…
-. Gritó de nuevo de dolor una vez mencionó esas palabras.
-¿Pero qué dices? No puedo matarte, somos uno, nos
vengaremos juntos de la legión, nuestra fuerza aumentará, acabaremos con todos
y cada uno de los demonios que existen en el universo -. Dije mientras se me
cubrían los ojos de lágrimas al comprender que era la única salida -. Así que
venga, sopórtalo y hazte más fuerte. ¡¿Es lo que prometimos no?! -. Dije con mi
rostro cubierto de lágrimas.
Fue entonces cuando ella sujetó una de sus gujas en un brote
de lucidez que vio en ese profundo universo de locura, caos, muerte y
devastación.
-Antes de perderme a mí misma y entregar mi cuerpo, alma y
voluntad a un demonio inmundo, prefiero que lo hagas tu. Acaba conmigo y
completa el ritual en mi lugar-. Tras eso colocó su guja de guerra en mi mano y
sujetando la misma se atravesó con su propia gruja dejando caer su cuerpo sin
vida contra el suelo.
Miré desconsolado el cuerpo inerte de mi amada, derramando
su sangre ya mezclada con la sangre vil que ya recorría su organismo, a pesar
de solo haber pasado escasos minutos desde su ingestión, vi su cuerpo con una
mirada de infinita melancolía y tristeza, el dolor que me recorría por dentro
era más fuerte que el que jamás había sentido, ahora sí que había perdido todo…
Y de nuevo, la culpa había sido de la legión. En sus resistencia por evitar su
extinción. Lord Illidan llegó en ese momento debido al escándalo que había
recorrido todo el templo oscuro.
-¿Veo que no ha funcionado no? ¿Es él? -. Preguntó el amo de
los Illidari.
- No señor… Era ella… Él parece ser su pareja, no puedo ni
imaginar lo que debe estar sufriendo el pobre. Sacaremos el cuerpo de ahí, no
debe verlo en ese estado -. En ese momento Illidan extendió una de sus alas
cortándole el paso al maestro que avanzaba hacia la pareja -.¿ Lord Illidan? -.
Preguntó extrañado.
-Prepárate para continuar con el ritual -. Dijo sentenciante
el cazador de demonios, a lo que el maestro de ambos respondió asintiendo y
dirigiendo su mirada hacia ellos.
En ese mismo instante, entre lágrimas y con una mueca
deformada por el odio y la rabia contra la legión atravesé el pecho de Eyleen
con su propia gruja para alcanzar su corazón, el cual extirpé de su inerte
cuerpo y comencé a devorar con esa misma mueca de dolor, odio y sufrimiento,
continué bebiendo su sangre, ignoré por completo el sabor, ya no saboreaban, ya
no escuchaba, ya no sentía nada. Solo veía el cuerpo de mi amada inerte en el
suelo y tan solo pensaba en destruir a
la legión.
-Es el momento -. Dijo Lord Illidan una vez vio mi mirada y
que terminé de devorar el corazón de la elfa y beber su sangre.
Tanto el maestro como los alumnos y el mismísimo Lord
Illidan comenzaron a canalizar rayos de energía vil hacia mi cuerpo en tensión,
sentí dolor, un dolor mostruoso que parecía que iba a desgarrar mi cuerpo y mi
alma en pedazos, mi mente empezaba a desvanecerse, solo pensaba en una cosa,
destruir a la legión, destruir a todos y cada uno de los demonios que existían
en el universo. Ese dolor era insoportable, pero no más grande que el que
sentía por mis pérdidas, recordé la muerte de mis padres a los que no pude
proteger, a mis amigos los cuales no llegué a tiempo para salvar y finalmente a
Eyleen, la cual era lo único que me quedaba. Acto seguido me invadieron las
visiones. Mi alma se estaba haciendo uno con el demonio, en mi cabeza apareció
la madre de los diablillos que la había hecho sufrir… Imperdonable, la ataqué
con fuerza y sin piedad. En cuestión de minutos estaba sometida a mi voluntad,
me costó mucho no aniquilarla y me pregunté como esa escoria podía haber
hecho sufrir tanto a mi querida.
Las luces cambiaron, todo daba vueltas pude ver como la
legión ardiende destruía mundos, sometia razas, torturaba, atormentaba y mataba
otras tantas. Pude sentir por mi cuerpo todo lo que habían hecho pasar a esos
mundos y gentes, pude ver los innumerables ejércitos que conformaban la legión
ardiente, las bestias que los conformaban, los brutales deseos de cada uno de
ellos, los que se oponen a los mismo cada vez son menos, el tiempo y espacio se
deformaban y amoldaba, podía ver todo lo que había hecho la legión y todo lo
que iba a hacer en el tiempo, con el desesperante final de la destrucción
total.
Fue entonces cuando comprendí… Esto es lo que había hecho perder la cordura y el equilibrio a Eyleen, este vasto ejercito, estas monstruosas intenciones y estos oscuros deseos y ambiciones. Me rasgué el ojo derecho con las garras que ahora poseía en el lugar de mis uñas, dejándome una cicatriz con la forma de las cuatro garras de esa mano desde la frente hasta el pómulo de ese mismo lado, sus labios se habían hinchado y resquebrajado, sus manos y brazos habían tomado un tono más oscuro así como sus pies, sus ojos brillaban con un resplandor vil, su musculatura se había multiplicado a su espalda se alzaban dos alas con sus propias articulaciones y grupos musculares, otro de los cambios en mi cuerpo por el poder obtenido del demonio pero lo que más cavia destacar era el increíble poder que corría ahora por mis venas, me sentí invencible y desee mas, comprendí al instante que ese poder no era suficiente para derrotar a la legión, miré a Lord Illidan y el comprendió al instante cual era mi deseo, asintió y a partir de entonces comenzaría mi existencia como cazador de demonios bajo las ordenes del amo Tempestira, me convertí en un illidari.
Escrito por: Akuo