La
yegua de Danna seguía por la linde del camino que tantas veces había
recorrido durante varios años, Danna montada sobre su grupa y sujetando las
riendas levemente, casi ni las rozaba y dejando toda decisión y responsabilidad
a su yegua albina, Perla, así pensó llamarla el día que Danna asomó por
el establo de la hacienda de su familia y la vio por primera vez, entre los
brazos de su padre, que había ayudado en la labor de que esta naciera.
Aún recuerda sus
palabras el día que se la regaló, “Cuídala, trata la con todo tu cariño y
enseñala, protegela como si de ti misma se tratara, ella hará lo mismo por ti”
Y a partir de entonces ambas compartían juntas la mayor parte de horas del día,
Danna se encargó de todos sus cuidados y doma con la ayuda de su padre y Perla
se convirtió en su mas fiel compañera.
Los ojos de Danna
brillaban inundados de lágrimas, apenas podía ver mas allá del hermoso pelaje
que adornaba el cuello de su yegua, aunque Perla sabía el camino a seguir, y en
su pensamiento la única idea de que aquella iba a ser la última vez que pasara
por allí, que viniera de regreso de aquel lugar especial y secreto que habían
decidido tener hace un tiempo Rolang y ella, en el momento que casi sin
darse cuenta habían dejado de ser simplemente compañeros de juego en la niñez y
se había creado en ellos con los años unos lazos tan fuertes de amistad,
convirtiéndose con el paso del tiempo en algo mucho mas consistente, algo que
había creado en Danna un mundo de ilusiones y sueños que habían terminado finalmente
tirados y deshechos, como si hubieran caído en un charco de barro. Ya todo
había terminado.
El día llegaba a su
ocaso, y un último rayo de sol que estaba luchando con fuerza para no irse
chocó contra los párpados de Danna haciendo que por fin sus lagrimas aún
agolpadas dentro de sus ojos comenzaran a resbalar por su mejilla, una detrás
de otra, lentamente..
Su corto viaje de
vuelta a casa estaba por concluir, podía ver a lo lejos como empezaban a
iluminarse algunas ventanas de las cuatro o cinco casas que junto la forja y
los establos formaban el complejo donde residía y que su padre Jacob había
creado poco a poco y casi sin pretenderlo.
Su Padre, Jacob
Harley que había llegado a ser alto mando del ejército de Ventormenta dejó el
servicio al nacer Cecil, la hermana pequeña de Danna, aunque la pequeña nació
bien de salud las complicaciones del parto trajeron como consecuencia una
ceguera irreversible en la madre. Para cuidar de su esposa e hijas y no dejar
toda la responsabilidad a Danna que para entonces apenas contaba con siete años
de edad, tomo esa decisión.
Compró unos
terrenos a las afuera de la ciudad lejos del bullicio, con una bonita casa, un
pequeño establo y una forja, y lo que comenzó como un hobby forjando pequeñas
armas como entretenimiento y una manera de seguir manteniéndose en forma se
convirtió en un próspero negocio, dado la fama que tenía Jacob en el manejo de
las armas y sus contactos tanto en el ejercito como con algunas casas nobles
contribuyeron a que fueran aumentando sus encargos y en proporción contratando
algunos empleados y teniendo que agrandar la forja.
Cecil, así se
llamaba su hermana, se había convertido con los años en compañera inseparable
de su madre, Clarisse, y Danna de su padre, con Él pasaba la mayor parte de su
tiempo libre, este le enseñó e instruyó todo cuanto sabia sobre el manejo de
las armas, motivado por la facilidad que tenía para aprender y su destreza.
Eran mucho los alumnos que habían pasado por sus manos durante su carrera
militar y hoy por hoy su hija podría hacerle frente sin ningún temor a
cualquiera de ellos. Jacob llegó a pensar que tenia algún don, o una intuición
fuera de lo común para anticiparse a los ataques de su oponente y bloquearlos
sin problema, a Danna le hacía gracia la cara que su padre ponía cuando esto
sucedía, y le decía medio en broma:
- Tengo visiones,
como fogonazos de Luz que me anuncian cual va a ser tu siguiente ataque y así
poder anticiparme.
Jacob terminó por
creer que eso era cierto.
También la enseñó a
montar, e incluso a domar caballos salvajes.
Finalmente Danna
llegó a su destino, esta vez el camino se le había hecho especialmente corto. O
tal vez era la necesidad que tenía de que el tiempo pasará mas lentamente,
necesitaba un poco más para terminar de asumir todo lo que le acababa de
suceder. Se dirigió directamente a los establos, le quito la silla de montar a
Perla y la dejó junto al pasto para que comiera un poco, no sin antes darle
unas palmaditas y acariciarle la parte superior del lomo y tras eso se puso en
camino hacía la forja, pero antes pasó por el pozo, sacó un poco de agua fresca
y se lavó la cara aguardando unos minutos a que se le pasara el escozor y
cualquier rastro de lagrimeo en sus ojos.
Tenía por costumbre
esperar a su padre cada noche mientras apagaba y terminaba de recoger la forja,
esta vez no iba a ser diferente. Danna entró, saludó intentando embozar una
sonrisa y se sentó en su rincón, el mismo rincón de siempre, pero esta vez
dejando su banqueta junto a la pared apoyando su espalda y dejando descansar
sobre ella todo el peso de su cuerpo para evitar que ningún reflejo de luz
pudiera iluminar su rostro, o cuanto menos sus ojos.
Jacob levantó la
vista y dedicó a su hija la mejor de sus sonrisas en cuanto la escuchó entrar,
aunque se dio cuenta enseguida que algo no iba bien continuó con la labor que
tenia entre manos y decidió esperar el momento mas oportuno para hablar e
intentar quitar hierro, expresión que le gustaba usar, a lo que afligía a su
pequeña.
Aun quedaban en la
forja Ezekiel Collen, un viejo medio ermitaño y minero, era siempre el último
junto a Jacob en abandonar el trabajo cada noche, con pocos amigos, quizá por
su carácter tan peculiar, poco hablador y cuando lo hacía sus palabras sonaban
como sentencias, nadie se atrevía a discutir con él si tan siquiera a llevarle
lo mas mínimo la contraria y muy pocos le habían visto el mas mínimo atisbo de
una sonrisa en su rostro. Pero curiosamente con Danna su carácter cambiaba, la
trataba como a una hija o tal vez la nieta nunca tuvo ni tendrá y ejercía sobre
ella actitud protectora.
El viejo fue en su
día quien suministraba menas y materiales que extraía de su propia mina para la
forja de la familia Harley hasta que un trágico accidente acaecido en uno de
los túneles cuando él estaba dentro ocasionaron en el minero secuelas
irreparables que le impedían seguir ejerciendo como tal. Jacob lo acogió en su
hacienda para que le ayudara en los diseños de sus armas y armaduras y le
convenció en contratar a varios jóvenes para que continuaran explotando
su mina.
Llevaba trabajando
para su padre el tiempo suficiente como para haber visto crecer a Danna y
haberle enseñado a manejar en secreto un extraño orbe, con un inusual poder,
cediéndolo como si de su legado se tratase cuando creyó que estaba preparada para
ello. Salían cada mañana a pasear y cuando estaban suficientemente alejados
Ezekiel le instruía en el manejo de ese artefacto.
Le preparó un
engarce para el orbe en la empuñadura de la espada que con tanto amor y esmero
le había hecho su padre y aunque todos pensaban que era un siempre adorno ámbar
en su arma, ellos dos sabían que era mucho más que eso.
Danna evitó la
mirada del viejo cuando entró en la forja y saludó, sabía que si este la miraba
a los ojos podía llegar a saber mas de lo que ella podría querer contarle, así
que después de sentarse desenvainó su espada y comenzó a pasar la punta de esta
como si dibujara en el suelo cosas sin sentido, casi sin rozar lo, intentando
distraerse usando su imaginación.
Ezekiel contestó
con algo parecido a un gruñido que nadie entendió pero que todos interpretaron
como saludo.
Quien sí contestó
con mucha energía y una exagerada sonrisa fue Elliot, joven de unos veintidos
años e hijo de Matt Coleman, amigo de Jabob y también veterano del ejercito que
habían terminado trabajando para el padre de Danna.
A Matt le habría
gustado que su hijo hubiera seguido sus pasos, había sido bien entrenado por su
padre y tenian grandes dotes para el combate cuerpo a cuerpo, bien dotado
físicamente, pero ser soldado no entraba dentro de los planes de Elliot. Es un
joven de espíritu libre y otros proyectos de futuro en los que no entraba lo de
acatar órdenes de superiores.
Le gustaba pasar
sus ratos de descanso con Danna, organizaban pequeños combates que servía a
ambos de entretenimiento, otras veces paseaban y el chico contaba a la joven
sus sueños y sus inquietudes aunque no había sido totalmente sincero, pues
estaba enamorado en secreto de ella y nunca fue capaz de confesárselo.
Por otro lado
Danna, era a otro Joven, Rolang Carter, a quien tenia en sus pensamientos, o lo
tenía hasta hace justamente treinta minutos antes de que entrara en la forja.
Rolang es un joven heredero de una casa nobiliaria, se conocían desde pequeños
por negocios comunes por parte del los padres de ambos y se veían en repetidas
ocasiones, siendo esas visitas mas frecuentes con el paso de los años.
Pero la de esta
noche había sido la última.
Cuando estuvo todo
el trabajo de la forja terminado salieron y se despidieron en la puerta. Elliot
con esa sonrisa que siempre dedicada a Danna y esta despidiéndose de todos con
cortesía.
Solo habían
caminado tres pasos cuando escuchó la voz de Ezekiel a su espalda.
- ¡Danna! Acuérdate
del paseo de mañana. Pasaré a buscarte bien temprano.
- Por supuesto. -
Contestó la joven parándose en seco. - No te haré esperar.
Continuó tras eso
caminando junto a su padre, en silencio, hasta las escaleras que subían hacia
el porche de la vivienda y entonces Jabob se sentó en unos de los peldaños e
hizo señas a su hija para le imitara y se sentara a su lado.
La joven se sentó
junto a su padre sin darle mas importancia pues esto formaba parte del ritual
de cada noche, pero esta vez Jabob no sacó su pipa y por en contrario posó su
brazo por encima de los hombros de su pequeña, aunque estaba ya cerca de
cumplir los viente años siempre la vería como a su pequeña.
- Puedes llorar si
quieres antes de entrar en casa. -Le dijo a su hija mientras le acariciaba
tiernamente la mejilla.
- ¿Ya lo sabes
padre?
- Lo sé. -Saca de
su bolsillo una carta con sello lacrado de la familia Carter, se podía
distinguir una letra redondeada, bien cuidada y exageradamente adornada. - Y
comenzó leer: “La familia Carter tiene el placer de invitarle al próximo
enlace matrimonial de su primogénito y heredero Rolang Carter con su prometida
Amanda Lewins...
Aunque la
invitación seguía dando mas detalles sobre la celebración Jacob decidió dejar
su lectura y volver a guardarla.
- ¿Porque no me
dijiste nada padre?. - Le interroga Danna con clara expresión de incertidumbre.
- Porque quise
confiar en que ese muchacho tuviera el suficiente valor para oponerse a los
deseos de su padre a favor de vuestra felicidad. Porque creía en lo que teníais
y porque para mi el verdadero amor esta por encima de cualquier cosa. Por eso
pensé que esa boda no se iba a celebrar.. Pero esta claro que no todos somos
iguales. - suspira y se toma unos segundos para continuar. - Debes de ser
fuerte hija mía, lo superaras, eres joven tu voluntad férrea y tu corazón de
hierro, esto terminará por ser solo una pequeña anécdota en tu vida. Lo
superaras y sacarás fuerzas de donde ni te imaginas que las tienes. - Suspiró
profundamente. - Ahora ve y descansa, recuerda que el viejo vendrá buscarte
temprano.
- ¿Tu no entras
padre?
- En unos minutos,
- Dicho esto el ex militar sacó cuidadosamente su tabaco de un pequeño
saco, sacudió su pipa con suavidad y comenzó minuciosamente con la
preparación de su picadura dentro de la pequeña cubeta, la encendió dándole
varias caladas profundas exalando el humo muy despacio.
La noche pasó para
Danna mas lentamente de lo habitual, apenas había podido consolidar el sueño y
lo poco que lo había hecho se turbó en sueños intranquilos e incluso con alguna
pesadilla.
En el instante que
asomó el primer atisbo de luz por su ventana se puso en pié y se preparó para
su paseo con Ezekiel.
Fue al establo a
buscar a Perla y al salir pudo ver como Ezekiel se acercaba montado en su viejo
caballo.
- ¿No te habías
olvidado verdad?. - se apresuró a decir viejo en cuanto estuvo lo
suficientemente cerca de ella.
- Claro que no, ya
estoy lista.
- Estupendo, pues
en marcha. - Dicho esto le dio suavemente con la espuela a su montura
para que se ponga en movimiento y el animal reaccionó poniéndose al
galope..
Danna le seguía muy
de cerca y cuando ya habían cabalgado durante varios kilómetros aminoraron el
ritmo paulatinamente hasta ponerse al trote.
La mañana era
fresca y apacible, el cielo estaba despejado y podía aventurarse que el Sol
luciría con fuerza cuando se atreviera a resurgir tras las montañas que
coronaban el horizonte, agradecía la liviana brisa que les acariciaba el
rostro, y solo podía oírse el sonido de la hierva producido al moverse por la
tenue fuerza que sostenía el viento y las pisadas de sus caballos.
- ¿Que tal llevas
tu entrenamiento?.- Preguntó Ezekiel rompiendo aquel silencio.
- Oh.. Bien.
-Contestó Danna sobresaltándose un poco, pues estaba distraída contemplando el
paisaje.
- ¿Has conseguido
descubrir alguna forma mas de sacarle poder?. -Refiriéndose al Orbe de ámbar
que el anciano regaló a Danna tiempo atrás.
- Si, ayer mientras
entrenaba con Elliot, sucedió algo extraño..
La ambigua pareja
continuaba hablando mientras se desviaba por un sendero para alejarse del
camino y llegar a un lugar menos transitado, a salvo de miradas indeseadas
donde poder entrenar con este artefacto sin temor a ser descubiertos.
Pero de repente
fueron asaltados por unos desconocidos, tres humanos a pié que por sus modales
y forma de actuar no parecían personas de fiar.
- Eh vosotros dos
¿Donde vais por aquí?.- Se apresuro a decir el hombre del centro.
- ¿No.. nosotros?
Estamos dando un paseo. - Contestó Danna.
- ¿Son ellos? Preguntó
el de la derecha, ignorando la respuesta de la muchacha.
- No estoy seguro,
el jefe fue quien los vio, iré a buscarlo. - Contestó este, y salió corriendo
hasta desaparecer tras la arboleda.
- A mi no me suenan
sus caras. - Dijo el tercer hombre.
- Solo somos un
pobre viejo y una muchacha dando un paseo, dejadnos seguir. - Dijo Ezekiel
empezando a preocuparse.
- ¡De aquí no se
mueve nadie!.- Gritó el primero haciendo encabritar a la yegua de Danna. - Os
tendremos que matar de todos modos.
- ¿Co..como? .-
Tartamudeó Danna, y antes de que se diera cuenta uno de los asaltantes la
agarró del brazo y la tiró de su montura.
- ¡Danna!.- Gritó
Ezekiel.
- ¡Callete viejo!.-
Y al instante el otro se lanzó contra el viejo para hacerlo caer.
- Como lo vueltas a
tocar lo lamentarás.. -Amenazó Danna apretando con rabia la empuñadura de
espada.
Los dos hombres
comenzaron a reir por la amenaza de la chica, y entre risas se lanzaron sobre
ellos intentando asestarles varias estocadas que tanto el anciano como la joven
iban esquivando a duras penas, Danna se defendía bien y pudo propinar varios
golpes a sus enemigos, el viejo sacando aliento lograba mantenerse en pié
- ¡ Danna! Es hora de demostrar lo que has aprendido. Gritó el viejo tras
recibir un duro golpe que le hizo clavar su rodilla en la tierra.
La Joven asintió y
sin mediar palabra comenzó a concentrarse, en breves segundos la esfera ámbar
que adornaba el puño de su espada irradiaba destellos de luz de ese mismo
color, cada vez mas intenso, sintió como su brazo y su espada se hubieran
fundido en uno mientras esta terminó de iluminarse por completo y en ese
instante asestó un duro golpe a su oponente, tan rápido que a este no le dio
tiempo a reaccionar convirtiéndolo en piedra y estallando en cientos de
minúsculas piedras color ámbar.
Ágilmente se puso
delante del otro oponente que observó atónito el final de su compañero y Danna
repitió el mismo golpe corriendo este la misma suerte.
- Rápido, salgamos
de aquí! A los caballos. - Ordenó Ezekiel.
Danna miró a a su
maestro, aún incrédula por lo que acababa de suceder, esta había sido la
primera vez que había sacado tanto poder de su Orbe, pero unas voces la sacaron
de su estado de embelesamiento volviendo a conectar con la realidad. Levantó la
cabeza y vio a otro grupo de hombres, justo donde comenzaba la arboleda, el del
centro, con túnicas de brujo, el que parecía el jefe la señalaba, vio como
levantaba el otro brazo y sostenía en su mano un orbe como el suyo, pero de
color púpura y como este levitaba sobre su mano comenzando a irradiar luz
de su mismo color. El suelo comenzó a oscurecerse, la cargada nube avanzaba
como una masa hacia ellos,como una ola sombría devastando todo lo que
encontraba a su paso mientras el jefe gritaba.
- ¡Quiero a esa
chica y el Orbe que lleva en su espada! .
- Danna! Vámos
ya!.- Volvió a insistir el viejo.
La pareja se
apresuró a subir en sus monturas y comenzaron a galopar sin rumbo fijo tan
rápido como podían.
Volvieron al camino
y salieron de nuevo de el hacia una senda que ni sabían hacia donde llevaba, el
corazón de Danna latía tan deprisa y tan fuerte que temía que le saliera del
pecho cogiendo las riendas con una mano y llevando la otra hacia el punto donde
lo sentía latir con mas fuerza, inconscientemente, para impedir que saliera. En
su cabeza demasiadas emociones le impedían pensar pero seguía galopando y
dejándose guiar por el viejo, correr sin rumbo les hizo llegar hasta un
desfiladero con altas montañas y frente a ellos se alzaba un muro de
rocas cerrándole el paso, evitando su huida y obligando les a detenerse.
Danna vio en la
expresión del viejo algo que no había visto nunca hasta ese día, algo que
podría llamar temor ,sin miedo a equivocarse y más aun cuando al girarse para
comprobar si les seguían pudo ver al grupo de brujos acortando distancias.
- ¡Estamos
acorralados!- Grito el viejo.
El líder sonreía a
ver que no tenían escapatoria y volvió a alzar su Orbe volviendo a extender una
capa de oscuridad sobre el suelo que se acercaba a ellos inexorablemente.
De repente el viejo
avistó una posible vía de escape, detrás de unas rocas de menor altura
creyó ver una grieta y le hizo señas a Danna para que le siguiera.
Los caballos
escalaron esas rocas con dificultad y siguiendo la grieta podía verse como se
habría ante ellos un estrecho sendero que que ambos reconocieron como su única
vía de escape y su salvación.
El viejo miró atrás
comprobando que la ola de oscuridad sobre la tierra no se detenía y que
les pisaba los talones cuando de repente su caballo trastabilló haciéndole
doblar una de sus patas delanteras provocando una fuerte sacudida en el jinete,
Ezekiel tuvo que detenerse y Danna volvió sobre sus pasos para ayudarlo.
- Danna.. escúchame
bien.. .- Dijo Ezekiel agitado y cansado por el esfuerzo. Sal de aquí, corre
todo lo rápido que puedas y no mires atrás. Los dos nunca saldremos vivos de
esto, y tal vez tu sola puedas conseguirlo.
- ¡No! No voy a
dejarte aquí, monta conmigo en Perla, ella nos sacará de aquí, no te
abandonaré.. .- Danna negaba entre sollozos.
- Danna, no voy a
repetírtelo dos veces, sal de aquí ya! .- Ezekiel no paraba de mirar hacia
atrás como la negrura de la tierra se aproximaba sin que nada pudiera detenerla
y engullendo todo obstáculo en su camino.
En ese instante
Danna sintió como si algo golpeara fuertemente la grupa de su yegua, el fuerte
azote que el viejo le había dado hizo que esta empezara a galopar encabritada
sin que Danna pudiera hacer nada para evitarlo y perdiendo todo el control
sobre ella.
Perla corría como
el viento, parecía que sabia que tenia que alejarse de allí y Danna se dejaba
llevar desistiendo ante la imposibilidad de frenar a su montura, aceptando sin
mas remedio la ultima voluntad de su gran amigo Ezekiel.
Pasaron horas y
aunque Danna pudo retomar el control de su caballo ya sabia que era tarde para
volver atrás y ayudar al anciano, apenada por no poder haber hecho nada para
salvar su vida, siguió adelante concienciada de que ahora ya lo mejor que podía
hacer era alejarse todo lo que pudiera de aquel lugar y sin opción de retorno
hacía su hogar, para no poner en peligro la vida de su familia.
Con el rostro de
aquel humano brujo grabado en su mente se juró a si misma cobrarse venganza, la
muerte de sus gran amigo no sería en balde.
Cuando por fin se
detuvo junto a un arroyo para que Perla pudiera calmar su sed, desmontó, sintió
sus piernas aun temblorosas, su boca también seca y mientras se refrescaba en
el arroyo junto a su yegua pensó en las palabras que la noche antes le dijo su
padre.
“ Debes de ser
fuerte hija mía, lo superaras, eres joven tu voluntad férrea y tu corazón de
hierro, esto terminará por ser solo una pequeña anécdota en tu vida. Lo
superaras y sacarás fuerzas de donde ni te imaginas que las tienes.”
Danna se levantó,
miro al horizonte y murmuró.. -Que razón tenias padre..
Escrito por: Helania