Los grandes portones de metal hacía
años oxidados por el paso del tiempo y la incesable lluvia que
humedecía aquel lugar, se desplomaron desprendiendo un sonoro
estruendo que alertaría a cualquiera que se encontrara por aquellos
siniestros parajes. El hedor golpeó al grupo, que ahondó
cautelosamente escaleras abajo adentrándose en lo que minutos antes
habían apodado como una ratonera sin salida. El sendero decorado con
paredes de hierro, jaulas y un sinfín de podredumbre se abría ante
ellos con cada paso que avanzaban, iluminado únicamente por las
radiantes llamas que flameaban en la mano de Chantalle.
Cada atisbo de aquel lugar desprendía
maldad, caos, dolor e innombrables adjetivos que daban nombre a lo
que todo el mundo conocía como el Bastión de Baradin. Antaño
prisión de poderosos demonios, capaz de mantener cautivos a los más
sanguinarios y crueles seres de Azeroth, parecía hoy día los restos
de algún castillo abandonado, donde decenas de jaulas, huesos y
ratas inundaban hasta los peldaños más recónditos de esa
fortaleza.
Sus pasos desprendían los típicos
ruidos de suelo encharcados cada vez que sus zapatos se posaban en el
mismo. El silencio y la oscuridad reinaban en aquel bastión, como al
parecer había hecho desde su creación. Khaden avanzó rápidamente
arrodillándose ante un cadáver que descansaba en el suelo. La
respiración del mago se agitó al percatarse de la gran herida que
se había abierto paso en el pecho del brujo que yacía con los ojos
aún abiertos.
Está muerto, afirmó tajantemente.
Numerosos brujos habían tomado esas tierras con el fin de destruir
Azeroth, y conociendo como actuaban a ninguno le sorprendió
encontrarse con un cadáver, ni con dos, ni siquiera con los más de
una decena con los que se toparon hasta llegar al corazón de
Baradin. La cúpula de cristal había sido destruida quien sabe
cuando, dejando pasar la lluvia que cubría y mojaba todo a su paso.
Prisiones inmensas se abarrotaban al final de aquel pozo central que
dejaba ver los abundantes niveles en los que se dividía aquella
cárcel de demonios.
Un estruendo recorrió aquel lugar en
segundos sobresaltando al grupo, seguido de un resplandor verdoso que
logró atraerlos como si hipnotizados se hallasen. El relucir de
aquella luz variaba de intensidad, y a medida que los miembros de la
Orden se acercaban, los gritos, ruidos y relámpagos de luces
aumentaban considerablemente.
Selenne miró a su alrededor,
observando como sus compañeros derribaban al guardia de cólera que
amenazaba con aniquilarlos sin piedad alguna. El demonio cayó
desangrándose y culminando la zona a su alrededor de un líquido
verdoso.
-¡Destruid la barrera!-sentenció la
bruja mientras comenzaba a lanzar numerosas descargas de las sombras
hacia el gran escudo mágico de color púrpura que mantenían varios
de los brujos confinados tras éste.
Su vista intentó alcanzar el otro
lado, donde parecía tener lugar una especie de ritual de gran
calibre que requería de la presencia de casi una docena de brujos.
Algunos de ellos se encargaban de mantener la barrera infranqueable
que protegía a los suyos, evitando que el grupo de Sombra
desbaratara sus intenciones. La temible batalla que parecía tener
lugar se había alargado durante horas, señal de ello era la
cantidad de cuerpos de demonios que se abarrotaban por la sala.
De repente varios hechizos de gran
potencia golpearon el escudo provocando que comenzará a agrietarse,
pudiéndose observar como numerosas hileras avanzaban a lo largo y
ancho del mismo resquebrajando todo a su paso. Selenne volvió la
vista atrás descubriendo como los miembros de la Orden se sumaban a
la causa.
-¡Deberías habernos avisado!.-gritó
Khaden mientras lanzaba varios misiles arcanos.
-¡¿No podemos discutir eso más
tarde?!-respondió Sombra mientras se dibujaba una sonrisa en su
rostro.
Una descarga del caos impactó contra
la barrerá abriendo una gran brecha en ella.
-¡Tienen una bruja con ellos!-gritó
Kyro desviando la mirada desde Chantalle hacia Selenne.
-Tranquilo, es de las buenas.-respondió
Sharr sin dejar de canalizar sus hechizos que conseguían debilitar
gradualmente las defensas del enemigo.
-Querido.-interrumpió Chantalle.- Como
se te ocurra compararme con ellos.-insinuó haciendo un gesto que
señalaba a los brujos del otro lado.- Entonces si que estarás en un
buen lío...
La bruja alzó su bastón que comenzó
a iluminarse desprendiendo una gran llamarada a su alrededor. El
fogonazo impactó nuevamente en la barrera, sumado al resto de
ataques, lo que provocó que ésta estallara en pedazos que se
desvanecían en un sinfín de motas mágicas mientras flotaban en el
aire.
Bastaron únicamente un par de segundos
cuando un gran portal se abrió en el extremo de la sala, donde los
brujos realizaban el ritual. Uno de los miembros del aquelarre que
mantenían el escudo retrocedió hacia atrás lentamente, levantando
su bastón, y fue entonces cuando su mirada desafiante se cruzó con
la de Selenne.
-Demasiado tarde... ya está hecho.
Una gran mano atravesó el portal
golpeando el lugar donde se encontraba el brujo, reduciendo a un
amasijo lo que quedaba del mismo a la vez que provocaba un notable
temblor que hacía gritar los cimientos del bastión. Las garras
situada en el extremo de ese brazo verdoso se clavaron en el suelo
rasgando y levantando el enlosado por el cual avanzaban. Como si
intentara abrirse paso, la cabeza del demonio cruzó el portal. Sus
cuernos, su rostro cubierto del maldad comenzaron a adentrarse en
aquella sala que parecía haber encogido al contemplar el tamaño de
la criatura.
-Es... un señor del foso...-murmuró
Selenne de forma únicamente audible para los que se encontraban a
escasa distancia.-No es posible...
El demonio rugió escupiendo una ola de
fuego que calcinó tanto a los brujos como a varios de los aliados de
Selenne.
-¡Debemos obligarle a
retroceder!-ordenó Sombra.- ¡Atacad con todas vuestras fuerzas!
A diferencia de lo que era de esperar,
los magos obedecieron fervientemente las indicaciones de la bruja,
que comenzaba a cuestionarse si serían capaz de no solo de hacer que
volviera atrás, sino que fueran capaces de detener su avance.
Los miembros de la Orden se sumaron a
la ofensiva, atacando con todas sus energías al gigantesco demonio,
el cual ni siquiera se inmutaba tras los numerosos impactos que
recibía. El señor del foso logró cruzar su otro brazo, sosteniendo
entre sus dedos una gran alabarda. A pesar de su tamaño, realizó un
rápido movimiento que sesgó en dos los cuerpos de aquellos que se
encontraron en la trayectoria de su arma, que terminó clavándose a
una de las paredes laterales provocando de nuevo otro temblor. Su
rugido hizo que los pocos cristales que se mantenían en el techo
cayeran convirtiéndose en añicos.
Ireli cayó hacia atrás derribada por
temblor, percatándose justo a tiempo para cubrirse de los trozos que
caían a su alrededor. La joven levantó la mirada hacia el demonio,
que logró desanclar su arma de la pared preparándose para otro
ataque.
-¡Apartaos!-gritó Khaden mientras
señalaba las fauces del demonio.
Ireli miró a su alrededor,
descubriendo mientras la mayoría retrocedía que la joven Sharr
permanecía paralizada de terror en el centro de la sala. Sin
pensarlo dos veces corrió hacia ella para empujarla ocasionando que
ambas rodaran por la sala segundos antes de que una nueva llamarada
calcinara todo a su paso. Ambas se resguardaron tras un gran pedrusco
esperando que el ataque cesara.
Los pocos que allí quedaban en pie no
cedían ni un solo instante en su intención de hacer retroceder al
demonio, pero cada vez parecían más inútiles todas sus artimañas
por conseguir su cometido.
-¡John, busca ayuda!-ordenó Selenne
La bruja miró a su compañero que
asintió mientras movía sus manos para comenzar a teletransportarse,
sin embargo el demonio golpeó con su mano al mago arrebatándole la
vida de un solo golpe. Selenne cerró los ojos compungida por el
pesar de haber perdido a la mayoría de los suyos en aquella
temeraria misión de la que en esos momentos se sentía responsable.
La bruja miró a su alrededor, deteniéndose en otra de las magas que
se habían ofrecido voluntarias para completar su encargo. Maven
Zara, una experimentada maga que también había participado en la
caída de los demonios que escaparon años atrás, asintió ante
Selenne y en un pestañeo la figura de la maga se había desvanecido
lejos de allí.
-¡Selenne!-gritó Khaden mientras
seguía lanzando misiles hacia la gran bestia.-¡Necesitamos que lo
distraigáis!
-¡No hay nada que hacer... nada podrá
hacerlo volver... esto... ha terminado!-respondió la bruja.
-¡Si todo está terminado no te
importará que lo probemos a nuestra manera! ¿Verdad?-insistió el
mago.-¡Solo hacedlo, ya nos encargamos nosotros!
Selenne desvió la mirada hacia Kyro
mientras ambos asentían. Sabía que cualquier cosa que pudieran
hacer resultaría inútil, pero ella había visto con sus propios
ojos lo que eran capaces de hacer los miembros de la Orden. Quizás
no cumplían las cosas a su estilo, pero no podía negar que eran
eficaces. Sombra hizo mención a su apodo como asesina, y comenzó a
canalizar un poderoso hechizos que logro cegar al demonio por unos
instantes. Sus manos temblaban mientras su cabeza sabía que no
podría mantenerlo mucho tiempo así. El cuerpo de Kyro comenzó a
transformarse, convirtiendo sus brazos y piernas en potentes
extremidades terminadas en letales zarpas. Cuando hubo terminado se
abalanzó hacia el demonio atacando en el torso de éste con
numerosos rasguños y golpes. Mientras tanto, al otro extremo de la
sala los miembros de la Orden se arremolinaban intentando hacer algo
que Selenne no llegaba a comprender. Las fuerzas de la bruja
comenzaron a fallar a pesar de que intentaba hacer acopio de todas
sus energías para mantener al demonio invidente.
Khaden asintió en forma de orden, y el
grupo comenzó a colocarse en sus posiciones. Ireli miró a Sharr que
se encontraba a su lado y asintió. Frente a la rompehechizos
apareció un escudo inhibidor de un tono violáceo mientras que
alrededor de la caminante un gran escudo de luz la protegía tanto a
ella como a todos los que se situaban tras ambas.
-Koori, Chantalle.-indicó el mago.- Es
vuestro turno...
Tanto la pandaren como la humana
comenzaron a canalizar sus mejores y más potentes hechizos que
lograron golpear eficazmente la cara del demonio.
La bestia rugió golpeando con fuerza a
su alrededor. Kyro salió despedido por los aires aterrizando metros
atrás y perdiendo el conocimiento tras la caída. Selenne no pudo
evitar interrumpir su hechizo al trastabillar por el temblor, dejando
que el demonio recuperara de nuevo su visión. Los hechizos de Koori
y Chantalle lograban molestar al demonio pero no lograban detener sus
ánimos. La pandaren observó como el demonio volvía a sostener de
nuevo su arma preparándose para asestar su golpe final.
-¡Querida!.-gritó Chantalle hacia la
pandaren que no se rendía en su intento de dañar al demonio.-¿Sabes
cuánto duele que se te rompa una uña?-exclamó mientras señalaba
las garras que sostenían el arma.
Koori asintió y ambas comenzaron a
lanzar hechizos hacia el demonio. Los dedos de éste comenzaron a ser
congelados y calcinados sin descanso, hasta que un virote de gran
tamaño logró incrustarse en uno de sus dedos cual dolorosa espina,
obligándole a dejar caer su alabarda.
-¡Alzad los escudos, ahora viene el
rugido!.-avisó Khaden.
El demonio desprendió un estruendo
proveniente de sus fauces que aparecieron acompañados de una gran
llamarada que invadió la sala, deteniéndose únicamente por los
escudos que mantenían las dos jóvenes. Khaden se giró hacia el
maestro Monlee que se mantenía a buen recaudo canalizando su
poderoso hechizo.
-¿Preparado?-preguntó el humano que
fue rápidamente respondido por el pandaren.
Khaden posó su mano sobre el hombro
del pandaren y seguidamente creó una distorsión que infundió
fuerzas en todos a su alrededor. El tiempo parecía ir más deprisa
para cada uno de ellos provocando que los movimientos del demonio se
ralentizaran paulatinamente durante unos segundos. Segundos que
bastaron para que el maestro Monlee desatará el poder que hasta
entonces dormitaba dentro de su arma esperando ser liberado. El
bastón forjado con la esencia del dios de los Arakkoa desprendió un
gran rayo solar que chocó contra el torso del demonio.
El señor del foso desprendió un
atronador grito de dolor mientras retrocedía varios pasos. Selenne
miró incrédula la maniobra del grupo y sintió entonces como un
atisbo de esperanza crecía en su interior. La bruja se concentró de
nuevo en cegar al enemigo, mientras los miembros de la Orden
realizaban de nuevo la misma ofensiva, hasta conseguir minutos
después que el demonio regresara por el portal.
Maven Zara se materializó en una de
las estancias del castillo de Ventormenta, cayendo de rodillas
agotada tras el esfuerzo realizado. Sus ropajes estaban cubiertos de
ceniza y sangre, al igual de varias manchas que poblaban su rostro y
sus cabellos. El general Hammon Clay se puso en pie rápidamente al
ver lo ocurrido a la vez que el cruzado Strang seguido de James y
Alice se acercaban a la joven con presteza para ayudarle a
incorporarse.
-Maven...-dijo el general tras
reconocer a la maga.-¿Qué es lo que te ha...ocurrido?
-Baradin... han...-susurró la maga
tras toser un par de ocasiones.- Un señor del foso...
El rostro de los presente se tornó
serio repentinamente.
-No había esperanza...-continuó la
maga.- la comitiva dirigida por Selenne y los miembros de una
Orden... estaban allí...
Marther miró al general mientras se
ponía en pie con semblante serio.
-Dime que no se trata de los
nuestros...
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Nuestros héroes deberán detener al
Aquelarre que amenaza con destruir no solo Azeroth sino las entrañas
de las mismísima Orden, en una misión donde nada es lo que parece,
y donde cualquier conocido del pasado puede convertirse en un
poderoso enemigo en el presente... Demonios, poderosos brujos e
incluso a un extraño sumo líder deberán enfrentarse los miembros
de la Orden si quieren salvar al mundo de la destrucción que les
acecha...¡Llega el capítulo XVIII: Aquelarre!