miércoles, 13 de enero de 2016

Prólogo Cap XVIII - Aquelarre


Los grandes portones de metal hacía años oxidados por el paso del tiempo y la incesable lluvia que humedecía aquel lugar, se desplomaron desprendiendo un sonoro estruendo que alertaría a cualquiera que se encontrara por aquellos siniestros parajes. El hedor golpeó al grupo, que ahondó cautelosamente escaleras abajo adentrándose en lo que minutos antes habían apodado como una ratonera sin salida. El sendero decorado con paredes de hierro, jaulas y un sinfín de podredumbre se abría ante ellos con cada paso que avanzaban, iluminado únicamente por las radiantes llamas que flameaban en la mano de Chantalle.

Cada atisbo de aquel lugar desprendía maldad, caos, dolor e innombrables adjetivos que daban nombre a lo que todo el mundo conocía como el Bastión de Baradin. Antaño prisión de poderosos demonios, capaz de mantener cautivos a los más sanguinarios y crueles seres de Azeroth, parecía hoy día los restos de algún castillo abandonado, donde decenas de jaulas, huesos y ratas inundaban hasta los peldaños más recónditos de esa fortaleza.



Sus pasos desprendían los típicos ruidos de suelo encharcados cada vez que sus zapatos se posaban en el mismo. El silencio y la oscuridad reinaban en aquel bastión, como al parecer había hecho desde su creación. Khaden avanzó rápidamente arrodillándose ante un cadáver que descansaba en el suelo. La respiración del mago se agitó al percatarse de la gran herida que se había abierto paso en el pecho del brujo que yacía con los ojos aún abiertos.

Está muerto, afirmó tajantemente. Numerosos brujos habían tomado esas tierras con el fin de destruir Azeroth, y conociendo como actuaban a ninguno le sorprendió encontrarse con un cadáver, ni con dos, ni siquiera con los más de una decena con los que se toparon hasta llegar al corazón de Baradin. La cúpula de cristal había sido destruida quien sabe cuando, dejando pasar la lluvia que cubría y mojaba todo a su paso. Prisiones inmensas se abarrotaban al final de aquel pozo central que dejaba ver los abundantes niveles en los que se dividía aquella cárcel de demonios.

Un estruendo recorrió aquel lugar en segundos sobresaltando al grupo, seguido de un resplandor verdoso que logró atraerlos como si hipnotizados se hallasen. El relucir de aquella luz variaba de intensidad, y a medida que los miembros de la Orden se acercaban, los gritos, ruidos y relámpagos de luces aumentaban considerablemente.

Selenne miró a su alrededor, observando como sus compañeros derribaban al guardia de cólera que amenazaba con aniquilarlos sin piedad alguna. El demonio cayó desangrándose y culminando la zona a su alrededor de un líquido verdoso.
-¡Destruid la barrera!-sentenció la bruja mientras comenzaba a lanzar numerosas descargas de las sombras hacia el gran escudo mágico de color púrpura que mantenían varios de los brujos confinados tras éste.
Su vista intentó alcanzar el otro lado, donde parecía tener lugar una especie de ritual de gran calibre que requería de la presencia de casi una docena de brujos. Algunos de ellos se encargaban de mantener la barrera infranqueable que protegía a los suyos, evitando que el grupo de Sombra desbaratara sus intenciones. La temible batalla que parecía tener lugar se había alargado durante horas, señal de ello era la cantidad de cuerpos de demonios que se abarrotaban por la sala.

De repente varios hechizos de gran potencia golpearon el escudo provocando que comenzará a agrietarse, pudiéndose observar como numerosas hileras avanzaban a lo largo y ancho del mismo resquebrajando todo a su paso. Selenne volvió la vista atrás descubriendo como los miembros de la Orden se sumaban a la causa.

-¡Deberías habernos avisado!.-gritó Khaden mientras lanzaba varios misiles arcanos.
-¡¿No podemos discutir eso más tarde?!-respondió Sombra mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro.
Una descarga del caos impactó contra la barrerá abriendo una gran brecha en ella.

-¡Tienen una bruja con ellos!-gritó Kyro desviando la mirada desde Chantalle hacia Selenne.
-Tranquilo, es de las buenas.-respondió Sharr sin dejar de canalizar sus hechizos que conseguían debilitar gradualmente las defensas del enemigo.
-Querido.-interrumpió Chantalle.- Como se te ocurra compararme con ellos.-insinuó haciendo un gesto que señalaba a los brujos del otro lado.- Entonces si que estarás en un buen lío...

La bruja alzó su bastón que comenzó a iluminarse desprendiendo una gran llamarada a su alrededor. El fogonazo impactó nuevamente en la barrera, sumado al resto de ataques, lo que provocó que ésta estallara en pedazos que se desvanecían en un sinfín de motas mágicas mientras flotaban en el aire.

Bastaron únicamente un par de segundos cuando un gran portal se abrió en el extremo de la sala, donde los brujos realizaban el ritual. Uno de los miembros del aquelarre que mantenían el escudo retrocedió hacia atrás lentamente, levantando su bastón, y fue entonces cuando su mirada desafiante se cruzó con la de Selenne.

-Demasiado tarde... ya está hecho.

Una gran mano atravesó el portal golpeando el lugar donde se encontraba el brujo, reduciendo a un amasijo lo que quedaba del mismo a la vez que provocaba un notable temblor que hacía gritar los cimientos del bastión. Las garras situada en el extremo de ese brazo verdoso se clavaron en el suelo rasgando y levantando el enlosado por el cual avanzaban. Como si intentara abrirse paso, la cabeza del demonio cruzó el portal. Sus cuernos, su rostro cubierto del maldad comenzaron a adentrarse en aquella sala que parecía haber encogido al contemplar el tamaño de la criatura.

-Es... un señor del foso...-murmuró Selenne de forma únicamente audible para los que se encontraban a escasa distancia.-No es posible...

El demonio rugió escupiendo una ola de fuego que calcinó tanto a los brujos como a varios de los aliados de Selenne.

-¡Debemos obligarle a retroceder!-ordenó Sombra.- ¡Atacad con todas vuestras fuerzas!

A diferencia de lo que era de esperar, los magos obedecieron fervientemente las indicaciones de la bruja, que comenzaba a cuestionarse si serían capaz de no solo de hacer que volviera atrás, sino que fueran capaces de detener su avance.

Los miembros de la Orden se sumaron a la ofensiva, atacando con todas sus energías al gigantesco demonio, el cual ni siquiera se inmutaba tras los numerosos impactos que recibía. El señor del foso logró cruzar su otro brazo, sosteniendo entre sus dedos una gran alabarda. A pesar de su tamaño, realizó un rápido movimiento que sesgó en dos los cuerpos de aquellos que se encontraron en la trayectoria de su arma, que terminó clavándose a una de las paredes laterales provocando de nuevo otro temblor. Su rugido hizo que los pocos cristales que se mantenían en el techo cayeran convirtiéndose en añicos.


Ireli cayó hacia atrás derribada por temblor, percatándose justo a tiempo para cubrirse de los trozos que caían a su alrededor. La joven levantó la mirada hacia el demonio, que logró desanclar su arma de la pared preparándose para otro ataque.

-¡Apartaos!-gritó Khaden mientras señalaba las fauces del demonio.

Ireli miró a su alrededor, descubriendo mientras la mayoría retrocedía que la joven Sharr permanecía paralizada de terror en el centro de la sala. Sin pensarlo dos veces corrió hacia ella para empujarla ocasionando que ambas rodaran por la sala segundos antes de que una nueva llamarada calcinara todo a su paso. Ambas se resguardaron tras un gran pedrusco esperando que el ataque cesara.

Los pocos que allí quedaban en pie no cedían ni un solo instante en su intención de hacer retroceder al demonio, pero cada vez parecían más inútiles todas sus artimañas por conseguir su cometido.

-¡John, busca ayuda!-ordenó Selenne

La bruja miró a su compañero que asintió mientras movía sus manos para comenzar a teletransportarse, sin embargo el demonio golpeó con su mano al mago arrebatándole la vida de un solo golpe. Selenne cerró los ojos compungida por el pesar de haber perdido a la mayoría de los suyos en aquella temeraria misión de la que en esos momentos se sentía responsable. La bruja miró a su alrededor, deteniéndose en otra de las magas que se habían ofrecido voluntarias para completar su encargo. Maven Zara, una experimentada maga que también había participado en la caída de los demonios que escaparon años atrás, asintió ante Selenne y en un pestañeo la figura de la maga se había desvanecido lejos de allí.

-¡Selenne!-gritó Khaden mientras seguía lanzando misiles hacia la gran bestia.-¡Necesitamos que lo distraigáis!
-¡No hay nada que hacer... nada podrá hacerlo volver... esto... ha terminado!-respondió la bruja.
-¡Si todo está terminado no te importará que lo probemos a nuestra manera! ¿Verdad?-insistió el mago.-¡Solo hacedlo, ya nos encargamos nosotros!

Selenne desvió la mirada hacia Kyro mientras ambos asentían. Sabía que cualquier cosa que pudieran hacer resultaría inútil, pero ella había visto con sus propios ojos lo que eran capaces de hacer los miembros de la Orden. Quizás no cumplían las cosas a su estilo, pero no podía negar que eran eficaces. Sombra hizo mención a su apodo como asesina, y comenzó a canalizar un poderoso hechizos que logro cegar al demonio por unos instantes. Sus manos temblaban mientras su cabeza sabía que no podría mantenerlo mucho tiempo así. El cuerpo de Kyro comenzó a transformarse, convirtiendo sus brazos y piernas en potentes extremidades terminadas en letales zarpas. Cuando hubo terminado se abalanzó hacia el demonio atacando en el torso de éste con numerosos rasguños y golpes. Mientras tanto, al otro extremo de la sala los miembros de la Orden se arremolinaban intentando hacer algo que Selenne no llegaba a comprender. Las fuerzas de la bruja comenzaron a fallar a pesar de que intentaba hacer acopio de todas sus energías para mantener al demonio invidente.


Khaden asintió en forma de orden, y el grupo comenzó a colocarse en sus posiciones. Ireli miró a Sharr que se encontraba a su lado y asintió. Frente a la rompehechizos apareció un escudo inhibidor de un tono violáceo mientras que alrededor de la caminante un gran escudo de luz la protegía tanto a ella como a todos los que se situaban tras ambas.

-Koori, Chantalle.-indicó el mago.- Es vuestro turno...

Tanto la pandaren como la humana comenzaron a canalizar sus mejores y más potentes hechizos que lograron golpear eficazmente la cara del demonio.

La bestia rugió golpeando con fuerza a su alrededor. Kyro salió despedido por los aires aterrizando metros atrás y perdiendo el conocimiento tras la caída. Selenne no pudo evitar interrumpir su hechizo al trastabillar por el temblor, dejando que el demonio recuperara de nuevo su visión. Los hechizos de Koori y Chantalle lograban molestar al demonio pero no lograban detener sus ánimos. La pandaren observó como el demonio volvía a sostener de nuevo su arma preparándose para asestar su golpe final.

-¡Querida!.-gritó Chantalle hacia la pandaren que no se rendía en su intento de dañar al demonio.-¿Sabes cuánto duele que se te rompa una uña?-exclamó mientras señalaba las garras que sostenían el arma.

Koori asintió y ambas comenzaron a lanzar hechizos hacia el demonio. Los dedos de éste comenzaron a ser congelados y calcinados sin descanso, hasta que un virote de gran tamaño logró incrustarse en uno de sus dedos cual dolorosa espina, obligándole a dejar caer su alabarda.

-¡Alzad los escudos, ahora viene el rugido!.-avisó Khaden.

El demonio desprendió un estruendo proveniente de sus fauces que aparecieron acompañados de una gran llamarada que invadió la sala, deteniéndose únicamente por los escudos que mantenían las dos jóvenes. Khaden se giró hacia el maestro Monlee que se mantenía a buen recaudo canalizando su poderoso hechizo.

-¿Preparado?-preguntó el humano que fue rápidamente respondido por el pandaren.

Khaden posó su mano sobre el hombro del pandaren y seguidamente creó una distorsión que infundió fuerzas en todos a su alrededor. El tiempo parecía ir más deprisa para cada uno de ellos provocando que los movimientos del demonio se ralentizaran paulatinamente durante unos segundos. Segundos que bastaron para que el maestro Monlee desatará el poder que hasta entonces dormitaba dentro de su arma esperando ser liberado. El bastón forjado con la esencia del dios de los Arakkoa desprendió un gran rayo solar que chocó contra el torso del demonio.

El señor del foso desprendió un atronador grito de dolor mientras retrocedía varios pasos. Selenne miró incrédula la maniobra del grupo y sintió entonces como un atisbo de esperanza crecía en su interior. La bruja se concentró de nuevo en cegar al enemigo, mientras los miembros de la Orden realizaban de nuevo la misma ofensiva, hasta conseguir minutos después que el demonio regresara por el portal.



Maven Zara se materializó en una de las estancias del castillo de Ventormenta, cayendo de rodillas agotada tras el esfuerzo realizado. Sus ropajes estaban cubiertos de ceniza y sangre, al igual de varias manchas que poblaban su rostro y sus cabellos. El general Hammon Clay se puso en pie rápidamente al ver lo ocurrido a la vez que el cruzado Strang seguido de James y Alice se acercaban a la joven con presteza para ayudarle a incorporarse.

-Maven...-dijo el general tras reconocer a la maga.-¿Qué es lo que te ha...ocurrido?
-Baradin... han...-susurró la maga tras toser un par de ocasiones.- Un señor del foso...
El rostro de los presente se tornó serio repentinamente.
-No había esperanza...-continuó la maga.- la comitiva dirigida por Selenne y los miembros de una Orden... estaban allí...
Marther miró al general mientras se ponía en pie con semblante serio.
-Dime que no se trata de los nuestros...

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Nuestros héroes deberán detener al Aquelarre que amenaza con destruir no solo Azeroth sino las entrañas de las mismísima Orden, en una misión donde nada es lo que parece, y donde cualquier conocido del pasado puede convertirse en un poderoso enemigo en el presente... Demonios, poderosos brujos e incluso a un extraño sumo líder deberán enfrentarse los miembros de la Orden si quieren salvar al mundo de la destrucción que les acecha...¡Llega el capítulo XVIII: Aquelarre!