Abrí los ojos lentamente mientras mi
vista se acostumbraba a las sombras que ejercían la frondosa
vegetación en lo profundo de aquella desconocida selva. Permanecí
tumbado en el suelo de tierra durante el tiempo que tardé en
percatarme de lo que había ocurrido. Me incorporé tras varios
minutos intentando recomponerme de la fatídica caída que había
sufrido, mientras descubría como un sendero de sangre descendía por
mi frente debido a uno de los golpes que había recibido. Me puse en
pie cuidadosamente analizando el resto de mi ser para observar que
parte de mi armadura había quedado destrozada, sin encontrar tampoco
rastro de mis armas por los alrededores. Arrojé los guantes al suelo
mientras intentaba deshacerme de la pechera de placa abollada que
ahondaba presionándome el pecho, y fue entonces cuando mis peores
temores se hicieron realidad. Mi mente recibió un golpe mucho más
doloroso que cualquiera de los que había padecido durante la caída,
un golpe que me paralizó por completo. El talismán que colgaba de
mi cuello ya no estaba, había desaparecido. Un gélido escalofrío
recorrió mi espalda provocando que entrara en un estado de
alteración. Busqué rápidamente a mi alrededor, siguiendo la estela
de mi caída, escrutando poco a poco el sendero que había marcado
brevemente minutos antes. No había ni rastro del mismo, ni siquiera
por la vegetación que se acumulaba alrededor de la pendiente.
Intenté concentrarme y aclarar mis
ideas, pero fue entonces cuando sentí un nuevo golpe en el torso. El
orco al que me había enfrentado anteriormente apareció de entre la
maleza arrojándome un puñetazo en el pecho, y provocando que cayera
de espadas al suelo. La sucia bestia se abalanzó sobre mí, sentí
entonces el peso de éste incapacitándome, impidiendo que pudiera
siquiera defenderme o moverme mientras su descomunales manos se
aferraban a mi cuello arrebatándome mis ansias por respirar.
Zarandeé las manos enérgicamente para golpear al enemigo, pero ni
siquiera lograba llegar a su rostro mientras mis fuerzas
se esfumaban poco a poco de mi cuerpo.
-¡Está aquí!- dijo Alice mientras
descendía rápidamente por la ladera.
El orco se giró enfurecido cuando
varias bolas de fuego impactaron en sus armaduras de placas. La bruja
no había logrado acabar con el enemigo tan fácilmente, pero había
conseguido enfurecerlo hasta el punto de que dejara de asfixiarme. Me
arrastré por el suelo mientras el orco se alzaba imponente ante la
humana. Su rugido hizo temblar los cimientos de la zona, provocando
que una bandada de pájaros alzara el vuelo espantados por el
desgarrador sonido. El orco corrió en dirección a Alice, agitando
los puños a la vez que sus zancadas acortaban la distancia hasta la
joven. ''Sorpresa'' dijo la bruja en una sonrisa mientras giraba
hacia su lado derecho dejando al descubierto al paladín que se
hallaba tras ella. Una ráfaga de luz brotó de entre las manos de
Marther, cegando y derribando todo lo que se encontraba frente a él.
El orco salió despedido por el aire para caer varios metros atrás.
-¿Estás bien Garrett?.-preguntó
Alice mientras se acercaba rápidamente hasta donde me encontraba
sentado.
Asentí sin poder siquiera articular
palabra.
-Cuidado... este orco aún da para
más...-gritó el cruzado mientras señalaba al enemigo que se ponía
en pie nuevamente.
-Quédate aquí, nos encargaremos
nosotros.-susurró Alice segundos antes de girarse hacia Marther-
¡Entretenlo!
-Eso está hecho...
El cruzado frunció el ceño mientras
cargaba hacia el desarmado enemigo. El objetivo era bastante grande
como para acertar el golpe, pero la agilidad del orco superó las
expectativas en comparación al tamaño que poseía. La bestia de
piel oscura giró rápidamente golpeando al paladín que chocó contra
el tronco de un árbol. Alice corrió hasta el orco sosteniendo su
bastón en posición horizontal y se encaramó de un salto a la
espalda del enemigo pasando su arma por encima de su cabeza para
conseguir ahogarlo con ésta. La bruja tiró del bastón hacia si
misma mientras el orco se retorcía intentando quitársela de
encima. Mientras forcejeaban me percaté de que la espada del cruzado
había ido a parar a una distancia cercana a la que me encontraba.
Caminé hasta ella rápidamente sin poder evitar tropezar en numerosas
ocasiones, hasta que tras perder nuevamente el equilibrio caí frente
a la misma. Cogí la espada entre mis manos mientras observaba como el
orco lograba quitarse a Alice de encima haciendo que cayese de bruces
contra el suelo.
¡Marther!, grité mientras le lanzaba
la espada. La hoja brilló con una intensa luz cuando la empuñadura
tocó las manos del cruzado. Tardó tan solo unos pocos segundos en
lanzar el arma cargada da luz, que cruzó prestamente la distancia
que los separaba. Cuando el filo chocó con la armadura del orco un
haz de luz cubrió la zona forzando a la bestia a retroceder. El enemigo
se arrodilló furioso y ensangrentado mientras su mirada de desprecio
se posaba sobre los allí presentes. Antes siquiera de que recuperara
sus fuerzas para cargar sobre alguno de sus enemigos, el orco se
retorció en una serie de espasmos que contraía su robusto cuerpo,
manteniéndose durante varios segundos hasta que cayó fulminado como
si hubiera sido alcanzado por un rayo.
-No sé como pensabais enfrentaros a un
ejército de orcos... cuando no sois capaces de matar siquiera a
uno.-dijo Cireni con el marcado acento que poseían la mayoría de
los draenei al hablar en común.
Respiré aliviado unos segundos al
igual que también lo hacían el resto del grupo, hasta que entonces
recordé nuevamente la pérdida del talismán. Me incorporé
rápidamente apoyándome en uno de los árboles cercanos.
-El talismán, lo... lo he
perdido.-confesé mientras observaba el rostro cargado de
incertidumbre e incredulidad del resto de mis compañeros.-Debemos
encontrarlos.
-No podéis volver, el resto han huido.
No queda nadie junto al portal, lo han desactivado.- dijo la draenei.
-Tiene razón Garrett, ahora mismo tan
solo quedarán algunos soldados que se están sacrificando para que
el resto puedan mantenerse a salvo, si volvemos...
-¡Se trata del talismán Alice, es mi
misión encontrarlo!-interrumpí a la bruja mientras elevaba
instintivamente el volumen de mi voz.
-Es un suicidio regresar.-dijo
seriamente Cireni.
-Moriré intentándolo..., soy el
guardián de la Orden, y se me encargó proteger ese talismán con mi
vida si era necesario.
-Entonces nos arrastrarás contigo
Garrett...-dijo la bruja apesadumbrada.-Tu misión es custodiar el talismán, pero
la nuestra es protegerte, si quieres sacrificar tu vida con ello, nos
obligarás a hacer lo mismo.
Las palabras de Alice provocaron una
sacudida en lo más profundo de mi mente.
-Lo importante no es tomar decisiones
Garrett, sino saber cuando tomarlas. Créeme, sé de lo que hablo.-
dijo Marther mientras apoyaba su mano en mi hombro.
-Pero... ¿Y qué hay del resto? De
nuestros compañeros...
-Estarán bien, confía en
ellos.-respondió el cruzado mientras intentaba hacerme entrar en
razón.
Suspiré mientras reflexionaba cuando
de pronto un estruendo asoló aquella tierra. A lo lejos, el portal
se desmoronaba junto a nuestras esperanzas de regresar a nuestro
hogar. El grupo permaneció impactado ante la situación, hasta que
la dranei rompió el sepulcral silencio que se había generado tras
la imponente explosión.
-Iremos hacia el sur, si esto es
Draenor... Sombraluna se encuentra a varios días de camino. Debemos
darnos prisa.
Habían pasado numeroso días o quizás
semanas durante el tiempo que habíamos vagado por aquel territorio
hostil. Los enemigos que encontramos por el camino menguaban
paulatinamente nuestros ánimos, y los golpes y heridas hacían lo
mismo con nuestras fuerzas que cada vez eran más escasas. Temíamos
el habernos perdido, y por momento creíamos que las tierras en las
que nos encontrábamos no eran más que una burla a nuestra esperanza
de salir con vida. Entonces fue cuando lo vimos, cuando creíamos que todo estaba perdido. Todo a nuestro
alrededor había cambiado. La frondosa vegetación había dado lugar
a llanuras de un tono azulado y púrpura, los numerosos arboles
irradiaban tranquilidad, y las grandes lunas que protegían aquel
peligroso mundo nos observaban luminosamente desde el cielo mientras
una sensación de paz nos inundaba por completo. Sombraluna..., por
fin hemos llegado.
El silencio había sido mi aliado
durante años. No lo temía, pero tampoco lo ansiaba. Desde que había
muerto, mi mente había logrado encontrar esa sensación de vacío la
cual había reclamado muchas veces cuando disfrutaba de una vida. La
buscada redención no había sido tan placentera o gratificante como
había esperado, pero aún así, allí estaba, caminando sin rumbo
junto a aquellos desconocidos que por alguna extraña razón había
decidido proteger.
-Debimos haber continuado junto al
archimago.- dijo el pandaren.
-Se dirigían hacia una muerte
segura.-respondí sin ánimos de mantener una extensa conversación.-
La insensatez provoca muerte. No estamos muertos, así que hemos
hecho lo correcto.
-¿Seguro que no lo estamos?- preguntó
irónicamente el maestro Monlee mientras posaba su mirada en mi.
Observé como la druida que había
tomado la forma de un venado lunar, movía agitadamente la cornamenta
mientras exhalaba aire. Sobre su lomo descansaba el joven Akuo que
había perdido el sentido en uno de los numerosos enfrentamientos por
los cuales nos habíamos visto asaltados en las semanas que
llevábamos deambulando por aquellas tierras.
-Guarda tus palabras para alguien que
las quiera escuchar.- respondí secamente a la druida que aunque no
había soltado ninguna palabra, su gesto decía más de lo que deseaba
escuchar en ese momento.
Estaba seguro que de haber podido,
aquello hubiese dado inicio a una de las innumerables discusiones que
habíamos llevado a cabo desde que habíamos decidido continuar
avanzando. La decisión estaba tomada, y ésta determinarían si
sobreviviríamos o moriríamos, en mi ocasión una vez más.
-Deberíamos parar a descansar, llevamos
horas caminando sin descanso, incluso días sin comer.-aconsejó el
pandaren.
-No. Seguiremos caminando.
-¡No!¡No seguiremos adelante!-el
pandaren se detuvo frente a mi con un enfurecido rostro mientras
agitaba el peludo puño frente a mi rostro.
Tras el gesto el cual no entendí,
caminó hasta la druida y ayudó a bajar el cuerpo de Akuo. La druida
se destransformó tomando su forma original mientras estiraba sus
entumecidas extremidades.
-Continúa si así lo deseas, nosotros
pararemos unos minutos.-dijo la druida manteniendo el ceño fruncido.
Me senté algo apartado del grupo
mientras comían y bebían aquello de lo poco que disponían. La
mayoría de los recursos los perdimos durante la huida o se agotaron
en los días venideros, pero aún así siempre encontraban algo con lo
que subsistir. Mientras pensaba acerca de lo ocurrido, cogí una
pluma marrón que encontré en el suelo junto a mis botas. Acaricié
sin deshacerme de mis guantes, las finas hebras que conformaban
perfectamente ordenadas el cuerpo de la misma, y recordé así
fugazmente el suave tacto de los hipogrifos de Ventormenta, aquellos
que ahora temían mi presencia.
Durante unas milésimas de segundos una
sombra cubrió rápidamente el claro donde nos encontrábamos. Miré
hacia el cielo incorporándome lentamente. Entonces fue cuando
descubrí otra silueta sobrevolando sobre nosotros.
Corrí rápidamente sin perder el tiempo
en dar explicaciones al resto, abriéndome paso entre las largas
ramas y la excesiva vegetación de la selva siguiendo el rastro de las sombras. Me deshice de todo lo
que bloqueaba mi camino hasta que de repente la selva desapareció.
Observé a lo lejos como en el cielo despejado varias aves de gran tamaño similares a los hipogrifos sobrevolaban la zona hacia un destino que ignoraba, pero el simple
hecho de ver a esas criaturas voladoras me hizo entender que quizás
más humanos poblaban ya esas tierras. Miré a mi alrededor, el sol
me forzó a cubrir mis ojos con la mano, pero pude vislumbrar que
aquel lugar era muy distinto al que nos habíamos encontrado nada más
cruzar el portal. Un lugar sereno, cubierto de arboles de hojas
marrones, como si en un otoño perenne se encontrasen. La hierba, las
criaturas del lugar e incluso el pequeño riachuelo que fluía antes
mis ojos era parte del mismísimo Talador, solo que aún no lo sabía.
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Los miembros de la Orden ponen sus pies en Draenor, una nueva, desconocida y peligrosa tierra que llevará al límite una vez más a nuestros héroes. Con esta nueva aventura comienza en nuevo ciclo de la trama ''En tierras de Draenor'' con su primer capítulo titulado ''Sobreviviendo en tierras extrañas'', en la cual el grupo deberá sobrevivir y buscar un lugar donde ponerse a salvo de la devastación que se cierne sobre el nuevo mundo de la mano de La Horda de Hierro.
Desprovistos de talismán y de toda esperanza, nuestros héroes encontrarán nuevos aliados que les acompañarán en su aventura y nuevos enemigos a los que deberán enfrentarse no solo por ellos mismos, sino por salvar el mundo de aquellos que amenazan con destruirlo.
¡Comienza una nueva aventura... esta vez, en Draenor!