Sus pasos parecían calar con
intensidad y maestría en aquel lugar, en aquella estancia vacía
decorada con numerosas columnas y grandes ventanales que otorgaban
una sensación de serenidad a cada uno de los que pusieran un pie en
lo que todos conocían como el Santuario. El humano caminaba en
círculos mientras recorría el gran enlosado que conformaba la
imagen central del suelo de la sala, donde varios círculos daban
lugar a un elaborado mosaico de tonalidades y formas no puestas en
vano en aquel representativo lugar. Sus botas de piel de elekk
pisaron cada una de las circunferencias, al igual que cada una de las
figuras que a su vez se encontraban dentro de ellas y que
simbolizaban uno a uno los clanes que componían la Orden. Su andar
se detuvo instintivamente ante la figura de un dragón, el cual
encarnaba el grupo de los Caminantes, sin poder evitar exhalar un
suspiro apenas inaudible. El destino es el destino, pensó, mientras
continuaba caminando a la espera de aquellas importantes noticias que
le habían obligado a ausentarse de una importante reunión en
Dalaran. Su mente abrió paso a un sinfín de recuerdos, muchos de
ellos originados en aquel Santuario, y otros tantos repartidos por
todo Azertoh. Habían pasado años, demasiados años tal vez, desde
que todo comenzara con la simple ilusión, convicción, esperanza y
fe de una joven e ingenua dragona de bronce. Sin embargo, el tiempo
no se había detenido por nadie, y a pesar de la muerte de aquella
gloriosa criatura, el legado perduró con el devenir de los años. Un
legado que unas veces parecía ser una bendición, pero muchas otras
se convertía en una letal maldición.
Sus recuerdos volaron con autoridad
propia sin percatarse de que hacía minutos que ya no se encontraba
solo en aquel lugar. El avejentado anciano esperaba impacientemente
mientras sus ojos observaban a través de sus lentes como el guardián
de la Orden permanecía inmerso en sus pensamientos. Una involuntaria
tos por parte del erudito anciano logró atraer la atención del
mismo, anunciando que la espera había llegado a su fin.
-Señor...-comenzó el anciano.
-Lo siento Gideon.-se disculpó
mientras se acercaba lentamente hacia el centro de la estancia.-
Estaba tan concentrado que no te había oído llegar.
-Descuide señor, ni siquiera han
transcurrido minutos desde mi llegada.
-He acudido en cuanto recibí vuestra
misiva.-dijo haciendo una pausa para examinar el rostro compungido
del anciano.
-Ha ocurrido algo... terrible,
señor.-confesó.-La batalla por la esfera...
El ceño del Guardián se curvó
instantáneamente mientras que un par de incipientes arrugas se
conformaban en su frente agravando así su preocupación.
-¿La hemos vuelto a perder?-preguntó
mientras esperaba respuesta del anciano.
-No, mi señor.-negó.-La esfera ha
sido destruida, y su portador por fin con ella.
El humano respiró tranquilo sin
relajar aún sus manos que habían permanecido cerradas con fuerza
desde el inicio de la conversación.
-Entonces por fin todo ha terminado.
-Señor... hay más.-continuó el
anciano.- Las consecuencias de lo ocurrido... han sido terrible.
-Explícate Gideon.-ordenó el Guardián
mientras su cuerpo se tensaba y erguía lentamente.
-Ninguno podríamos haber previsto lo
que ocurriría al destruir el artefacto...-relató el tembloroso
anciano.- Señor, todos los que luchaban han muerto.
El Guardián sintió como si una lanza
atravesara su pecho al oír las palabras de su interlocutor. Su mano
derecha se aferró a su pecho a la vez que notaba como sus
pulsaciones se aceleraban sin dilamiento alguno.
-No es posible.-dijo el humano
intentando autoconvencerse.- Debe de haber algún error...
-Lo siento señor.- interrumpió
Gideon.- Parte de la ciudad ha sido arrasada, no solo cayeron la
mayoría de los nuestros, sino...
El Guardián alzó su mano deteniendo
las palabras del anciano mientras caminaba en dirección contraria al
mismo, implorando por que sus fuerzas no desfallecieran ante tal
acontecimiento. Gideon esperó otorgándole unos minutos mientras
buscaba la forma de apaciguar el estado de animo del humano. Sabía
que aún quedaban miembros de la Orden repartidos por todo el mapa,
al igual que antiguos componentes de la misma que no dudarían en
aportar la ayuda necesaria, pero desconocía si eso era suficiente
para devolver la esperanza del Guardián.
El afectado humano tomó asiento en uno
de los fríos escalones de mármol que dirigían hacia el gran
mirador, al mismo tiempo que su mente cavilaba sin pausa en busca de
una solución al error que había cometido encargando a la Orden tal
mortal cometido. Sus ojos se empañaron con solo imaginar que las
palabras del anciano fueran ciertas, así que prefirió engañarse y
mirar hacia otro lado con la esperanza de que todo se solucionase
solo, como tantas veces había ocurrido antes. Pero sabía que esta
vez no dispondrían de esa opción.
-Señor...-dijo Gideon acercándose
lentamente.-Quizás haya algo que podamos hacer..., aún quedan
miembros de la Orden...-el anciano miró con lástima como aquel
poderoso mago se desmoronaba lentamente ante sus ojos.- Señor,
quizás los Caminantes puedan...-se detuvo unos segundos antes de
continuar.- quizás puedan ayudarnos, quizás cedan y puedan volver
para detenerlo.
-Los Caminantes ya no existen Gideon,
dejaron de apoyarnos hace mucho.-dijo el mago.-Sin dragones... no hay
nada que podamos hacer. Ni siquiera ellos tienen poder suficiente
para arreglar esto...
-Pero señor, hay grandes aliados entre
ellos aún.-afirmó el anciano intentando colmar con al menos un
atisbo de fe al Guardián.- No se negarán a ayudarnos en esta
ocasión..., ellos han sido parte de nosotros también...
-¿No lo entiendes Gideon?- Preguntó
el humano levantando la vista hacia el anciano.- Si no nos han
advertido de lo que ocurriría..., no creo que les interese lo más
mínimo.
-Pero señor...
-Además, si pudieran viajar al pasado
para solucionarlo, no estaríamos teniendo esta conversación.-afirmó
el mago.- Tu estarías con los tuyos y yo estaría en Dalaran, sin
que nos hubiésemos percatado de nada.
-Y yo no estaría aquí.-interrumpió
una voz que alertó a ambos por igual.-Siento no haber avisado de la
visita.-se disculpó.- pero creo que dada la situación, carecía de
importancia.
-Caleb...-dijo el Guardián
incorporándose con presteza.
El caminante avanzó hasta ellos,
apoyándose en un refinado y valioso bastón para ayudarse en cada
uno de los pasos que los separaban. Sus largos enmarañados cabellos
y barbas rubias entrecanas otorgaban al sabio mago un aspecto
descuidado y de dejadez. Sus largas togas dejaban un leve rastro de
arena allá por donde pisara, mientras que su rostro daba la
sensación de estar frente a un hombre mayor de lo que realmente era.
El Guardián asintió en forma de saludo ante el venerable caminante,
a la vez que la curiosidad por su visita y la necesidad de respuestas
lo abordaban por completo.
-Siento lo ocurrido.-dijo Caleb mirando
a ambos por igual.- No sabíamos que todo esto fuera a hacerse
realidad.
-Pero lo sabíais.-acusó el guardián
frunciendo el ceño con ímpetu.
-No del todo.-respondió Caleb.- Desde
que los dragones cayeron... nuestro conocimiento del espacio tiempo
se ha reducido considerablemente. No podíamos calcular las
consecuencias de lo que ocurriría, pero si sabíamos con exactitud
que sucedería si no destruíamos la ultima esfera.
-Lo sabíamos, pero de haber sabido el
precio a pagar...
-Lo hecho, hecho está viejo
amigo.-intentó consolar el Caminante.
-¿No hay forma alguna de...
remediarlo?-preguntó Gideon
-Esta vez no.-respondió Caleb.- he
tenido tiempo para estudiar posibles alteraciones del tiempo pero...
cortar un único hilo no deshace toda una tela de araña.
-Entonces...¿Se acabó?.-preguntó el
Guardián sintiendo como la ira se apoderaba lentamente de él- ¿Es
este el fin de la Orden? ¿Era este nuestro tan aclamado destino?
-Lo fue...-respondió el caminante.-
Desde que encontraron la primera esfera, solo que ninguno esperaba
que este día llegara.
-Me niego a aceptarlo.
-¿No podríamos comenzar de
nuevo?-pregunto Gideon- Reunir a los que queden con vida y... hacer
algo por continuar.
Caleb negó con la cabeza.
-Cualquier opción por muy
esperanzadora que parezca... solo traerá dolor y destrucción
consigo. Siento ser yo quien diga estas palabras, pero la Orden ha
llegado a su fin.
El Guardián sintió como un extraño
sentimiento lo invadía. Coraje, Ira, Impotencia,Temor.... una mezcla
de sensaciones que no había sentido desde hacía mucho. El mago se
deshizo de su guante color perla y miró con detenimiento su mano.
Sabía que años atrás el simple hecho de dejarse llevar por sus
emociones podría haberle hecho perder la sensatez convirtiéndolo en
una bestia salvaje, pero había transcurrido mucho desde aquello. Su
puño se cerró observando como éste se congelaba paulatinamente
obligándole a sentir el peso que el mismo confería. Sus nudillos
golpearon la columna más cercana a la vez que profería un audible
grito que resonó por toda la estancia. Examinó sin importancia como
su mano se había agrietado levemente, y tras descongelarse, varias
grietas rasgaron la piel que confería el dorso de la misma colmando
sus dedos de su propia sangre que brotaba hacia el suelo.
El humano observó como un pequeño
cráter había ahondado en la columna hundiendo hacia dentro y
quebrando los alrededores al lugar del impacto. Sus dedos recorrieron
algunas de las líneas percatándose de como la mayor parte del pilar
se había agrietado, sintiendo como la Orden había recibido el mismo
final con tan solo un duro golpe. Apoyó la cabeza en su brazo
dejando derramar algunas lagrimas de impotencia y dolor al pensar que
ya no había vuelta atrás, y seguidamente sintió la necesidad de
desatar toda su aflicción y destruir todo a su alrededor.
-Destruir todo el Santuario no te
devolverá a la Orden.-dijo Caleb que parecía haber adivinado los
pensamientos del Guardián.
-Con que solo lograra calmarme... ya
merecería la pena...
-No te culpes por lo ocurrido amigo, ni
siquiera el talismán fue capaz de mostrarlo...
-¡Soy el Guardián de la
Orden!-gritó.- ¡¿Cómo pretendes que no sienta culpa alguna?!
-Cálmese señor...-instó Gideon.-
Cualquier guardián hubiese tomado las mismas decisiones. De hecho
enfrentarnos a la esfera fue algo que todos decidimos
conjuntamente...
-La Orden nunca habría llegado hasta
aquí sin tu ayuda.-dijo Caleb- Mira a tu alrededor, cuando yo era
joven siquiera la mitad de todos estos clanes podrían haber
coexistido juntos...
El Caminante señaló el mosaico
central de la sala compuesto por diez círculos, entre los que se
encontraban aquellos que representaban a los Caminantes, la Casa Doe
e incluso los Guardianes de las Esferas.
El humano obedeció a Caleb y recorrió
con la mirada nuevamente aquel trazado que conocía como la palma de
su mano. La Orden nunca antes había estado formada por tantos
grupos, y de no haber sido por ello, quizás jamás hubiesen llegado
tan lejos. A pesar de ello, el Guardián deseaba encontrar aunque
fuera una única forma de solventar lo ocurrido y volver a tal y como
conocía la Orden. De repente un pensamiento cruzó su mente. Su
mirada se posó de nuevo en la columna, y entendió que si esta fuera
la misma Orden... no habría vuelta atrás. Pero en cambio... había
muchas más columnas alrededor que no habían sido dañadas, al igual
que existían numerosas Órdenes en distintas líneas a las que aún
no les había llegado su momento. Fue solo entonces cuando lo tuvo
claro.
-Dices que no hay remedio posible.-dijo
desviando la mirada hacia el Caminante.
-Desgraciadamente, así es.
-Pero...¿Qué hay del resto de
líneas?-preguntó el mago percatándose de como el rostro de Caleb
se tornaba repentinamente.
-Si estás pensando lo que creo... solo
puedo decirte que no es buena idea.-respondió.
-Dadas las circunstancias, cualquier
opinión está de más en estos momentos.-sentenció el Guardián.-
Solo dime si serías capaz de enviar a alguien a otra línea
temporal, si sería posible ayudarlos, avisadlos...
-En otras líneas.-interrumpió
Gideon.- La tela de araña no se ha creado aún...crear una red más
consistente no puede traer nada malo.-dijo el brujo mientras miraba
el símbolo de la araña que representaba su grupo dentro de la
Orden.
-Al menos no peor de lo que ha sucedido
ya...
-Sigo manteniendo mi
posición.-respondió Caleb tajantemente.- Alterar otras líneas
temporales nunca ha sido buena idea.
-Oír esas palabras de ti resulta
cuanto menos... sarcástico.-acusó el Guardián.
-Por eso mismo sé bien de lo que
hablo. Murió gente inocente por decisiones precipitadas y egoístas.
-No hablo de alterar una línea
temporal en beneficio propio, sino de ayudarles a salir de un vórtice
que nosotros mismos hemos creado sin darnos cuenta.-continuó el
mago.- Caleb, sabes lo que me he arriesgado por ti... es lo mínimo
que podrías hacer en estos momentos.
-Deberías pensarlo con claridad...
ahora tu mente no está en condiciones...
-Caleb, lo haré con o sin tu ayuda...
Sabes que cuando tomo una decisión no hay vuelta atrás.
-De hecho en este caso si que no la
habrá.-respondió el Caminante.-Si viajas a otra línea... no
cuentes con regresar pronto.
-Lo sé, pero necesito hacerlo. Hazlo
por mi, por favor.
-Tampoco creo que seas el más indicado
para ello, no dejas de ser el Guardián de esta Orden... marcharte
sería una insensatez.
-No me quedaré aquí para recoger las
cenizas de todo lo que conozco.-dijo seriamente.
-Te comprendo, pero piensa que aquí
habrá gente que te necesita.
-Lograrán entenderlo.-afirmó el
Guardián centrándose en ambos.
-¿Cómo sabrás qué línea temporal
necesita más de vuestra ayuda, señor?.-preguntó Gideon desviando
la mirada de uno hacia el otro.
-Si tan convencido estás de
ello.-respondió Caleb.- Hay una línea a la que le debemos
demasiado. Si debes ayudar a alguien es a ellos, después de todo los
daños que les ocasionamos en el pasado.
El Guardián asintió sabiendo a qué
se refería el caminante con cada una de aquellas palabras sabiamente
elegidas.
-Pero debes saber, que todo allí es
distinto.-continuó- No solo porque en la época a la que irás verás
cosas que jamás han existido aquí, sino porque cada uno de los
miembros de aquella Orden es único y diferente a los de que hayas
conocido en esta...
-Lo sé.-murmuró el guardián soltando
un suspiro.
Caleb se acercó al humano y posó su
mano en el hombro de éste. Los ojos del Caminante denotaban que
había visto y vivido más de lo que cualquier otro mortal hubiera
hecho en cien vidas, pero aún así seguía teniendo confianza en
cada una de las decisiones que tomaban aquellos a los que consideraba
compañeros, amigos... familia. Sabía sobradamente que el corazón
del Guardián era noble como ningún otro, y que su astucia e
inteligencia tan solo eran superada por pocos de los que había
llegado a conocer, pero su temeridad e impulsividad hacían de él
algo totalmente impredecible. Cualquier palabra del Caminante calaría
en su interior como si de un último deseo se tratase, así que
decidió escoger las únicas palabras que le pasaban por la mente.
-Thomas, ten cuidado... y... no hagas
que me arrepienta.