domingo, 2 de agosto de 2015

Cuando cae la noche y el cuervo duerme (2.0)

Alice leyó de nuevo la fina caligrafía con la que estaban escritas las letras de la tarjeta. La tinta dorada indicaba un lugar de encuentro al que ella estaba citada para verse con los caminantes del tiempo que conocían la existencia del talismán. Aunque le había extrañado que la citaran solamente a ella al final había accedido a ir al encuentro, junto con todos los miembros de la Orden. No sabían que querían los caminantes. Tanto ellos como la Orden llevaban tiempo enfrentándose por odios y rencores pasados, pero si estaban dispuestos a dar un paso para dejar atrás todo eso lo mínimo que podían hacer era escuchar.

Alice suponía que habría sido idea de Ireli, Azurin y Khaden, y que entre los tres habrían convencido a Garrett, pues dudaba que el caminante apartara su cabezonería por voluntad propia. Y algo que mosqueaba a la bruja era el lugar de encuentro: una vieja capilla alejada del mundo civilizado, en mitad de ninguna parte. ¿Por qué desplazarse tantas leguas desde sus cavernas para encontrarse en esas ruinas?

Alice sacudió la cabeza tratando de hacer desaparecer esos oscuros pensamientos. Un voto de confianza era lo mínimo que podían darles a sus supuestos "aliados". Miró a su alrededor buscando algo con que distraerse. James cabalgaba a su lado, con el rifle a su espalda y un cuervo posado en un antebrazo. Al notar su mirada se volvió hacia ella y le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y en su mudo lenguaje de miradas se comunicaron sus estados de ánimo.

Frente a ellos abría la marcha Zephiel, cuya mirada dura escrutaba el horizonte en busca de una amenaza que quizás solo existía en su cabeza. El adusto guerrero había dejado clara su opinión respecto a esta reunión y acudía a regañadientes y con un estado de alerta máximo.  Le seguían Caleb y Lionell, enfrascados en una eterna discusión. Detrás suyo Lorraine, un poco apartada para que no la molestasen con sus repetitivos argumentos sin sentido. Siguiéndolos a ellos Kathaisa y Johana discutían sobre algún asunto que se traían entre manos mientras Jace cerraba la marcha dando tragos de su petaca. Ninguno de ellos estaba albergaba muchas esperanzas pero como mínimo la tarjeta había despertado su curiosidad. La reciente muerte de Isnalar había supuesto un duro golpe para todos. La experta arquera había muerto en combate, luchando incluso cuando no le quedaron flechas en su carcaj. Su fallecimiento había endurecido el carácter de sus compañeros volviéndolos algo más ariscos y desconfiados con todos los que no pertenecieran a su grupo.

Llegaron a las viejas ruinas de la capilla cuando el sol empezaba a desaparecer. Desmontaron y ataron los caballos a un árbol cercano a las grandes puertas de madera. Ese edificio había sido capilla, pero por su estructura habría servido tanto como cuartel militar como pequeño fortín. Altos muros de piedra vieja se ahogaban bajo las hiedras invasoras. Los ventanales habían perdido sus cristaleras y una pequeña parte del techo se había derruido.

Por el momento no había rastro de los caminantes ni de sus monturas. Supusieron que habían llegado mediante un portal pero la pregunta de por qué elegir ese lugar reapareció en la mente de Alice. Todo parecía completamente abandonado.

- Vosotros esperad aquí- Indicó Zephiel a Caleb, Lionell, Lorraine, Jace y Johanna.

Ignorando las protestas de los más jóvenes el guerrero empujó los pesados portones haciendo uso de su fuerza, arrancando así un gutural chirrido a los goznes de la puerta. Entraron en la amplia sala en silencio. Las ruinas de partes del techo y columnas caídas ensuciaban por doquier junto a candelabros y decoraciones enterradas bajo metros de polvo. Y no había señal alguna de los caminantes.

De repente las puertas se cerraron detrás suyo con un fuerte golpe.

- Maldición. Sabía que era una trampa. - masculló Zephiel

- Las puertas están atrancadas.- dijo James, quién había corrido a comprobarlo. - Fuera parece que están bien.

- ¿Estás ahí, Garrett? - Preguntó Alice alzando la voz. - ¿A qué viene todo esto?

El retumbar de una risa maquiavélica resonó haciendo eco entre los muros.

- No esperaba que me lo pusierais tan fácil. - La voz de Raymond apareció como llegada desde la ultratumba a medida que él se acercaba subiendo las escaleras de las catacumbas. - Aunque la invitación era sólo para ti, Alice. El resto simplemente... sobráis. Pero ya que habéis venido hasta aquí... os ahorraré la molestia de hacer el trayecto de vuelta. - Su semblante apareció con una sonrisa dibujada en el rostro.

Alice no le contestó. No con palabras al menos. Pero si dejó que sus ráfagas de fuego hablaran por ella. Sin embargo éstas chocaron contra una columna tras la que se refugió el brujo y se desvanecieron sin dañarle.

- ¡Atacad! - gritó Raymond, dejando que la ira se notara en su voz. - Traedme la bruja viva. Matad al resto.

De entre las sombras de las ruinas y de detrás de las puertas que daban a las recámaras empezaron a aparecer esbirros encapuchados quienes no tardaron en rodear al grupo. Alice vio cómo los secuaces de Raymond estaban rodeados por un escudo mágico de no muy alto nivel. Sin duda eran aprendices de brujo, seguramente adiestrados por el mismo Raymond en sus perversas artes. Alzó un escudo sobre su piel, endureciéndola para el combate.

-¿Encerrarte con nosotros es tu mejor plan, Raymond? - Le gritó Kathaisa con sorna.

Pese a sus palabras, la ilusionista había empezado a urdir un plan para salir de esta con sus ilusiones. A su lado Zephiel había desenfundado sus armas y sin esperar a los demás cargó contra el primer brujo que se le acercó. El embate sirvió para tumbar al esbirro pero otro ocupó su lugar.

Al otro lado de la sala Alice les enseñaba el verdadero poder de un brujo bien entrenado. Las llamas salían de sus dedos y recorrían la estancia hasta impactar en cada hombre y mujer que se alzaba en su contra. Pronto empezaron a quedar apelotonados los restos humeantes de aquellos que eran alcanzados por sus descargas ígneas pero los secuaces de Raymond los hacían a un lado para seguir apareciendo. Un disparo sonó muy cercano a su espalda, y al volverse vio como otro de los brujos, que se había acercado sin que ella se diera cuenta, se desplomaba con una bala en el cráneo. Buscó a James con la mirada para agradecérselo pero lo encontró enfrascado en el combate, manteniendo una posición elevada de la que los brujos intentaban arrojarle. Le ayudó incinerando al que se le acercaba por detrás y a continuación se encaró con su próximo rival.

Aunque los enemigos eran cortados, incinerados y acribillados a balazos estos no se rendían y luchaban con un fervor sectario cercano a la locura. Aparecían más y más, llenando la sala. Pronto los miembros de la Orden fueron arrinconados contra los muros. Alice y James a un lado, Kathaisa y Zephiel al otro. Los ojos de Raymond brillaban con la emoción de ver cercana la derrota de aquellos a quien tanto odiaba.

Un estruendo hizo resquebrajar las paredes de la capilla. Todos se pararon por unos instantes, sorprendidos por la sacudida. Con pánico en sus cuerpos vieron como grietas enormes escalaban por las paredes hasta el techo.

- ¡Salid de ahí! - gritó uno de los brujos de toga morada a sus camaradas viles que se conglomeraban en el centro de la sala.

Pero era demasiado tarde. Grandes porciones del techo ya de por si semiderruido cayeron sobre los desafortunados. Unos pocos lograron escapar refugiándose cerca la puerta pero otros quedaron aplastados por enormes bloques de piedra. O eso creían ellos pues en realidad no era más que una ilusión creada por Kathaisa para liberar el paso. Entre la duda y la ira los brujos se quedaron por unos instantes quietos, hasta que comprendieron lo que había pasado.

Fue entonces cuando los enormes portones cayeron sobre ellos. Aquellos que se habían creído a salvo del derrumbe del techo fueron aplastados por las puertas de madera de casi medio metro de grosor... Más el peso del resto de miembros de la Orden pasando por encima suyo.

Jace irrumpió en la sala encabezando el grupo de rescate y se apresuró a sanar las heridas de sus compañeros con su niebla sanadora. Caleb y Lionell aparecieron detrás suyo y como un dueto mortal arrojaron sus respectivas descargas sobre los enemigos quienes cayeron fulminados.

Una oleada de enemigos se dirigió contra los recién llegados, sin embargo antes de que pudieran alcanzarles todos resbalaron y cayeron al suelo.

- Ups. - dijo Johana arrojando el vial ya vacio al suelo.- Será mejor que no vayáis tan rápido.
Luego sacó otro frasco, este ya medio vacío tras usarlo con los goznes de la puerta, y se lo lanzó a uno de los brujos. El cristal se rompió y el liquido verde impregnó la ropa oscura, que rápidamente se disolvió, para luego corroer la carne del desdichado.

- ¡Argg... Malditos! - gritó Raymond desde el fondo de la sala. - ¡Este lugar será vuestra tumba!

Sin que los miembros de la Orden pudieran evitarlo el brujo levantó una barrera mágica que sustituyó el hueco de la puerta y se expandió tapando las ventanas. Una nube negra se estrelló contra el muro mágico. Los cuervos de James habían quedado fuera de la capilla y buscaban infructuosamente el modo de entrar para auxiliar a su maestro.

Raymond, con gestos solemnes, desenfundó su espada que al instante se imbuyó en llamas moradas y se encaminó a sus enemigos.

- ¡Yo mismo acabaré con vosotros!

- No conseguirás más que tu propia muerte. - Le contestó Zephiel embistiendo uno de sus secuaces. Con un vistazo al campo de batalla trazó su ruta hasta el brujo. Con largas zancadas y movimientos rápidos esquivó y paró los golpes que le caían por todos lados, adentrándose en la marea morada hasta plantarse frente a Raymond. Un muro de llamas se levantó a su espalda, Alice le protegía de los ataques de los esbirros, y desde su atalaya de runas James abatía aquellos que se les acercaban demasiado.

Ansioso por quitarle la vida a Zephiel Raymond atacó primero. Sus dotes de espadachín no eran las mejores pero su espada de fuego morado era sin duda un arma peligrosa y los hechizos que lanzaba con su mano libre debían ser esquivados sin fallo alguno. En cambio los golpes del guerrero rebotaban contra el escudo mágico del brujo sin hacerle un rasguño.

Zephiel bufó exasperado por la inutilidad de sus ataques. Pero de repente notó que las fuerzas aumentaban. Su brazo creció en fuerza y potencia. Reconociendo la magia de Kathaisa en su repentina vigorización Zephiel descargó un potente golpe contra el escudo del brujo. Sin embargo no fue suficiente para debilitar su magia y el arma del guerrero salió despedida varios metros atrás. Creyéndose vencedor del asalto, Raymond arremetió un tajo certero con su espada.

Zephiel notó el calor en su rostro cuando el filo llameante pasó rozándole. La trayectoria de la espada había sido desviada en el último momento al chocar con una crisálida protectora proyectada por Jace.

- ¡Zephiel! ¡Retrocede! - Gritó James - ¡Son demasiados! ¡Caleb, sácanos de aquí!

Alice observaba como la marea de brujos inundaba la sala sin que pudieran detenerlos. Simplemente había demasiados. Se reunió con el resto de miembros de la Orden frente a la barrera mágica. Ella y Lionell se aseguraron de abrir camino para que Zephiel y James pudieran llegar hasta ellos mientras el joven mago creaba un portal que les sacaría de allí.

El portal se abrió.

-¡Todos adentró! -Gritó Caleb

-¡No huiréis! - contestó Raymond lanzando sus descargas sombrías a la carrera detrás de Zephiel.

Uno a uno fueron atravesando el portal: Johana, Caleb, Kathaisa, Jace, Lionell, Alice, a la vez que veían como los brujos se acercaban al portal. De entre ellos avanzaban Zephiel y James. El cazador llegó junto al portal y se volvió para alagar una mano al guerrero. No la necesitaba. Zephiel, incapaz de frenar, saltó hacia delante y entró por el portal en el aire. James le siguió a continuación, justo en el último momento cuando ya estaban a punto de alcanzarlos.

El suelo duro de la mansión Darkhollow los recibió. Todos dejaron escapar un suspiro de alivio por haber escapado de la trampa mortal. Alice buscó la mirada de James, comprobando que se encontraba bien. Él la miró y sonrió, nada más que rasguños.

Pero su rostro se transformó de repente. Su sonrisa se volvió una mueca de dolor, sus ojos verdes se cerraron mientras profanaba un grito al cielo. El portal seguía abierto a su espalda y de él salía un brazo que sujetaba una espada flamígera, que fue a atravesar el abdomen de James.

- ¡No! ¡James! ¡Noooo! - Gritó Alice mientras veía como la sangre acudía a borbotones por su boca.

- ¡Cierra el portal! - ordenó Jace a Caleb

Pero fue demasiado tarde.  El cuerpo del cazador cayó inerte hacia atrás y el brazo del brujo lo atrapó llevándolo a su lado del portal. El portal se cerró y no quedó más que silencio.

Alice, que se había abalanzado hacia delante, llegó a tiempo para ver la sonrisa demoníaca de Raymond a través del portal mientras este se cerraba. Cayó de rodillas dónde hacia unos segundos se encontraba su amado. Su preciado rifle caído sobre el frío suelo. Nadie pudo decir una palabra.


- James... no...- Sollozó Alice mientras las lágrimas acudían a sus ojos. - ¡Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaames! - Su gritó resonó entre los valles y bosques de Tirisfal, retumbando como el lamento de una banshee. Los lobos y aves salvajes se unieron al grito pues reconocieron el dolor que lo acompañaba. El dolor de un alma rota.

Escrito por: Vandante