miércoles, 3 de septiembre de 2014

Prólogo Cap XV - Pacto de sangre


Existen muchas leyendas. Leyendas que cuentan historias de héroes, de salvadores que luchan contra el mal que les rodea. Leyendas que hablan acerca de poderosos artefactos que se resguardan ocultos en recónditos lugares de nuestro mundo esperando a que algún desafortunado los encuentre. Leyendas de terror y agonía, de sensaciones oscuras que helarían la sangre del soldado más valeroso, y que obligarían a arrodillarse incluso al villano más temible. Pero de entre todas ellas hay una, una leyenda capaz de encoger el corazón de cualquier mortal, capaz de poner el vello de punta a aquel que oiga su historia. Una leyenda que vaga por los suburbios, por los siniestros callejones, que vuela de boca en boca y se adentra las mente de aquellos que usan las artes oscuras, una leyenda de brujos, de seres viles y de un libro capaz de conceder cualquier deseo... a un alto precio. Pero yo no os contaré esa leyenda, os contaré lo que realmente ocurrió, puesto que yo fui uno de los que crearon ese libro. Libro que años más tarde se conocería como El Libro de las almas.


Los brujos se colocaron lentamente en su lugar correspondiente. Cada uno de ellos sellaba una rama del círculo, de un gran círculo cubierto de líneas y runas mágicas, un ritual que pocas veces se había hecho antes y que tan solo los más expertos son capaces de atreverse siquiera a nombrar. Eran diez brujos. Hombres y mujeres de distintas edades, con distintos poderes, pero todos ellos con un fin común, doblegar a un gran demonio. Los miembros más antiguos del aquelarre perfeccionaban las líneas que conformarían el poderoso hechizo de invocación, entre tanto, los miembros más inexpertos repasaban asegurándose una y otra vez de realizar su labor a la perfección ya que el mínimo error terminaría con un final nefasto para todos ellos.

El joven aprendiz de piel morena repitió una y otra vez los numerosos hechizos dentro de su mente. Sintió la presión de las acechantes e indeseables miradas de algunos de sus compañeros. Su poder era mucho inferior al resto, ni siquiera podía llegar a compararse, cualquiera de sus compañeros podría fulminarlo en segundos de haberlo deseado. Afortunadamente para él, el ritual necesitaba de diez brujos capaces de canalizar grandes energías, y no solo eso, debían procurar que el gran poder con forma de demonio al que iban a invocar fuera subyugado el tiempo suficiente hasta concluir el mismo. Azrhael sabía que su elección como uno de los diez había sido mera casualidad. Su maestro confiaba en su poder a diferencia de muchos de los que allí se confinaban, sin embargo el joven demostraría que tenía poder suficiente, demostraría que estaba por encima de todos ellos, y quien sabe si algún día el poderoso objeto que iban a crear sería suyo.

El momento había comenzado. Cada uno de los brujos repitió su hechizo una y otra vez, canalizando todo su poder, desprendiendo parte de su propio ser en aquella oscura ceremonia. Las líneas del suelo comenzaron a iluminarse paulatinamente, como si fluyera una hilera de sangre por cada una de ellas, solo que no era sangre, era un líquido verdoso que desprendía un poderoso hedor a su alrededor. Transcurrió más de una hora hasta que el empeño de todos ellos dio sus frutos.

En mitad del círculo apareció aquello que esperaban. Era un demonio, uno grande sin duda. Azrhael lo reconoció al instante, su maestro era uno de los lideres del aquelarre siendo los demonios su especialidad, así que el joven aunque aún inexperto había logrado aprender lo suficiente como para saber que ante ellos se hallaban un guardia apocalíptico, sin embargo físicamente parecía más bien un guardia de cólera, aunque era imposible ya que uno de ellos no serviría de nada ante lo que el grupo de brujos quería crear. Un escalofrío recorrió la espalda del joven. Sintió terror cuando oyó la voz de aquel demonio, los rugidos que desprendía, y como intentaba inútilmente romper las paredes del círculo que actuaba como prisión, con el fin lograr escapar.

El demonio se enfureció, fijando la mirada amenazante en cada uno de los allí presentes. Las manos de Azrhael temblaron cuando los ojos verde vil del demonio se posaron en él. Una voz retumbó dentro de la cabeza del joven.

Tú... tú eres... aquel al que busco...

Azrhael se quedo paralizado, cerró los ojos con fuerza mientras continuaba canalizando el hechizo.

Tú me ayudarás a salir de esta prisión.... tus compañeros te creen débil... te matarán tras lo que intentan hacer...¿Acaso crees que te dejarán usar el artefacto?...¿Acaso crees que tienes alguna posibilidad contra alguno de ellos?

Azrhael intentó ignorar las palabras del demonio, pero su intento no fue suficiente, cada frase sonaba con más fuerza en su interior.

Puedo ver cada uno de tus pensamientos...
Siempre serás un débil mortal...a no ser... que me ayudes a salir de aquí... si lo haces, acabaré con los demás... el artefacto será solo tuyo... tan solo te pido que me permitas devorar sus almas...cada una de ellas.

El joven brujo abrió los ojos de golpe, no podía creer las palabras de esa vil criatura o más bien no quería creerlas, pero quería ese artefacto, y sabía que sus compañeros desconfiaban de él, jamás llegaría a ser parte vital de ese aquelarre y posiblemente tarde o temprano se desharían de él. Azrhael bajó la mirada, fijándose en sus temblorosas piernas. Su mente intentaba detenerlo, pero su cuerpo parecía actuar por cuenta propia. Lentamente sin levantar sospechas movió con el pie una piedra que cerraba el perfecto circulo que actuaba como prisión infranqueable.

Sonó un estallido en toda la sala. Lo siguiente ocurrió tan deprisa que nadie fue capaz de preverlo. El demonio rompió cada barrera mágica que le separaba del exterior, mientras que a su alrededor el caos y el terror se adueñaba de los allí presentes. El demonio mató a uno de los brujos con un solo movimiento de muñeca, mientras que en su otra mano invocaba un hacha que acabó rápidamente con la vida de otro de miembros del aquelarre. Azrhael cayó de espaldas, retrocedió arrastrándose por el suelo ocultándose en un recoveco de la sala. El demonio acabó con la vida de tres de los brujos que componían el circulo y al menos con una decena de aprendices que observaban la escena aterrorizados. Las gotas de sangre salpicaban la sala mientras el demonio destrozaba todo a su paso.

Los líderes restantes rodearon al demonio rápidamente, intentando entre todos hacerle retroceder, sus poderes no eran lo suficientemente poderosos como para neutralizarle, pero al menos lograban ralentizar sus movimientos. Una bruja cogió el libro que se hallaba aún situado en mitad de la sala. Abrió el artefacto apuntando hacia el demonio, pero de repente las tornas giraron, el guardia apocalíptico desprendió un rayo de la palma de su mano que abrió un vórtice alrededor del artefacto. El libro comenzó a absorber todo a su alrededor, incluido a los brujos. Azrhael intentó agarrarse a cualquier objeto solido, pero la fuerza de atracción le hizo resbalar por la sala. La demoníaca criatura permanecía sin inmutarse mientras veía la escena. El torbellino que aspiraba la sala no parecía afectarle. Azrhael estaba aterrado, la ansiedad invadía todo su cuerpo, no sabía que hacer hasta que el demonio saltó a su lado. El joven se agarró firmemente a la pierna de éste mientras todos lo demás se arrastraba hacia el agujero negro que flotaba sobre el siniestro libro.


De pronto todo se detuvo. El libro se cerró desprendiendo varios estallidos de luces color cían, verde vil y púrpura. Toda la estancia estaba destruida, tan solo el demonio y él eran los únicos seres con vida que se hallaban en el lugar.

-Gra... gracias...-dijo Azrhael pensando que el demonio le había salvado la vida.

He cumplido mi parte del acuerdo...

El demonio señaló el libro intacto que esperaba en mitad de la sala.

Sin embargo... tu debes cumplir tu parte del trato...

-Pero... te he salvado... te he liberado.

El demonio rió.

No sabes nada ignorante mortal... pedí devorar sus almas... y tan solo he disfrutado de tres de las nueve...

Azrhael se sintió levemente aliviado al descubrir en sus palabras que no le había incluido entre ellos.

-Pero... están... dentro del...libro.

Descubre la manera de sacarlos y tráeme sus almas, o de lo contrario será la tuya la que saciará mi sed...

-Necesito tiempo... necesito averiguar como liberarlos...

Azhrael se percató de que había caído en una vil trampa. Si sacaba a los brujos del libro, el artefacto carecería de sentido, no serviría para nada, ya que el fin de ese objeto era proporcionar un gran poder gracias a aquellos que yacían en su interior, ya fuera el demonio o los mismos brujos, y de cualquier manera terminaría muriendo a manos de unos u otros.

Tendrás hasta que los planetas se alineen al igual que lo han hecho esta noche.

Azrhael pensó detenidamente en la oferta del demonio, no habría una noche similar a esa misma hasta dentro de cinco años. El brujo asintió mientras permanecía arrodillado ante el demonio.

Pero a cambio... deberás entregarme cien almas... además de las que acordamos.

-Cien...almas..., pero... como conseguiré....tantas almas...

Si no cumples tu parte del trato...te encontraré y acabaré contigo...

Tras esas palabras el demonio desapareció esfumándose en una nube de color negro. Azhrael pensó que había sido estúpido confiando en esa despreciable criatura. Deseó volver atrás, pero era demasiado tarde, se arrepentiría de esto el resto de sus días.

El joven brujo se arrastró por la estancia hasta el lugar donde se encontraba el libro. Quizás ahí estaba la solución, quizás el poder de los brujos fuera lo suficientemente poderoso para ayudarle a cumplir su propósito. Después de todo el artefacto había sido creado tal y como se pretendía, los brujos de su interior convertirían ese libro en uno de los artefactos más letales que existen.

Azrhael abrió el libro. Sus páginas estaban en blanco, todas y cada una de ellas, ni siquiera una sola palabra aparecía reflejada en su interior. El joven cogió una pluma tras sumergirla con delicadeza en tinta color azabache. Posó lentamente la punta de la pluma en una hoja cualquiera intentando escribir cualquier palabra, aquello que cruzaba su mente en esos momentos. De repente su intención fue truncada, una descarga azotó la mano que sostenía la pluma al apoyar ésta en el libro. La descarga de color púrpura recorrió la palma de su mano rasgando y tiñendo de negro un símbolo triangular en la misma, y avanzando como si de una serpiente se tratara enroscándose alrededor de su brazo. Sintió un gran ardor mientras observaba como las líneas oscuras avanzaban lentamente hasta detenerse cerca de su hombro. Intentó ignorar el dolor, pero era imposible, sin poder evitar desprender un grito de dolor.

Varias gotas de algo parecido a sangre pero de un color más oscuro cayeron de las heridas de Azrhael, empapando la manga de su toga de ese extraño líquido. Una de las gotas cayó en una página del libro, expandiéndose lentamente mientras formaba palabras que parecían tener vida propia.

Tu avaricia nos ha traicionado... y tu traición merece un castigo...

Azrhael observó como las letras desaparecían a los pocos segundos. Miró la marca de su mano mientras golpeaba con furia el suelo. El rostro del joven brujo se tornó oscuro, el blanco de sus ojos se entintaron de negro mientras maldecía a su alrededor lleno de ira.

Si no puede ser mio... no será de nadie...

El alma de aquel que se atreva a usar su poder...sufrirá el peor de los destinos... su alma sufrirá hasta la eternidad entre estas páginas...

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Tras lo acontecido en las últimas semanas, un nuevo peligro se cierne sobre La Orden. El libro de las almas aparece nuevamente amenazando con destruir todo lo que les rodea.

Los miembros de la Orden deberán aliarse con Azrhael Darkhollow para encontrar nuevamente el libro que años atrás creían haber destruido, sin embargo los secretos que oculta este nuevo personaje sacará a relucir las verdaderas intenciones no solo de si mismo sino de cada uno de los miembros de la Orden.



Mientras tanto los brujos del libro esperan pacientemente el día en que sean liberados, expectantes por usar contra sus enemigos el inigualable poder que han acumulado todos estos años gracias a las almas que han absorbido.


Por si fuera poco, una antigua enemiga y la última guardiana del libro, Cornelia Blackhorn, regresará para intentar adueñarse de lo que tiempo atrás le fue arrebatado.



El tiempo se acaba... ¿Conseguirá La Orden destruir esta vez el poderoso libro?...Lo descubriremos próximamente en el Capítulo XV - Pacto de sangre.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Azrhael Darkhollow - Señor de sus tierras


Allí se hallaba frente a él, tal y como lo había dejado meses atrás, inmóvil, imperecedero. El gran castillo se erguía ante él mientras sentía como si este le observara amenazante, sin reconocerle. Algo había cambiado, aunque no a simple vista, o al menos no en el exterior. Tan solo la erosión del paso del tiempo había logrado hacer mella en la piedra rasgando las paredes como si de una tela de araña se tratase. Azrhael avanzo hasta las grandes puertas de madera robusta que daba acceso al interior del mismo. Abrió la puerta, pues él era el único que conservaba aún las llaves del lugar.

Caminó con paso decidido por el vestíbulo, deteniéndose en cada objeto, en cada cuadro, en cada recoveco que conocía a la perfección, ya que allí había vivido la mayor parte de su vida. Se detuvo frente a las escaleras, observando serenamente como parte de la decoración había sufrido estragos, y se culpó por haber abandonado aquel lugar.

Varias personas se arremolinaron alrededor de las escaleras, algunos expectantes de ver a un intruso en la que era su propia casa, otros amenazantes mientras gritaban o lo señalaban con armas. Dejó pasar unos segundos, el sentimiento de incertidumbre en el rostro de los desconocidos que habían ocupado ese lugar le hacía gracia.

-¡Quiero ver a vuestro señor!-gritó Azrhael al grupo que le observaba.
-¿Quién le busca?-preguntó un guardia que amenazaba con una lanza.

Los ojos de Azrhael se tornaron oscuros como la noche. El brujo alzó el brazo hacia su oponente, bastando tan solo algunos segundos para que éste se arrodillara mientras era estrangulado por una especie de magia oscura que desprendía la mano del brujo. El cuerpo muerto del soldado se desplomó con la mirada fija hacia el techo del castillo segundos después.

-¿Cuántos de vosotros moriréis hasta que aparezca vuestro señor?-amenazó el brujo.

La gente permaneció en silencio sin moverse, sin ni siquiera responder. Algunos había cambiado el rostro de curiosidad por el de pavor, al igual que otros permanecían entusiasmados por la situación. Varias palmadas terminaron con el silencio que había reinado en la sala.

-Increíble, me habéis dejado sin palabras.-dijo un hombre que salió de entre la muchedumbre.-Mi nombre es Vicent Leproux, y soy aquel al que buscáis.

La mirada de Azrhael se tornó mas siniestra aún, y aunque sus ojos habían vuelto al color original, la oscuridad permanecía dentro de ellos esperado salir si la situación lo requería. Vicent hizo un gesto al resto de los que se encontraba en la sala y cada uno de ellos se esparcieron dejando tan solo un par de guardias con aquel que los guiaba.

-Bienvenido a mi humilde morada.-dijo Vicent con una amplia sonrisa en su rostro.-Me gustaría saber que puedo hacer por vos.
-Podéis comenzar por no adueñaros de aquello que no os pertenece.-respondió el brujo.
-Disculpadme, creo que no os entiendo con claridad.
-Entiendo, no esperaba mucho de alguien como...tú.-dijo Azrhael atreviéndose a hablarle como si de un plebeyo se tratase.-Estas tierras son mías, este castillo.-dijo señalando a su alrededor.- es mio.
-Oh, era eso... que descuido. Os aseguro que en ningún momento era mi intención privaros de vuestras propiedades. Pensé en un primero momento que estaban abandonadas, y tras poner un pie en ellas confirmé mis sospechas por el estado en que se encontraban...
-Como has visto, te equivocas.-dijo el brujo frunciendo el ceño
-Lo siento, me gustaría ayudaros, sin embargo me va a ser imposible. Necesito este lugar, necesito...

Azrhael se abalanzó hacia Vicent agarrando su cuello con una de sus manos. Sus dedos se aferraban a su cuello estrangulándolo lentamente. No estaba usando magia como había hecho con el guardia, tan solo su ira era suficiente para acabar con aquel indeseable. Varios de los guardias que aún permanecían en la sala se acercaron rápidamente.

-Acercaos un paso más y acabaré con la vida de vuestro señor.-amenazó

Los guardias se detuvieron sin saber como actuar mientras Vicent ya se había arrodillado intentando deshacerse inútilmente del brazo de su oponente. Azrhael soltó al brujo que tosió en numerosas ocasiones intentando absorber aire. Tras unos segundos Vicent se incorporó masajeándose aun el cuello mientras fijaba la mirada llena de rabia en el humano de piel morena. Vicent abandonó la sala haciendo un gesto tanto a sus guardias como a Azrhael. Caminaron por los largos pasillos hasta llegar al amplio patio central donde se situaba la mayoría de aquellos que le servían. Azrhael observó que se trataban de más de una veintena de hombres entre los que parecían haber magos, brujos, maleantes y toda las variantes posibles de asesinos que pudieran existir.

-Hay más de treinta hombres a mi cargo.-dijo Vicent mientras señalaba con la mano a su alrededor.- ¿Sinceramente sois tan estúpidos como para creer que podéis conquistar vuestro castillo vos solo?- preguntó mientras sonreía con malicia.
-Por supuesto que no, pero con matarte me sería suficiente. Dudo que esta gente decida seguirte después de muerto ¿no crees?- Azrhael se perfiló la barba mientra observaba como el rostro de Vicent cambiaba por completo.
-No juegues conmigo, no sabes de lo que soy capaz...-amenazó Vicent.

Azhrael esperó unos segundos antes de responder.

-No me hace falta saberlo. He entrado en el castillo que has ocupado, por la puerta, he matado a uno de tus hombres, te he cogido del cuello y todo eso sin ayuda alguna.-el brujo miró el rostro parcialmente quemado de Vicent.-Si alguien ha logrado hacerte eso.-dijo señalando su rostro.- Es que no eres tan poderoso como dices ser, y por eso te vales de tantos hombres a tus servicio, hombres que te venderán o te traicionarán en cuanto les sea posible.Hombres que pasarían a servirme con tan solo chasquear los dedos. ¿De verdad estás dispuesto a perderlo todo?

La paciencia de Vicent se esfumaba cada vez más rápidamente ante los alardes del brujo.

-Debo terminar unos asuntos aquí, cuando haya terminado nos marcharemos. Os devolveré vuestras tierras, pero hasta entonces no me iré. Pedid lo que queráis hasta que llegue ese momento y os será entregado.
Azrhael tomó unos minutos reflexionando sobre la oferta del brujo, pensó en pedir algo desorbitado, algo que obligara a su rival a ceder.
-Quiero un barco.-respondió confiadamente.
Vicent soltó una leve carcajada.
-Amigo.-dijo mientras ponía su mano en el hombro de Azrhael.-Es lo mejor que me podías haber pedido.
Azrhael miró incrédulo el rostro de aquel hombre. No podía creer que fuera a entregarle aquello que pedía, con un barco podría adelantar la búsqueda de aquello que ansiaba encontrar.
-Hablo de un barco, con toda su tripulación...
-Lo tendrás, os prometo que os estará esperando en Ventormenta. La Rosa de los mares os aguardará esperando tomar el rumbo que deseéis. Además os doy mi palabra de que os devolveré vuestras tierras en unas semanas.
-No creo en las palabras.- dijo Azrhael mientras extraía un pergamino y materiales de escritura de su bolsa.
-¿Qué pretendéis?-preguntó Vicent
-Sellar un pacto.
-¿Un pacto? ¿Habláis en serio?
-Un pacto de sangre.-respondió el brujo a la vez que observaba el rostro atónito de su enemigo.-Si no cumplís vuestra palabra..., si no me entregáis mis tierras como prometéis, moriréis.
-Permitidme que lo tome a broma pero...¿Insinuáis que si rompo ese pacto vendréis a matarme?
-Eso es lo mejor, no hará falta siquiera.-dijo el brujo mientras sonreía maliciosamente.- Me refiero a que no hará falta porque cumpliréis vuestra palabra, ¿No es cierto?
-Por supuesto...


Vicent observó aún desde el patio como el brujo se alejaba de aquel lugar, no entendía muy bien que había intentado con el pacto pero nada de eso debía de preocuparle, aquel hombre no duraría mucho tiempo vivo, tan solo necesitaba enviar una orden y aquellos que aún le servían asesinarían y arrojarían el cadáver del misterioso brujo al mar. Entre tanto Azrhael cruzaba confiadamente las puertas de su hasta entonces hogar, sabiendo que los pactos esconden infinidades de estratagemas y artimañas que tan solo él conocía a la perfección, y que la vida de ese desgraciado se esfumaría con que tan solo una pequeña piedra saliera de su lugar.


Ambos sabía que no volverían a verse las caras de nuevo.