El
humo ennegrecía el cielo tanto como la sangre había enrojecido el
suelo de las Tierras Devastadas. El olor de la pólvora y el azufre
escondían el hedor a carne chamuscada. Las explosiones y gritos
retumbaban sordos en los oídos de James, tumbado con los ojos en el
cielo, algo apartado del campo de batalla. Sentía como el viento
arrastraba nubes de polvo y ceniza ajeno al caos de la batalla...
El
pellizco de Cena en su mejilla le hizo reaccionar. El golpe de maza
que le había dado ese orco le había derribado y por un momento se
había desorientado, pero recobró el sentido y se puso en pie.
Retomó su rifle, caído a no mucha distancia, y examinó el campo
devastado ante sí. Las fuerzas de la Alianza y la Horda estaban
cruzando el portal rojo, por lo visto habían dado la orden de
ataque. James trató de localizar infructuosamente a sus compañeros
de escuadrón. No había ni rastro. O los chicos habían cruzado ya o
habían caído...
Se
sacudió la cabeza y llamó la atención de Cena quien revoloteaba
cerca de su cabeza.
-
Reúnelos y seguidme. - le dijo, sabiendo que se refería a los
cuervos que formaban su bandada.
El
cuervo graznó y alzó el vuelo embotado por el humo. Cómo guía de
la bandada, Cena sabría encontrar los cuervos allí dónde no
llegaban los silbidos de James.
El
cazador corrió, sorteando los cadáveres de aliados y enemigos por
igual, para unirse a los últimos soldados que cruzaban el rojo
portal que empezaba a tintinear. Con una señal indicó a la bandada
la orden de cruzar y, sin perder tiempo, la nube sombría de plumas
negras cruzó el portal a toda velocidad. James Vandante cogió
aire... y cruzó.
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Pantalla
de carga.
Consejo:
¿Sabías que tu personaje puede comer y beber a la vez? ¡Y sin
atragantarse! Eso merece un logro.
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Si
lo que había dejado atrás era una batalla caótica de humo, sangre
y explosiones lo que lo recibía no era nada mejor. El ejercito orco
se extendía hasta donde llegaba su vista, con armas de asedio y
bestias temibles que los cargaban. Y frente a ellos un pequeño
reducto de fuerzas de la Alianza y la Horda, muriendo sin remedio...
Un
estallido sonó a su espalda. El enorme cúmulo de energía mágica
que unía los dos mundos había desaparecido dejando a aquellos que
hubieran cruzado... atrapados.
James
maldijo el día que se le ocurrió unirse a la leva de voluntarios.
No debía haber salido nunca de bosque en el que solía cazar. Vio
como su bandada volaba desorientada, sorprendida por los cielos
extraños. James hizo ademán de llamarla, reunirla para unirse al
reducido número de fuerzas invasoras que ahora se retiraban. Sin
embargo le alcanzó la explosión.
Por
un momento voló. No un vuelo grácil como el de Brote, más bien una
caída acelerada como cuando Banquete se abalanzaba sobre los restos
de su comida. Aterrizó encima de unos arbustos, sus eternos
compañeros de caza, asustando de este modo a unos extraños pájaros
coloridos de enorme pico.
Su
bandada se desperdigó. El humo y el ataque cruzado de los extraños
pájaros los separaron y confundieron. James vio cómo Brote, Huella
y Ojo volaban hacia el norte siguiendo la dirección del viento.
Tapón, Cruz y Azafrán volaron hacia el este y se perdieron en el
cielo extraño. Entrante , el violento, se lanzó hacia el ejército
enemigo y desapareció en el humo del oeste seguido por su hermano
Banquete. Desayuno, Merienda, y el joven Aperitivo volaron hacia el
sur, lejos de la batalla. Cena y Postre volaron asustados hacia
James y se posaron sobre su pierna, que asomaba por encima de los
matojos. Desde su incómoda posición vio caer a Alacrán. Las
aves coloridas lo abatieron y rompieron el cráneo con sus poderosos
picos.
James
sintió como el corazón le daba un vuelco. Alacrán era un cuervo
dócil, había sido fácil de capturar y amaestrar. No era ruidoso,
por el contrario, le gustaba permanecer callado, observando cómo se
escribían los mensajes que él debería llevar. Y lo hacía siempre
con pulcritud, sin arrugar el papel o comerse los bordes. Era una
criatura noble y magnifica, de mirada curiosa, un poco reacia con los
desconocidos pero muy tierna cuando te ganabas su amistad. Y su
último grito se grabó en la cabeza de James.
Llevado
por el impulso de la venganza recogió su rifle, que milagrosamente
seguía entero, y disparó a las aves coloridas. Las acribilló una a
una. Una bala por cada pluma manchada de Alacrán.
Calmada
su furia, se volvió hacia el cuerpo inerte de Alacrán cerca de unas
tiendas de aspecto tribal. Se arrodilló frente al cuerpo del pájaro
ignorando la algarabía que se oía tras de sí. Ya no se acordaba
del portal o de estar atrapado en un territorio hostil, había muerto
uno de sus pájaros, a los que consideraba sus compañeros.
Notó
de repente calor a su espalda. Las tiendas habían prendido en llamas
como por arte de magia. Un orco salió de una de ellas, envuelto en
un fuego abrasador, y se abalanzó sobre James, seguramente
creyéndolo autor del incendio. Forcejearon, el orco gritándole a la
cara y el cazador tratando de apartarle con la culata de su arma. La
fuerza bruta del orco ganaba pero James se las arreglaba para
redirigir sus empujes para hacerle tropezar. El baile duró unos
momentos hasta que, sin darse cuenta, se acercaron hasta al borde del
precipicio.
En
un último empuje agónico, el ardiente orco saltó al vacio,
llevándose al cazador con él. James soltó el rifle que lo unía
con el orco y con pavor vio como las turbulentas aguas de un rio se
acercaban peligrosamente rápido.
Con
la fortuna de su parte sobrevivió a la zambullida. Quiso nadar
en dirección a la orilla pero la corriente era demasiado fuerte. El
bramido de un orco le indico que su enemigo tampoco estaba muerto y
que, pese a sus graves heridas, seguía buscando guerra.
El
rio discurría presto y caudaloso y los mantenía alejados el uno de
otro. Sin embargo las afiladas rocas magullaban a los navegantes sin
navío cada vez que las golpeaban. Las piezas de su armadura se
soltaban y perdían en el fondo del rio. Cena y Postre le seguían a
pocos metros pero frenaron su vuelo al oír un estruendo. James
abrió mucho los ojos cuando vio como rocas ígneas caídas del cielo
golpeaban un puente, maldijo cuando lo vio romperse y gritó cuando
se dio cuenta de que los trozos caerían coincidiendo con su paso por
debajo.
Aceleró
su nado sobre las turbulentas aguas, perdiendo el poco equipo que ya
le quedaban. Las rocas y la madera en llamas que formaban el puente
cayeron detrás suyo, provocando un gran oleaje que lo impulsó hacia
delante.
De
pronto el rio terminaba y tras un salto de cascada James Vandante se
encontró flotando en un lago. Nadó hasta la orilla. Empapado y
desarmado en tierra desconocida y hostil. Se calmó, respiró hondo.
Cena y Postre acudieron a él, y por su conducta supo que no había
enemigos cerca. El orco habría muerto bajo los restos del puente.
Recurrió
a sus dotes de explorador y con cautela llego a la costa. Siguiendo
su intuición ( y la de los estómagos de sus cuervos) se dirigió
hacia el oeste bordeando la costa, evitando el incesante murmullo
proveniente de la jungla.
Al
poco encontró las primeras pisadas... No eran pisadas orcas.
-
Bueno...- dijo para sí. - Parece que no estamos solos.
Y
se encaminó tras el rastro.
Escrito por Vandante