miércoles, 24 de abril de 2013

A mal día, mala noche.

Giordano esperaba en la barra de aquél bar Gilneano a Chantalle, que no tardó en aparecer. En su rostro podía verse preocupación.

-Giordano, querido ¿Qué te pasa? Te he notado demasiado inquieto en la reunión, muy impulsivo además... no parecías el mismo.
-Debo disculparme por ello, Chantalle. No ha sido mi mejor día...
-¿Qué ocurre?
-Verás... - Giordano comenzó a contar lo acaecido esa misma tarde, antes de acudir a la reunión.

Después de comer, a la hora del té, Giordano recibió la visita de algunos senadores. Estuvieron hablando durante horas...

-No se puede matar a la Mano del Rey de Ventormenta - les respondió Giordano, pero los senadores apretaban los dientes y callaban. Giordano Lévi, Conde de Beltane y capitán de la armada, leyó el miedo en el rostro de aquellos senadores y comprendió que la decisión ya estaba tomada. Nada ni nadie podría detenerlos. Caminaban hacia su destrucción, pues la guardia real era invencible, y Ventormenta entera navegaba a la deriva hacia una guerra civil inexorable, y él estaba en medio y no podía hacer nada. No podía hacer nada.
Giordano los miró fijamente. Sabía que nada de lo que dijera podía importarles más allá de la pregunta que le habían formulado, pero tenía que intentarlo. Al menos debía intentar frenar aquella locura, aunque fuera imposible, pues era evidente que aquellos patricios sólo querían saber de qué lado estaba. Si la conjura fallaba, los senadores eran hombres muertos. Estaban apostando sus vidas, por eso para ellos una guerra civil era sólo un mal menor. No sabían, no entendían, no llevaban años en la frontera como él. Les faltaba perspectiva. Y es que si había algo que Ventormenta no podía permitirse era una nueva guerra civil entre sus legiones, sus soldados, sus ciudadanos. Caminaban sobre el filo de una navaja y ellos, ciegos a los ataques de los renegados, los elfos o incluso los orcos al otro lado del mar, sólo querían saber de qué lado estaba él: si a favor o contra Domwell. Se olvidaban de todo lo demás, como si no existiera. Pero existía. El mundo se convulsionaba en las fronteras del Reino, pero ellos estaban aturdidos por el horror que emergía desde el mismísimo Castillo del Rey. Entre los unos y los otros, sólo Giordano parecía tener tomada una medida razonable sobre lo que se estaba decidiendo. Giordano se sintió solo, infinitamente solo. Al fin, el capitán que lideró las legiones que invadieron el Templo de la Grulla Roja se levantó y encaró aquellos rostros con la firmeza de quien sabe que lo más importante siempre está por encima de las consideraciones personales.

-Mi familia siempre ha sido leal a la Mano del Rey. Mi familia siempre ha sido leal a la dinastía Wrynn, y ellos lo eligieron. - Un breve silencio y pronunció sus últimas palabras confundiéndose sus sílabas con el estruendo de un gran trueno-. Seré leal a Domwell.

Licinio Sura se adelantó entonces a los otros dos senadores dispuesto a tomar la palabra. Su mente activada al máximo buscaba una forma de persuadir a aquel noble. Giordano era un capitán poderoso, y si se alineaba con la Mano del Rey o con los que quisieran vengar su muerte, suponiendo que el plan de asesinarlo saliera bien al fin, eso conduciría a la guerra. Sura tenía la intuición de que Giordano temía precisamente eso, la guerra civil, y estaba convencido de que su negativa a cooperar era más por ese temor - la contienda conllevaría el debilitamiento de las fronteras, quizá el desmoronamiento del Reino- que por apego real a Domwell. Pero Giordano, que llevaba poco tiempo sentado en el Senado, desconocía la magnitud del horror de los últimos años de giobierno de Domwell. Licio Sura habló con voz contenida pero con el ansia que produce la necesidad.

-Todo el mundo sabe que los Lévi han sido, son y serán leales servidores del Rey de Ventormenta. La cuestión es saber cómo reaccionará el gran senador Giordano si..., por lo más sagrado, si algo le pasara a la Mano del Rey, si este muriera. En ese caso... ¿Qué haría Giordano?

Chantalle interrumpió el relato en ese momento.

-Pasemos a nuestro hogar, querido, será mejor que me sigas contando esto adentro, de manera más íntima. Están empezando a llegar gente.


CONTINUARÁ...