A Brandon le gustaba oír el
repiquetear de las gotas sobre los adoquines de las embarradas calles del Casco
Antiguo de Ventormenta. Era una melodía dulce que apaciguaba el ajetreado
escándalo que solía predominar en la capital. Era pasada medianoche y no había
nadie en la calle. Tras las ventanas cerradas, los ciudadanos ignoraban a las
ratas y mendigos que buscaban resguardo de la lluvia bajo cualquier porche o
agujero.
Avanzó a buen paso por las
callejuelas, seguro de dónde iba y preparado para lo que se encontraría. Llamó
a una puerta de madera oscura que quedaba parcialmente oculta en una esquina de
un callejón sin salida, la entrada a la Ratonera. La Ratonera era un tugurio
maloliente adecuado para simular una taberna, dónde aquellos que ejercían la
profesión del espionaje y el asesinato podían descansar con relativa seguridad.
Un antro dónde emborracharse entre trabajo y trabajo.
Un pandaren de mirada hosca
abrió una ventanilla en la puerta que quedaba a la altura de los ojos y le miró
entrecerrando los párpados. No dijo nada, pero Brandon habló de todos modos.
- Cuchillos sin filo. -dijo
en voz de queda. La contraseña para entrar a la Ratonera.
El pandaren cerró la
ventanilla y Brandon oyó como se abrían numerosos cerrojos. Un instante después
la puerta se abría frente a él y el gorila se echaba a un lado, no sin antes
recibir su moneda de plata de peaje.
El mercenario entró,
atravesó el túnel sin luz y bajó las escaleras lo más sigilosamente que pudo.
Cuando vio que los escalones se terminaban, se retiró la capucha revelando su
pelo y barba rojo anaranjado así como el parche del ojo, que hoy llevaba en el
ojo derecho. Entró en la sala de tenue iluminación y se dirigió con paso seguro
a la barra. Galileo Montoya, el dueño de la Ratonera, había encontrado una
caverna olvidada de las cloacas de Ventormenta y la había convertido en el
centro neurálgico de la sociedad criminal de la ciudad humana. El entarimado de
madera del suelo ocultaba la roca oscura que se extendía y subía hasta formar
las paredes de la sala. En el techo de la caverna había una enorme cúpula con
lámparas de araña robadas que iluminaban la estancia junto a las antorchas y
velas que llenaban el lugar.
Pese a que ninguno de los
parroquianos se giró para ver al recién llegado, Brandon estaba seguro que
prácticamente todos le estaban observando de reojo. Allí estaba concentrada la
flor y la nata del mundo del subterfugio: Ghan Filopresto, Morbrad Acechagris,
Cirso Gnarts y hasta Harry Tres Sangres se había pasado esa noche por el local.
Brandon reconoció a muchos que habían pertenecido a la banda de Quincy. Tras la
muerte del jefe no pudo evitar que se produjera una cierta desbandada y los
asesinos no destacaban por su carácter leal.
Pero si quería recomponer la
banda en forma de compañía de mercenarios necesitaría a los asesinos.
Posando una moneda de plata
sobre la barra el mercenario mandó una orden silenciosa al camarero para que le
sirviera una jarra. Cuando se la trajo dejó caer otra moneda cerca de su mano,
la señal de que buscaba información. Las veloces manos del camarero se
apresuraron a recoger la propina y miró al pelirrojo esperando que formulara su
pregunta.
-¿Dónde está Raúl? -
inquirió en medio susurro.
El camarero no respondió, no
verbalmente, pero hizo un movimiento de cabeza señalando en dirección a un
rincón de la sala y acto seguido se volvió a servir a más clientes. Brandon se
tomó un momento para beberse la jarra. Había sabido que Raúl se había hecho con
el control de la mayoría de asesinos que trabajaban para Quincy, si los quería
de vuelta tendría que lidiar con él. No esperaba que fuera fácil ni siquiera
que fuera seguro pero estaba preparado. Y por si las cosas se torcieran sus
armas estaban impregnadas con el veneno que le había dado Rheddy unas horas
antes.
Terminó la jarra y se volvió
en dirección al rincón señalado por el camarero. Desde allí le dirigieron unas
miradas hoscas unas sombrías figuras que Brandon reconoció como parte de los
asesinos de la banda. Lentamente se acercó pero antes de llegar se levantaron
un par de matones, anchos como bueyes, de una mesa cercana para cortarle el
paso. Brandon se preparó para alcanzar sus armas rápidamente si fuera
necesario.
- ¡Dejad pasar al cachorro!
- Dijo una voz grave detrás de los matones. Estos obedecieron y volvieron a sus
respectivas mesas.
El mercenario avanzó no sin
obligarse a esbozar una sonrisa en el rostro. Miró al hombre dueño de la voz
grave y le examinó metódicamente. Raúl no había cambiado nada, quizás solo
aumentado su aura de maldad. El pelo negro le caía por el rostro lleno de
cicatrices y una barba mal cuidada le convertía en un ser poco agraciado. Era
un hombre robusto y grande que, pese a parecer un matón corto de luces, poseía
una astucia que le convertía en un peligroso enemigo. Y por supuesto era un
experto asesino.
- Pero mira quien se arrastra
hasta la ratonera... el perro de Brandon McAllan - dijo Raúl a los compinches
que le rodeaban. Estaban sentados a su alrededor, todos buscando el favor de
aquel que se había hecho con el mando- ¿Qué es lo que quieres perro? ¿Cómo te
atreves a bajar aquí después de lo que hiciste?
- ¿Hacer qué, Raúl? He
estado algo ocupado últimamente... al cargo de la banda...
El asesino profirió una
sonora carcajada a la que sus compinches no tardaron a unirse.
- Sí... Ya he oído esa
mentira antes. - Raúl tomó un trago de cerveza y escupió al suelo.- Matas al
gordinflón de Quincy y dices hacerte con el negocio... Chaval... Una sabandija
como tú no está preparada para hacerse cargo de semejante cotarro. No deberías
haber salido del cenagal al que te enviaron.
Brandon ignoró el quejido
del matón al que le arrebató la cerveza y tomó un trago.
- Tras la muerte del jefe no
tardaste demasiado en tomar el control de sus agentes asesinos. Ahora la mayor
parte de ellos te siguen... hacia el desastre... - hizo una pausa para beber y
examinó los rostros de los secuaces de Raúl por si reaccionaban de algún modo.
- No estás hecho para estar al mando Raúl. Eres un buen asesino y muy listo,
pero hace falta más que eso para dirigir el negocio como lo hacía Quincy. No
tienes la visión de futuro que tenemos otros...
El asesino rió de nuevo,
esta vez su risa sonó más forzada y en seguida respondió al insulto.
- Visión de futuro dices...
Dudo de que tengas incluso futuro alguno. Tendrás suerte si sales de aquí con
vida... Escúchame bien renacuajo. Yo formé parte de la banda de Quincy desde
sus inicios. Fui uno de sus oficiales de mayor rango. Cumplí las ordenes del
gordinflón mientras me interesó, pero ahora que está muerto nada me ata a ti o
a tu patético intento de banda. Aunque consiguieras reunir los pedazos de la
antigua banda no será lo mismo. Y por supuesto no voy a aceptar ordenes de
alguien como tú.
- No te recomiendo abandonar
ahora. Las cosas están a punto de cambiar y mucho. Se avecina algo grande y
creo que os interesa a todos estar bien resguardados. No os voy a mentir. -
Brandon se dirigía a todos los asesinos de su antigua banda, quienes escuchaban
atentamente. - Necesito a los asesinos si quiero que la banda resurja y llegue
a buen puerto. Solos cada uno por su lado no conseguiremos nada, juntos lo
podemos conseguir todo...
- Tú mismo reconoces tu
ineptitud. - le cortó Raúl. - Ninguno de nosotros volverá a formar parte de la
banda. Y esta es mi última palabra. - se dirigió a sus compinches. - Chicos
dadle una paliza y sacadlo de mi vist...
Antes de que pudiera
terminar la frase, Brandon se había abalanzado sobre él, esquivando los
guardias que salieron a interceptarle. Con un salto se subió a la mesa mientras
desenfundaba las dagas recubiertas del veneno de Rheddy. Raúl se lo había visto
venir durante toda la conversación y también estaba listo, con sus propias
armas desenfundadas.
- Supongo que ya recuerdas
lo que hacía Quincy con los desertores... - dijo el mercenario saltando hacia
delante.
El combate sería corto.
Brandon suponía que las armas de Raúl también tendrían aplicadas un veneno, por
lo que aquel que recibiera el primer corte estaría muerto. Y por otra parte los
secuaces del asesino no tardarían en unirse a la pelea. Tenía poco tiempo si
quería liquidar la fuente de sus problemas. Con Raúl muerto, los asesinos se
desperdigarían de nuevo y él podría reunirlos bajo su bandera mercenaria.
El pelirrojo fue el primero
en atacar, tratando de cortar el cuerpo del asesino. Las dagas de ambos
chocaron. Empezó un baile de cortes esquivados y fintas en la que ambos buscaban el cuerpo
enemigo, tratando de mantener el propio lejos del filo rival. Un par de matones
trataron de coger al mercenario pero este se libró de ellos fácilmente y les
utilizó para impulsarse de vuelta a Raúl. Éste lo esquivó y le propinó un golpe
que le tumbó de espaldas al suelo. El asesino no perdió tiempo y se lanzó
contra Brandon, quien milagrosamente pudo detener el ataque enemigo cogiéndole
las muñecas. Forcejearon en esa posición pero poco a poco las dagas del asesino
se acercaban al cuello mercenario.
Entonces Brandon transformó
su cuerpo en el de un huargen y su fuerza y su tamaño incrementó. Arrojó al
asesinó lejos de un zarpazo y se deshizo de los secuaces que venían a por él.
Recuperó una de sus dagas y se volvió de nuevo a Raúl. Pero éste había saltado
y se encontraba en medio de un vuelo hacia él con su arma apuntando al corazón.
Con los reflejos aumentados, la bestia se apartó a un lado y colocó la daga
dispuesta a cortar al enemigo. El mismo impulso del asesino fue lo que le hizo
desgarrarse el cuello.
El silencio se adueñó por un
instante de la sala. Brandon recuperó su forma humana así como su segunda arma
y observó a su alrededor. Los parroquianos seguían a lo suyo y no intervendrían
pero los secuaces más próximos a Raúl habían empuñado las armas y aún no las
bajaban. Muerto su líder por segunda vez en poco tiempo la mayoría de los
asesinos se encontraban confusos.
- Tú... ¡Maldito! - Exclamó
uno de los hombres de confianza de Raúl corriendo hacia él para clavarle su
puñal.
- ¡BASTA!
Una voz retumbó entre las
paredes de la caverna deteniendo el avance del airado secuaz. Entre las filas
de curiosos que presenciaban la escena se abrió paso un hombre alto y canoso
pero aún fuerte y robusto. Galileo Montoya, antiguo asesino de renombre y dueño
de la Ratonera era un hombre que se hacía escuchar.
- ¿Qué diablos ocurre aquí?
- Con un rápido vistazo miró a Brandon, sus armas, el cuerpo de Raúl y el
secuaz que había intentado atacar al mercenario. Su vista se posó de nuevo en
el pelirrojo. - Tú... He oído hablar de ti... has causado más problemas de los
que crees. Y por si no bastara ahora vienes a mi casa y rompes mis reglas.
¿Crees que la contraseña de la entrada son solo palabras bonitas? Al entrar
aquí juráis cesar el derramamiento de sangre para descansar y tomaros un
descanso.
- Lo sé. - Respondió Brandon
manteniendo el tipo ante el legendario asesino retirado. -Esperaba no tener que
recurrir a esta opción pero no me dejó alternativa.
- Bah... Sabes perfectamente
a lo que venias. Sí has terminado de manchar el lugar con tus despojos vete. Y
no vuelvas a aparecer por aquí - Dijo eso y se dio media vuelta para volver a
su despacho.
Mientras se ibael veterano y el corro de observadores se dispersaba, Brandon se
fijó en una figura que quedaba al lado de la puerta. Esbozó una sonrisa y se
dirigió hacia él.
- ¿Lo has alertado tú?
- Bueno chaval... Armabais
un buen escándalo. Yo solo hice notar que a los clientes nos gusta tomarnos las
pintas en paz. - Contestó sonriente Rheddy, el gnomo asesino.
- Su intromisión me ha
salvado el pellejo. Si llegan a echárseme todos encima no lo llego a contar. -
Empezó a subir las escaleras con su contacto al lado.
- No has conseguido lo que
venías a hacer. Tu plan para volverlos a todos mercenarios... No creo que vayas
a convencerlos así.
- Tenía que librarles del
influjo de Raúl. Ahora volverán a desperdigarse y trabajar por libre. - Brandon
hizo un movimiento con la mano para apaciguar al gnomo que ya empezaba a
protestar por el aumento de competencia en el negocio. - Estarán libres, pero
no durante mucho tiempo. Dejemos que pase un tiempo, entonces se les presentará
un nuevo líder, uno al que aceptarán por ser uno de los suyos. Uno que les
conduzca por el buen camino.
- ¿En quién has pensado?
Brandon miró de reojo a
Rheddy, pero este se hizo el desentendido.
- Oh, venga ya... Sabes que
estás hecho a medida para el cargo. Como líder de los asesinos de la compañía
podrás controlar el negocio desde la cúspide, saber de mano que ocurre en todo
momento. - El pelirrojo calló un momento ante la sonora carcajada del gnomo. -
Una proeza así solo la confiaría a alguien como tú...
- Creo que te equivocas,
chico. Una tarea como esta es más propia del viejo Galileo. - El gnomo calló
por un instante. - Pero pensaré en lo que me dices. No prometo nada pero ya te
diré algo.
- Bien. - Asintió Brandon
mientras salían al exterior. - Sé que lo harás.
Escrito por Vandante