La luz de la vela proyectaba sombras sobre el retrato del
maestro Monlee que Koori se había dibujado en secreto. La maga pandaren había
descubierto que podía pasar horas observando la imagen cuando el maestro no
estaba. En esos momentos estaría demostrando su valía al Guardián de la Orden y
Koori estaba segura que los asombraría a todos.
Pero ella debía hacer su propia prueba. En la familia
Sueñasendas había una tradición para aquellos que dedicaban su vida al estudio
de la magia. Al llegar a cierta edad escogían una de las múltiples ramas de
estudio e investigaban en ella buscando llegar al máximo potencial que esta
ofrecía y así ampliar los conocimientos de su biblioteca. Koori había podido
aplazar esa decisión con la excusa de que había más poderes que investigar
fuera de la isla. Había conocido al maestro y junto a él había progresado en su
dominio arcano. Pero si quería ayudarle de verdad, si quería ayudar a la Orden,
debía dar el paso para iniciar la senda que la llevaría a ser una verdadera
maestra.
Se levantó de la silla y recogió del escritorio los
libros y pergaminos que había seleccionado de las bibliotecas de Dalaran y de su
casa. Caminó en círculo por el centro de su habitación dejando los documentos
apilados, agrupados por temática, en un patrón de doce vértices. Cerró ventanas
y echó el pestillo a la puerta, nadie debía molestarla en las próximas horas.
Encendió una vara de incienso que dejó sobre la mesa y se sentó en el centro
del círculo de libros. Suspiró para extraer todo su nerviosismo y
tranquilizarse.
Pronto se sumió en un estado de paz. La meditación había
formado parte de las tradiciones pandaren desde sus orígenes y aunque Koori no
lo hacía con frecuencia esta vez lo necesitaba. A su alrededor los rollos de
pergaminos y libros exudaban el conocimiento que contenían. La llamaban y la
instaban a leerlos. Los ocho tomos de “Las Escuelas de Magia Arcana” del Archimago
Ansirem Tejeruna estaban desperdigados por la sala formando parte del patrón. También
había añadido tomos raros de la biblioteca y alguno que había traído de su
hogar en la Gran Tortuga, además de los libros prestados por el Maestro Monlee.
Expandió su mente y dejó que fluyera fuera de su cuerpo
hasta tocar una de las pilas de libros del círculo. El libro situado encima de
la pila definía el contenido del resto.
Conjuración. El estudio de invocar objetos o criaturas.
Ya fueran bollos con los que nutrir a sus compañeros o una bebida refrescante.
También era la magia que enseñaba a invocar elementales, acuáticos en su mayor
parte. Como parte de su entrenamiento básico, Koori había estudiado
conjuración. Recordaba la satisfacción que sintió cuando consiguió invocar agua
por primera vez, y mucho más cuando la consiguió invocar dentro de un vaso. Sin
embargo conjuración podía dar mucho más. Era la senda de Nielas Aran, un gran
archimago del pasado quien podía invocar múltiples elementales de agua
simultáneamente y comandarlos sin dificultad.

Alejó su mente del montón de libros y se dirigió a otro que reclamaba su atención. Era un montón grande de tomos de gran volumen. El primero rezaba:
Encantamiento. Una de los estudios más complicados y a la
vez más útiles de la magia. Con encantamiento los magos imbuían a objetos u
seres con propiedades mágicas. Espadas flamígeras, cartas localizadoras,
lámparas y antorchas que se encendían solas cuando entrabas en la habitación,
reducir el peso de una persona u objeto temporalmente... ¡Los magos del Kirin
Tor incluso habían hecho flotar por el aire a una ciudad entera! Koori se
maravillaba cada día que paseaba por Dalaran con las nuevas e originales
invenciones de los magos encantadores.
El mismo estudio del encantamiento te instaba a aprender
a desencantar. A menudo los objetos encantados no funcionaban como deberían y
los magos los desencantaban. El proceso extraía todo el maná que se hubiera
contenido en el objeto y se transmutaba en un cristal. Dichos cristales podían
utilizarse para encantar de nuevo otros objetos. Desencantar podía salvarte
además desmontando un hechizo mal dirigido. Apagar una bola de fuego antes de
que hiciera impacto era más difícil que invocar un escudo protector, pero los
encantadores más hábiles y rápidos podían hacerlo.

Aunque Koori hubiera querido seguir aprendiendo de los
interesantes tomos de Encantamiento debía seguir el proceso de meditación y
evaluar cada opción frente a ella. La siguiente pila sin embargo estaba rodeada
por un aura negra. La formaba el único libro que Koori había podido conseguir
sobre el escabroso tema.
Nigromancia. El solo mencionar el nombre hacía que el
cuerpo y el alma de la maga tuvieran un escalofrío. La nigromancia utilizaba la
magia con los muertos. Una magia ilegal que revivía cadáveres y no siempre tal
y como habían muerto sino uniendo partes de ellos creando aberraciones que
seguirían moviéndose aun cuando su invocador hubiera caído. El libro advertía
de la práctica nigromántica y de su potencial corrupción del usuario por el uso
de magia sombría. Sus descargas de sombra abrasiva eran mortales y el archimago
Tejeruna, autor del libro, advertía que se debía considerar a todos los
nigromantes como enemigos. La senda de Kel’Thuzad.

Koori se apresuró a apartar su mente de los conocimientos oscuros del libro y descartó esa opción definitivamente para su futuro. Pasó a la siguiente pila de libros con la esperanza de que lograran borrar el amargo recuerdo que le había dejado nigromancia.
Abjuración. El estudio de la magia defensiva. Aunque a
simple vista pudiera parecer fácil, conjurar un escudo protector era muy
complicado. El grado de complejidad y de maná necesario aumentaba según el área
que se quisiera proteger y el tiempo que se quisiera mantener. Ramas más
sencillas de este estudio proporcionaban escudos elementales contra ataques
concretos siendo mucho más fáciles de mantener e invocar. Fue el príncipe
Kael’Thas Caminante del Sol el maestro de esta disciplina, logrando el mayor
escudo jamás superado. También era la senda del Arcanista Doan quien podía
lograr la invulnerabilidad completa por unos minutos. La abjuración era difícil
pero muy útil.

Su atención se dirigió al montón de libros siguiente. Eran tomos delgados, de lectura liviana. Eso hizo temer a Koori que su contenido no fuera muy esclarecedor pero antes de dar un juicio prematuro acarició su contenido con su consciencia.
Adivinación. El estudio de recolectar información. Los
hechizos de esta rama del estudio arcano permiten a los magos ver a grandes
distancias, incluso a otros planos de existencia. Bastaría con saber lo que se
está buscando para escudriñar en cada rincón del mundo para encontrarlo. Su
practicante más poderoso fue el legendario archimago Medivh quien fue capaz de
no solo ver, sino comunicarse con las tierras de Draenor y quizás incluso más
allá. Koori fantaseó por unos instantes en las posibilidades que supondría
estudiar esa magia. Poder ver en cualquier momento al maestro… durmiendo o
incluso cuando se bañ….

Sacudió la cabeza para apartar pensamientos impuros de su mente, solo harían que saliera de su estado de meditación y tuviera que empezar de nuevo. Pasó a la siguiente pila de libros ansiando más información que devorar.
Ilusión. El estudio de cambiar la misma realidad. Con
ilusionismo podías volverte invisible o inaudible para los demás, podías
hacerles creer que un objeto esta en el sitio de otro, disfrazarte para engañar
a alguien o confundir a un enemigo. Koori recordó al maestro creando copias de
él mismo que confundían al enemigo y atacaban desde distintas posiciones. Era
la senda de la archimaga Jandice Barov, quien perfeccionó el arte de duplicarse
hasta ser capaz de crear decenas de reflejos de su imagen.

Era una disciplina curiosa y muy útil, pero no creía que basar una carrera de magia completamente en ilusiones fuera algo recomendable. Pasó al siguiente montón de libros satisfecha de su lectura por ahora. Era el montón que más libros tenía con diferencia pues era el estudio más aprendido por los magos del Kirin Tor.
Transmutación. Manipulación de la materia y el espacio.
El estudio de la transmutación incluía varias ramas dentro de ella. Un ejemplo
eran los hechizos de polimorfia, con los que podías transformar un objeto en
otro o una persona en otro ser vivo. Era más que una simple ilusión, el mismo
ser cambiaba por un tiempo. Otra rama de estudio era la teletransportación, que
podía a ser a cortas distancias como un destello a unos pocos metros adelante o
a grandes distancias como los portales del maestro. La transmutación era la senda
de Lady Jaina Valiente, quien ha dominado el hechizo de transportación en masa
para mover sus ejércitos de forma rápida y eficaz.

Koori suspiró espiritualmente. Eran tantas las posibilidades entre las que podía elegir. Tantos magos famosos con los que inspirarse. Y eso solo con los estudios más frecuentes dentro de la universidad de Dalaran. Aun restaban en el círculo unos montones más, más reducidos en tamaño que el resto, pero quizá más interesantes aun. Koori se acercó a uno de ellos.
Cronomancia. La magia del tiempo. El maestro le había
hablado de ese estudio. Poder parar el tiempo en una zona o individuo en
particular era una fantasía que parecía sacada de un sueño. Del mismo modo las
grandes teorías describían como con extrema dificultad se podían crear hechizos
para viajar en el tiempo y acceder a cualquier época que quisieras. Sin embargo
las consecuencias de ello podían ser muy graves, llegando a destruir el mundo
por un error. Por ello el estudio de tales magias se realizaban en las Cavernas
del Tiempo, bajo la supervisión del vuelo bronce quienes buscaban aprendices
con quienes compartir su carga.

Era realmente un tema muy interesante pero Koori no podía atorarse en él, debía proseguir. El siguiente montón lo formaban dos volúmenes del mismo autor.
Tecnomancia. Un estilo de encantamiento poco utilizado. Se
usaba la magia para encantar aparatos de ingeniería para potenciarlos o
mejorarlos. Las combinaciones resultantes eran interesantes. El mago cargaba
sus inventos con maná, almacenándolo en dichos aparatos y pudiéndolos usar aún
cuando él estuviera seco de energía. Los libros escritos por el autor de nombre
gnómico parecían dar un enfoque bélico a esta especialización de Encantamiento,
creando lanzarayos o gólems arcanos.

Aunque le atraía más la idea del encantamiento tradicional, el enfoque de la tecnomagia era interesante. Había tanto que le gustaría estudiar, aprender y descubrir que le harían falta varias vidas para verlo todo. La siguiente pila era un único libro cuya aura era escalofriante.
Magia de sangre. Una versión no menos infame de la
nigromancia. Se centraba en atacar a sus enemigos mediante el control de los
fluidos vivos de su rival. Los magos sanguinarios extraen la esencia vital de
sus enemigos o la utilizan para moverles como si fueran títeres.

Koori no quiso saber nada más de esa práctica repulsiva y alejó su mente del tema. Poco quedaba ya por repasar, la decisión se hacía inminente. Su mente se acercó a los libros de magia destructiva.
Destrucción. El uso de la magia para el combate. Ya fuera
con fuego, hielo, rayos o ráfagas de energía arcana pura. Antaño existieron los
conjuradores, magos quienes entrenaban por igual cuerpo y mente y marchaban a
la batalla con pesadas armaduras de placas y lanzando hechizos. Esa práctica no
duró mucho sin embargo una corriente contemporánea recuperaba los ideales de
los antiguos conjuradores: Los magos de batalla. No vestían grandes armaduras
pero sí entrenaban sus cuerpos tanto como sus mentes. Hacían gala de grandes
proezas físicas a la vez que de la gran potencia de sus hechizos destructivos.
Sus bolas de fuego caían como meteoritos. Sus témpanos helados tenían el tamaño
de lanzas. Sus descargas arcanas desmaterializaban todo ser vivo que tocasen.
Eran tremendamente poderosos y a menudo demasiado orgullosos pero su utilidad
en el campo de batalla era innegable.
Koori podía imaginarse a sí misma invocando grandes muros
de hielo para proteger a sus compañeros o erupciones volcánicas bajo los pies
de sus enemigos. Podría ser útil a la Orden, más que como simple despensa
portátil. Su mente se volvió al último montón que debía repasar. Era solo un
pergamino viejo y andrajoso cuyo contenido mezclaba teorías y leyendas pero si
la magia descrita ahí fuera real…
Magia constelar. Los antiguos magi de la civilización
kaldorei, antes de la destrucción del portal oscuro, dominaban todas las
facetas de la magia. Su vida nocturna y el culto a la diosa Elune les hicieron
mirar el cielo con respeto y pronto aprendieron a aprovechar su poder. Los
magos constelares, también llamados astrales, podían conjurar el fuego de una
estrella naciente el cual ardía más rápidamente que un fuego normal, consumía a
los enemigos volviéndolos cenizas y cuya llama era prácticamente inextinguible.
Su estudio de los astros les permitía orientarse en la noche allí dónde
estuvieran. Mezclando su magia con transmutación y encantamiento creaban
artefactos de pura luz de estrella, translucidos, brillantes y destacables por
el entramado constelar que los formaban. Podían hacer estallar sus enemigos
haciendo colapsar un astro en su interior y nunca se quedaban a oscuras pues
fácilmente invocaban una brizna de luz de su astro madre Elune. Con la primera
invasión de la Legion ardiente y el desenlace resultante que les privaba de las
energías del pozo de la eternidad sus artes se fueron perdiendo. El pueblo
kaldorei se volcó en el druidismo y aunque su relación con los astros no
decayó, los grandes hechizos arcanos cayeron en el olvido. Algunos magos
constelares se marcharon con el pueblo que sería llamado quel’dorei, sin
embargo, aunque obtuvieron una nueva fuente de poder, su control sobre los
astros menguó hasta desaparecer pues la nueva raza de elfos adoraba la luz del
día y dejaron de ver las estrellas. En la actualidad no se sabía de ningún mago
constelar practicante en activo, ninguno que hubiera sobrevivido tras tanto
tiempo.

Koori se sentía mareada por la cantidad de información que recibía. Hizo volver su mente a su cuerpo en el centro del círculo y abrió los ojos agotada. Suspirando se dejó caer de espaldas haciendo que los pelos de su coleta se esparcieran por el suelo. No sabía qué hacer, había demasiadas posibilidades. Sus ancestros no habían tenido que hacer una decisión tan difícil pues los conocimientos a los que tenían acceso no eran tan amplios. Koori había sido la primera de su familia que salió de la tortuga, la primera que había visto Dalaran, que había conocido a magos de otras tierras y con distintos poderes. Sabía que la oportunidad que se le presentaba era única pero se encontraba tan confundida que no lograba aclarar sus pensamientos. Y aún así…
Tenía la sensación de que el patrón no estaba completo,
que faltaba algo. En su interior sentía la llamada de seguir explorando el
mundo. La esperanza de nuevas magias esperando por ser descubiertas la inundaba
de ánimo y energía. Quería descubrirlas todas, aprenderlas.
- Ayúdame, maestro. – susurró mirando al retrato sobre la
mesa.
Los ojos penetrantes del pandaren la atravesaron desde su
escritorio. Sabía lo que debía hacer. ¡Si no podía decidirse por una rama las
probaría todas hasta que encontrase la que encajaba con ella! Y tras eso
estudiaría la siguiente, y la siguiente, y así con cada estudio que
descubriera. Lo maravilloso del estudio arcano es su infinitud de
posibilidades. Se levantó y fue corriendo a plantar un beso sobre la imagen de
Monlee.
- ¡Gracias maestro! – dijo feliz.
En un instante recogió el estropicio de libros del suelo
para dejarlos de nuevo sobre la mesa. Cogió su capa de sobre la cama y salió de
su habitación. Había mucho que practicar.
Nota del autor: Según el lore de World of Warcraft, la
magia temporal forma parte de la transmutación, la cual se describe como magia
que altera el tiempo y el espacio, sin embargo, para adaptarlo al lore de La
Orden se han separado ambas disciplinas en Transmutación para la materia y el
espacio y Cronomagia para el tiempo. (Ver
“Las Escuelas de la Magia Arcana: Transmutación” de Ansirem Tejeruna)