Zephiel abrió los ojos lentamente,
sintió como un agudo pitido resonaba en sus oídos mientras que una
sensación de pesadez parecía aplastar tanto su cuerpo como su
mente. Permaneció tumbado en el abrupto suelo sin moverse, sin
pestañear siquiera, dedicando tan solo unos pocos segundos a
intentar recordar lo que había ocurrido. Levantó la cabeza
incorporándose cuidadosamente, miró sus manos ensangrentadas por
numerosos cortes y heridas, y se percató de que estaba lleno de
tierra y polvo de pies a cabeza.
Se detuvo intentando analizar sus
recuerdos, hasta que entonces lo vio claro. Una sensación de terror
y dolor le invadió el pecho. A su alrededor tan solo quedaban
escombros de lo que había sido un gran castillo. No podía creerlo,
no podía asimilarlo, tan solo algunos restos de las robustas paredes
de ese lugar, junto con un par de columnas que se erguían orgullosas
entre la devastación, era lo único que había logrado mantenerse en
pie. Todo se había venido abajo.
El joven guerrero se puso en pie
lentamente, sentía como la angustia y la incertidumbre se apoderaba
de sus movimientos, evitando que sus músculos y su cabeza obedecieran
sus ordenes. Pocas veces antes en su vida se había dejado llevar por
tales sentimientos, pero esto era distinto, el paisaje era grotesco,
desolador, y lo que es peor... todos sus compañeros y amigos estaban
en ese castillo, en esa gran torre que se había derrumbado con ellos
dentro.
Caminó tambaleándose, escrutando en
cada recoveco, detrás de cada roca intentando encontrar a alguien.
Así fue, tan solo unos pasos de distancia del lugar donde había ido
a parar se encontraba un cuerpo sepultado por una gran roca. Tan solo
la cabeza del humano sobresalía, mientras parecía tener la mirada
fija en el cielo. Zephiel sintió incluso lastima al ver el cuerpo
sin vida de aquel hombre, Vicent Leproux, que merecida o no, había
tenido una muerte horrenda.
Dejó de lado el cadáver del brujo para
continuar con su búsqueda. A escasos metros vio lo que parecía ser
un cuerpo. Corrió torpemente hasta él sin evitar trastabillar en
varias ocasiones.
Chantalle... susurró mientras se
arrodillaba junto al cuerpo de la joven de cabellos rojizos. Zephiel
acarició el rostro de su amada mientras las lágrimas brotaban de sus
verdosos ojos. Chantalle reaccionó a las caricias del joven mientras
abría los ojos lentamente. La joven sonrió a la vez que se quejaba
del dolor que sentía en todo el cuerpo.
-Chantalle... todo ha terminado...
-susurró Zephiel mientras la besaba en la frente.
-¿Está muerto?-preguntó cruzando una
mirada tristeza con el guerrero.
Zephiel asintió y pudo ver como la
joven relajó sus finas y ahora magulladas facciones.
-Quédate aquí, buscaré ayuda.
Siguió buscando a su alrededor,
intentando no pensar en el estado en que se encontraría el resto de
sus compañeros. Entonces vio a Alice, que caminaba desorientada
entre los escombros.
-¡Alice! -gritó mientras corría
hacia ella.
-Zephiel...-dijo llevándose una mano a
la cabeza.-¿Dónde están el resto?¿Qué ha ocurrido?
-El castillo se vino abajo.-respondió
mientras observaba las numerosas heridas superficiales que poseía la
bruja por sus brazos y rostro.- Necesito que cuides de Chantalle
mientras intento encontrar a los demás.
-Por supuesto.
-Por supuesto.
Alice asintió mientras se encaminaba
hacia el lugar que el joven le había indicado.
A lo lejos vio como un grupo de
personas corría hasta él. Intentó adivinar de quien se trataba
pero la polvareda que había en la zona le impidió hacerlo hasta que
ya estaban cerca de él. Khaden, Beatrice Golden y Sharr se
detuvieron al llegar.
-Zephiel ¿estás bien?-preguntó
Khaden
-Sí.-respondió mientras observaba que
los tres no tenían siquiera un rasguño ni estaban cubiertos de
polvo.
-El castillo...-susurró Khaden
incrédulo por el estado en el que había quedado.
-¿Vosotros estáis bien?
-Sí, Khaden logró hacer un portal
segundos antes de que se derrumbara. Aparecimos en el
bosque.-respondió la joven Sharr.
-Habéis tenido suerte entonces-dijo
mirando a Khaden dubitativamente
-Sí, fue increíble.-dijo Beatrice sin creer aún que el mago hubiese sido capaz de crear el portal justo a tiempo.
-Necesito vuestra ayuda chicos, Khaden
necesito que mantengas un portal abierto hasta Forjaz. Debéis ir a la
Casa Doe, avisar a Cross Nesai de que llevaremos heridos.
-Por supuesto.-respondió el mago
rápidamente
-Chantalle y Alice están tras aquella
roca de allí, están levemente heridas.
-Nos encargaremos de ellas, y
avisaremos a Cross Nesai.-dijo Beatrice.
-Bien, seguiré buscando al resto.
Tras decir esto el grupo cumplió las
indicaciones del guerrero, disponiéndose a abrir un portal hacia la
sede de la Casa Doe. Tan solo Cross Nesai podría tratar con algo de
tal calibre, cuanto antes le pusieran sobre aviso mejor.
Mientras seguía buscando, el joven
guerrero notaba como sus fuerzas se agotaban, mientras que su
preocupación aumentaba. A lo lejos vislumbro un luminoso reflejo. Se
acercó rápidamente para encontrar el cuerpo inconsciente de Garrett.
Se arrodillo junto al guardián rápidamente examinándolo. Aún
respiraba, poseía varias heridas en el cuerpo, la mayoría de ellas
habían quedado en golpes sin importancias neutralizadas por las
armaduras. Intentó despertarlo pero no reaccionaba, entretanto limpió
con el dorso de su mano una herida que tenía el paladín junto a la
ceja que había ensangrentado parte de su rostro.
Zephiel gritó buscando auxilio sin
alejarse del guardián, hasta que al cabo de unos minutos después
apareció Tahlean que cargaba con el cuerpo de Akuo.
-Tahlean.-dijo aliviado mientras el
elfo dejaba cuidadosamente el cuerpo de su compañero en el suelo.
-Ha perdido la conciencia, se
recuperará.-dijo el elfo seriamente refiriéndose al guerrero.
-El guardián está igual, ¿Sabes algo
del resto?
-He visto a algunos en aquella
dirección, pensaba ponerlo a salvo a él y después volver.
-Khaden ha creado un portal hacia
Forjaz, parte del grupo ya lo ha cruzado, deberíamos llevarlos hasta
allí.
-Yo me encargaré-respondió el elfo
mientras cogía de nuevo entre sus brazos el cuerpo inerte de Akuo y
lo cargaba en uno de sus hombros. Seguidamente se agachó y cogió al
guardián para cargarlo sobre el otro hombro.
Zephiel observó como el delgado elfo
cargaba con ambos cuerpos, por su constitución parecía que Tahlean
fuese a quebrarse en dos de un momento a otro, pero sabía que no era
así. Lo había visto muchas veces entrenar en el monasterio y cargar
con varios barriles pesados en cada uno de sus brazos. Zephiel siempre
se había preguntado para que serviría ese entrenamiento, para qué
cargar barriles, por fin acababa de descubrir la respuesta.
Se dirigió rápidamente hasta la
ubicación que el elfo le había indicado, encontrando a varios de
sus compañeros. Julius y Faby se encontraban alrededor de Isnalar.
La elfa tenía un hueso de la pierna sobresaliendo, mientras que el
paladín parecía tener el hombro desencajado.
-Zephiel...-dijo Julius.
-¿Cómo os encontráis?
-Isnalar está bastante
grave.-respondió Faby mientras vendaba con tela la pierna de la elfa
que no paraba de quejarse por el dolor.
-¿Cómo están el resto? ¿Cómo está
el guardián?-respondió Julius preocupado.
-Por ahora bien, la mitad del grupo se
dirige a Forjaz, debéis ir con ellos.
Zephiel miró a su alrededor y vio como
una gran roca parecía haberse partido en dos trozos cayendo a ambos
lados del grupo.
-Habéis tenido suerte...-dijo señalando
la roca partida en dos.-Podría haberos aplastado.
Julius miró a Faby con el semblante
serio.
-Sí...fue una suerte...
-Ocurrió todo muy deprisa.-interrumpió
la paladina.
-Bueno, aún así debéis salir de aquí.
-Me quedaré a ayudar.-dijo Julius que
se ponía en pie llevándose la mano al hombro con un gesto de dolor.
-Así no puedes quedarte, mírate el
hombro.
-Estaré bien, no es nada que no se
pueda curar.
-Hablo en serio, volved a Forjaz,
Isnalar os necesita, y Garrett también está allí, os necesitará
cuando despierte.
Julius asintió en contra de su
voluntad, esperando unos minutos a que Zephiel se marchara para
hablar con sus compañeras de lo ocurrido.
-Faby... ¿Qué es lo que ha pasado
exactamente?-preguntó Julius con la mirada fija en la paladina.
-Ha sido suerte, ya lo habéis oído
-La roca cayó en tu espalda y se
rompió en dos, eso no es suerte.-dijo la elfa mientras hacía una
mueca de dolor al intentar moverse.
-Todo ha pasado muy deprisa, habrá
sido vuestra imaginación, yo no lo recuerdo así.
-Faby, los tres lo hemos visto...-el
paladín se detuvo unos segundos al percatarse de una cosa.-
Faby...tienes los ojos... de color dorado...
-Ya he dicho que no es nada, deberíamos
irnos ya, Isnalar debería ver a un medico, ha perdido mucha sangre, y tú también deberías sanarte ese hombro.
Mientras sorteaba los obstáculos que
habían causado aquel desastre, Zephiel recorría el extenso terreno
que formaba aquel lugar. Había encontrado algunos cadáveres por el
camino, tanto de enemigos como de algunos de los soldados de las
casas nobles que habían decidido ayudarlos. Sin duda esta guerra
había causado más perdidas de las esperadas.
El guerrero vio algo extraño que
sobresalía tras una gran roca. Corrió hasta allí para encontrarse
con un gran pedrusco de forma extraña, cubierto completamente de
partículas de polvo que se habían posado tras lo ocurrido. Zephiel
pasó la mano por el pedrusco y sintió que estaba completamente
helado. Limpió rápidamente aquella extraña roca y encontró al
pandaren metido dentro de un bloque de hielo. El guerrero cogió una gran piedra del suelo y golpeó
decididamente el bloque en numerosas ocasiones con todas las fuerzas
que le era posible. Tras varios golpes el hielo se rompió en varios
trozos dejando caer al maestro Monlee de su interior.
-Maestro...
-Pensé que nunca saldría de ahí
dentro.-dijo cogiendo aire mientras estiraba los brazos entumecidos
por la postura en la que había permanecido.-Ha faltado muy poco...
-Maestro, necesitamos encontrar al
resto, aun faltan varios.
El guerrero y el pandaren continuaron
peinando la zona hasta que encontraron a la sacerdotisa Beatrice. Se
hallaba en el suelo arrodillada, mientras lloraba desconsoladamente.
El pandaren agarró al guerrero del brazo impidiendo que continuara
avanzando.
-Cuidado chico...
Zephiel no sabía a qué se refería el
pandaren hasta que vio que Beatrice tenía a Alasios entre sus
brazos. Las lágrimas no dejaban de recorrer su blanquecino rostro
mientras observaba el cuerpo sin vida de su tío. Beatrice no había
podido sanarlo, posiblemente el monje ya estaba muerto cuando tuvo
lugar el desprendimiento, o el golpe había sido tan nefasto que
desgraciadamente ya no había manera de remediarlo. Zephiel sabía
que cabía la posibilidad de que algo así ocurriese, pero no estaba
preparado para afrontarlo. Ambos se acercaron lentamente hasta
Beatrice mientras se mantenían en silencio. El pandaren rodeo con el
peludo brazo a la sacerdotisa intentando consolarla, pero era
imposible. Una sensación de tristeza invadió a ambos al ver el cuerpo inerte del monje. Alasios había
sido un fiel compañero, un valiente luchador y un hombre de honor.
Toda la Orden lo respetaba, y no solo porque fuese el hermano de Lord
Cross Nesai o porque fuese noble, lo respetaban porque se había
ganado ese respeto a pulso, porque había combatido junto a todos
ellos en numerosas ocasiones, y ahora... ya no volvería.
Monlee observó el rostro del joven
guerrero.
-Ve a buscar al resto, yo me encargaré
de todo.
Zephiel asintió alejándose de aquel
lugar, tambaleándose apesadumbrado. La muerte de Alasios no solo será
un gran golpe para toda la Orden, sino para aquellos que forman parte
de su familia también, Karin, Beatrice, Ireli y sobretodo Cross
Nesai. ¿Cómo iban a poder encajar semejante tragedia?
Ireli sintió que la cabeza le iba a
explotar cuando abrió los ojos. No veía nada a su alrededor,
intentó caminar hasta que su pie le propinó un doloroso pinchazo al
apoyarlo en el suelo. No pudo evitar soltar un grito ante aquello,
pero aún así continuó caminando resistiéndose a caer derrotada.
Agitó su mano intentando apartar aquella nube de tierra que se
había formado cubriendo toda la periferia del lugar afectado.
La caminante del tiempo tropezó
cayendo de bruces al suelo. Frente a ella encontró una espada, una que
conocía lo suficientemente bien, era la de Garrett. Se puso en pie
rápidamente mirando a su alrededor mientras gritaba el nombre de su
compañero. Bastaron unos segundos hasta que recibió respuesta, los
susurros del caminantes fueron lo suficientemente audibles para que
Ireli lograra encontrarlo. Ireli levantó varias rocas haciendo
acopio de todas sus fuerzas, aguantando el dolor que sacudía su
delgado cuerpo. La caminante observó a Garrett, sus labios temblaron
ante la situación mientras observaba como un afilado hierro le
atravesaba el abdomen.
-Ireli...- dijo Garrett sin fuerzas,
mientras tosía y se retorcía de dolor ante el mas mínimo
movimiento.
-Garrett... no...
La caminante no pudo evitar derramar
numerosas lágrimas, Garrett había sido como un padre para ella, y
ahora estaba debatiéndose entre la vida y la muerte.
-Ireli... lo siento... debí...- las
palabras del caminante se esfumaban con presteza.
-No digas nada, saldremos de esta, te
lo prometo.- susurró mientras le acariciaba el rostro con suavidad a
la vez que pedía ayuda.
Beatrice oyó desde lejos los gritos de
su hija evitando que cruzara el portal hacia Forjaz. La sacerdotisa
acudió rápidamente y encontró el cuerpo de Garrett tumbado y a su
hija junto a él. La situación estremeció a la sacerdotisa,
otra vez no, pensó. Los ojos de la caminante del tiempo se
iluminaron cargados de esperanza al ver a su madre junto a ella.
-Madre, debes salvarlo... por
favor...-suplicó Ireli.
-No sé si...-Beatrice observo la grave
situación en la que se encontraba, se arrodillo junto al cuerpo ya
sin sentido del humano y posó sus manos rápidamente sobre
él.-Necesito que saques el hierro.
Ireli asintió y agarró el afilado
hierro. Ambas se miraron y fue entonces cuando la caminantes extrajo
el gran trozo de metal que lo atravesaba. Garrett recobro el sentido
retorciéndose y gritando por el insoportable dolor que recorría su
cuerpo. Beatrice puso sus manos sobre el ensangrentado abdomen del
humano. Sus manos temblaban, temía no poder salvarlo, observó como
la herida no menguaba y cada vez manaba más sangre de ella.
-Madre...-dijo Ireli con los ojos
empapados en lagrimas.-Madre por favor...
-No puedo hacerlo...-dijo mientras sus
manos temblaban y no respondían a sus peticiones.
La joven paladina juntó sus manos con
las de su madre, mientras suplicaba con la mirada que lo salvase.
-Te ayudaré madre.
Ambas pusieron sus manos
concentrándose, rezando a la luz para que lo sanase. Al cabo de unos
pocos segundos pudieron observar como una gran masa de luz cubría al
humano, sellando poco a poco cada herida, cada rasguño, incluso
aquella que había estado a punto de matarlo. Ireli no pudo reprimir
una sonrisa al ver que su madre lo estaba consiguiendo, que su madre
había salvado a aquel hombre al que tanto quería. Madre e hija se
abrazaron mientras intentaban apaciguar los nervios y la ansiedad que
las desbordaban.
Zephiel caminó durante un tiempo
buscando en cada rincón de aquel lugar al resto de los que aún no
había logrado encontrar. La muerte de Alasios le había dejado
impactado, supuso que le hubiese ocurrido lo mismo con cualquiera de
sus compañeros, pero aún así, la vida ya había tratado
suficientemente mal al monje, no merecía un final así, ninguno lo
merecía. Cuando estaba a punto de tirar la toalla encontró a los
últimos de sus compañeros.
Se acercó rápidamente hasta el mago.
Caleb estaba sentado en el suelo, inmóvil, mirando paralizado el
cuerpo de Lionell. El brujo parecía estar descansando plácidamente
en aquel rocoso suelo, pero no era así, su pecho ya no se hinchaba
al respirar, su corazón había dejado de latir hacía minutos.
Zephiel sintió nuevamente el peso de la situación como si
pretendiera aplastarlo, obligándole a caer de rodillas junto a Caleb.
El mago ni siquiera desvió la mirada, ni tampoco se molestó en
ocultar sus lágrimas, Zephiel en cambio no sabía como reaccionar,
había odiado a Lionell desde hacía mucho tiempo, tanto que el odio
y el rencor había tenido tiempo para solidificarse dentro de su ser.
Pero ahora..., ahora todo era muy distinto. Las ultimas semanas
habían limado algunas de las asperezas que había entre ambos, y
aunque el rencor perseveraba, no podía evitar sentir lástima tanto
por el joven como por Caleb.
Miró a Caleb que permanecía con la
mirada fija en el brujo. Aunque el mago había visto demasiado en su
corta vida, seguía siendo demasiado joven para haber soportado
pérdidas como estas.
-Caleb, sé que es duro...-esperó unos
segundos.- Sé que nada de lo que te diga calmará el dolor que
sientes ahora mismo pero...tienes que expulsarlo, echar todo ese
dolor de tu interior y no dejar que te consuma. Lionell... lo hubiese
querido así...
Caleb siguió en la misma posición
mientras se limpiaba las lágrimas con la manga de la toga.
-¿Cómo...cómo voy a... hacer
eso?-tartamudeó Caleb mientras sus ojos color celeste cubiertos de
lagrimas se cruzaban con los del guerrero.- Lionell era como un hermano para mi, él... se arriesgó por salvarme...ni siquiera pude agradecérselo.
-Caleb, nosotros te ayudaremos, sabes que puedes contar con nosotros.-respondió
mientras agarraba fuertemente la mano del joven mago.-Después de todo, nosotros somos tu familia.
Caleb rompió a llorar enérgicamente
mientras se apoyaba en Zephiel. El guerrero sabía que necesitaría
mucho tiempo hasta que volviera a ser feliz, hasta que el dolor de su
corazón llegara a cicatrizar, pero no solo él. Todos y cada uno de
los miembros que componía la Orden tendrían que aprender a convivir
y superar ese dolor, como tantas otra veces habían hecho antes, y
como tantas otras les tocaría hacer.
Nuestro nombre no aparecerá entre los
héroes de Azeroth, pensó Zephiel tras todo lo que había sucedido, pero los héroes de verdad no
necesitan ese reconocimiento, nos basta con saber que cada día
acabamos con el mal de este mundo, sacrificándonos en silencio
ajenos al resto de personas, para derrotar a aquellos que quieren
sumergir el mundo en caos y oscuridad. No importaba si son brujos, orcos, demonios o incluso dragones, la Orden se enfrentará a aquello que nos amenazan, y no importaba si alguno de nosotros cae en el camino, puesto que otros ocuparán ese lugar, y la Orden renacerá eternamente.