Cuando regresaron a su casa, Chantalle y Giordano comentaron lo ocurrido con Marther, ese pequeño pacto secreto.
-Giordano... ¿Puedo preguntarte algo?
-Claro. -dijo con una sonrisa en la boca.
-¿Por qué os rebelasteis? ¿Qué ganabais con eso?
-Fue hace poco relativamente, pero mentalmente... era joven por así decirlo.
-Explícate.
-Acababa de obtener el liderato de la compañía y bueno... me creía el rey del mundo. La situación del pueblo de Páramos de Poniente era deplorable y el reino no hacía nada. Demasiados pensadores juntos... planificamos nuestro propio mundo y encendimos la chispa del pueblo...
-Ya veo.
-Chantalle, prefiero no seguir hablando de esto.
-Lo entiendo, cariño. Vayamos a la cama, mañana partiremos -la sonrisa pícara dibujada en su rostro dejaban claras sus intenciones.
Tras una pasional noche romántica ambos cayeron en un sueño profundo. Giordano entonces comenzó a tener un sueño que no se le repetía desde hacía bastante.
Unas mujeres limpiaban la calle, de rodillas en el suelo, mientras hablaban y parecían referirse a el en cada acusación. Con una pizca de poesía envenenada.
-¿Quién le pondrá rosas en el fusil? Pobres inocentes, eran uno contra mil.
-Eran críos ¡Carne de cañón! Fueron a ganar un mundo nuevo bajo el sol.
-¡Ese mundo es imaginación!
-Mami, ¿Quién los arropará?
-Nadie lo hará.
-Todos muertos...
-Nunca volverán...
-Todas esas flores ¿Sus canciones, dónde están?
-Todo sigue una y otra vez...
-¡Rezas por las cosas que jamás podrás tener!
-Vueltas, vueltas, vueltas, vueltas... ¿Y todo para qué?
-Vueltas, vueltas ¿Y todo para qué? Tiempo sobre tiempo nunca encuentras un porqué. Nada cambia. ¿Vienes o te vas? Giras otra calle pero sigues donde estás. Giras, pero ¡Sigues donde estás!
Giordano se despertó entonces sobresaltado, sudoroso y temblando.
-Cariño, ¿Estás bien?
-No, Chantalle.
Giordano se levantó de la cama y se vistió con unos pantalones y una camisa.
-¿A dónde vas?
-A la torre de la compañía, hay algo que debo hacer, acompáñame por favor.
Viajaron a caballo a mitad de la noche hasta aquella torre, fantasmagórica en medio de los Páramos. Abrió la puerta y como si de un soliloquio de una obra de teatro se tratase, comenzó a contarle a Chantalle como el ve la revolución y por qué cree que no tienen sentido los reproches de Marther.
-Un dolor que no se puede expresar, un dolor que sigue y sigue. Sillas con mesas vacías, ahora mis amigos están muertos y se han ido.
Aquí hablaron de la revolución, aquí fue donde encendieron la llama, aquí cantaron sobre el mañana, y el mañana nunca llegó.
Desde la mesa de la esquina podían ver el mundo renacer y se escucharon voces gritando ¡Y ahora las puedo escuchar! Las mismas palabras que habían cantado se convirtieron en su última comunión... en la última barricada que hicieron.A Chantalle le recorría una lagrima por la mejilla ante la fuerza de la escena.
-¡Oh amigos, mis amigos, perdonad! Que hayáis muerto y que yo viva, un dolor que no se puede expresar, un dolor que sigue y sigue. ¡Rostros fantasmales en las ventanas... sombras fantasmales en el suelo! Sillas y mesas vacías donde mis amigos no se reunirán ¡Por favor mis amigos, no preguntadme! Para que sirvió vuestro sacrificio... sillas y mesas vacías donde mis amigos no se reunirán...
Giordano calló de rodillas al suelo de la impotencia y Chantalle corrió a abrazarle.
-Gio... no sabía que perdisteis vosotros... él os acusa y quiere condenar por la muerte de sus amigos mientras que tu lo perdiste todo... por eso comenzaste a vagar y nos encontramos, por eso volviste a la Armada. Giordano, no te condenes ni te maldigas, yo... no se que decir, te amo Giordano.
Volvieron a su casa para por fin dormir en paz lo que quedaba de noche abrazados el uno al otro sin despegarse en ningún momento.