Existen muchas leyendas. Leyendas que
cuentan historias de héroes, de salvadores que luchan contra el mal
que les rodea. Leyendas que hablan acerca de poderosos artefactos que
se resguardan ocultos en recónditos lugares de nuestro mundo
esperando a que algún desafortunado los encuentre. Leyendas de
terror y agonía, de sensaciones oscuras que helarían la sangre del
soldado más valeroso, y que obligarían a arrodillarse incluso al
villano más temible. Pero de entre todas ellas hay una, una leyenda
capaz de encoger el corazón de cualquier mortal, capaz de poner el
vello de punta a aquel que oiga su historia. Una leyenda que vaga por
los suburbios, por los siniestros callejones, que vuela de boca en
boca y se adentra las mente de aquellos que usan las artes oscuras,
una leyenda de brujos, de seres viles y de un libro capaz de conceder
cualquier deseo... a un alto precio. Pero yo no os contaré esa
leyenda, os contaré lo que realmente ocurrió, puesto que yo
fui uno de los que crearon ese libro. Libro que años más tarde se
conocería como El Libro de las almas.
Los brujos se colocaron lentamente en
su lugar correspondiente. Cada uno de ellos sellaba una rama del
círculo, de un gran círculo cubierto de líneas y runas mágicas, un
ritual que pocas veces se había hecho antes y que tan solo los más
expertos son capaces de atreverse siquiera a nombrar. Eran diez
brujos. Hombres y mujeres de distintas edades, con distintos poderes,
pero todos ellos con un fin común, doblegar a un gran demonio. Los
miembros más antiguos del aquelarre perfeccionaban las líneas que
conformarían el poderoso hechizo de invocación, entre tanto, los
miembros más inexpertos repasaban asegurándose una y otra vez de
realizar su labor a la perfección ya que el mínimo error terminaría
con un final nefasto para todos ellos.
El joven aprendiz de piel morena
repitió una y otra vez los numerosos hechizos dentro de su mente.
Sintió la presión de las acechantes e indeseables miradas de
algunos de sus compañeros. Su poder era mucho inferior al resto, ni
siquiera podía llegar a compararse, cualquiera de sus compañeros
podría fulminarlo en segundos de haberlo deseado. Afortunadamente para él, el
ritual necesitaba de diez brujos capaces de canalizar grandes
energías, y no solo eso, debían procurar que el gran poder con forma
de demonio al que iban a invocar fuera subyugado el tiempo suficiente
hasta concluir el mismo. Azrhael sabía que su elección como uno de
los diez había sido mera casualidad. Su maestro confiaba en su poder
a diferencia de muchos de los que allí se confinaban, sin embargo el
joven demostraría que tenía poder suficiente, demostraría que
estaba por encima de todos ellos, y quien sabe si algún día el
poderoso objeto que iban a crear sería suyo.
El momento había comenzado. Cada uno
de los brujos repitió su hechizo una y otra vez, canalizando todo su
poder, desprendiendo parte de su propio ser en aquella oscura ceremonia. Las
líneas del suelo comenzaron a iluminarse paulatinamente, como si
fluyera una hilera de sangre por cada una de ellas, solo que no era sangre,
era un líquido verdoso que desprendía un poderoso hedor a su
alrededor. Transcurrió más de una hora hasta que el empeño de
todos ellos dio sus frutos.

El demonio se enfureció, fijando la mirada amenazante en cada uno de los allí presentes. Las manos de Azrhael temblaron cuando
los ojos verde vil del demonio se posaron en él. Una voz retumbó
dentro de la cabeza del joven.
Tú... tú eres... aquel al que busco...
Azrhael se quedo paralizado, cerró los
ojos con fuerza mientras continuaba canalizando el hechizo.
Tú me ayudarás a salir de esta
prisión.... tus compañeros te creen débil... te matarán tras lo
que intentan hacer...¿Acaso crees que te dejarán usar el
artefacto?...¿Acaso crees que tienes alguna posibilidad contra
alguno de ellos?
Azrhael intentó ignorar las palabras
del demonio, pero su intento no fue suficiente, cada frase sonaba con
más fuerza en su interior.
Puedo ver cada uno de tus pensamientos...
Siempre serás un débil mortal...a no
ser... que me ayudes a salir de aquí... si lo haces, acabaré con
los demás... el artefacto será solo tuyo... tan solo te pido que me permitas devorar sus almas...cada una de ellas.
El joven brujo abrió los ojos de
golpe, no podía creer las palabras de esa vil criatura o más bien
no quería creerlas, pero quería ese artefacto, y sabía que sus
compañeros desconfiaban de él, jamás llegaría a ser parte vital
de ese aquelarre y posiblemente tarde o temprano se desharían de él. Azrhael bajó la mirada, fijándose en sus
temblorosas piernas. Su mente intentaba detenerlo, pero su cuerpo parecía actuar por cuenta propia. Lentamente sin levantar sospechas movió con el
pie una piedra que cerraba el perfecto circulo que actuaba como
prisión infranqueable.
Sonó un estallido en toda la sala. Lo
siguiente ocurrió tan deprisa que nadie fue capaz de preverlo. El
demonio rompió cada barrera mágica que le separaba del exterior,
mientras que a su alrededor el caos y el terror se adueñaba de los
allí presentes. El demonio mató a uno de los brujos con un solo
movimiento de muñeca, mientras que en su otra mano invocaba un hacha
que acabó rápidamente con la vida de otro de miembros del aquelarre. Azrhael
cayó de espaldas, retrocedió arrastrándose por el suelo
ocultándose en un recoveco de la sala. El demonio acabó con la vida
de tres de los brujos que componían el circulo y al menos con una
decena de aprendices que observaban la escena aterrorizados. Las gotas de sangre salpicaban la sala mientras el demonio destrozaba todo a su paso.
Los líderes restantes rodearon al
demonio rápidamente, intentando entre todos hacerle retroceder, sus
poderes no eran lo suficientemente poderosos como para neutralizarle,
pero al menos lograban ralentizar sus movimientos. Una bruja cogió
el libro que se hallaba aún situado en mitad de la sala.
Abrió el artefacto apuntando hacia el demonio, pero de
repente las tornas giraron, el guardia apocalíptico desprendió un
rayo de la palma de su mano que abrió un vórtice alrededor del
artefacto. El libro comenzó a absorber todo a su alrededor, incluido
a los brujos. Azrhael intentó agarrarse a cualquier objeto solido,
pero la fuerza de atracción le hizo resbalar por la sala. La
demoníaca criatura permanecía sin inmutarse mientras veía la
escena. El torbellino que aspiraba la sala no parecía afectarle.
Azrhael estaba aterrado, la ansiedad invadía todo su cuerpo, no
sabía que hacer hasta que el demonio saltó a su lado. El joven se
agarró firmemente a la pierna de éste mientras todos lo demás se
arrastraba hacia el agujero negro que flotaba sobre el siniestro
libro.
De pronto todo se detuvo. El libro se
cerró desprendiendo varios estallidos de luces color cían, verde vil
y púrpura. Toda la estancia estaba destruida, tan solo
el demonio y él eran los únicos seres con vida que se hallaban en el
lugar.
-Gra... gracias...-dijo Azrhael
pensando que el demonio le había salvado la vida.
He cumplido mi parte del acuerdo...
El demonio señaló el libro intacto
que esperaba en mitad de la sala.
Sin embargo... tu debes cumplir tu
parte del trato...
-Pero... te he salvado... te he
liberado.
El demonio rió.
No sabes nada ignorante mortal... pedí
devorar sus almas... y tan solo he disfrutado de tres de las nueve...
Azrhael se sintió levemente aliviado
al descubrir en sus palabras que no le había incluido entre ellos.
-Pero... están... dentro del...libro.
Descubre la manera de sacarlos y tráeme
sus almas, o de lo contrario será la tuya la que saciará mi sed...
-Necesito tiempo... necesito averiguar
como liberarlos...
Azhrael se percató de que había caído
en una vil trampa. Si sacaba a los brujos del libro, el artefacto
carecería de sentido, no serviría para nada, ya que el fin de ese
objeto era proporcionar un gran poder gracias a aquellos que yacían
en su interior, ya fuera el demonio o los mismos brujos, y de cualquier manera terminaría muriendo a manos de unos u otros.
Tendrás hasta que los planetas se
alineen al igual que lo han hecho esta noche.
Azrhael pensó detenidamente en la
oferta del demonio, no habría una noche similar a esa misma hasta
dentro de cinco años. El brujo asintió mientras permanecía
arrodillado ante el demonio.
Pero a cambio... deberás entregarme
cien almas... además de las que acordamos.
-Cien...almas..., pero... como
conseguiré....tantas almas...
Si no cumples tu parte del trato...te
encontraré y acabaré contigo...
Tras esas palabras el demonio
desapareció esfumándose en una nube de color negro. Azhrael pensó
que había sido estúpido confiando en esa despreciable criatura.
Deseó volver atrás, pero era demasiado tarde, se arrepentiría de
esto el resto de sus días.
El joven brujo se arrastró por la
estancia hasta el lugar donde se encontraba el libro. Quizás ahí
estaba la solución, quizás el poder de los brujos fuera lo
suficientemente poderoso para ayudarle a cumplir su propósito.
Después de todo el artefacto había sido creado tal y como se
pretendía, los brujos de su interior convertirían ese libro en uno
de los artefactos más letales que existen.
Azrhael abrió el libro. Sus páginas
estaban en blanco, todas y cada una de ellas, ni siquiera una sola
palabra aparecía reflejada en su interior. El joven cogió una pluma tras
sumergirla con delicadeza en tinta color azabache. Posó lentamente
la punta de la pluma en una hoja cualquiera intentando escribir
cualquier palabra, aquello que cruzaba su mente en esos momentos. De
repente su intención fue truncada, una descarga azotó la mano que
sostenía la pluma al apoyar ésta en el libro. La descarga de
color púrpura recorrió la palma de su mano rasgando y tiñendo de
negro un símbolo triangular en la misma, y avanzando como si de una
serpiente se tratara enroscándose alrededor de su brazo. Sintió un
gran ardor mientras observaba como las líneas oscuras avanzaban
lentamente hasta detenerse cerca de su hombro. Intentó ignorar el
dolor, pero era imposible, sin poder evitar desprender un grito de dolor.
Varias gotas de algo parecido a sangre
pero de un color más oscuro cayeron de las heridas de Azrhael,
empapando la manga de su toga de ese extraño líquido. Una de las gotas cayó en una página del libro, expandiéndose lentamente mientras formaba
palabras que parecían tener vida propia.
Tu avaricia nos ha traicionado... y tu
traición merece un castigo...
Azrhael observó como las letras
desaparecían a los pocos segundos. Miró la marca de su mano
mientras golpeaba con furia el suelo. El rostro del joven brujo se
tornó oscuro, el blanco de sus ojos se entintaron de negro mientras
maldecía a su alrededor lleno de ira.
Si no puede ser mio... no será de nadie...
El alma de aquel que se atreva a usar
su poder...sufrirá el peor de los destinos... su alma sufrirá hasta la eternidad entre estas páginas...
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Tras lo acontecido en las últimas semanas, un nuevo peligro se cierne sobre La Orden. El libro de las almas aparece nuevamente amenazando con destruir todo lo que les rodea.
Los miembros de la Orden deberán aliarse con Azrhael Darkhollow para encontrar nuevamente el libro que años atrás creían haber destruido, sin embargo los secretos que oculta este nuevo personaje sacará a relucir las verdaderas intenciones no solo de si mismo sino de cada uno de los miembros de la Orden.
Mientras tanto los brujos del libro esperan pacientemente el día en que sean liberados, expectantes por usar contra sus enemigos el inigualable poder que han acumulado todos estos años gracias a las almas que han absorbido.
Por si fuera poco, una antigua enemiga y la última guardiana del libro, Cornelia Blackhorn, regresará para intentar adueñarse de lo que tiempo atrás le fue arrebatado.
El tiempo se acaba... ¿Conseguirá La Orden destruir esta vez el poderoso libro?...Lo descubriremos próximamente en el Capítulo XV - Pacto de sangre.